Marea: «Tengo el presentimiento de que esta va a ser la última gira de Marea»

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«Aunque mucha gente no se lo crea, no hemos tenido ningún tipo de proyecto nunca. Nunca»

 

Aseguran que no tienen un «plan profesional», y aun así este año se cumplen dos décadas de su debut. Marea acaban de editar su séptimo disco y enfilan, quizá, su última gira. Una entrevista de Javier Escorzo.

 

Texto: JAVIER ESCORZO.
Fotos: FERNANDO LEZAUN.

 

Marea nunca fue, nunca quiso serlo, un grupo normal. Nacieron en Berriozar (Navarra) hace más de dos décadas, crecieron a la sombra de bandas como Leño, Barricada o Extremoduro, y hace mucho tiempo que alcanzaron la gigantesca estatura de sus maestros. Tras ocho años de silencio discográfico, ahora regresan con El azogue (Warner, 2019), buen pretexto para charlar largo y tendido con Kutxi Romero, cantante del combo. Nos recibe en El Kutxitril, local que utiliza como centro de reuniones y bar privado en el que invitar a sus amigos. Las paredes están llenas de fotos, recuerdos, discos de oro, vinilos y regalos que le han ido haciendo sus seguidores. El cantante se acomoda en su sofá y, entre cigarro y cigarro, va dando rienda suelta su discurso, plagado, como siempre, de sinceridad y socarronería.

 

La primera pregunta os la han hecho muchas veces, pero es inevitable: ¿por qué habéis tardado ocho años en sacar este disco?
Mira, eso es como si vas a un pueblo y le preguntas a un lugareño: «¿Por qué no llueve hace seis meses?». Yo que sé, llueve cuando le da gana. Pues nosotros somos como la lluvia. Creo que lo increíble es que llevemos veintidós años y hayamos hecho siete discos. Esa es la anomalía, porque, aunque mucha gente no se lo crea, no hemos tenido ningún tipo de proyecto nunca. Nunca. Por eso nos salen las cosas bien, porque hay un ente, una deidad, un intangible divino que, de repente, nos dice a los cinco que es el momento de juntarse. ¿Por qué? No tenemos ni puta idea. También suelo decir a los periodistas que hasta que sacamos el primer disco pasaron veinticuatro años y tampoco dieron tanto la caca (risas).

 

Esa perspectiva del grupo, que artísticamente es intachable, de «no vamos a hacer nada hasta que no sintamos la necesidad de hacerlo».
Claro.

 

Pero, ¿seríais capaces de plantearos Marea como un oficio?
No (tajante).

 

Bueno, es lo que hace la inmensa mayoría de los grupos. Sacar algo de lo que estéis convencidos, algo honesto, pero buscarlo, no esperar a que la inspiración llame a la puerta. De repente pensar que hace ya tiempo que no sacáis disco y juntaros para ver si sale algo.
No, qué va, qué va… Eso sería el fin del grupo. Plantear algo más profesional sería el fin de los Marea. Sería imposible. Sobre todo porque me gusta ir por el camino que no me señalan. Basta que me digan que tengo que hacer algo para no hacerlo. Nada más por joder (risas). No, es broma, nunca ha habido un gabinete de crisis en Marea, nunca ha habido una reunión para eso. Sí que las giras, evidentemente, requieren una planificación, porque claro, tú no puedes presentarte en Murcia y decir que vas a tocar al día siguiente. Pero ese ya no es nuestro trabajo, nuestro trabajo es la creación. Y es un eufemismo llamar trabajo a esto, porque esto ni es trabajo ni es nada.

 

¿No te parece un trabajo?
El que diga que estar de gira es trabajar es un sinvergüenza, me lo llevo a varear olivas o a cavar zanjas y eso sí que es trabajar. Irte con los colegas el fin de semana, decir lo que te apetece, reírte y que luego, encima, te paguen, pero teniendo la sensación de que el dinero te lo han regalado, ¿eso es trabajar? Venga, hombre… Trabajar es lo que hacen los grupos entre semana para luego, el fin de semana, ejercer su pasión. Trabajo pueden ser los ensayos, pero los días de concierto no, si no es que te has equivocado. Como dice Óscar (Beorlegui, su mánager, presente en la entrevista), lo que no es vocación es equivocación. Yo tengo que tener la sensación de que a mí la pasta me la regalan, de que no me he ganado ni un céntimo de lo que mi carrera musical, por llamarla de alguna manera, ha generado.

 

 

Creo que este disco lo ibais a haber sacado antes, que empezasteis a juntaros hace tiempo.
Sí, a principios de 2016 nos empezamos a juntar, pero entramos en los cuarenta como quien entra en los noventa. Yo tuve un nódulo y me operaron, a Alen le operaron del corazón tres o cuatro veces, Kolibrí parecía que tenía una otitis pero se le complicó, tuvo una infección interna que ya creía que se quedaba loco para toda la vida… Ensayamos muy poco, enseguida empezaron los problemas de salud y perdimos todo el 2016. Y en 2017 retomamos y volvimos a juntarnos con más asiduidad.

 

¿Cómo es ese primer ensayo de Marea después de muchos años sin tocar juntos? ¿Tocáis canciones vuestras, versiones, improvisáis…?
No, qué va. Se pone uno a tocar y van todos detrás. Yo empiezo a pegar bocinazos hasta que damos con algo que no esté mal e intentamos sacar algo de ahí. No te das cuenta de cómo lo has hecho, pero de pronto tienes una canción. Esa es la maravilla, por eso la música es el arte supremo, porque trabajas con lo intangible. Para hacer una escultura necesitas un trozo de piedra, para pintar un cuadro necesitas un lienzo… Pero la música es magia. ¿De dónde salen las canciones? Hemos entrado cinco neandertales en un local y hemos salido con una canción. Es algo mágico, maravilloso. Y para siempre, nadie lo puede destruir. Una vez que lo canta una persona ya puede vivir para siempre de boca en boca. No hace falta que esté en un museo ni en una vitrina, ya es del pueblo.

 

«No te das cuenta de cómo lo has hecho, pero de pronto tienes una canción. Esa es la maravilla, por eso la música es el arte supremo, porque trabajas con lo intangible»

 

Jim Morrison decía que si hubiese un accidente nuclear que arrasara la tierra, la música sería la única forma de arte que perduraría. Todo lo demás, los cuadros, los libros, las esculturas… Todo se podría perder, pero mientras alguien recordase una canción, esa canción perduraría.
Eso es exactamente lo que quería expresar. Lo mismo que dijo Jim Morrison (risas). Y eso que a mí los Doors no me gustan nada (risas). Bueno, los Doors no están mal, el que no me gustaba era el teclista ese tan pesado.

 

Cuando ya teníais todas las canciones preparadas, no sé si antes o después de grabarlas, volviste a escribir todas las letras.
Sí.

 

¿Todas? ¿Empezaste de cero?
Bueno, igual se mantuvo un diez por ciento, siendo generosos.

 

¿Y por qué lo hiciste?
Fui escribiendo las letras durante el año y luego, cuando habíamos grabado el disco con las voces de referencia, había algo, no sé exactamente qué, que no me convencía. Supongo que si hubiese cantado aquellas letras a la gente no le hubiese parecido mal. Pero, como dicen los flamencos, a mí no me sangraba la boca al cantarlas, y eso es muy importante. Faltaba emoción, cojeaba. Así que les dije a los demás que lo dejábamos un poco aparcado, que quería darle una vuelta. Empecé a trastear con ellas y vi que era como ponerle a una mesa las patas de una silla; no se iba a caer, pero iba a cojear toda la vida. Así que empecé de cero.

 

¿Pero el disco estaba grabado?
La parte instrumental sí, solo me faltaba cantar. Las escribí en Navidades y canté en enero.

 

 

El disco anterior (En mi hambre mando yo, Warner, 2011) lo grabasteis en el mismo estudio (Sonido R5, propiedad de Kolibrí), pero os fuisteis a mezclarlo a Canadá con Mark Fraser (AC/DC, Metallica, The Cult…) y el master lo hicisteis en Estados Unidos. En este, sin embargo, os habéis encargado vosotros de todo el proceso.
Bueno, esa fue mi condición. Les dije a los demás que si grabábamos otro disco, lo hacíamos todo en casa. A mí eso de que tenga un guiri el disco en no sé dónde, y que le dé vueltas un tío que no sabe qué estoy diciendo, que no sabe qué intención quieres darle a cada palabra porque no tiene ni puta idea de lo que estás hablando… En este caso, Kolibrí ha hecho el disco que yo llevaba buscando toda la vida.

 

Musicalmente, desde que empezasteis habéis alardeado de que no ibais a evolucionar nada, que siempre ibais a hacer el mismo tipo de rock.
Así es.

 

Sin embargo, yo sí que creo que habéis evolucionado. Hay un punto de inflexión que sería Besos de perro (Warner, 2002). A partir de ahí, las canciones tienen estructuras más complejas, y este disco recupera un poco la inmediatez de vuestros primeros trabajos.
Nos lo están diciendo mucho, pero no somos conscientes. Evidentemente, llevamos veinte años y ahora tocamos mejor que cuando empezamos. Pero sí que dicen que este disco tiene esa inmediatez y esa frescura de los primeros discos.

 

Opino lo mismo de tus letras. Al principio eran más descriptivas, más claras, pero a partir de Besos de perro se van enrevesando, son más crípticas, tiras más de sensaciones, de imágenes… Sin embargo, en este disco creo que se vuelven a hacer un poco más inteligibles.
Pues mira, te voy a decir una cosa. Cuando terminamos el disco anterior (En mi hambre mando yo, Warner, 2011) yo estaba encantado, porque pensaba que por fin todo el mundo iba a poder entenderlo a la primera. Estaba convencido de que había hecho un disco superdirecto, totalmente inteligible, prístino. Es mucho más difícil eso, lo fácil es perderte en alegorías. Bueno, pues todo el mundo me dijo que no entendía absolutamente nada. Con el tiempo me he dado cuenta de que era muy enrevesado. Así que en este disco me puse a escribir sin pensar en nada, y sí que es cierto que me están comentando lo que dices tú, que sigo manteniendo el estilo barroco, hermético, con muchas imágenes, pero que se vislumbra más luz.

 

 

Siguiendo con las letras, utilizas muchos términos rurales, arcaísmos, palabras casi en desuso… Veo similitudes con con la manera de escribir de Manolo García, a pesar de que luego vuestra música sea muy diferente.
Sí, puede ser, pero creo que Manolo García lo hace premeditadamente. En alguna entrevista que le he leído decía que intentaba introducir palabras en desuso, mientras que yo intento introducir palabras de uso cotidiano en mi familia. Yo, premeditadamente, empleo palabras y expresiones que en mi familia son muy habituales. Yo vengo de una familia andaluza con una tradición oral larguísima, una familia con un analfabetismo de muchas generaciones. Y hay muchas expresiones que utilizo y que me encanta que estén en mis canciones, porque me recuerdan a familiares y a situaciones en las que las he escuchado.

 

Siguiendo un poco alejados de la escena de rock tan específica a la que perteneces, vienes de hacer un disco acústico (No soy de nadie, 2016), y en la gira, que también era acústica, hacías versiones de Antonio Vega, Quique González y Enrique Urquijo. ¿Sueles escuchar ese tipo de música que en principio no es de tu estilo?
Habitualmente no, pero un gran artista es siempre un gran artista. Solo hay dos clases de música: la que te gusta y la que no te gusta. Y a mí me gustaba mucho Antonio Vega, lo pude ver un par de veces en directo y me parece que tenía una sensibilidad muy especial. Quique González me gusta mucho también. Pero no soy muy dado a escuchar mucho otros tipos de música que no sean puramente rock y flamenco arcaico, del que parece que está grabado con dos yogures y una cuerda. Escucho casi todo en castellano, muy poca música guiri, igual seis bandas con las que me crucé en algún momento de mi vida: Motörhead, AC/DC, Aerosmith, los Stones… Cinco o seis bandas. Llevan toda la vida intentando que escuche a Bob Dylan y alguna vez me he puesto uno de sus discos más famosos, de los cinco mil que tiene, y no aguanté ni treinta segundos, era como un tío tocando la guitarra en un gallinero. Respeto máximo hacia él, pero no lo entiendo. Sin embargo, mi secreto musical inconfesable es Phil Collins. Me encanta.

 

¿Con Genesis?
No, no, en solitario. Tengo todos sus vinilos por ahí (señala una estantería). Es maravilloso. La gente me pregunta: «¿Cómo te puede gustar Phil Collins?». Pues me encanta. El cerebro tiene esos recovecos. Al Piñas (bajista de Marea), que es mucho más talibán que yo con el rock, pero le flipa Leiva. Y no quiero decir que Leiva no sea un gran artista, para nada, pero no le pega que le guste al Piñas. Escucha todo macarradas, cuanto más sucio, más guarro y más burro, mejor. Nadie lo entiende, él tampoco lo entiende, pero le encanta Leiva. El otro día me contaba que tal día salía el disco de Leiva, que era como un corazón con no sé qué… ¡El Piñas!

 

Has mencionado el flamenco, y en “Pájaros viejos” citas a muchos referentes clásicos del género. ¿Qué opinas de estos artistas que están mezclando el flamenco con otros estilos, tipo Rosalía, Rocío Márquez, La Tremendita, Soleá Morente…?
No los he escuchado. Sé quién es Rosalía y me pareció cojonuda la versión que hizo de Los Chunguitos, pero no he oído el disco. Algo tendrá el agua cuando la bendicen, seguro que es una artista maravillosa, pero no puedo juzgar. A mí me encanta que la gente haga mestizaje, aunque igual yo no lo haría. Para caminar hacia delante hay que mirar también hacia atrás, y echo de menos a alguien que mantenga viva la llama de la tradición. Me gusta el flamenco de guitarra de palo y voz, y quedan muy pocos referentes. En el rock hay bandas que se mantiene fieles, pero en el flamenco no lo veo. Me gustaría que alguien recogiese el testigo del flamenco arcaico. Se han ido muriendo los viejos. Fui a ver a un artista maravilloso con mi padre, no voy a decir el nombre porque estaría feo. Es un artista consagrado. Cuando salimos le pregunté si le había gustado y me dijo: «Canta todos los palos, afinación, interpretación… Todo perfecto, pero no me pellizca ni con un alicate». A mí me pones a Agujetas desafinando, pero con una voz salida de una cueva con una fragua de hace cien años, o a un John Lee Hooker tocando el mi durante cuarenta minutos y hablando por encima, y ahí está pasando algo. Ahí duele, ahí hay emoción. Eso es insustituible, lo demás es gimnasia. O Chavela Vargas, qué maravilla de mujer, con ochenta años, que no cantaba, lloraba. Ahora ya no hay eso. Como dice un amigo, ahora ya no hay rock urbano, ahora hay rock de urbanización.

 

 

¿Y Marea?
Los Marea no hemos inventado nada. Hacemos el rock que se ha hecho en todos los barrios desde principios de los ochenta. Pero hay emoción, porque es de verdad. No hay trampa, está pasando. Por eso digo que somos los mejores. Los demás son los mejores gimnastas y tienen sus proyectos, sus lanzamientos y sus cosas (pronuncia estas últimas palabras con la voz engolada). Todo es ambición. Nuestra única ambición es hacer buenas canciones. Y si no hacemos buenas canciones, nos volvemos a la obra, que el mecanismo de la pala no habrá cambiado mucho; aunque ya no nos van a coger (risas).

 

Volviendo al disco, creo que cambiasteis la portada a última hora. En principio iba a ser un pozo, de hecho se incluye en el interior del vinilo. Pero pasó lo del niño que se cayó en aquel pozo en Málaga (Julen) y cambiasteis de idea.
Sí. La portada se hizo en junio de 2018, pero como al final no canté las letras, el disco se quedó parado. Y entre medias pasó lo de Julen, me dio mal rollo y decidimos cambiarla. Es la lámina que ahora va dentro del disco, sí, esa iba a ser la portada.

 

«Hay que preocuparse más por hacer letras y menos por hacer números»

 

Bueno, por fin sale el disco y vende muchísimo, la gira también va como un tiro… ¿Lo esperabais?
No lo sé. Estábamos confiados, porque a nosotros el disco nos gustaba muchísimo, y pensábamos que a los demás también les iba a gustar. Y si el disco gustaba, también pensábamos que la gira iría bien. La gira es el reflejo del trabajo que has hecho. Los aforos están siendo muy grandes, pero parecidos a los de la gira anterior. Sí que es cierto que ha pasado mucho tiempo y el público podría haberse olvidado de nosotros. El deporte favorito de este país es subirte a lo más alto para inmediatamente después bajarte a pedradas. Pero nosotros nos bajamos solos, en cuanto termina la gira recogemos el chiringuito y nos vamos a nuestras casas. Y tengo el presentimiento de que no va a haber más giras de Marea después de esta.

 

¿Y discos?
Discos sí podríamos seguir grabando. Lo que pasa que discos… De eso podemos hablar tú yo yo, pero los chavales… ¿Quién compra discos hoy en día? Ya no es que no compren discos, es que no los quieren. Ahora está todo en Spotify, en cuanto sale un disco ya está subido. Le regalé a un colega el Bad as me de Tom Waits, y me dijo: «Gracias, Kutxi, pero no tengo dónde ponerlo». Y eso fue hace dos años, ahora ya… Yo tengo el salón petado de discos y mi hijo se mea de la risa. Me dice: «Todo esto me cabe en un pendrive». ¿Cómo le explicas tú lo importante que es la obra, la portada, la carpeta, los créditos y todo eso? A un melómano sí, pero a ellos les da igual. Me dará pena si dejan de existir físicamente, pero no por ellos, sino por mí, porque no podré seguir con mi pasión. Pero las ventas son irrisorias. Y estoy convencido que la mayor parte lo compran los fans que tienen toda la discografía y son completistas, como yo.

 

Bueno, el disco fue número uno.
Ya, pero estoy seguro de que el noventa por ciento de los discos físicos que hemos vendido ha sido a fans que nos siguen desde el principio y que quieren completar la discografía. Seguro que un chaval de veinte años que nos ha descubierto hace poco no se lo ha comprado. Lo escuchará en Spotify. Yo la última tecnología que he utilizado es el Teletexto, a partir de ahí no me he enterado de nada. Me han regalado setenta iPads y no he podido enchufar ninguno. Para muestra un botón (se levanta y saca un móvil de los antiguos, sin Internet ni pantalla táctil). Este es mi iPhone 14, nueve días de batería (risas). Yo me quedaré como un puto dinosaurio, ya me he quedado atrás, de hecho. Pero me voy a quedar en el tiempo que me gusta. No quiero ser contemporáneo. Me quedaré solo como un perro, llevando el testigo de algo que ya no existe.

 

 

Hablando de llevar el testigo, has dicho muchas veces que Marea recogió el testigo del rock de otras bandas como Leño, Rosendo, Barricada o Extremoduro, pero que luego no ha llegado ningún grupo joven a tomaros el relevo. ¿Qué tiene Marea que no tengan los demás?
Honestidad.

 

¿Y qué les falta a los demás? Porque seguro que hay muy buenos grupos. ¿Apoyo por parte de los medios de comunicación, quizás?
Qué va, olvídate. Les falta vocación verdadera y auténtica pasión. Hay que preocuparse más por hacer letras y menos por hacer números. Yo me he ocupado muy poco de los números en mi vida, pero me he preocupado mucho por hacer letras. Nosotros hemos antepuesto siempre lo personal a lo musical. Lo primero es estar bien nosotros, quedamos, vamos a la comunión de la niña, al cumpleaños del niño, a la piscina, cuidamos de nuestras familias… Y si está todo bien y hay tiempo, sacamos disco y hacemos a una gira. Y si a la gente le gusta, mejor todavía. Pero no hay más secreto, no hay ninguna estrategia de marketing detrás. Lo de Alejandro Sanz, que tuvo mucha repercusión, se me ocurrió en la furgoneta. Íbamos a hacer la prueba de sonido y le pedí a un colega que imprimiese la portada de su disco a tamaño grande para hacernos la foto aquella.

 

Por si alguien no lo sabe, te refieres a que, la semana que salió vuestro disco, llegó al número uno de ventas por delante de Alejandro Sanz y subisteis a vuestras redes una foto en la que aparecía Marea con la portada del disco de Alejandro diciendo: «No teníamos la más mínima intención de dejar a nadie con el corazón partío, pero así es la puta vida». ¿Sabéis si le ha llegado a él?
Sí, le ha llegado, sí.

 

¿Y qué tal le ha sentado?
Eso no lo sabemos. A la semana siguiente él volvió a ser número uno, porque lo nuestro fue anecdótico, evidentemente, y él supongo que lo entendió, porque la gente que le conoce habla muy bien de él, dicen que es muy buen tío. A mí me parece un gran músico y no es un tío que me caiga especialmente mal, al revés, por lo poco que he visto creo que es un tipo muy majo.

 

Muy flamenco, también.
Muy flamenco también, sí. Nosotros trabajamos con gente que le ha tratado mucho y dicen que es un gran tipo. Hicimos aquello como broma, no para ofender, ni mucho menos. Queríamos dejar constancia de que le habíamos quitado el número uno al número uno. No a un tío que estaba en el número uno, sino al auténtico número uno. Y se lo quitó un grupo del que, seguramente, él no habría oído hablar en su vida. Me hacía gracia imaginármelo preguntando qué era eso de Marea, y lo que pensó al ver en la foto al tonto del sombrero, al grande de detrás que parece un pelotari, al pequeño… Se quedaría flipado, pensando de dónde habían salido esos (risas). Y cuando la semana siguiente volvió al número uno, subió un mensaje en el que, veladamente, nos respondía. («Al final la vida no deja de dar vueltas y cuando menos te lo esperas te curan el corazón»). Sí, en plan: «Chavalitos, no os paséis» (risas). Yo le tengo mucho respeto a Alejandro Sanz, claro que sí. Fue una vacilada que tuvo mogollón de repercusión, me decían en la oficina que había tenido más repercusión que la salida del disco. Una anécdota, podré decir que una vez le quité el número uno a Alejandro Sanz.

 

¿Qué le pedís al futuro?
No lo sé. Tengo el presentimiento de que esta es la última gira. No quiero ser agorero, también lo sentí con la anterior y me equivoqué, así que vamos a disfrutarla y ya está. Me parece increíble que hayamos hecho siete discos y que tengamos ahí (señala la pared) todos los discos de oro. Eso es lo increíble, que sin proyecto, sin ambición, solo intentando hacer buenas canciones… Yo veo a otros grupos que dicen: «En enero nos juntamos a ensayar y en junio grabamos». ¿Y de enero a junio ya sabes que vas a hacer buenas canciones? Tú eres un genio. Yo soy un zoquete.

 

Pero es lo que hacen la mayoría de los grupos, lo que te preguntaba al principio.
Sí, si ya lo sé, pero yo no podría. Claro, así salen luego los discos que salen (risas). «Bah, mete esta canción, que más da, si la gente no quiere oír canciones nuevas» (risas). ¿Entonces para qué grabas? (Risas). Yo sé cómo funcionamos nosotros, y nos ha ido muy bien.

 

Lo que está claro es que la patera que formasteis hace veintidós años es hoy una gran embarcación, no sé si un yate, un transatlántico, un buque…
Es la Perla Negra, tío, que aparece y desaparece (risas).

 

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