Manolo García: Luchando contra la rutina

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«Mi día a día musical es de búsqueda, de cosas nuevas; estoy muy atado en el mejor sentido a la música setentera, pero no tengo la oreja negativa en cuanto a cosas nuevas»

 

Manolo García se lo toma con calma, pero ya tiene nuevo disco, «Todo es ahora», grabado junto a músicos estadounidenses con los que ha buscado nuevas experiencias.

 

 

Texto: CHEMA DOMÍNGUEZ.

 

 

Entrevistar a Manolo García es hablar con él, dialogar, disfrutar de un tiempo aparte. En muchos momentos, tengo la sensación de estar recibiendo la misma intensidad que genera desde un escenario. Un concierto en privado. Le haces una pregunta y te contesta cuatro, de forma natural, cercana, no puedes evitar relajarte y pasar a modo avión, tal y como sucede con sus discos, conciertos, pinturas y el estreno literario que supuso «El fruto de la rama más alta» junto a su anterior disco, «Los días intactos» (2011). Él es así, intenso. «Todo es ahora», su nueva grabación, atrapa esa idea, ese impulso. Es su sexto trabajo desde que El Último de la Fila abandonara la sala. En esta ocasión, voló a los estudios Rhinebeck de Nueva York, para capturar la magia de músicos como Mike Garson, Jack Daley, Earl Slick, Gerry Leonard o Zachary Alford, quienes han trabajado con Patti Smith, John Lennon, Suzanne Vega, B 52’s, Springsteen o Bowie, entre otros e interesantísimos artistas, les remito a la red para que se sorprendan. Michael Brauer y Andrew Sheps han mezclado las pistas de «Todo es ahora» y también acaparan en su haber nombres como Red Hot Chili Peppers, Coldplay o Paul McCartney. Manolo García ha ido a por lo más granado, sabiendo que lo mejor es sentir.

 

Cabe pensar que Manolo García tenga una banda muy fija que le dé seguridad al entrar a grabar, por lo que sigue sorprendiendo que arriesgues al contar con músicos a los que no conoces personalmente aunque sí musicalmente.
Y el estudio tampoco lo conocía, porque he de contarte que este estudio lo eligieron ellos por comodidad ya que al principio les pregunto «¿queréis venir a grabar aquí a España conmigo?», y dicen «ufff, ni hablar, si quieres algo, ven». Pues ya iré yo, claro. Ellos son cuatro, cinco, al final han sido como dos bandas diferentes, yo soy yo y es más fácil que me desplace allí. No me pirro por ir a Nueva York, eh, a mi todo ese mito de Nueva York me da igual, yo prefiero Soria o Tarragona, no lo digo como una «boutade», no, no, Nueva York es una gran megalópolis, el epicentro del consumo, de la vida «fashion», y yo soy un poco más pastor que todo eso, sinceramente. Pero bueno, ellos son de allí, yo quiero a esos músicos, quiero a esa gente, eso sí que lo tengo claro y les digo «¿dónde queréis grabar?», «pues hay un estudio cerca de nuestra casa, donde vivimos, que está muy bien, ¿te parece?», y a mí me parece genial. Les escojo a ellos porque he crecido con esas músicas en las que han tocado, he disfrutado esas músicas y me han apasionado, me han acompañado los B-52’s, igual que en su momento Devo, Los Burros éramos una banda que aprendimos mucho de Devo, los Devo salían con macetas en la cabeza, entre otras estéticas, el Aviador Dro aprendió mucho de Devo, entonces, bueno, son gente que han ido por delante, que han inventado una escuela y les quería.

También hay músicos que han trabajado con Bowie.
Y con B-52’s, Patti Smith, John Lennon… Claro, les preguntaba cosas como «¿o sea que tú estuviste en tal canción con John Lennon?», «sí, yo estuve ahí». Joder, qué fuerte. No soy mitómano pero sí que me encantaba la idea de que esta gente haya trabajado en esas canciones que a mí me han gustado tanto, que en este momento estén trabajando conmigo y luego ya el postre sea que te cuenten alguna anécdota, que tú les tires un poco de la lengua «oye, entonces en esa gira qué pasó y por qué». Y cuentan alguna cosilla, tampoco mucho, son muy discretos, es gente ya veterana y tampoco van contando…

….Cuentan lo que se puede contar…
…Exactamente, lo que no se puede contar, no se cuenta. Ha sido una experiencia, joder, cojonuda.

¿De esas charlas surge el tema ‘Esta noche he soñado con David Bowie’ o ya la llevabas en la cartera?
Cuando tengo la canción aún no había hablado con ellos. Los discos de Bowie me gustan todos en general, disfruto de su discografía, pero el último me ha gustado especialmente, después de un tiempo en que ha estado apartado del mundo musical, de las giras, etcétera, de repente vuelve en el 2013, desde el 2003 no había hecho ningún disco, y aparece con un discazo maravilloso que lo oyes la primera vez y te quedas a cuadros, la segunda empiezas a flipar y a la tercera dices ¡joder, qué buenísimo disco! Y en esas estaba haciendo mis maquetas. La historia es muy sencilla: una noche soñé con David Bowie. Y soñé una cosa que a mí me pasa a veces, evidentemente sin ánimo de comparar, hay personas que me paran por la calle para decirme «Manolo, gracias por aquel concierto, por ese disco, por esa canción», y escuchando esos días a Bowie con mucha frecuencia, soñé que iba por la calle y digo «¡hostias, pero si es David Bowie!, joder, no voy a molestarle, pobre hombre, bastante brasa le darán, pero bueno, solo… perdone señor Bowie, no quiero molestarle, solo gracias por hacernos felices». Y me desperté con ese sueño en la cabeza, y tal como me desperté lo apunté, porque si dejas que pasen horas el sueño se pierde. Agarré la guitarra, cogí una libreta y apunté la idea: «Esta noche he soñado con David Bowie, me lo encontré por la calle y le dije al pasar perdone», conté mi sueño tal cual. Empecé a ponerle acordes y a las dos de la tarde llamé al ingeniero con el que trabajo y le dije «Jordi, que voy para allá que tengo una idea para un tema nuevo», «¿otro?, pero qué pesado si ya tienes cuarenta y cuatro, vale, ven». Y probamos ritmos, una guitarra y esa es la historia. Y a partir de ahí empecé a pensar ¿por qué no llamo a esta gente, a estos músicos?  Pensé que me iban a decir que adónde iba, que quién era, lo hice y uno de ellos me dijo «déjame unos días que mire a ver de qué va tu movida». Esto ya me pasó con Waddy Wachtel en el anterior disco que me dijo lo mismo, claro, ha estado con Keith Richards, toca con una de mis preferidas, Stevie Nicks, me dijo «no te conozco de nada, no te digo ni que si ni que no, te llamo». En ambos casos me llamaron a la semana o diez días y me dijeron «oye, si te parece lo hacemos, ¿qué banda harías?», pues mira, este guitarrista, «perfecto, le conozco, somos amiguetes». Igual con la batería y el bajista, se formó la banda y yo de puta madre. Llegué allí y la primera mañana pues de tanteo, como los perros que se olisquean y a ver, a ver. Yo con mi magro inglés me busco la vida, usos gestuales, miradas y cuatro palabras. Y por la tarde ya estábamos funcionando. El lenguaje es el mismo, mi re es igual que vuestro re, mi la menor es igual que vuestro la menor.

La escala es la misma.
La escala es la misma, canto en español, cantáis en inglés, pero la melodía es la misma (tararea); son sílabas que vosotros decís «see you» o «close your eyes» y yo digo «me gusta ser un caminante» y vale, muy bien, empezamos a tocar y ya funcionaba.

De hecho, ese entendimiento logra que los temas caminen muy bien, ¿les has dejado involucrarse en las tareas de producción?
Yo soy muy mío, soy muy mío. Cuando llego, mi manera es respetarles mucho pero intentar llevar el agua a mi molino. Por ejemplo, recuerdo con los brasileños en el disco que hice en Salvador de Bahía («Para que no se duerman mis sentidos», 2004), ellos intentaban arrimar el ascua a su sardina, siempre estaban «venga, vamos a hacer una cosa muy moderna que hacemos aquí, samba reggae», perdonad es que yo no soy brasileño, yo no puedo hacer samba, «¿no te gusta?», me encanta la samba pero yo no pego nada ahí, «¿entonces para que vienes aquí?», vengo porque tengo la teoría de que mi pulso, mi aire pop, pop rock, rock, con vuestro pulso que no es rock va a dar un resultado diferente, singular, «ah, pues igual sí, venga, vamos a probar». Con los estadounidenses esa conversación no tiene lugar porque el beat cuadra perfectamente, no les pido ninguna marcianada, no les pido ningún experimento, les pido que sean ellos.

Ojo, que precisamente en la canción que hablábamos, ‘Esta noche he soñado con David Bowie’, el contrapunto está muy marcado por una música de raíz netamente española.
Sí, tiene un aire español, dentro de esa isla de músicos estadounidenses que hay he hecho otro pequeño punto diferente en el disco, otra palmera aparte de mí, he metido a Cañizares con la guitarra española en tres canciones. Lo hemos grabado aquí en España, tres sesiones de guitarra y con esas me he ido a Nueva York; al llegar le dije al batería de una de las bandas de Bowie, Zachary mira esto, «¡hostia, qué bonito!», «¿te gusta? vale, me alegro, porque ahora tú vas a tocar la batería aquí y tú vas a tocar el bajo y tú la guitarra eléctrica, ¿qué quiero? ambientes, como guitarra jefa ya está él (Cañizares)». Entonces les pido ambientes. Eso lo aprendí hace muchos años de otra manera, con Smash, con ‘El garrotín’, con Manuel Molina…

Gualberto…
…Sí, todas esas bandas andaluzas que a mí me han dado una vidilla acojonante. Es una combinación de guitarra eléctrica con el fondo. Gualberto, los Smash eran rockeros, flipaban con los Who, ahora bien, Manuel Molina le ponía el contrapunto patrio, andaluz, muy auténtico, un aire que no puede darle un japonés, un coreano o un señor de Los Ángeles, que en este caso solo se lo puede dar Cañizares, que ha aportado esa guitarra suya tan bonita, con esa maestría suya y yo he estado muy contento de poder llevarles a los neoyorquinos una cosa que ellos no pueden hacer, y que les ha gustado.

Al escucharles en ese punto da toda la sensación de ser una banda española o latinoamericana.
Son pequeños retos que me pongo, que me propongo para sentirme vivo, para sentirme alerta, despierto, para no sentir adormecimiento, tedio, bueno, otro disco, otra gira, entrevistas, hoteles, al final sería todo lo mismo lo mismo… Procuro disfrutar en todo, en una entrevista procuro disfrutar porque además estoy hablando de mi música, de mis canciones, con lo cual si yo disfruto lo puedo transmitir, si estoy a medias, venga va, otra entrevista, poco voy a transmitir porque estoy apagado, si estoy encendido a alguien pillaré por delante, alguien dirá «hostia, yo me apunto a esta llama, a este brillo, a este calor».

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«No escribo por escribir, escribo porque necesito escribir. No escribo como excusa para que el cantante, en este caso un servidor, pegue unos alaridos. Para mí una canción es un cien por cien de música y un cien por cien de texto»

 

Desde tu rock, desde tu pop, has conectado con músicas mediterráneas y americanas en tus discos, el primer single de «Todo es ahora», ‘Es mejor sentir’, ¿representa el equilibrio musical de Manolo García?
Siempre busco sorprenderme a mí mismo porque sino no hay posibilidad de avanzar, mi día a día musical es de búsqueda, de cosas nuevas; estoy muy atado en el mejor sentido a la música setentera, pero no tengo la oreja negativa en cuanto a cosas nuevas. Oigo de repente un disco de Muse, y digo «hostia, este disco está bien, tío». En ese sentido trabajar con esta gente que he trabajado es buscar, siempre son pequeñas declaraciones de principios, yo no escribo por escribir, escribo porque necesito escribir. No escribo como excusa para que el cantante, en este caso un servidor, pegue unos alaridos. Para mí una canción es un cien por cien de música y un cien por cien de texto. A mí me gusta Dylan, me gusta Leonard Cohen, me gusta Patti Smith, me gusta la gente con un discurso propio, para oír refritos, o refritos de refritos o frases ya manidas para oír historias aburridas con una lectura fácil, pues la verdad es que no.

No ser una frase más.
Exactamente, entonces busco en mi escritura que haya un cierto lirismo, lo puedo conseguir más o menos, buscas una poesía, la puedes conseguir más o menos pero la búsqueda está ahí; yo escribo, retoco, tacho, borro, rehago, cuando estoy grabando, la canción ya está grabada, estamos ya mezclando y pido «oye, perdona, ponedme el micro dejadme que ponga esta frase, esta palabra», ya me conocen, vale (sonrisas). A veces, martirizando ya, «oye, por favor que acabo de oír el master que me ha llegado y esta palabra la quiero cambiar». Quiero decir con esto que le doy muchas vueltas, por eso tardo años en hacer un disco, no lo hago de año en año, soy muy mirado porque soy muy admirador de la literatura, soy muy lector, me fascina, me emociona. Para mí la literatura, la poesía, la pintura, el arte, la cultura en general es plenitud de vida, da sentido a mi vida. Vivo en un mundo industrial, vivo en un mundo tecnológico que no me complace y tengo que buscar un asidero, ese asidero es la emoción de una canción, de un libro, soy rata de biblioteca, voy a las librerías, a las baratas, caras, busco libros de segunda mano, quiero leer «El buscón», mira, aquí hay una reedición rara de Quevedo, un tomo de la hostia en un mercadillo curte y solo por catorce euros, esto es alucinante (sonrisas). Y me voy a mi casa con el libro envuelto en papel de periódico en la mochila, deseando llegar, sentarme en una butaca, encender la lamparita, ponerme una música y leer ahí. No es por una cosa fetichista, es por un placer de volatilidad, de evadirte, de decir ahora floto porque me sale de los cojones.

Disfrutar de un tiempo que no sea el del reloj.
Claro, y gracias a que ha habido y hay personas con alma, corazón, con hiladillos, dando martillazos a la cadena; intentando romper la cadena y ser libres, nos hacen libres a todos, ellos lo han sido en el momento que escribían, que pintaban, componían, hostia, esto no me lo quita ni Artur Mas, ni Rajoy, ni Obama, ni el de Hacienda, ni Wert, ni la madre que los parió.

¿Podemos encuadrar a Manolo García en esa variante de la canción de autor que se asocia al rock como en el caso de José Ignacio Lapido? Cantautor eléctrico lo llaman.
Hombre, de Lapido soy fan, me gusta mucho José Ignacio. Cuando tiene disco nuevo, le llamo y le pido «oye, por favor, mándame el disco, tío», he tenido el honor de cantar con él, tuve el honor de cantar con 091…

…¿Cuándo fue?
Uf, en el año 86, creo, después de producirles el de los Clash, ¿cómo se llamaba?

Joe Strummer.
Claro, los Clash, la mejor banda del planeta y de la galaxia.

Citabas «Radio Clash» en una canción de Los Burros, ‘Conflicto armado’.
Porque han sido de mis grupos preferidos y siguen siéndolo. Un grupo que ha aportado muchísimo, combatividad a la escena rock, una gente con una coherencia, con un contenido, con un discurso social, luego cuando empezaron a hacerse millonarios hubo un crack, claro, la cosa no cuadraba, además en tu discurso musical y artístico eres de izquierdas, eres de una clase social de obreros. Bueno, son experiencias que te fijas en ellas y te dan datos de cómo funciona todo, de giros que se dan, que se intentan evitar, que no se dan, etcétera, etcétera.

Y una evolución más que interesante, culminada con Los Mescaleros.
Mick Jones con Big Audio Dynamite también.

El Último del Fila y Manolo García evolucionan y son representantes de lo que se vino a llamar rock latino, etiqueta algo indefinida pero que sirvió para dar solidez a esa corriente local de los músicos de rock hispanos y latinoamericanos. ¿Te pareció y te sigue pareciendo válida?¿Crees que existe algo parecido al rock latino hoy en día?
Bueno, quizás ha tirado por un lado más comercial. Quizás lo que ha triunfado es la parte que vemos del iceberg. Creo que hay grupos por ahí más alejados de la escena más comercial que sí utilizan esa vía pero finalmente, en mi caso personal, estoy volviendo un poco atrás, atrás en el sentido de cerrando el círculo. Me ha gustado hacer experimentos en Grecia, en Brasil, en algunas canciones, algunos discos míos han tirado por ritmos un poco latinos sin ser yo latino…

…Mediterráneo al menos.
Sí, pero ahora llevo ya dos discos que he mirado hacia Estados Unidos, Reino Unido y hacia el rock, hacia las guitarras: Tom Petty, Smiths… Todas esas bandas que nos han gustado y nos gustan a mucha gente y que seguimos escuchando con agrado, con placer, porque han aportado mucho, han dado frescura. Al final, respeto la bachata, cualquier música latina, cualquier música de mezcla con raíz africana, con raíz caribeña, muy respetable y muy linda, a mí un músico popular como Juan Luis Guerra no solo me parece digno sino muy bonito lo que hace, y no digno, dignísimo. Los Tigres del Norte son la hostia. Quiero decir, al final empiezas a mirar y puedes buscar un sonido más latino, más o menos, no sé qué, pero al final, coño, si yo empecé a disfrutar con Led Zeppelin. Luego, sí que es cierto que descubres a Facundo Cabral, a Violeta Parra, Lluís Llach, Ruper Ordorika, etcétera, hay vasos comunicantes entre el folk, el rock, la música de autor, digamos cantautores, hay vasos comunicantes.

El rock también es el resultado de una mezcla, eso sí, perfectamente ensamblada y única.
Sí, al final todo vale si haces canciones emotivas, con un contenido, una plenitud, aquí no hay compartimentos estancos. Los grupos de folk actuales tienen mucho de pop. Hombre, Pete Seegger en los años cincuenta, claro, es otra cosa, te vas a otros tiempos donde el panorama musical era muy diferente porque la forma de exponerlo públicamente, de enseñarlo, de promocionarlo era muy diferente. Hoy en día todo es de todos, da igual que estés en el Polo Norte, en las antípodas, tu puedes oír bachata o a Los Tigres del Norte, a Bob Dylan, da igual, el planeta ya no tiene medida, el planeta se ha quedado muy pequeño en ese sentido.

También conlleva una confusión tremenda.
Sí, pero tiene una cosa bonita, el tema globalización para muchas cosas no me gusta nada, creo que es un error, por ejemplo para el tema alimenticio. Ahora, para la música creo que está muy bien que podamos disfrutar de cosas que de otra manera no nos llegarían y todos aprendemos, la música es un aprendizaje constante, todos hemos absorbido sonoridades de otras latitudes muy lejanas, las haces tuyas, les pones tu pellizco, vas probando, vas empujando por aquí por allí, vas modificando a tu manera pero finalmente todos hemos mamado de algún sitio. Cuando tenía quince años y descubro a Led Zeppelin yo no entiendo inglés en esa edad, con esos años no tengo ni idea de quiénes son, pero de repente descubro dos canciones que me hacen saltar y me dan un subidón de energía, y digo «esto está muy bien», luego, hostias, hay un señor en Estados Unidos que es una especie de zurdo increíble que se llama Jimi Hendrix, a ver, a ver, hostia puta, esto es muy fuerte. Si soy de Barcelona y mi familia es de Albacete qué tengo yo que ver con esto: nada, pero me he emocionado y me apunto a esto porque me emociona.

Esas emociones, esos descubrimientos musicales que se produce en ti, son más llamativos aún si pensamos en la copla que llevas dentro.
Claro, ahí vas bien, cuando descubro a Jimi Hendrix, Led Zeppelin o a la Creedence, o a Bob Dylan, yo hasta ese momento he flipado con Antonio Molina, ¡joder, qué voz tiene este hombre!; hostia, he flipado con Raphael, iba al cine con mi tía y oía ‘Digan lo que digan’ y le decía a mi tía «pero esto es increíble».

A su manera, cantarlo en su momento era criticar una ley tan fuerte como la del qué dirán, aunque ahora nos pueda parecer irrisorio.
Absolutamente, era algo maravilloso. Entonces, para un crío de once años ves esa actitud, luego ves unos tíos con el pelo largo que se llaman los Módulos, luego Los Brincos, hostia, esto está muy bien también. Y ahora en tu cabeza hay una mezcla ya infame (risas) mundialmente disparatada en la que ya de ese bagaje va saliendo tu lenguaje propio. La gente que empieza ahora lo sabe perfectamente, pero ha habido un tiempo en este país, el tiempo «Operación Triunfo», en que yo hubiera pedido a todos esos músicos, muy respetables por supuesto, que escucharan música de los setenta que no se escucharan unos a otros, no por hacerse daño sino por ampliar horizontes.

Por enriquecerse, en el buen sentido.
Exactamente, y si quieren en el mal sentido también, es cosa de ellos. Hay que escuchar música auténtica, evidentemente no es algo que yo pretenda imponer a nadie pero sí que es un consejo objetivamente beneficioso. Hay cosas que están muy bien, igual que está bien, genial, Camarón o Poveda o te podría decir mil cantaores de flamenco o mil guitarristas; también hay que escuchar a Janis Joplin.

Quien dice los setenta, dice los sesenta.
Exacto, exacto. Si te gusta Elvis, escucha lo que le gustaba a Elvis.

Y así vas tirando del hilo.
Yo he oído a Triana y he dicho «hostia, esto está muy bien», y Triana habrá oído a Smash y ellos habrán pensado, por decir algo, «está muy bien esto de querer ser como los Who pero tenemos que ser un poco nosotros, qué hacemos, incorporar la guitarra española, ya somos un poquito más nosotros, estamos ahí ya».

Y para ti, de ascendencia albaceteña, Andalucía está mucho más cerca de lo que reflejan los mapas.
Albacete formaba parte del Califato de Córdoba en el tiempo de Al Andalus. Eso está ahí, son ecos muy lejanos pero que algo hay. Por qué a mí me gusta oír flamenco como me gusta oír a Elvis Presley, me encanta, me gusta su voz, me gustan sus canciones, no sé, igual que me gustan los Who o los Kinks o mil, podría decirte una lista interminable, si te enseño mi reproductor de música verás una lista muy disparatada.

Quiero preguntarte, desde la portada de «Todo es ahora», sobre tu relación con la pintura, desde tu web se puede acceder a tu obra en el apartado «pinturas». ¿Qué tiene la pintura con la música que se atraen con tanta frecuencia?, me vienen nombres como Diego Vasallo, Aute, los tristemente desaparecidos Tino Casal y Carlos Berlanga.
Porque todos tenemos una misma intención, una misma pretensión, buscamos territorios de libertad, territorios inexplorados, digamos, la aventura de la vida. Hace cien años, doscientos años había un mundo por descubrir, había una emoción, hoy en día en el mundo industrial y tecnológico está todo bastante cantado, bastante masticado. Entonces, el único territorio que va quedando de libertad es la emoción, la mente, la percepción de las cosas de un modo diferente, hacerte dueño de la temporalidad. ¿Por qué tengo que ser esclavo del reloj, del tiempo, del envejecimiento, de la política, de los impuestos, de la carestía de la vida, de las injusticias sociales? ¿Por qué no puedo tener una isla paradisíaca para mi solo unas horas al día, unos meses al año, unos años en mi vida? El músico los tiene, yo estoy eternamente agradecido a todo, como decía Violeta Parra, «gracias a la vida que me ha dado tanto», la persona que puede hacer una tarea de creación, íntima, personal, difundirla y compartirla con otra gente es feliz, yo básicamente soy feliz y pido disculpas, pido perdón, pero soy bastante feliz o estoy muy contento de poder hacer canciones, tocar, grabar, poderme ir a grabar a un estudio y pasar horas y horas donde en ese tiempo y en ese lugar me importa un bledo si es martes, si es jueves, si llevo diez horas ahí metido, flotas.

Das las gracias por ser feliz haciendo canciones, en un momento en el que se critica desde las instituciones que viven de la cultura a la propia cultura; cuando el acto de crear, en la disciplina que sea, es un acto de generosidad. Nadie te pidió que hicieras «Arena en los bolsillos», ni a los Clash «London calling», ni a Cervantes que escribiera «Don Quijote de La Mancha», etcétera, etcétera.
No, son los dioses, los dioses nos dan un asidero, sino la vida sería invisible, sería infumable esto, si solo estuviéramos aquí para producir, para trabajar, para pagar impuestos, para ser esbirros, para ser esclavos del sistema… Es que te puedes tirar por un puente y como eso no lo vamos a hacer, pues tienes que buscar tus cotas de libertad y no pueden impedírtelas.
Como decía aquel, tú eres un instrumento del Señor, te viene dado, yo le quito hierro al hacer canciones porque para mí es muy fácil y no lo digo con ánimo vanidoso, quiero decir que a mí me vienen dadas, yo estoy tocando la guitarra y de repente tengo unos acordes, una melodía, una letra, y ya está ahí, me ha caído del cielo. Cuando ha pasado todo ese proceso, a los dos días, dos meses, pienso cómo hice esa canción, no me acuerdo, empezó con un pequeño riff (tararea) estaba divirtiéndome y de repente tenía ahí una canción. Los dioses te tiran cuadros, libros, cosas anímicas, pelotazos anímicos para que tú a su vez los compartas, para que sea más llevadera tu vida y sea más llevadera la vida de las personas que pueden tener acceso a eso y que tengan la capacidad para disfrutarlo. Hay personas que les das un libro y lo tiran a la basura, les das una canción y la tiran, cada cual elige. A mí me gusta leer, ir en moto, caminar, a otro le gusta estar en el sofá todo el día, todo es lícito, cada cual decide. Pero sí que es cierto que hay muchísima gente con capacidad para disfrutar de Beethoven, de Bach, de Sabina, de Springsteen o de cualquier libro. Hay quien espera a que abra la librería porque ese día sale el libro que quiere y rápido lo compra, se va al parque, se sienta en un banco y ya no está en este planeta, ya está flotando, ya es un ser inerte. Tú pregúntale a Javier Marías cómo escribe, a (Roberto) Bolaño cómo escribía, ¿has leído «2666»?.

No.
Pues léelo y verás que es una catarata. Hay algo, una energía superior que te impulsa a hacer eso: una necesidad de comunicación, una necesidad de plenitud. La vida no es nada, no tiene ningún sentido, somos una materia inerte, estamos ahí, necesitamos comer, nadie entiende por qué, tenemos unos orificios, los abrimos, metemos materia orgánica, respiramos, necesitamos descansar, las hormonas empiezan a funcionar, te reproduces, no sé qué, y luego al final un anciano decrépito y te vas, muy bien; pero mientras, ese cometa fugitivo lleva con el una fuerza, un destello y tiene que brillar, y eso el carpintero, el músico, el conductor de autobús, la señora de la limpieza, la prostituta, la santa, el sacerdote, el militar, el minero, plenitud de vida, cada uno vive la vida plenamente a su manera. Para el músico la plenitud es esa cosa que alguien dice «toma esto» y tu dices «bah», por qué tengo oído musical, no lo sé, no pedí, nadie pide tener oído musical o tener una buena pegada porque voy a ser boxeador, no, la vida te da y tú has de saber canalizarlo. Atreverte a hacerlo. Lo que es cierto es que estamos en la misma nave y vamos remando a favor o en contra de la corriente y la música nos ayuda a remar. La música me hace un poco mejor, un poquito, me da más plenitud, le da sentido a mis días, le da sentido a mi vida. Y es una emoción que no se acaba nunca y además es un chollo esto, te cae con doce años… Díselo a Leonard Cohen, a Mick Jagger, a Bob Dylan, a esta gente que siguen ahí porque es la plenitud de su vida, si les quitas eso mueren anímicamente, se convierten en vegetales y ni regándolos. Entonces la música es eso. Todo esto es por un afán de tener una vida plena, para unos cuantos será tener el yate más grande, tener una cuenta en Suiza o en Torrelodones pueblo y para otros será respirar, tomar el sol, nadar desnudo en el mar, no hacer nada, meditar, hablar, tomar café con un amigo, pasar toda la tarde haraganeando, hablando de música, de política, de fútbol…

Haraganear, dices, hasta el aburrimiento puede usarse como algo positivo y no para matar moscas con el rabo, como dice el refrán.
A ver, la vida hay que llenarla con algo, comer, descansar, tener un techo, pero el resto es respirar y estar conforme en lo que tienes. Es muy difícil en la actualidad, cada vez más, imagino que en el antiguo Egipto con la esclavitud tenía que ser muy jodido, en la antigua Roma, pero hoy en día nuestra esclavitud es otra, esta sociedad nos hace esclavos de unos estados que pretendidamente nos van a llevar por un camino de bondades y maravillas y nos putean y nos machacan, podemos hurtar a su manejo un terreno que ellos no pueden dominar y que es el último reducto ya, el reducto del arte. Tú puedes estar preso en una celda pero con un lápiz chupándole la punta y una hoja puedes escribir tu vida, una historia, puedes soñar, viajar, recordar, comunicarte con seres queridos, escribir una carta a una persona a la cual odias y mandar unos dardos en forma de frases contundentes. La escritura, la literatura, la pintura, cualquier arte tiene esa capacidad. Para mí es muy importante, también por eso a muchos cuerpos políticos les molesta la cultura, porque viaja sin necesidad de esas alforjas de los mandamases, usted no lo puedo cualificar, ni cuantificar.

Ni burocratizar.
Burocracia, palabra horrible, detestable, repugnante, angustiosa, con lo cual estamos en esa tarea tan grata de hacer que el tiempo no exista. Que el tiempo tome la forma de una nota musical, de un verso, de pincelada.

Corrígeme si tengo mal el dato, el próximo año se cumplirán treinta años de la publicación del primer disco de El Último de la Fila…
…Y treinta y cinco desde Los Rápidos.

¿Existe la posibilidad de que para fecha tan redonda haya una reunión con Quimi Portet?
No, El Último de la Fila no va a volver.

Me refiero puntualmente.
Bien está lo que bien acaba. Aquello estuvo muy bien, dejamos siete discos, seis, uno de ellos es como un recopilatorio, seis discos en más de diez años, lo cual está muy bien. Y creo que dejamos un ramillete de canciones muy aceptables, yo diría que muy dignas, unas giras estupendas, con una energía, una brutalidad de energía, yo tengo un recuerdo gratísimo y no quiero volver a eso, no es que no quiera, es que no puedo. La gente cuando me para por la calle para preguntarme «¿El Último va a volver?», siempre les digo lo mismo: «perdona, tú en realidad lo que quieres que vuelva son tus veinticinco años, tus veintidós años y eso no va a volver». Entonces, no viene a cuento. Podría ser, por qué no, podríamos volver a tocar, pero Quimi Portet tiene su discurso actual propio, sus discos, sus tareas, yo tengo las mías, con lo cual cuando nos vemos no nos reunimos para hablar de una posible reunificación de la banda, no está en ningún modo contemplado, hablamos de otras cosas.

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