Man of many faces, de Pájaro Sunrise

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DISCOS

«Yuri Méndez consigue que su gran talento artesano para hacer canciones con escuadra y cartabón, de esas bien milimetradas, nos vuelva a sorprender»

 

Pájaro Sunrise
Man of many faces
LOVEMONK, 2019

 

Texto: César Prieto 

 

Si algo se puede decir de Pájaro Sunrise es que son fértiles, productivos sin parangón. Acaban de editar un disco hace menos de cuatro meses, y de golpe irrumpen con trece canciones para la banda sonora de 4 latas, una road movie de Gerardo Olivares ambientada en el desierto del Sahara. Sin embargo, Man of many faces –el disco no sigue a la película en el título- no busca entre músicas bereberes, sino que recoge sonidos basados en el folk-rock norteamericano, que tan bien les salen y que con tanta amplitud han asimilado hasta llegar a darles toques personales a las varias tradiciones de estos sonidos.

Sin embargo, la apertura y el cierre del disco se visten de evanescencia. Atípicas miradas que en “New morning” se disfrazan de minimalismo y en “The call” resultan más polvorientas. Son las más plásticas y cinematográficas, porque de repente, en “The kid” emerge un bajo espumoso y ligero que aporta jugo pop al sabor clásico de todo el disco. Es la parte que se nutre de levedad. Ahí están también la dulzura acústica de cuento de “A road is just a dream that has no end” o la delicadeza de mundos mágicos de “The one who walks away”.

Otro capítulo remite al rock sureño, “Man of many faces” es un buen ejemplo, y también “See you soon”, pero esta última pasada por un tamiz más pop, más ligero. El culmen llega en “Train”, donde se revelan más vaqueros que nunca. Más estrictamente folk son “Drive on” y “Shooting stars on the road to timbuktu”, también más dulces con su steel, de la escuela del olvidado hoy Don McClean.

Incluso se permiten ciertas aventuras como en “French car”, que suena a los Beatles más densos, o en “Marching tune”, en la que se permiten un pequeño zydeco, tocado como desde las cuerdas de Crosby, Still and Nash. Yuri Méndez consigue que su gran talento artesano para hacer canciones con escuadra y cartabón, de esas bien milimetradas, nos vuelva a sorprender. Y eso que ya lo sabíamos. 

Anterior crítica de discos: Groove denied, de Stephen Malkmus.

 

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