Malo ni bueno, de Diego Vasallo

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DISCOS

«En tiempos de pirotecnia, postureo y morralla expedida al por mayor en redes sociales y plataformas digitales, Vasallo ofrece justamente lo contrario: poco ruido y muchas nueces»

 

Diego Vasallo
Malo ni bueno

GALERNA, 2023

 

Texto: JAVIER ESCORZO.

 

Como sucede con las letras de sus últimas canciones, que avanzan imparables, sin repetirse y sin mirar nunca hacia atrás, la carrera de Diego Vasallo continúa su avance incesante, siempre en movimiento, siempre buscando nuevos horizontes artísticos. Lo hace, como es habitual en él, por senderos poco transitados, lo cual es una gran ventaja en términos de libertad creativa, pero lo que también implica, y es una verdadera lástima, pasar inadvertida para mucho público que podría disfrutar de sus últimas obras y que no lo hace por el mero hecho de no tener acceso a ellas.

Toda la discografía del donostiarra ha rayado siempre a gran altura, pero la rotundidad de sus últimos trabajos es, sencillamente, insultante. Todo lo que ha publicado desde que recuperó el ritmo en sus entregas musicales, cosa que sucedió en 2016 con Baladas para un autorretrato, ha significado una continua superación de lo que ya parecía insuperable. El epé Piedra helada (2017), la edición limitada y grabada en directo Sesiones Moon River (2019), el magnífico álbum Las rutas desiertas que tuvo la mala fortuna de ser publicado en 2020, pocas semanas antes de que la pandemia apagase el mundo, pero que contiene «Allí te esperaré», una de las mejores composiciones que jamás haya firmado Diego (¡y eso es mucho decir!), y el torrencial Caemos como cae un ángel (2022). Cualquiera de estos trabajos admite pocas comparaciones, pero mucho me temo que no han llegado a todos los oyentes que deberían. En tiempos de pirotecnia, postureo y morralla expedida al por mayor en redes sociales y plataformas digitales, Vasallo ofrece justamente lo contrario: poco ruido y muchas nueces.

Sea como fuere, este 2023 nos ofrece la continuación de este rosario de “más difícil todavía”. La nueva cuenta lleva por título Malo ni bueno y tiene cinco cortes, por lo que habría que considerarlo como un epé, aunque su duración —treinta y un minutos— se acerca a la de los elepés. La manera de escribir de Diego sigue evolucionando: mantiene el gusto por las canciones largas, sin estructuras definidas ni estribillos claros. Buen ejemplo de ello es la que abre el trabajo, “De este lado”: más de siete minutos de frases magistrales envueltas en una instrumentación que mezcla lo orgánico con lo ambiental. En este punto hay que destacar el buen hacer de Fer García, coproductor del álbum, que se ha encargado de las capas de guitarras y de la parte más experimental, integrando elementos electrónicos en el polvoriento armazón de rock primitivo que sostiene el epé.

Destaca también la elaborada producción de “Malo ni bueno”, poblada de percusiones, loops y baterías, y la bellísima “Quiero lo que no se puede”, quizá la más tradicional de la camada.

Los coros de María Amolategi, presentes en todo el álbum, se hacen especialmente visibles en “Nuestro infinito”, sirviendo de dulce contrapunto a la rugosa voz de Vasallo. El trabajo se cierra con “La escapada”, otra pieza de corazón electroacústico y trazas oníricas y ambientales.

Fiel a su carácter libre e independiente, Diego ha autoeditado este Malo ni bueno y ha decidido que, de momento, solo podrá escucharse en su propio bandcamp (https://diegovasallo.bandcamp.com/album/malo-ni-bueno), donde los amantes del formato físico también podrán hacerse con una copia en vinilo (incluye cedé). Es su manera de protestar contra los abusos que las plataformas digitales ejercen sobre los artistas. En el fondo y en la forma, lleva su apuesta hasta las últimas consecuencias. Ojalá encuentre el respaldo que por su calidad merece y que, no lo olvidemos, también necesita. Y esto no es solo aplicable a Diego Vasallo, sino a tantos y tantos artistas que habitan en los márgenes y que cada vez encuentran más dificultades para sacar adelante sus propuestas. De nuestro apoyo depende que lo consigan.

Anterior crítica de discos: Full of moon, de Georgia Mooney.

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