“Lumínica”, de Jorge Marazu

Autor:

DISCOS

“Verdad, talento y oficio es imposible que anden equivocados”

 

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Jorge Marazu
“Lumínica”
UNIVERSAL

 

Texto: CÉSAR PRIETO.

 

La canción aparece con un esplendor insospechado. El undécimo corte de un disco hasta entonces impecable, bien producido y perfectamente interpretado, hace que llegue a tocar el cielo. En principio por la sorpresa. Que alguien que se revelaba estandarte del pop rock más ortodoxo, se embarque en una tonada de inequívoco aire tradicional no deja de resultar fresco y explosivo; pero es que además resulta deslumbrante. ‘Barrio de Santa Cruz’ recorre todo el espectro que va desde María Dolores Pradera hasta las Islas Canarias pasando por la zamba argentina en una melodía sencilla como el pan y el agua. Noche, farolillos que  avanzan poco a poco en un crescendo que se llena de violines, mandolinas y coros.

Aparece estratégicamente situada al final en un disco que se va creciendo poco a poco. Y también es estratégica ‘Luz’, la que abre el disco y la mañana con un trato especial de la percusión y un tono clásico desde el segundo uno. Entre ambas, bases electrónicas muy ochenteras que llegan a la obsesión en ‘Líneas de Nazca’ y un tratamiento western y de música ligera para ‘Luces de diciembre’, que se imagina en la voz de Nino Bravo. También esas producciones a la manera antigua –mimadas, precisas– y esta voz se recrean en ‘Elia’. Incluso llega a lo tropical en el decorado sonoro plácido de ‘El muro de Berlín’.

Hasta aquí es un disco ya excelente, pero para el final, el abulense ha reservado las joyas de la corona. De ‘Lo inevitable’ lo menos elogioso que se puede decir es que tiene una elegancia natural, del oxígeno que toma ‘29’ que es alegre y colorista y de ‘Simulacro’ que el preciosismo en los arreglos aturde.

Es un disco, a la par, lleno de intimidades, desde la presencia de ese amor adolescente que se desvaneció en la preciosa ‘Catorce años atrás’ hasta cada palabra que en los muros de su pueblo recorre paisajes de la propia piel. Si a esto juntamos que ha sido compositor para aristas de renombre –Raphael incluido– y que domina los manejos del oficio –sabe cómo jugar–, la ecuación nos da uno de los mejores discos del año. Verdad, talento y oficio es imposible que anden equivocados.

Anterior crítica de discos: “Superscope”, de Kitty, Daisy & Lewis.

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