Los Mambo Jambo Arkestra: «Nos debemos a nuestra fantasía y a nuestros anhelos musicales»

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«Recogemos esa energía del rock and roll y del rhythm and blues primigenio y la traemos al siglo XXI»

 

En contra de cualquier sentido común, pero a favor del sentido musical, los Mambo Jambo aúnan fuerza con otros doce músicos para salir de gira a presentar su nuevo disco, El gran ciclón. De todo ello hablan con nuestro compañero Javier Escorzo.

 

Texto: JAVIER ESCORZO.
Fotos: NOEMÍ ELÍAS.

 

Si el sonido de Los Mambo Jambo siempre destacó por su potencia, imaginen el resultado añadiendo a la ecuación la presencia de doce músicos (una guitarra, cinco saxos, tres trompetas y tres trombones). Ya probaron la experiencia en 2018 y ahora repiten con el disco El gran ciclón (Buenritmo, 2023), firmado como Mambo Jambo Arkestra. Lejos de mostrar algún atisbo de agotamiento, el cuarteto formado por Dani Nel·lo (saxo), Ivan Kovacevic (contrabajo), Anton Jarl (batería) y Dani Baraldés (guitarra) sigue estando en perfecto estado de forma.

 

En 2018, para celebrar el décimo aniversario de la banda, probasteis el formato Arkestra, añadiendo doce músicos a vuestro cuarteto. Grabasteis el disco Arkestra (Buenritmo, 2018) y realizasteis una gira posterior. Entiendo que la experiencia fue bien, porque ahora repetís.
Sí. En 2018 quisimos hacer algo especial por el décimo aniversario del grupo. No queríamos hacer un disco de cuarteto y ya está, sino algo que fuese diferente. Nos planteamos juntarnos con algún vocalista, incluso con varios, pero nos daba la impresión de que se perdía nuestra esencia, así que decidimos que teníamos que preservar el carácter instrumental, que es el sello distintivo de la banda, nuestra singularidad. Al final se nos ocurrió hacer una gran formación, una big band; nos encantó la idea y nos pusimos a trabajar.

 

Pero el disco no sonaba como una big band al uso.
Claro. Cuando se mete una big band, salvo excepciones, todo el mundo tira hacia el swing y rebaja el espíritu rocanrolero y bluesero. Nosotros queríamos hacer lo contrario, potenciarlo, multiplicarlo. Subrayar y exagerar las características más notables del sonido jambofónico, esa suma de rhythm and blues, surf, trazas de jazz… El sonido de Mambo Jambo. Por eso nos llamamos Arkestra en vez de big band, haciendo alusión al gran Sun Ra, por quien tengo especial devoción. Él empezó con el rhythm and blues y luego se lió con su propio lenguaje cósmico. Escogimos algunas canciones de nuestro repertorio y funcionó muy bien. Pensábamos que íbamos a hacer diez o quince conciertos, pero la cosa se animó, empezaron a salir actuaciones y tocamos mucho más de los que esperábamos.

 

Después, en 2021, grabasteis Exotic rendezvous (Buenritmo, 2021), de nuevo con vuestra clásica formación de cuarteto.
Ese disco fue muy importante para nosotros, marcó un antes y un después en nuestra manera de trabajar. Nos exigimos mucho más en la composición, en los arreglos, en el lenguaje de la banda… Escribimos un montón de canciones y al final escogimos las mejores. Después de eso, pensamos que todo el trabajo que habíamos hecho con la Arkestra se nos quedaba corto solo con un disco y una gira, teníamos que sacarle más partido a esta otra faceta de la banda. Y nos pusimos a pensar en este segundo volumen que ahora presentamos.

 

¿La forma de trabajar ha sido similar a la del primer disco?
Sí. Hemos trabajado incluso más rápido porque ya teníamos una experiencia previa, ya nos conocíamos. Hemos repetido equipo y hemos vuelto a grabar en el estudio Medusa, en Barcelona, con Roger Rodés de ingeniero. Tenemos una complicidad muy grande con él. Como ya teníamos la experiencia del primer disco, esta vez hemos ido bastante más rápido.

 

Has vuelto a producirlo tú, como hiciste con el primero de la Arkestra y con Exotic rendezvous. ¿Por qué has decidido dar ese paso?
El último que nos produjeron fue el Jambology ([Buenritmo, 2016], que lo produjo Jairo [Zabala]. Después quisimos probar nosotros. Yo suelo encargarme de la maquetación de las canciones, que la hago en mi estudio, y ya había producido algunas cosas: epés de Koko Jean & The Tonics, Sick Boys, Rambalaya… Decidí lanzarme y la verdad es que estamos muy contentos. No es porque lo diga yo [risas]. No, en serio, estamos contentos porque nos sentimos muy identificados. En Exotic rendezvous había más ficción sonora, más ambientes, más efectos. Con este de Arkestra ha sido más fácil, porque la sonoridad de estos doce músicos adicionales ya te da el sonido; tienes que ordenar un poco el espacio, establecer la jerarquía sonora en cada momento, pero lo más importante ya lo tienes.

 

«El mundo se derrumba, pero nosotros hacemos esto porque creemos que es lo que tenemos que hacer»

 

El disco se titula El gran ciclón, que ya adelanta que el contenido va a tener muchísima fuerza.
Sí. El gran ciclón tiene varias lecturas. Primero, la canción “El gran ciclón”, que ya la habíamos grabado en Exotic rendezvous, se llama así como homenaje a los saxofonistas de rhythm and blues y de rock and roll de los años cincuenta, que siempre jugaban con palabras como «huracán» u otros efectos meteorológicos para hacer referencia a su manera de soplar. Es un guiño a todos esos saxofonistas que tanto me han influido. No queremos tener una mirada nostálgica a su música, pero sí que recogemos esa energía del rock and roll y del rhythm and blues primigenio y la traemos al siglo XXI. En segundo lugar, el título El gran ciclón, como bien dices, es una metáfora del sonido de la Arkestra con sus vientos; ese es el gran ciclón, también. Y en tercer lugar, para cerrar el círculo, también se nos ocurrió la idea de la portada: la ha hecho el ilustrador Adrián Bago, que tiene un talento brutal, y representa a un miembro de la Arkestra brindando mientras a su alrededor se desata un ciclón tremendo que se lleva todo por delante; es un símbolo de lo que estamos viviendo ahora en la música con el mundo digital, las plataformas, la muerte de lo analógico, la inteligencia artificial a punto de componer temas tan buenos como los de Bob Dylan… [risas]. En medio de todo eso, ahí estamos nosotros, dieciséis músicos haciendo rock and roll instrumental. El mundo se derrumba, pero nosotros hacemos esto porque creemos que es lo que tenemos que hacer.

 

El álbum es muy variado, toca diferentes estilos. Entiendo que tiene que ser más difícil transmitir cosas al oyente haciendo música instrumental, sin la ayuda de las palabras. ¿Cómo lo hacéis?
Cuando me pongo a componer, parto de un ritmo, de una melodía, de una secuencia de acordes… Si no me transmite algo, si no me evoca alguna imagen, no sigo con ello. Un ritmo puede ser muy resultón, vale, pero si no me evoca nada, no me sirve. Lo que sí creo es que todos los días tienes que salir a pescar. Unos días pescas una melodía, otros días un riff y otros días nada, pero todos los días tienes que salir al mar. Así vas consiguiendo un cajón de sastre con ideas sobre las que luego puedes trabajar.

 

O sea, que crees más en el trabajo que en esperar a que llegue la inspiración.
Sí, es que no conozco otra manera. Para mí la inspiración en realidad es que tengas el clima adecuado, que estés en un lugar de una manera confortable. Puede ser donde sea, pero tienes que estar cómodo. Ayer me pasó en el hotel, que tuve que pedir una sala para ensayar una cosa y me llevaron al salón de las bodas y estuve allí tocando. Sirve cualquier lugar, pero tienes que sentirte a gusto. Y luego dejar fluir las cosas. Creo más en eso que en esperar a que llegue una diosa griega, te toque con su pezón y de pronto escribas una melodía maravillosa [risas].

 

La música instrumental siempre tiene un toque más cinematográfico, más evocador.
Mambo Jambo siempre ha tenido esta parte evocadora, de muchas imágenes, de muchas referencias a la cultura popular… Este es un disco altamente evocador, buscamos que los arreglos lancen imágenes al oyente, que entre el título y los sonidos pueda montarse una película propia, una postal sonora potente. Eso es lo que nosotros pedimos a la música, que nos saque de lo cotidiano, que nos dé alas para ver más allá. Ese es el espíritu de este disco.

 

¿Consideras que hacer música instrumental es una dificultad añadida en el ya de por sí difícil mundo del rock and roll?
Todo tiene su precio. Conocemos de sobra las limitaciones que tenemos, ya sabemos que no vamos a vender millones de copias. Pero a cambio tenemos una recompensa artística y vital, de actitud, que a nosotros nos vale. Estamos haciendo algo que nadie está haciendo aquí, nos debemos a nuestra fantasía y a nuestros anhelos musicales, con eso nos basta. Si encima tienes el apoyo del público, ya es fantástico. El otro día estrenamos este repertorio en el Bilbao Blues Festival, tocamos en un escenario enorme, delante de cuatro mil personas y la gente se la gozó, hubo muchísima conexión con el público.

 

Esto último que has dicho me recuerda a una expresión que han utilizado otros compañeros tuyos de generación, como Ariel Rot, Loquillo o Carlos Goñi, que dicen que sienten que están en la resistencia. ¿Lo ves también así?
[risas]. Sí, se podría decir que sí. Lo que pasa que nosotros tenemos la condición de que, encima, somos un grupo instrumental. No tenemos estribillos, no tenemos himnos generacionales que pueda cantar todo el público. Todo tiene su precio, y también sus ventajas: algunos de los artistas que has nombrado, si se van a tocar a Beijing lo van a tener complicado para transmitir a partir de sus letras. Nosotros, sin embargo, en cualquier punto del planeta podemos conectar, porque la música es un lenguaje universal.

 

«Unos días pescas una melodía, otros días un riff y otros días nada, pero todos los días tienes que salir al mar»

 

En un momento en el que los grupos están ofreciendo formatos reducidos en directo, con menos músicos para que salgan los números, vosotros vais a salir dieciséis músicos, y seréis alguno más en carretera contando a todo el equipo. ¿Cómo lo conseguís?
Ya… En total vamos diecinueve personas, suena quijotesco. Resulta paradójico, pero cuando haces propuestas grandes obtienes respuestas grandes. Es evidente que, con un formato así, no vas a ir a según que salas o qué clubs. Somos superdefensores de las salas de pequeño y mediano aforo, hemos crecido ahí y sin ellas no seríamos nada. Eso sí que es resistencia. Pero cuando haces propuestas grandes puedes ir a teatros, a festivales, a lugares que ya tienen una logística determinada. Es sorprendente, pero está funcionando muy bien.

 

El trabajo encima del escenario tampoco debe ser fácil, con dieciséis músicos en escena, pero tenéis la experiencia de la gira anterior, que os funcionó muy bien.
Así es. Pensábamos que el directo nos iba a costar más, que iba a ser más esforzado, pero es todo lo contrario. El hecho de ir con toda la armada de músicos [risas]… Acabamos menos cansados, te llevan en volandas.

 

Cambiando de tema, se ha reeditado hace poco el primer álbum de Rebeldes, Cervezas, chicas y rockabilly (Odeon, 1981), que cumplía cuarenta años. Tú no estabas todavía en el grupo, pero entraste poco después, así que llevas casi cuatro décadas en primera línea del rock and roll.
Sí, ahora llevo treinta ocho años de carrera.

 

En todo este tiempo las has visto de todos los colores, has vivido cuando el rock and roll ha estado más abajo y más arriba. ¿Qué papel crees que juega en la actualidad?
Has dicho lo de Rebeldes, y de hecho yo hice algunas colaboraciones con ellos por ese cuarenta aniversario hace un tiempo, pilló la pandemia de por medio. Yo creo que se merecen celebrar el cuarenta y cinco sin pandemias y sin mierdas [risas]. Sobre lo del papel del rock and roll, hay gente que se va moviendo de estilo, que abandona una actitud para tomar otra… A mí me gusta mucho la gente que tiene una actitud dentro del rock y no la cambia; la tendencia a veces se acerca y a veces se aleja. Es una cosa cíclica. No recuerdo a quién se lo oí decir: «Yo estoy en la 1 y el minutero va pasando. Cuando dé toda la vuelta al reloj volverá a dar la 1».

 

No sé si te refieres a él, pero Loquillo dice algo parecido en una canción: «Las manecillas del reloj volverán a dar tu hora».
Exacto, está muy bien dicho. Yo lo digo de otra manera, pero es lo mismo. Tú estás en tu sitio, como un faro. La tendencia a veces se acerca y a veces se aleja, pero tú sigues con lo tuyo. Lo que me da muy buena sensación es que veo bandas jóvenes que tienen esta actitud. La música cambia, evoluciona, adquiere otros matices, pero la actitud del rock and roll está ahí. Tampoco hay que hablar del rock and roll como si fuera una logia masónica. Puedes encontrar actitud rock and roll en muchos estilos y muchas disciplinas distintas. Esto es como decía George Grosz, el ilustrador alemán que trabajó con Bertolt Bretch y con Kurt Weill: cuando te dedicas al mundo del arte has de tener billetes de primera, de segunda y de tercera. A veces te toca viajar en bussiness y a veces en turista. A veces tocas en sitios enormes y a veces en sitios pequeños. A veces duermes en hoteles de lujo y a veces en pensiones de mala muerte, pero esa es la gracia. Hay grupos que se aburguesan en un estatus y repiten siempre el mismo disco para volver a tocar al mismo festival… Yo lo respeto, pero no lo comparto. Ese no es mi camino.

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