Libros: “Líos”, de Justin Taylor

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“Quizá la obra tienda un tanto a paisajes queridos por el público de cine y música independiente, pero una media docena de los relatos apuntados van más allá y lucen con fuertes descargas humanes”

 

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Justin Taylor
“Líos”
ALPHA DECAY

 

 

Texto: CÉSAR PRIETO.

 

 

Justin Taylor responde al prototipo de narrador estadounidense del siglo XXI: colaborador en medios escritos y digitales y con una presencia en sus relatos de personajes y espacios que no llegan a acomodarse del todo bien, secuencias urbanas con la pulsión de lo rural todavía presente, deseos de huir que trasladan a lugares donde lo primero que se coge de la cinta transportadora es la nostalgia. Modélico en este sentido es “El año de Gregory”, en que la relación de un empleado inerme que llegó a la gran ciudad con ansias de ser una estrella del rock –con la inestable camarera con la que se empareja– lo lleva a Montreal, a una cabaña en medio del bosque, a Filadelfia –esto ya solo– donde encuentra a una antigua compañera de instituto con la que empieza de nuevo en Detroit. El bucle mínimo de un esqueleto de novela.

Estos viajes resultan en ocasiones fallidos, cuando la sarta de amigos es desmesurada y deviene laberíntica, la acumulación puede ser mareante, esto sucede en “Noche de fiesta” o en el que da título al conjunto, narraciones que son eso precisamente, líos en los que al lector le cuesta deshilar la madeja en historias que reclaman mayor espacio. En cambio, es mucho más preciso cuando se atornilla a un personaje y llega a sobrevolar la emoción sin tocarla directamente, el criterio formal apunta siempre a lo pudoroso.

Destaquemos: el retrato de una anciana que lucha en la soledad de la vejez y el anhelo de entregarse todavía a los placeres sencillos hace daño a la piel en “Carla sola”, que además establece la historia de Norteamérica en el pasado siglo: la gran depresión, el colorido de los sesenta, Coney island, el influjo judío… en una sola página. La soledad también aborda a Danielle en Hong-Kong, que espera establecer un vínculo más intenso con su padre, al que casi no ve, y va fluctuando entre una naturaleza que se le ofrece pura y una relación que ya está gastada al nacer. Desolación en cada página, como la del gemelo que sobrevive a un hermano ya adolescente y en el que el narrador, un antiguo amigo que reencuentra como monitor en un campamento de verano, observa como cae en esa ausencia sin entender nada en “Adón Olam”, o el fantasma de un antiguo amigo que se suicida en “Mike’s song”, que sobrevuela al padre que lleva a sus hijos a un concierto y que sirve para exponer de manera delicada la incomunicación en el simple hecho de optar por Hendrix o por Marilyn Manson.

Dos de los relatos son verdaderas fuentes de sensaciones. Uno es ese ‘San Woode’ en el que el novio de una camarera ha de encargarse de la hija de esta mientras ella trabaja y en el que la relación degradada se llena de esperanza en un esplendoroso final de pequeños rayos de felicidad es especialista Taylor en fundir en negro dejando la melancolía en manos del lector. Y el único lleno de un humor directo en que se acierta tanto que el lector rabia porque no sigue por este camino es “Sungold”, las tribulaciones de un empleado en una empresa de comida orgánica, tan dulcemente sangrante que sí el libro fuera de autor español, juraría que se ha empapado de la escuela Bruguera. Quizá la obra tienda un tanto a paisajes queridos por el público de cine y música independiente, pero una media docena de los relatos apuntados van más allá y lucen con fuertes descargas humanas.

 

 

 

Anterior crítica de libros: “Mediterráneo. Serrat en la encrucijada”, de Luis García Gil.

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