Ley Sinde: Se ha perdido una batalla, no la guerra

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«Detrás están las operadoras de telefonía, regodeándose en el despropósito, felices ganando dinero a espuertas gracias a un grotesco vacío legal, jugando al que arda Roma mientras sea yo el que vende las cerillas y las entradas para ver el espectáculo desde la grada… Y un poco más allá las marcas comerciales que, haciendo como que miran a otro lado, financian con sus campañas publicitarias a los portales de descargas o streaming alegal»

Ante el tropezón de la ley Sinde en el Congreso, Juan Puchades aboga por actuar con rapidez y contundencia contra las webs de descargas y quienes descargan, pidiendo la unidad de todos los sectores implicados.

 

Texto: JUAN PUCHADES.

 

Si hace un par de días exponíamos que la ley Sinde no es la solución, hoy seguimos pensando lo mismo. Sin embargo hay que lamentar su caída en el Congreso, pues más valía contar con esa ley que con ninguna y, al menos, habría servido de muro de contención hasta la inevitable futura llegada de medidas más rigurosas.

Vergonzosa resultó la actuación de los grupos parlamentarios el pasado martes: El PSOE instalado en su habitual esquizofrenia de los últimos tiempos, tratando de hacer el menor ruido posible para que esta ley de mínimos no le haga perder más votos por ese sumidero que tiene abierto a los pies. IU y los grupos de la izquierda jugando al estúpido buenismo al que nos tienen acostumbrados (ese que a algunos, cuando en ocasiones les hemos votado, nos ha obligado a hacerlo entre arcadas). El PP, a lo suyo, tratando de desgastar al gobierno e importándole un carajo cualquier otra consideración, a la espera de hacerse con el poder en las próximas elecciones, su único objetivo real. CiU, generalmente tan interesada en defender al autónomo y al empresariado, en esta ocasión se olvidó de ambos y, con patética actitud rastrera, intentó sacar rédito pidiendo a cambio de su voto contrapartidas económicas para su comunidad; olvidando, de paso, que en Cataluña también hay creadores y empresas de contenidos (el grueso de la industria editorial se asienta en Barcelona). Al menos el PNV mantuvo una postura cuerda y coherente, planteando desde el primer momento que se debía modificar la ley de propiedad intelectual o crear una específica para internet. Visto lo visto, uno sigue en su convencimiento de que en las próximas elecciones no va a molestarse en ir a votar, que a sus señorías las voten sus santas madres y sus santos padres, que para eso las trajeron al mundo, que los demás ya tenemos bastante con aguantarlas. Definitivamente, la tomadura de pelo es excesiva: Estamos atravesando el páramo económico, nos están haciendo asumir costes sociales inverosímiles para contentar a «los mercados» (los mismos que nos han hundido, los culpables reales de la situación económica, los que siguen haciendo dinero) y, sin embargo, la clase política española, apoltronada en sus escaños y en sus delirios (¡¿qué toman para desayunar?!), condena a muerte a gran parte del sector cultural español. Como si tal cosa. Como si nos lo pudiésemos permitir.

Ahora solo cabe confiar que el PSOE logre negociar con algún grupo en el Senado para tratar de insuflarle oxígeno a la moribunda ley parcheadora e intentar que, peor que mejor, pueda mantenerse en pie. Se logre ese objetivo o no, parece que ha llegado el momento de que todos aquellos que creemos en la propiedad intelectual, los derechos de autor, somos creadores o generadores de contenidos, unamos fuerzas ante el despropósito. Ya no hay tiempo para tratar de razonar o explicar lo obvio, la pedagogía ha fracasado (solo hay que leer los comentarios de los internautas en noticias o foros), las posturas están claras y enfrente solo hay ruido, individuos sin escrúpulos que dicen defender la libertad de expresión e insultan o atacan al que no piensa como ellos cuando intenta, con palabras, defender su trabajo. Detrás están las operadoras de telefonía, regodeándose en el despropósito, felices ganando dinero a espuertas gracias a un grotesco vacío legal, jugando al que arda Roma mientras sea yo el que vende las cerillas y las entradas para ver el espectáculo desde la grada… Y un poco más allá las marcas comerciales que, haciendo como que miran a otro lado, financian con sus campañas publicitarias a los portales de descargas o streaming alegal (ya que no se esconden, habría que comenzar a publicar listas con sus nombres).

Hay que actuar con una sola voz y dar el paso definitivo, debemos exigir la modificación de la ley de propiedad intelectual y suprimir el derecho a la copia privada: ¿si uno cuando compra un reloj, un coche, una casa o una barra de pan no tiene derecho a la copia privada (pues no hay opción de acceder a tal), por qué sí en el caso de los discos, los libros, las películas, etc.? De este modo, las p2p, webs de descargas y de visualización de contenidos protegidos y sus usuarios pasarían a estar en la ilegalidad y se les aplicaría la pena que la ley fijase (que podría pasar, en el caso de los usuarios, y sin miramiento, por el modelo francés de cortar la conexión a internet tras dos avisos). Basta de paños calientes y de miedo, esa es la única vía, ya no caben más alternativas. Es el futuro de la cultura lo que está en juego, y el de los cientos de miles de puestos de trabajo vinculados a ella. La razón está de nuestra parte. Se ha perdido una batalla pero no la guerra.

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