Leiva: «La música es el único lugar donde te sientes un poco a salvo»

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«Me apetecía mucho compartir un disco y escribir para ellas, generar un diálogo con ellas en mis canciones»

 

Un puñado de canciones nuevas, catorce voces femeninas y un disco cuya edición en porcelana hay que romper en mil pedazos para escuchar su contenido. Así es lo nuevo de Leiva, Cuando te muerdes el labio. Arancha Moreno habla con él.

 

Texto: ARANCHA MORENO.
Fotos: RUBÉN MARTÍN.

 

Casi un mes antes de que su nuevo disco vea la luz, Leiva se deja caer por las oficinas de Sony Music para hablar de lo que está en camino. Se adelanta porque a la vuelta de la esquina le esperan viajes transoceánicos, acompañando a Joaquín Sabina a la gala de los Latin Grammy y recorriendo, de nuevo, su amado México, país donde ha grabado gran parte de Cuando te muerdes el labio. Un álbum de catorce canciones en las que le acompañan otras catorce voces femeninas de aquí y allá, grabado a caballo entre Madrid (con la producción de Carlos Raya) y Ciudad de México (con la de Adán Jodorowsky). Un trabajo conceptual en el que canta junto a Natalia Lafourcade, Zahara, Ely Guerra, Nina o Silvana Estrada, entre otras voces. Y es que Leiva no ha perdido el tiempo durante la pandemia. Además de este, tiene otros dos álbumes en el cajón a la espera de que llegue su momento. Ahora ve la luz el primero de ellos, diseñado por Boa Mistura, que han confeccionado una de las ediciones en porcelana. Para abrirlo hay que usar un martillo y romperlo en mil pedazos. Pero hace un mes, cuando me encontré con Leiva en Madrid, este detalle aún no lo conocíamos.

 

Es la primera vez que haces un disco de dúos, íntegramente con mujeres. ¿De dónde parte la idea?
No es nada estratégico, ha salido de una manera muy orgánica. Una de las cosas más bonitas que te brinda la música es que viajas mucho, y en todos estos viajes por Latinoamérica me encontré con un montón de artistas, una generación muy joven, emergente, que está haciendo algo muy poderoso. Cada vez que me iba de viaje saltaba de Argentina a México y conocía a una artista colombiana, a una artista de Guatemala… vi que había una escena brutal que me interesaba mucho. Me conmovía mucho encontrarme con ellas, tocar, escuchar música, salir a cenar… Me di cuenta de que había generado una pandilla de artistas, que estaba escuchando mucho su música y que volvía a España muy inspirado por ellas. Me apetecía mucho compartir un disco con ellas y escribir para ellas, generar un diálogo con ellas en mis canciones, que creo que es lo más bonito del disco. En vez de estar yo en primera persona, narrando las cosas, aquí somos dos y generamos un diálogo casi teatral, pongo mis textos en su voz y ellas los elevan a otros lugares. También quería ser el altavoz de algunas artistas emergentes. Cuando empezamos a grabar Silvana no tenía disco, Zoe [Gotusso] no tenía disco, Natalia Lacunza no tenía… Ha sido un ejercicio bonito hacer un disco y no contar con las tops, sino con la gente que me ha movido. Ha sido un episodio alucinante. No es que yo estuviese en Madrid y pensara: «Me gustaría hacer un disco con mujeres en Latinoamérica». No, fue sucediendo y un día me dije: «Lo necesito».

 

Entonces, ¿primero llegó el concepto del disco y luego las canciones?
Primero llegó la inspiración y luego me puse a escribir para ellas. Lo normal es escribir un disco y luego pensar en quién me gustaría que colaborara, pero aquí ha sido al revés. Pensaba en escribir para Silvana, escuchaba la música de Silvana, estaba con ella, ponía la tonalidad en el lugar donde suele cantar… Lo mismo con Zahara, con Tulsa, con Natalia Lafourcade, con Ximena Sariñana. Ely Guerra es la más mayor, la escuchaba cuando era chaval. Yo cantaba “Mi playa”, una canción de Ely Guerra, con una novia que tuve hace muchos años. Es diferente escribir para ti que escribir pensando en alguien, y en este disco estoy escribiendo para mí, pero también para otra persona. Las canciones no pasan por ese filtro mío tan crítico, he sido más libre. A nivel musical he ido por otros sitios a los que no hubiera ido solo. Es una experiencia musical que necesitaba. Me gusta mi disco, estoy contento con el disco.

 

O sea, que has escrito siempre pensando en dos voces, como una especie de diálogo.
Había una especie de diálogo, claro. Tú le explicas algo a alguien y esa persona te da la réplica. Ese diálogo es un poco teatral, nunca lo he podido experimentar en mis discos y me parecía maravilloso contar mi propia historia y que otra persona me hiciese la réplica y cambiase la historia por completo. Es muy bonito tener la oportunidad de hacerlo, la suerte de proponerlo y que digan que sí las personas que quería que estuvieran. El ochenta por ciento eran amigas mías, pero a algunas no las conocía. A algunas les escribí un mail: «Hola, soy Miguel, soy un músico español, me gusta mucho lo que haces. He escrito esta canción, ¿te gustaría hacerla conmigo?». A Gaby [Moreno], por ejemplo, no la conocía, y fue una experiencia flipante. Ahora nos hemos hecho amigos y hemos escrito canciones juntos, ha sido muy muy inspirador.

 

Debe ser interesante que tu relación sea diferente con cada una de ellas, que a algunas te hayas acercado como oyente, a ver qué salía de vuestra colaboración.
Exacto. De algunas soy muy fan, a otras las había conocido hacía no mucho… Con unas me apetecía escuchar su voz en la cara, con otras me apetecía cantar los dos a la vez… Ha sido muy bonito. Egoístamente, ha sido un regalo que me he hecho. Espero que el público lo sienta también, que no piense: «¡Vaya regalo te has hecho a ti mismo, cabrón!» [risas].

 

¿Las canciones las empezaste a trabajar en Madrid o en tu primer viaje a México?
En mi primer viaje a México ya me traje ideas, pero lo trabajé más aquí, porque me exigió investigar y bucear un poco en sus carreras antes de ponerme a escribir. Escuchaba un poco su onda, lo que ellas contaban, su universo de texto. Ha sido un disco que he escrito en Madrid y en hoteles.

 

Hace poco, Mikel Erentxun nos contaba que para Amigos de guardia él hizo el esfuerzo de adaptarse a la forma de cantar de los invitados, aunque fuese el anfitrión. Me viene a la cabeza también lo que contaba Luis García Montero, que para hacer el disco Las palabras vividas con Quique González escuchaba su música antes de escribir las letras. Me imagino que estas dos ideas tienen que ver con lo que estás contando, con acabar encontrando un camino común.
Sí, quería que ellas se vieran dentro. Silvana Estrada es una artista de Veracruz que hace folclore. Con vanguardia, pero hace folclore. Mi universo y el suyo no están cerca necesariamente, pero la cosa era acercarnos y que sonara natural. El reto ha sido generar un universo común. Y creo que lo hemos encontrado.

 

«A nivel musical he ido por otros sitios a los que no hubiera ido solo»

 

Musicalmente, ¿qué cosas crees que te han aportado las invitadas al disco? ¿Cómo han sacado a Leiva de su zona habitual?
Es un instrumento tan poderoso, la voz… Yo al fin y al cabo no soy un buen cantante. Ni al fin ni al cabo: yo no soy un buen cantante. Yo soy un buen cantante de mis canciones, pero no tengo voz ni dotes de cantante. Mis canciones nunca han estado aderezadas por una voz bella. De repente, ha entrado un instrumento nuevo en mi música, voces alucinantes que están transformando mis textos. Hay un montón de textos ásperos míos. Silvana Estrada, que es la persona más dulce, canta “Peligrosamente dark”. Ese instrumento nuevo está aportando un carácter absolutamente novedoso en mi carrera. Esa es mi sensación, al menos.

 

Y sonidos del otro lado del charco también, ¿no? “Con el pañuelo en los ojos”, por ejemplo, tiene algo de ranchera.
Sí, “Con el pañuelo en los ojos” es una ranchera de César Pop. Él me dijo: «Mira, tengo una ranchera, ayúdame a sacarla de ahí». Cogí el texto y pensé que se podía llevar a un sitio mucho más amplio que la ranchera. Me dejó cambiar cosas del texto y de la música, pero originalmente es una ranchera, y se nota. Si yo cojo una guitarra acústica y la canto con la onda de la ranchera, es una ranchera.

 

Y más estando César detrás, que es un amante del género.
Claro. No eres impermeable. Cuando viajas por el mundo y escuchas música se te quedan cosas, creo que está en el disco. La producción también es diferente. Hacía mucho tiempo que no grababa yo los instrumentos, todos mis últimos discos han sido con banda. Esta vez me he vuelto a sentar en la batería. El disco lo grabamos Carlos Raya, César Pop y yo. Yo toqué bajos, baterías y guitarras. Y luego está la mano de Adán Jodorowsky, que tiene mucha importancia en el sonido. Suena diferente a otros discos.

 

Has contado con dos productores, Carlos Raya y Adán Jodorowsky. ¿Han trabajado de forma independiente todo el tiempo? ¿A cada uno le has pedido algo distinto?
Empecé en Madrid con Carlos y nos pusimos a investigar. Carlos nunca había grabado un disco así, siempre ha grabado con bandas. No hacerlo con una banda nos llevó a que suene diferente. Luego me fui con Adán. Yo estaba buscando un lugar, y ellos me ayudaron a encontrarlo.

 

Me imagino que las que grabaste aquí son las colaboraciones españolas: “Premio de consolación”, con Natalia Lacunza; “Stranger things”, con Zahara; “Blancos fáciles”, con Nina, e “Inertes”, con Miren Iza, de Tulsa.
Sí. También grabé “Infinitos” con Zoe Gotusso, que es argentina. El resto está grabado en Ciudad de México con Adán. Llegué a México con las otras ocho canciones. Yo estaba grabando allí, pero en mi cerebro tenía lo que había hecho antes en España. De alguna manera estaba conciliando un sonido con el otro.

 

¿Y hacia dónde crees que te ha llevado la producción de Jodorowsky?
Nunca he sonado tan Neil Young como en “Histéricos”, con un sonido tan seco, tan vintage. Y nunca he sonado tan Jamiroquai como en “Flecha”. Él me ha ayudado a llegar a lugares a los que Carlos y yo no hubiéramos llegado. Nunca había trabajado con Adán y él me hacía sugerencias nuevas, llegamos a lugares nuevos.

 

Es verdad, “Flecha” suena muy disco.
Sí, suena muy setentas, a Filadelfia.

 

O sea, que el puente mental entre una producción y otra lo hiciste tú.
El puente y la bisagra soy yo. Yo estaba ahí, en medio de todas las decisiones, conciliando y generando una coherencia, porque Carlos no sabía lo que estaba haciendo con Adán y Adán no sabía lo que había hecho con Carlos. Y el disco funciona muy bien.

 

Hay que saber dónde has hecho cada parte para notar la diferencia.
Si lo sabes, sí te das cuenta. Pero si no, no.

 

¿Cuál era tu relación con Adán cuando empezaste a trabajar con él? ¿Eráis amigos?
Amigos todavía no, éramos colegas porque nos habíamos visto en México. Yo tenía una pandilla de amigas con Ximena Sariñana, Daniela Espala… Adán era el productor de Daniela. Teníamos una pandilla común, cuando yo iba a tocar a México venían. Luego me fui a vivir a Ciudad de México y estuve con Adán no sé cuántos meses y nos hicimos hermanos, todo el día juntos. Incluso montamos una banda, nos fuimos a Chicago a grabar un disco.

 

Recuerdo que me hablaste de ese disco este verano, antes de tocar con Iván Ferreiro en el festival Noches del Botánico. ¿Quiénes formáis parte de la banda?
Adán, Jay de la Cueva, El David Aguilar y yo montamos una banda y nos fuimos a grabar un disco a Chicago. Hemos generado una hermandad muy fuerte. De ese proyecto no puedo decir nada, supongo que saldrá el año que viene. Es una banda armada para disfrutar, hicimos un disco en Chicago grabando en analógico, en dos pistas. La manera de grabar es pre Beatles, mezclamos el disco con dos pistas. Es una experiencia muy nueva. Aprendí mucho.

 

¿Ese disco fue previo a Cuando te muerdes el labio?
Eso fue posterior a mi disco.

 

¿Y en qué etapa escribiste Cuando te muerdes el labio?
Lo he escrito en mis viajes a México con Nuclear, en mis encuentros con todas esas personas mientras estaba girando con ese disco. Ahí empezó la composición, en pandemia también. Cuando pasaron los tres meses feos de la pandemia me fui a vivir a Ciudad de México, estuve bastantes meses viviendo allí. Me fui a un desierto en Texas a mezclar el disco, a Sonic Ranch. Lo mezclé en cinta, en analógico, con Adán. Es un estudio alucinante en el que estaba Arcade Fire grabando. Luego volví y me fui a Chicago a grabar el otro disco.

 

Has vivido dos años muy intensos.
Han sido los dos años más creativos de mi vida.

 

«Yo al fin y al cabo no soy un buen cantante. Ni al fin ni al cabo: no soy un buen cantante»

 

El tiempo que no has podido subir al escenario lo has invertido en componer.
Creando. Es más, tengo un disco nuevo que no sé muy bien qué hacer con él ahora mismo. Supongo que los artistas prolíficos, la gente que tiene una actividad de composición grande, le hemos ganado un disco al tiempo con la pandemia. Yo voy un disco por delante. Se nos ha dado la vuelta al calendario y hay un atasco.

 

Un atasco emocional también, porque al final un disco refleja las emociones que estás viviendo en esa etapa, ¿no?
La pandemia ha hecho cosas muy raras, como esto que te digo. Yo estoy presentando ahora mismo mi anterior disco. Nadie lo sabe, pero para mí es así. Hay un desfase y un atasco porque llevamos dos años en casa. No en casa, yo llevo dos años haciendo cosas. Bueno, tres discos, porque tengo el otro disco que he hecho con mis colegas al otro lado del charco.

 

No sabía si tú habrías sufrido mucho durante la pandemia, pero he leído que no. A lo mejor tu hipocondría te ha dado herramientas para afrontarlo mejor.
Una amiga que me quiere mucho, y me conoce mucho, me dijo una cosa de puta madre: «Tú tienes miedo a las enfermedades raras y esta es la realidad». Yo he sido muy hipocondríaco siempre con cosas muy raras que me iban a pasar. En el momento que vi que era una cosa que salía en el telediario no me dio tanto miedo. Me da miedo que me digan: «A ti mañana se te va a caer un brazo poco a poco por una nueva enfermedad» [risas].

 

Una enfermedad rara. ¡El síndrome de Leiva!
¡Claro! Pero no, he estado bien. Es más, he desafiado mucho al virus. En momentos terribles he viajado, he grabado, me he juntado con un montón de gente… siempre cuidándome, claro. Es un milagro que este disco se haya podido grabar, con catorce artistas de diferentes lugares del mundo quedando en medio de la pandemia para grabar, hacer videoclips… El nivel de generosidad que he recibido es muy fuerte.

 

Porque este disco lo habéis grabado en 2020, aunque salga en diciembre de 2021.
Sí.

 

¿Hay un hilo conductor, una misma historia que abordan las catorce canciones? Me parece que, en todo el disco, hay un diálogo con otra persona sobre una relación. Hay alguna que quizá tiene otra temática, como “Blancos fáciles”, que habla de los voyagers y la toxicidad de las redes, pero hasta esa se puede aplicar a una relación. En todo el disco parece que hablas de una relación, de una manera de afrontar algo que ha acabado.
Bueno, son idas y venidas con mi compañera. Parece algo muy recurrente, pero es que las idas y venidas con tu compañera o tu compañero del camino es el desequilibrio o el equilibrio en la vida, es así de fuerte. Han pasado tantas cosas, ha sido tan loco todo, que me ha dado para escribir un disco sobre ello.

 

O sea, que sí existe un hilo conductor. Es una historia contada en catorce capítulos.
Sí. No lo había pensado así, pero sí, es una historia contada en catorce capítulos. Sí, absolutamente. Es verdad que en “Blancos fáciles” trato de reflexionar sobre el odio bajo un nick, pero sí, realmente es una historia que se va explicando en diferentes fases.

 

Una historia que empieza con “Iceberg”, la metáfora del frío absoluto, y acaba con “Llegará”, que es un poco peterpanesca.
Sí, esa es la única canción que escribí con Cata, cantante de Monsieur Periné. Ella vino a España a escribir conmigo, de hecho, esta canción era para su grupo, la grabamos con una guitarra, un micro y dos voces. Dejé la demo grabada por si acaso, se la mostré a Adán y pensamos que era imposible volver a reproducir la emoción que había en esa demo. Es la única canción que no está regrabada. Se metió un cuarteto de cuerda encima, pero esto es la demo. La grabé con Bori Alarcón.

 

Oye, en “Infinitos” hay pensamientos suicidas, ¿no?
Sobrevuelan cosas, pero no, no tanto. Tiene menos hierro de lo que parece, las palabras parecen más afiladas de lo que son. Las canciones a veces surgen de circunstancias muy random. Estábamos en un hotel en Palermo César Pop y yo, y él estaba totalmente fumado en su habitación con el iPad. Él estaba sentado y detrás había un espejo, entonces generaba miles de iPads. Cuando le dije que me iba a tomar algo a la calle, y le pregunté si se venía, me dijo: «Yo me quedo aquí generando infinitos». Me quedé con eso y lo apunté, y ese es el principio de esa canción. Al final las canciones salen por esas cosas.

 

En esa canción también hablas del arte como refugio.
Sí, es que al final siempre estamos ahí, escudados en la música, porque es el único lugar donde te sientes un poco a salvo, donde te olvidas de tus complejos y de las cosas que te hacen más vulnerable. La música es un buen lugar para sentirte un poco superhéroe y olvidarte de todas las piedras que llevas sobre los hombros. En mi caso, ese es el lugar, por eso hago música. Si estuviera de puta madre igual no haría música, igual haría skate, u otra cosa.

 

«Si estuviera de puta madre igual no haría música, igual haría skate, u otra cosa»

 

En los créditos de “Premio de consolación” figura Pablo Neruda. ¿Cuál es la historia de esa canción?
Ese poema me encanta, y un día, con Raya, vimos en YouTube a un catalán que recitaba ese poema en francés. Nos encantó, nos pareció que tenía una sonoridad alucinante. Cuando vino Natalia Lacunza se lo sugerimos, pensando que nos iba a decir que no, pero dijo: «Sí, hablo perfectamente francés». Y lo hicimos.

 

O sea, que el poema que recita al final no tiene nada que ver con la canción.
Son dos ideas mezcladas.

 

Hablando de poesía, tu padre es poeta y periodista, ¿no? ¿Hablas con él de las letras de tus canciones?
Sí, hablo con él. Él es poeta, se mueve en otro universo. Mi padre es sonetista, escribe endecasílabos. Me manda sus poemas y hablamos, me dice: «Oye, hay un verso que me gusta». Obviamente, la relación que tienes con tu padre no es como la que tienes con un colega. Su universo es otro, tiene un universo lírico muy particular. Lo mío es otra cosa, yo escribo canciones. Yo tengo que leer los poemas de mi padre con un diccionario.

 

Pero al final los dos os expresáis artísticamente con las palabras.
Supongo que algo me ha quedado, pero él juega en otra liga.

 

Y a estas alturas de tu camino, ¿cada disco es una manera de seguir liberando monstruos, o también de alimentarlos al cantar sobre ellos?
Este no es tan terapéutico, no es un disco en el que intento sacar mierda y curarme. Es un disco más narrativo, como un lienzo. He disfrutado más haciéndolo. Todos esos fantasmas de la hipocondría están menos presentes en mí. Hace dos años, tú y yo éramos personas diferentes a las que somos hoy. Escucho mis discos y pienso que ese tío es otra persona. Este disco está hecho desde un lugar menos lastimoso.

 

Y más cinematográfico que nunca.
Y más cinematográfico. Creo que la musicalidad ayuda mucho a las imágenes, es un disco con menos músculo de rock. Es un disco muy liberador, me he sentido muy libre. No he tenido presentes cosas que me han atravesado en otros discos. Aquí solamente he disfrutado.

 

Me imagino que no poder tocar a la vez que compones también influye. La composición muchas veces se alimenta de los periodos de escenario, y eliminar el escenario de la ecuación afecta a la escritura.
Sí, suceden otras cosas. La composición está estrechamente ligada al aburrimiento. Es algo que siempre he pensado, y el otro día lo leí en un libro de creación. Nunca lo he dicho porque me avergonzaba, porque no era cool. Lo cool es que esté relacionado con las musas, pero en mi caso, no. El ochenta por ciento de las canciones las escribo cuando estoy aburrido y no sé qué hacer. Por eso he hecho tanto, porque nunca había estado tanto tiempo tan ocioso. Ese libro me reafirmó algo que me sucede. Yo escribo cuando me aburro, cuando me aterroriza tener un día en blanco. Ahí escribo una canción. Cuando estoy en un hotel y me dicen que la prueba de sonido al final no es a las dos de la tarde, sino a las siete, y no tengo nada que hacer y está diluviando. Ahí escribo. Siempre lo había sentido, pero nunca lo había dicho por pudor.

 

Un último apunte: ya has anunciado las primeras fechas de la gira, en Madrid vas a tocar dos noches en el WiZink Center, el 1 (ya agotado) y el 5 de junio de 2022. ¿Mantienes todo tu equipo y el mismo concepto escénico de siempre?
Sí, mi idea es mantener a todo el equipo y mantener un compromiso de banda. No quiero que sea un desfile de colaboraciones, eso lo he vivido y las entradas y salidas de artistas fracturan un show. Supongo que habrá una o dos voces femeninas que puedan representar el elenco, pero voy a hacerlo en un formato banda, con una voz, no con catorce voces. Conforme vaya por ciertas ciudades llamaré a amigas que hayan participado y estén por ahí, pero mi intención es defenderlo así. Tengo claro que no quiero convertirlo en un desfile de colaboraciones. No me apetece, ni me divierte ni quiero hacerlo. La gente paga una entrada por venir a verme y ver mi show, no por si entra no sé quién o no sé cuántos.

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