Leftover feelings, de John Hiatt with The Jerry Douglas Band

Autor:

DISCOS

«Otra exhibición de talento con mayúsculas, otro puñado de canciones donde encontrar consuelo y acomodo»

 

John Hiatt with The Jerry Douglas Band
Leftover feelings
NEW WEST, 2021

 

Texto: MANEL CELEIRO.

 

Hay quien vende más entradas y más discos y quien ocupa más espacio en la prensa especializada y también en la no especializada. Nombres como Neil Young, Bruce Springsteen, John Fogerty o el fallecido Tom Petty presiden desde hace décadas las primeras páginas del rock norteamericano clásico. Incluso a tipos de tanto valor artístico como John Mellencamp o Steve Earle les ha costado ganarse un hueco de privilegio entre los primeros puestos del ranking. Y no nos vayamos a Elliott Murphy, Chris Knight, Willie Nile y tantos otros. Entraríamos en un bucle de preferencias y argumentos a favor y en contra del que sería muy complicado salir o sacar conclusiones claras. Al fin y al cabo, todo va según el color con el que se mire, con los gustos de cada uno, y ante eso —y el caprichoso y voluble criterio del público mayoritario— no hay nada que hacer.

John Hiatt es un gigante en la sombra, admirado con devoción por sus compañeros de profesión y adorado con veneración por sus seguidores. Maestro de una forma de entender la música que cada vez queda más lejana y anacrónica en estos vertiginosos tiempos que corren hoy día. Un artesano de la canción, experto en desgranar sentimientos y en describir emociones a través de las notas y las letras de sus composiciones, uno de esos músicos que poseen la escasa habilidad de tocarte la fibra con sus canciones. Muestra de ello es el respeto y la suma atención con que la audiencia siguió su actuación en el segoviano Huercasa Country Festival 2018. La emoción se apoderó del ambiente y cuando joyas como “Have a little faith on me”, “Georgia rae” o “Feels like rain” sonaron bajo el estrellado cielo de Riaza, las lágrimas brotaron de muchos ojos y el silencio se podía palpar con las manos. Un poeta que nos regaló una noche inolvidable; una noche más que guardar junto a sus discos.

Y no vive de las rentas, ni sabe ni quiere hacerlo. Esos gloriosos temas que citábamos con anterioridad no son las únicas bazas ganadoras con las que contenta a sus fans cada vez que las incluye en el repertorio. Cada grabación es un paso más en una trayectoria prácticamente inmaculada, únicamente con su producción en el presente siglo ya merecería pasar a la historia. Así que no es ninguna sorpresa decir así ya de entrada, que este Leftover feelings es un discazo como una catedral. Otra exhibición de talento con mayúsculas, otro puñado de canciones donde encontrar consuelo y acomodo en estos aciagos tiempos de aislamiento que nos ha tocado vivir. Y que su aparición coincida en el tiempo con la luminosa esperanza que la ciencia nos ha concedido no hace más que revalorizar el efecto terapéutico y el poder de la música sobre nuestro estado de ánimo.

Fue registrado en plena pandemia en el histórico estudio B de la RCA junto al mago de todo lo que lleve cuerdas, Jerry Douglas, y su banda. Con un sonido principalmente acústico entregan un álbum de profundas raíces musicales y emocionales. La química entre ambos es instantánea, se complementan a la perfección encajando con esmero la formación más tradicional de Douglas con el bagaje rock de Hiatt para crear paisajes sonoros en las que las letras de John dibujan historias introspectivas que llegan al desgarro y a la confesión íntima de “Light of the burning sun”, donde con una sencillez que desarma exorciza el suicidio de su hermano mayor y la posterior desintegración de su estructura familiar. Versos como «Mi padre gritó ¡no! y golpeó la pared / Sacudió los cimientos de la casa y zarandeó la vida de todos nosotros» hielan la sangre en las venas.

También ha dedicado espacio a rendir homenaje a sus ídolos. En la preciosa “Music is hot” rememora a Waylon Jennings grabando en ese mismo estudio y nos regala, con la aparente simplicidad del orfebre, maravillas como “I’m in Asheville”, “Buddy boy”, “Sweet dream” o la delicada “Changes in my mind”. Un disco para disfrutar, escuchar con auriculares deslizándose entre sus surcos, observando lentamente cómo cae la tarde y saboreando un buen espirituoso. Esos pequeños momentos que la música nos regala y que son los que nos llevaremos en el equipaje cuando abandonemos el edificio. Gracias, Mr. Hiatt.

Anterior crítica de discos: Maleza, de The Kleejoss Band.

Artículos relacionados