“Led Zeppelin III” (1970), de Led Zeppelin

Autor:

OPERACIÓN RESCATE

 

“Se sacan de la manga un disco que transita entre el funk-blues de su primera cara y lo acústico de su cara B que descolocó a todo el mundo”

 

Eduardo Izquierdo recuerda la sorpresa que dio Led Zeppelin cuando publicaron su tercer disco en 1970, decantándose por un trabajo rupturista y muy creativo.

 

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Led Zeppelin
“Led Zeppelin III”
ATLANTIC RECORDS, 1970

 

Texto: EDUARDO IZQUIERDO.

 

Venían de comerse el mundo. Sus dos primeros discos habían sido alabados por toda la crítica (no tanto por el público, especialmente su primer trabajo en su Reino Unido natal). Eran el gran grupo del momento. El dinosaurio que iba a comerse todo lo que se les pusiera por delante. Robert Plant, Jimmy Page, John Paul Jones y John Bonham era la máquina más perfecta que el rock había visto nunca. Con una ristra de éxitos en solo dos trabajos inalcanzables para cualquiera. ‘Communication Breakdown’, ‘Whole Lotta Love’, ‘The Lemon Song’, ‘Dazed and Confused’, ‘Good Times, Bad Times’, ‘Ramble On’, ‘Heartbreaker’… ¿Qué podían hacer para intentar superarse? Ideas podría haber varias, pero seguro que muy pocos hubieran apostado por que el siguiente paso de estos precursores del heavy metal fuera un disco acústico.

El 5 de octubre de 1970 llega a las tiendas “Led Zeppelin III” y el cuarteto vuelve a sorprender a sus seguidores y a la prensa especializada. Porque se sacan de la manga un disco que transita entre el funk-blues de su primera cara y lo acústico de su cara B que descolocó a todo el mundo. Fueron muchas las revistas que no entendieron ese movimiento, sobre todo en lo que respecta a la cara B, y no dudaron en criticar agriamente a la banda, aunque con los años y visto que el disco se ha convertido en uno de los grandes hitos de la carrera de Led Zeppelin, esos comentarios fueran borrados incluso de las hemerotecas.

 

 

Tras una portada espléndida, llena de símbolos esotéricos e imaginería hippie, con una serie de círculos troquelados en el cartón para que mediante una rueda giratoria fueran apareciendo diversos dibujos entre las caras de los miembros del grupo, se esconden diez espléndidas canciones que la crítica no supo digerir tras la rotundidad alojada en “Led Zeppelin II”. Rompiendo con su pasado más inmediato y demostrando que no tenían límites en cuanto a creatividad. Y eso que la inicial ‘Inmigrant Song’ no es ni mucho menos rupturista. Misteriosa, agitada, parece una invitación a seguir con lo que ya conocíamos. Pero nos equivocábamos. ‘Friends’ es una magnífica canción grabada de forma casi casual que sí que marca el tono folk del disco, ‘Celebration Day’ vuelve a engañarnos, ¿quizá por última vez? “Hay tres o cuatro riffs en la canción”, aseguró Page a Guitar World, y sobre ellos está construido este hard-blues sobre la ciudad de Nueva York que a punto estuvo de ser borrado y no entrar en el disco.

 

 

‘Since I’ve Been Loving You’ es puro blues. La esencia de la música del zepelín llevada al máximo estreno. Con la batería de Bonham sonando seca y un estribillo que recuerda en demasía al ‘Never’ de Moby Grape (ya conocemos la curiosa forma de inspirarse que tenía especialmente Page a la hora de componer, siempre rozando el plagio). ‘Out on the Tiles’ vuelve a ser rítmica y rotunda, pero ¿no hablábamos de un disco acústico? La tradicional e insuperable ‘Gallos Pole’ es un buen ejemplo y abre definitivamente la veda. O ‘Tangerine’, mi canción favorita del disco. Magnífica a todas luces. Una de esas canciones perfectas que solo aparecen de vez en cuando. Con un estribillo descorazonador y un trabajo a la guitarra de Page sobresaliente.

 

 

‘That’s the Way’ es otra maravilla con Page destacando en la steel guitar y Jones tocando la mandolina. No menos espléndida es la semi celta ‘Bron-Y-Aur Stomp’ que acaba virando hacia el folk campestre y juguetón, para cerrar el disco con ‘Hats Off to (Roy) Harper’. Disonante. Voraz. Extraña. Aunque a estas alturas ya da igual. Porque Led Zeppelin ya nos ha conquistado. Sin condiciones. Y para siempre.

Anterior entrega de Operación rescate: “Tigermilk” (1996), de Belle and Sebastian.

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