Las mejores portadas del rock: Los Lobos, La pistola y el corazón

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«Sean Penn y Madonna, entonces pareja, quedaron impresionados por la pintura, comprando el original de la carátula del disco de Los Lobos por 26.000 dólares»

 

Un cuadro del pintor George Yepes tituló una canción y un disco de Los Lobos, su primer álbum en español. Xavier Valiño reconstruye la historia del cuadro, que acabó en manos de Madonna y posteriormente fue calcinado.

 

Una sección de XAVIER VALIÑO.

Ilustrador: George Yepes.
Dirección artística: Jeri Heiden.
Asistente: Ana Johnson.
Fecha de edición: septiembre de 1988.
Discográfica: Slash/London.

A finales de la década de los ochenta había un club de blues en el Este de Los Ángeles llamado Rivas. El local se encontraba justo detrás del conocido restaurante Googies, en el cruce de la Plaza Atlántico y Floral Drive. El negocio tenía en la parte delantera un restaurante chino y arriba un bar de karaoke japonés. Era en la parte trasera, con una entrada desde el callejón, por donde se accedía al club de blues.

Entre los grupos habituales que daban conciertos en la sala estaban The City Terrace Dukes Blues Band y The Blazers Norteño/Rock-a-Billy Band, quienes solían tocar allí los fines de semana. A veces se unían a ellos otros músicos con los que interpretaban temas clásicos e improvisaban sobre la marcha. Entre los que solían colaborar con las dos bandas citadas estaban César Rosas y David Hidalgo, de Los Lobos, Dave Alvin, de The Blasters, y Juke Logan a la armónica.

Un joven artista llamado George Yepes (Tijuana, 1956), conocido como «The Lone Wolf» («El Lobo Solitario»), solía pasarse también por el local los fines de semana junto a dos amigas suyas, Irma Rangel y Raquel Salinas. Allí fue donde entró en contacto por primera vez con aquellos dos componentes de Los Lobos, recobrando al mismo tiempo su amistad desde los tiempos escolares con el baterista de la banda, Louis Frausto «Louie» Pérez. Fue precisamente en el patio trasero de la casa de Louie, en un club que llamó The Last Exit, donde Los Lobos se había formado.

Yepes había entrado en contacto con su musa a una edad temprana, al contemplar la estatua de La Virgen Dolorosa en la iglesia católica a la que su familia asistía regularmente en Los Ángeles. Esculpida en madera, aquella Madonna con un corazón atravesado por puñales le pareció exquisitamente adorable en su tormento a aquel chaval de cuatro años que se arrodillaba delante de ella.

Cuando contaba diez años, mientras jugaba en la calle, aquel niño encontró un maletín lleno de pinturas al óleo, lo que le ayudó a continuar su vocación autodidacta. Cuatro años después estaba ya pintando, y a los dieciocho formaba parte de un grupo denominado Los Streetscapers, que decoraban los muros de la ciudad, convirtiéndose en muralista en el Centro de Arte Público de la ciudad. Por aquel entonces trabajaba en el mundo financiero durante el día y pintaba por la noche, hasta que años después un cuadro de 1988 le permitiría dejarlo y pasarse definitivamente a la pintura.

“Hablo con mi pincel”, es como le gusta definirse a Yepes. Descendiente de emigrantes mexicanos, Yepes ha desarrollado su trabajo a lo largo de casi cuatro décadas, pintando imágenes bastante elocuentes de tipo social, histórico y sagrado. Su obra, para la que ha contado con modelos como Salma Hayek, Eva Longoria o Patricia Arquette, se puede contemplar en más de cuarenta museos y se ha expuesto en Estados Unidos, México, Francia, Bélgica, Suecia o España (en Madrid, Barcelona y Sitges).

Al margen de su obra pictórica, el artista ha trabajado asiduamente con Robert Rodríguez en sus películas «Érase una vez en México», «Planet Terror», «Machete» o «Sin City 2», y también con Quentin Tarantino en «Death Proof». Robert Rodríguez es, a día de hoy, el mayor coleccionista de su obra, habiendo adquirido veinticinco de los cuadros de Yepes.

En 1992, el artista fundó la Academia de Arte Yepes, de la que ha sido su único profesor, dedicada a enseñar el arte de la pintura en murales a dos mil alumnos de los barrios menos favorecidos del este de Los Ángeles, Chicago y San Antonio. En 1995, comisionado por la NASA, realizó también una serie de siete murales espaciales con destino a misiones a Saturno, Marte y Júpiter.

 

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Sin embargo, el cuadro que le daría a conocer lo pintó en una sola noche de 1988. Titulado «La pistola y el corazón», era un retrato de un hombre y una mujer inspirada en su amiga y actriz Raquel Salinas, de San Antonio, Texas. En él se puede ver a la pareja con la silueta de su cuerpo en negro, tocados con una vestimenta mexicana; sobre ella resaltan los esqueletos de sus dos protagonistas y sus rostros, con rastros de sangre y tuétano. Ambos se miran y, mientras al hombre se le ve un gran corazón rojo latiendo, la mujer sostiene en su mano izquierda una larga pistola. Esa combinación perfecta de muerte, sensualidad y sexualidad se convertiría en una de las imágenes más difundidas de la cultura chicana.

Por su parte, el grupo chicano Los Lobos acababa de tener un gran éxito el año anterior con la canción “La bamba”, incluida en la película del mismo título dirigida por Luis Valdez y centrada en la vida del malogrado rockero Ritchie Valens. Después de tres álbumes mayoritariamente en inglés, la banda optó por grabar un disco de composiciones tradicionales mexicanas para evitar las presiones comerciales consustanciales a un éxito como el suyo.

Tenían ocho canciones y buscaban una imagen que las representase, algo relacionado con el Día de Todos los Santos (o Día de los Muertos) que la tradición católica celebra el 1 de noviembre. Tras descubrir la pintura de Yepes, el grupo decidió que esa sería la portada de su próximo álbum. A continuación, «Louie» Pérez y el vocalista y guitarrista David Hidalgo compusieron la única canción original de aquel trabajo, el noveno y último tema del disco. Lo titularon de la misma forma, ‘La pistola y el corazón’, dando también título a su cuarto álbum.

Su letra hablaba de un amor perdido y, según han reconocido varias veces, su versión había sido influida, además de por el cuadro de Yepes, por las novelas de Louis L’Amour y Tex Burns. Ambos son pseudónimos de Louis Dearborn LaMoore, escritor estadounidense que se había dedicado sobre todo a las novelas del oeste.

“No sé cómo decirte, 
no sé cómo explicarte,
que aquí no hay remedio
de lo que siento yo,
de lo que siento yo.

La luna me dice una cosa,
las estrellas me dicen otra.
Y la luz del día me canta
esta triste canción,
esta triste canción.

Los besos que me diste, mi amor,
son los que me están matando.
Y las lágrimas me están secando
con mi pistola y mi corazón.
Y aquí siempre paso la vida
con la pistola y el corazón.

No sé cómo amarte,
no sé cómo abrazarte.
Porque no se me deja
el dolor que tengo yo,
el dolor que tengo yo.

Esta noche tan oscura
con sus sombras tan tranquilas.
Y el viento me sigue cantando
esta humilde canción,
esta humilde canción.

Los besos que me diste, mi amor,
son los que me están matando.
Y las lágrimas me están secando
con mi pistola y mi corazón.
Y aquí siempre paso la vida
Con la pistola y el corazón”.

A aquellas sesiones de grabación acudió Yepes invitado por la banda. Inspirado nuevamente por la música, pintó un segundo original de «La pistola y el corazón». En esta ocasión se trataba de un retrato de Irma Rangel, una reputada cantante de Los Ángeles. Aunque siempre ha habido especulaciones acerca de quién es el hombre de la ilustración, lo cierto es que Yepes se lo inventó sin tomar a nadie por modelo. Este segundo original sería el que finalmente aparecería en la cubierta del disco de Los Lobos. A la pintura se le añadió una tipografía escrita a mano por Jeri Heiden, entonces responsable del Departamento Artístico de Warner.

Tras su publicación, Yepes pasó de ser un artista desconocido que había hecho cuadros y exposiciones durante catorce años, así como más de 800.000 metros cuadrados de murales, a tener un éxito repentino. Prueba es que un joven de veinte años de edad, Robert Rodríguez, descubrió en una tienda de discos la portada del álbum de Los Lobos, lo que le empujó a comprarlo y escucharlo muy atentamente. A continuación se puso a escribir el guion de la que sería su primera película, «El mariachi», que un lustro después se convertiría en uno de los éxitos sorpresa en el Festival de Cine Independiente de Sundance.
Al año siguiente, George Yepes exhibía su obra en una exposición individual en la Galería Robert Berman en Santa Mónica, California. Sean Penn y Madonna, entonces pareja, quedaron impresionados por la pintura, comprando el original de la carátula del disco de Los Lobos por una cantidad récord hasta entonces para Yepes, 26.000 dólares.

Poco a poco, la pareja fue adquiriendo más obras de Yepes, hasta convertirse en sus mayores coleccionistas a finales de la década de los ochenta, acumulando catorce de sus obras. Durante los salvajes incendios que asolaron Malibú en 1993, la mansión de Sean Penn y Madonna quedó reducida a cenizas, incluyendo su colección de arte con todas las obras que habían comprado a Yepes, entre ellas el segundo original de «La pistola y el corazón».

En el año 2000, el actor Cheech Marin (del dúo Cheech & Chong), ávido coleccionista de arte chicano, contactó con Yepes para que volviese a pintar un tercer original de La pistola y el corazón. Su intención era incluirlo en la exposición «Visiones Chicanas», que durante cinco años se mantuvo itinerante por quince museos de Estados Unidos. Como había hecho en la ocasión anterior, Yepes utilizó una nueva mujer como inspiración: en este caso se trató de la modelo Athena Demos, residente en Los Ángeles.

Pero no fue la última versión. En 2005, la firma de instrumentos musicales Gibson le pidió que pintara de nuevo su cuadro «La pistola y el corazón» sobre una guitarra, para ser vendida como parte de una serie limitada de instrumentos de la marca. Aunque no pasó del boceto, Yepes sí que contribuyó con otros diseños para la compañía. Dos años después le encargaron algo similar, en esta ocasión con un destino benéfico: en concreto, la nueva adaptación la haría sobre una guitarra de la misma marca de tres metros de altura, que sería vendida en una subasta pública dentro del proyecto denominado La Ciudad de Guitarras de Austin. Sus patrocinadores fueron en esta ocasión Robert Rodríguez y Quentin Tarantino.

La guitarra se exhibe hoy en Austin, al otro lado de la calle del Club Continental y frente a la entrada del centro comercial Blackmail, en el número 1202 de la Avenida South Congress. Retomando la inspiración del cuadro que le había dado a conocer, para este nuevo trabajo Yepes volvió a su segunda modelo, Irma Rangel, la misma que había posado para la portada del disco de Los Lobos en 1988. Así se cerraba definitivamente el círculo de una imagen poderosa que le había servido para darse a conocer de la noche a la mañana y que también había hecho realidad su sueño de dedicarse exclusivamente a su gran pasión.

Anterior entrega de Las mejores portadas del rock: Herb Alpert’s Tijuana Brass, “Whipped cream & other delights”.

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