Las bandas más polémicas del rock (1)

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“Un espectador no paró de increpar a Axl durante buena parte del concierto, hasta que el cantante saltó sobre él y se lió a golpes antes de marcharse”

 

Su historia está repleta de broncas, escándalos y múltiples episodios rocambolescos, desde morder un murciélago a esnifar hormigas. Fernando Ballesteros repasa las bandas más conflictivas del rock and roll en este reportaje en dos partes (mañana, la segunda).

 

Texto: FERNANDO BALLESTEROS.

 

En 1955, durante la proyección de “Semilla de maldad” (Richard Brooks), los jóvenes espectadores comenzaron a arrancar las butacas de los cines para bailar al ritmo de ‘Rock around the clock’. Desde entonces, los escándalos y el rock and roll han caminado de la mano. Las polémicas, alimentadas y amplificadas por los medios, estuvieron ahí desde el principio. Los periódicos pusieron el grito en el cielo, decían que los jóvenes se estaban volviendo locos con aquellos ritmos y que el rock and roll incitaba a la violencia. Las alarmas se dispararon hasta tal punto que la película se llegó a prohibir en algunos estados.

Han pasado más de sesenta años desde entonces. Seis décadas en las que ha habido grupos que han protagonizado sonados escándalos. Algunos desde lo más alto de la fama y con el mundo pendiente del más mínimo de sus movimientos y otros a los que, precisamente, la controversia contribuyó en mayor o menor medida a que su nombre corriera de boca en boca. En la siguiente lista hay un poco de todo.

 

Guns N’ Roses: 87-91, los triunfales años salvajes

Ahora que Guns N’ Roses han vuelto a ser algo más que un nombre tras el que se presentaba el proyecto en solitario de su vocalista Axl Rose, conviene recordar que hace mucho tiempo la formación original de la banda dominó el mundo. Y lo hizo con una obra maestra como “Apettite for destruction” y dando mucha carnaza a los que buscaban titulares llamativos.

Aquellos cinco chavales lo tenían claro antes de que les llegara el éxito masivo. Tanto, que incluso sin contrato discográfico ya dictaban sus peculiares y propias reglas. Con varios sellos locos por ellos y cuando todo parecía indicar que firmarían por Chrysalis, se sentaron a la mesa de negociación y le dijeron a su A&R que rubricarían el contrato solo después de que ella se pasease desnuda por Sunset Boulevard. Evidentemente, acabaron fichando por Geffen.

1987 supuso el pistoletazo de salida. Fue la elección de ‘Sweet child o’mine’ como single la que catapultó su álbum de debut, pero antes, sus giras incendiarias, la afición a la botella de sus miembros y el carácter de su vocalista, complicado en el mejor de los casos, les habían hecho protagonizar más de un episodio digno de ser reseñado en los medios.

Las letras del grupo también tenían lo suyo, lenguaje explícito con referencias a la heroína, el vino barato y el sexo a la orden del día, aunque la primera gran polémica en este apartado les llegaría con ‘One in a million’, cuya letra fue tildada de homofobia y racismo. Pero tras el éxito y el aperitivo de «Lies», lo que el mundo estaba esperando era la continuación de «Apettite» y el proceso iba a ser tortuoso. Axl no pasaba un buen momento con Erin Everly, su pareja. Ella también tenía un carácter imprevisible y aquella relación fue degenerando hasta tal punto que ya a nadie en el entorno del grupo le extrañaba, por ejemplo, que una noche tirara un piano de cola por la ventana de su mansión como colofón a una de sus discusiones.

La relación con Slash tampoco iba bien y los problemas con las drogas de Steven Adler, cuyo puesto a las baquetas se tambaleaba, eran un gran obstáculo para el avance de aquellas sesiones. Finalmente, y visto que la cosa iba de mal en peor, Steven fue expulsado. Dieciocho meses sin resultados y muchos ultimatums después, se rompía la formación original con la entrada de Matt Sorum.

Cuando en mayo del 91 el grupo comienza su gira de presentación de los dos «Illusions» que no habían salido a la venta, el comportamiento de Rose es un dolor de cabeza continuo. Sus retrasos a la hora de salir a actuar eran de récord y cargaba contra todos, incluida la prensa musical que con nombres y apellidos recibía lo suyo en ‘Get in the ring’, una de las nuevas canciones todavía inéditas.

Aunque fue St. Louis el escenario de uno de los mayores escándalos de aquellos años locos. La noche en cuestión, un espectador no paró de increpar a Axl durante buena parte del concierto, hasta que el cantante saltó sobre él y se lió a golpes antes de marcharse para no volver a las tablas. Los fans enloquecieron y arrasaron con todo y el cantante rápidamente pidió protección viendo que la cosa se ponía muy fea. Lejos de recibirla, las autoridades le consideraron responsable de los disturbios y los consiguientes desperfectos. Aquello no lo iba a perdonar fácilmente y los días siguientes saldría a escena con con una camiseta en la que se leía ‘Fuck you St. Louis’.

Aquella locura que se respiraba en el grupo fue demasiado para el tranquilo Izzy, que abandonó la nave y lo explicó años después afirmando que es difícil mantener la cordura en un manicomio. Fueron los años dorados, los que transcurrieron entre el 87 y el 91. Luego vendrían otras etapas: en el 94 comenzaría a gestarse un disco que vería la luz en 2008 ya con Axl como único miembro de la formación original. Pero esa historia, culminada con una obra desastrosa, merece un capítulo propio. Ahora disfrutemos recordando los buenos y turbulentos tiempos y celebremos su vuelta a los escenarios.

 

Motley Crüe: Los excesos del glam macarra

En una cita recogida en la contra de “Los trapos sucios”, la biografía de los Motley Crüe, el escritor Nick Hornby es categórico al asegurar que si hay historias peores en el rock and roll que la revelada en esas páginas, no merece la pena contarlas. Esa historia, la de los Crüe, contiene cantidades industriales de alcohol, drogas, sexo y mucho éxito. Y aún más miseria, claro. Muchos disfrutamos con sus himnos glam metaleros y también leyendo sus andanzas, pero Mick, Vince, Tommy y Nikki tienen tela. La verdad es que están muy lejos de parecer buenas personas.

En sus años más salvajes arrasaron con todo, incluso estuvieron cerca de hacerlo con ellos mismos. En diciembre de 1987 Sixx sufrió una sobredosis en la habitación de hotel de Slash que hizo que le declararan clínicamente muerto. Un médico consiguió lo que parecía imposible con dos inyecciones de adrenalina directas al corazón. El bajista despertó, se levantó de la cama y se marchó a casa para seguir drogándose. El episodio inspiró ‘Kickstart my heart’.

Pero a veces los excesos los pagaron otros. En diciembre del 85 celebraban una fiesta en casa de Vince Neil junto a amigos como los finlandeses Hanoi Rocks. Todos habían bebido mucho, pero se quedaron sin existencias, y tenían que ir a comprar. Vince estrenaba coche y se lo quiso mostrar a Razzle, batería de Hanoi, y los dos se fueron a una tienda cercana. A los pocos minutos se consumó la tragedia: Vince perdió el control de su coche, invadió el carril contrario y chocó contra otro vehículo. El impacto fue violento y Razzle falleció en el acto. El vocalista, que conducía bajo los efectos del alcohol, salió ileso y fue acusado de homicidio. En julio de 1986 el juez le condenó a 30 dias de arresto efectivo, 200 horas de trabajo comunitario y una indemnización millonaria a la familia de Razzle. Sus amigos, entre ellos el cantante de los Rocks, Michael Monroe, nunca le perdonaron que ni siquiera se disculpase.

Episodios como este, los de Tommy Lee con sus parejas Heather Locklear y Pamela Anderson, cuyas denuncias le llevaron a pasar una temporada entre rejas, o la falta de empatía cuando han sido incapaces de aparcar sus diferencias para ayudar, aunque solo fuera con una llamada, al compañero que lo estaba pasado mal, tampoco dejan en muy buen lugar a los Motley. Ya lo decíamos antes: demasiadas miserias.

 

GG Allin: Posiblemente, la historia más sucia jamás contada.

La realidad ha llevado la contraria a Nick Hornby. Y sí, hay historias peores que las de Motley Crüe y además han sido contadas. La de GG Allin y sus Murder Junkies la retrató con detalle Evan Cohen en «I was a Murder Junkie. The Last Days of GG Allin». Contaremos todo esto con tacto para que al lector no le den ganas de dejar de leer.

Cohen había llegado allí como encargado de la venta del merchandising en la gira y de la noche a la mañana se vio envuelto en el infierno que significaba salir a la carretera con GG Allin, su hermano Merle, Bill y Dino. Casi nada. Drogas, sexo enfermizo, suciedad, brutalidad… fueron dos semanas terroríficas, no era casualidad que aquella serie de conciertos fuera bautizada como «Terror in America Tour». En fin, lo que ocurría parece irreal, cada noche parecía la última, con GG pidiendo que le orinasen o defecasen encima de él, fans agredidos salvajemente por el cantante y agradecidos porque este les había mandado directamente a urgencias o el propio GG saliendo por piernas de una sala con decenas de freaks tras sus pasos.

Aquello debía de ser tan insoportable que Dee Dee Ramone, curtido en mil batallas, no aguantó ni dos asaltos cuando se enroló en la banda de Allin, ni siquiera él tenía estómago, aquello era demasiado. Dee Dee Ramone, repito.

Los últimos días de GG fueron un reflejo del resto de su vida. Era carne de cloaca, un tío que había sido detenido y acusado de violación y tortura ya en 1989 y que fue de mal en peor. Musicalmente, lo suyo era un punk rock muy lejos de la primera división con unas grabaciones que dejaban mucho que desear y que lastraban abiertamente el producto final. Punk rock y country eran las grandes pasiones del angelito.

El libro de Cohen, como el documental «Hated», nos lleva hasta la última noche de Allin, tras su actuación en la Gas Station de Nueva York. Aquel día GG inhaló grandes cantidades de heroína y cocaína y no sobrevivió. Su funeral se convirtió en una performance más de las tantas que había protagonizado en vida, ya que sus compañeros le vistieron con su sucia chaqueta de cuero y le pusieron una botella de Jim Bean al lado. Además, su hermano le pidió el forense que no lavara el cuerpo ni lo maquillara.

El funeral fue una fiesta salvaje y de dudoso gusto, con los amigos del finado poniendo drogas y alcohol en su boca. Para terminar, su hermano Merle, junto a su madre y el resto de la banda, se acercó al cadáver y tras quedarse mirando un rato largo terminó diciendo: «Le he visto con mejor cara. Aunque también se la he visto peor en otras ocasiones», las risas de los allí presentes pusieron el broche.

 

Ozzy Osbourne: Demasiado loco hasta para los Motley Crüe

Antes que las Kardashian estuvieron los Osbournes, y desde luego que muchos años antes de que el mundo conociera las interioridades de la familia del Madman, Ozzy había protagonizado mil historias entre el escándalo y la demencia. Son casi cinco décadas en la brecha, desde los tiempos de Black Sabbath, y lo más grande es que su afición por protagonizar polémicas, lejos de remitir, se ha consolidado con los años. Sus memorias son una locura. Para hacernos una idea, y volviendo a tomar a Motley Crüe como unidad de medida de grupo descontrolado, cabe recordar que los de Nikki Sixx se vieron intimidados por Ozzy. Calculen pues.

Durante una gira conjunta, y en su carrera para ver quién la liaba más gorda, los músicos hicieron una parada en el camino y Osbourne decidió que ya habían consumido mucha cocaína, de manera que esta vez propuso que se metieran juntos unas hormigas. Y lo hizo ante el asombro y casi horror de Nikk, que vio como se agachaba e inhalaba una hilera que se dirigía a un caramelo. La cosa empeoró cuando el bajista procedió a orinar y Ozzy lamió el charco como un perro. Definitivamente, los chicos salvajes del glam no podían competir con aquello.

Quizá la anécdota más célebre de Ozzy ocurrió en 1982, cuando un fan le lanzó un murciélago vivo durante un show y él, creyendo que se trataba de un juguete, le arrancó la cabeza de un mordisco. Esta vez fue más allá de lo que él mismo pretendía, y cuando se dio cuenta de lo que había hecho, le llevaron al hospital para recibir la vacuna contra la rabia. Ozzy había mordido antes palomas, pero esta vez la locura no fue voluntaria.

Su vida, en definitiva, ha sido una sucesión de escenas delirantes que él mismo recopiló hace unos años en un libro “I am Ozzy (confieso que he bebido)”, un artefacto repleto de ellas.

 

Oasis: La incontinencia verbal del britpop

Cuando se conjuga una desorbitada atención mediática con el carácter pendenciero de tus dos líderes y un éxito descomunal que te convierte en el grupo del momento, es muy difícil que te quedes fuera de una lista como esta. Y el caso de Oasis fue ese, tal y como se reflejaba en el documental “Supersonic” (Mat Whitecross, 2016). Las salidas de tono de los Gallagher fueron múltiples, siguiendo sobre todo dos caminos: por un lado, una rivalidad encarnizada y ampliamente tratada por aquí con la gente de Blur, y por otro, una relación fraternal a la que el adjetivo tormentosa se le queda corto.

Y las drogas, claro, las drogas, ese hábito que Noel comparó en su día con “tomarse el té de la mañana”. Las tomaban en todas partes, incluso en el 10 de Downing Street, cuando se hiciero unas rayas de cocaína durante la recepción del Primer Ministro, Tony Blair.

1996 fue el año más hooligan de Oasis. Liam estaba fuera de control: peleas, altercados, destrozos en locales, incluso una mujer llegó a denunciarle por morderle la nariz en un concierto de Ocean Colour Scene. Las portadas de los tabloides tenían su espacio diario dedicado a Noel y Liam, y a partir de ahí, supongo que ya iban componiendo el resto de las informaciones.

La montaron en hoteles, en aviones, cargaron contra todo y contra todos y aún así tuvieron tiempo más que de sobra para no dejar de tirarse los trastos a la cabeza entre ellos. Una pandereta, un palo de criquet, cualquier objeto servía para agredirse mutuamente porque, no, no hablábamos en sentido figurado con lo de los trastos. Las rencillas pusieron al grupo en un permanente borde del abismo con abandonos puntuales de alguno de ellos. Al final todo volvía a su peculiar “normalidad”. Bueno, en realidad no siempre.

En el verano de 2009, Oasis suspendió el concierto que tenían previsto en el Rock en Seine de París, donde más de 30.000 personas esperaban su actuación. La cantante Amy Macdonald presenció la pelea y escribió en su Twitter «Oasis han cancelado sus actuación pocos minutos antes de saltar al escenario. Liam ha destrozado la guitarra de Noel. ¡Una gran pelea!». Esta vez, ni siquiera su madre pudo mediar, y Noel Gallagher, anunció que abandonaba la banda. Y hasta hoy.

 —*Mañana, la segunda parte del reportaje.

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