La última noche en el Círculo de Bellas Artes, de Chicho Sánchez Ferlosio y Rosa Jiménez

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DISCOS

«Conviene no dejar que caiga de nuevo en el olvido, puesto que la lucidez de sus ideas y de su vida nos puede servir de faro»

 

Chicho Sánchez Ferlosio y Rosa Jiménez
La última noche en el Círculo de Bellas Artes
MADMUA RECORDS, 2022

 

Texto: CÉSAR PRIETO.

 

Cuando Chicho Sánchez Ferlosio actuó en el Círculo de Bellas Artes, en 1997, el grueso de su obra ya estaba construido. Una obra exigua, pero que había tenido vicisitudes muy curiosas. Su primer disco fue grabado por una pareja de jóvenes comunistas suecos y tuvo un éxito descomunal en los países nórdicos por la mitificación de la lucha antifranquista, pero también porque tenía enormes composiciones, aunque grabadas sin condiciones técnicas y con el solo acompañamiento de una guitarra de palo. Es lo que se llamó canción protesta.

Su segundo disco, A contratiempo, añadía a ello canciones amorosas que adaptaban poemas de Agustín García Calvo y experimentos casi vanguardistas como la recreación de antiguos cantos latinos. Todavía hay un tercer disco, un single que se empeñó en editar Mario Pacheco, en Nuevos Medios, con una versión de Soledad Bravo. Todo ello da cuenta de un cantante que llegó a tener un registro bastante amplio y que intentaba esquivar el éxito por insulso. Con decir que la CBS le hizo una oferta por todo lo alto que rechazó…

En los últimos tiempos, su obra parece haber entrado un poco más en juego. Libros, documentales y discos con canciones inéditas van recogiendo la obra de un outsider, un dandy que proyectó todo su arte en su propia vida. En el Círculo de Bellas Artes dio uno de sus últimos conciertos, y su compañera en el amor y el escenario, Rosa Jiménez, quiso grabarlo porque le parecía que era algo que se debía preservar. Así que contrató a un equipo profesional y el máster quedó de fábula, lo que ocurre es que por diversas circunstancias —que se desvelarán en el próximo Cuadernos Efe Eme— no ha aparecido hasta nuestros días.

De primeras, Mariano Marín, un pianista que les acompañaba en los recitales, ofrece un colchón que eleva a las canciones y prepara unos arreglos que las envuelve, permitiendo a Chicho despreocuparse de la guitarra. Ello hace que el repertorio parezca más cuidado y atractivo, sin esa pulsión original, pero más encajado en el concepto canción. Y entre las composiciones hay un buen ramillete que derivan de poemas de Agustín García Calvo, versos crípticos pero llenos de un extraño lirismo. “Las moras negras” o “Afro tambú” enamoran sin saber bien qué nos quieren decir y, en ellas, el piano se vuelve romántico.

Por otra parte, Chicho carga la mano en las canciones políticas, casi todas nuevas, para explotar su carácter noticiero. “Medias verdades”, con alusiones a los gobiernos socialistas, o “Encuesta junto a una central nuclear” y “Maldita mili”, de título bien explícito, acrecientan la dureza de su mensaje en contraste con la dulzura del piano.

Entre medias se cuela una tonada tradicional italiana, “La maremma”, un canto de dolor de las mujeres cuyos hombres tenían que ir a trabajar a las marismas de la Toscana. Lo sentía muy cerca, puesto que su educación y su familia era medio italianas.

Últimamente, como decimos, la figura de Chicho Sánchez Ferlosio se está revitalizando en su apreciación. Sin ser conspiracionista —sería ridículo en este caso— daba la impresión, incluso en vida suya, que resultaba molesto para el poder, especialmente de izquierdas, porque recordaba ideas que estos habían traicionado. Conviene no dejar que caiga de nuevo en el olvido, puesto que la lucidez de sus ideas y de su vida nos puede servir de faro. Y no hay muchos en este país.

Anterior crítica de discos: Melt away: a tribute to Brian Wilson, de She & Him.

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