La Casa Azul: Las teorías de Guille Milkyway

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«En el fondo soy un autor que canta sus canciones, y a mí me gustan cantautores de toda la vida, de todo tipo: Silvio Rodríguez, Víctor Jara o Pablo Milanés, o yo qué sé. Me gusta mucho, igual que me gustan otras cosas»

«La Polinesia Meridional» se editó en la recta final del año pasado, pero ahora, aprovechando la gira de presentación, Chema Domínguez habla con Guille Milkyway.

 

 

Texto: CHEMA DOMÍNGUEZ.

 

 
En su mejor momento. Están en su mejor momento y la perspectiva es seguir mejorando. La Casa Azul estrenaron «La Polinesia Meridional» terminando 2011 y en este 2012 van agotando entradas y teniendo que ampliar fechas. Tras unos comienzos maqueteros y arrebatadores hasta su primer EP: «El sonido efervescente de La Casa Azul» (2000), el proyecto nacido del talento de Guille Milkyway ha sabido mantener una naturalidad que está encajando perfectamente con su evolución musical, y escribiendo cada vez mejor. «La revolución sexual» (2007) ha dado sus frutos. Con él charlamos.

Sin ser entusiasta de las listas de ventas, en tu caso sí alegra reseñar que con cada nuevo trabajo entras un poco mejor entre los más vendidos, con «La Polinesia Meridional» lo has hecho entre los veinte primeros, ¿esto significa alguna satisfacción especial para ti?
En esto siempre he sido extremadamente escéptico. Todo el asunto mediático que un poco se escapa de tus manos… Teniendo en cuenta cómo hacemos las cosas desde siempre, no sé si desde el underground o como lo quieras llamar, pero sí de forma sincera y real, creo que es algo fortuito. Muchas veces, indica un punto de fidelidad de la gente que ha tomado al grupo desde hace años como algo suyo, de su día a día, de forma muy natural. Pero bueno, sinceramente, soy escéptico en el sentido de que no tiene que ver con lo que hago. Todos conocemos a mil personas que merecerían vender muchos discos, libros o cuadros y no lo hacen, pero no porque no estén realizados con su obra o porque la obra lo merezca o lo deje de merecer. Luego, con las alegrías estas, pues culturalmente has aprendido que tienes que alegrarte aunque seas escéptico; si a veces pasa que te dan un premio o pasa esto pues dices: «jo, qué bien», pero no es lo más importante.

De todas formas, en la trayectoria de La Casa Azul y como Guille Milkyway también, sí que habrás visto una mayor correspondencia a cada nueva tanda de conciertos, y eso está fuera de escepticismos.
Sí, claro, poco a poco crece, pero tampoco excesivamente. Creo que es una cosa bastante coherente que haya sido así. Ahora no es una cosa extraordinaria ni antes era extremadamente pequeña, bueno, somos un grupo pequeño y modesto, y creo que siempre lo seremos. Lo que pasa es que sí es cierto que hay una pequeña progresión de llegar a más gente, pero de una forma muy natural. Insisto, yo me mantengo un poco en la distancia de estas cosas que de repente suben, porque creo que de eso tenemos que huir. Cuando sufro el peligro de que esto es así pienso que es supersano cortar, dar un espacio y volver tranquilamente, porque no creo nada en poner las cosas o hacer las cosas por obligación delante de la gente. Me gusta que la gente se acerque, vean una cosa y por curiosidad empiecen a estirar. Es más natural. Al menos es mi visión.

De hecho, ¿esta actitud se refleja en el sonido y los tiempos de «La Polinesia Meridional»?
Puede ser, tampoco es algo hecho de forma deliberada, a veces lo hago y sale otra cosa. Es como muy natural, sí, supongo que tiene que ver con el ritmo vital de cada momento. Por un lado, hay una serie de elementos que incluso he forzado más que otras veces a nivel de grandilocuencia en el sonido: todo así como una cascada de cosas. Pero por otro lado, sí que me he dado cuenta estos días, que pegué una escucha al disco desde que lo grabé, y percibo que todo tiende a esa fuerza del dramatismo, y siento que me define bastante. Alguien puede percibir ciertas cosas como exageradas: el uso de la épica, por ejemplo, pero me siento identificado con eso, y me hace ilusión.

¿Así que desde el proceso de inspiración y composición hasta las cuestiones más técnicas ya en el estudio, ha sido el de dejarte llevar?
Sí, siempre lo es realmente. Tengo la suerte de tener mi estudio, modesto pero suficiente, y de alguna manera en mi forma de trabajar hago converger todo, sobre todo últimamente. Casi en el mismo momento están todas las subdisciplinas: composición, producción, arreglo, grabación, etc. Todo sucede, más o menos, a la vez. Es un proceso muy íntimo porque casi siempre estoy solo, y esto unido a mi incapacidad para hablar de otra cosa que no sea de lo que me ocurre e intentar sacar afuera ciertos miedos y cosas hace que sí, claro, que este proceso siempre es natural e íntimo. En el fondo forma parte de un momento muy aislado. Me gustaría percibirlo de otra manera que no fuera así, como alguien que realmente está explicando cosas de una forma muy sencilla y no cuente sus miedos, su ansiedad, pero es que tampoco sé hacerlo de otra manera. Me encantaría explicar historias, pero no sé.

Hombre, historias hay. Además, el contraste entre los textos está mucho más marcado, de repente es muy revolucionario, de repente muy crítico, otras muy irónico y sarcástico, otras enamorado…
Claro. Sí que percibo la exageración por contraposición de estas dos cosas: de la luminosidad con el catastrofismo. Y de alguna manera pienso que siempre ha habido una especie de tendencia a situar este tipo de asuntos en dos planos muy diferentes, cuando en realidad todo forma parte de un cierto costumbrismo, del día a día mío y de cada uno. Porque realmente no es muy distinto cómo te afecta el declive del sistema político, económico, etc., respecto a enamorarte o a una espiral de ansiedad; porque en el fondo son cosas que están en tu día a día desde que te despiertas. Y de hecho, cuando tú hablas de estas cosas con alguien más o menos próximo o que forma parte de tu día a día no lo sitúas en planos muy diferentes, tu conversación fluye de una forma muy natural, puedes decir: «tengo un dolor aquí, tengo que ir al médico» y a la vez mostrar el periódico y «mira, la cumbre del otro día»… Todo forma parte del costumbrismo, y a veces tendemos a asociar hablar de ciertos temas como una cosa mucho más honda y de otros no. Puedes hacer análisis de todo con más o menos profundidad. Interesa mucho militar en la sencillez, en esta cosa directa, en ubicarlo todo en el mismo plano porque en el fondo es música pop que está dentro del plano del arte menor o como lo quieras llamar, y yo me siento mucho más cómodo haciéndolo así.

Igual me miras mal, pero hay letras que son prácticamente de canción de autor, o al menos las podría cantar alguien cercano a ese género.
Sí. Bueno, esto de las definiciones es como es. Yo en el fondo soy un autor que canta sus canciones, y a mí me gustan cantautores de toda la vida, de todo tipo: Silvio Rodríguez, Víctor Jara o Pablo Milanés, o yo qué sé. Me gusta mucho, igual que me gustan otras cosas. Evidentemente, luego te sobra el género; pero igual que me gustan cosas de ska o garaje. También hay un punto de unión quizás específico en este tema de la canción de autor, incluso luego también más por la vía de la cosa romántica, me siento muy cómodo porque yo en el fondo creo que algo importante que define bastante al grupo es un poso como melódico, algo que a la vez hace que el grupo esté desubicado a veces del entorno porque no es algo que esté muy instaurado en según qué escenas.

¿Quizá por eso el disco se titula «Polinesia Meridional», en alusión a la diversidad que representa siempre un conjunto de islas?
Tampoco creas que pierdo demasiado tiempo en el título de los discos, porque no me sentiría supercómodo en la pretenciosidad esta de querer sintetizar o pensar en un disco conceptual, para nada. Siempre me gusta que sea levemente evocador de una sensación general del disco, la «Polinesia Meridional» respira un sentimiento así como escapista, gira o habla en torno a la evasión. Esto lo evoca un poco, me parece curiosa esta rareza, esta realidad un poco distorsionada que es la Polinesia Meridional. Un conjunto de islas del sur, casi tocando la Antártida, en la cual las imagenes que ves son raras, algo casi como cósmico, son playas pero algunas heladas o con nieve, es algo como extraño y, bueno, me resulta chulo el contraste de algo que no esperas. La playa helada es muy evocadora, porque es un lugar que es un refugio pero a la vez es muy incómodo.

«No soy de los que rechazan las etiquetas porque creo que una de las cosas para las que más o menos sirven, es para analizar la historia de la música popular»

El otro día, preguntando a Alaska directamente sobre grupos como La Casa Azul fue muy clara: «Hombre, La Casa Azul es uno de nuestros favoritos (por Fangoria), tanto como producción como composición». Pienso que hay vasos comunicantes entre ambos, ¿hay posibilidad de veros juntos?
Eso sí que no lo sé, depende de muchas cosas y de cada cual. Yo siempre respeto mucho la obra de los artistas y a mí me da pánico muchas veces entablar una relacción personal con el artista, porque juntar las dos cosas siempre me parece superpeligroso, como mínimo, arriesgado. Porque a veces sabes que no serás capaz ya de discernir más entre artista y obra. No sé, yo toda mi vida he querido militar mucho en lo de centrar el foco sobre la obra y no sobre el artista. Pero a su vez, claro, me interesa mucho, soy muy estudioso del asunto, entonces, desde 1978 y toda la evolución de los 80. Aparte de que fue una parte de mi vida y una influencia básica y casi te diría que aliviante, no sé cómo llamarlo, pero fue como un alivio descubrir toda la época floreciente de Dinarama, era supergratificante porque ese monumento a lo melódico, al color, a la despreocupación, hablando a la vez de cosas profundas: es que alivia. Sobre todo en la adolescencia, porque no es lo que te acostumbras a encontrar, y realmente siempre tenemos una cierta presión a los que nos han gustado ciertas cosas de poderlas mostrar. Que me digas esto, imagínate. Con ella creo que no he hablado nunca, y con Nacho Canut a lo mejor he hablado una vez.

Además, estuviste con ‘Vacaciones’ en «Viaje satélite alrededor de Carlos Berlanga» (2010).
Carlos expresaba muy bien esa dicotomía entre las dos cosas, realmente es un personaje importante, como Alaska o Nacho Canut, porque han roto esa preconcepción de que el hedonismo no es compatible con otras cosas de mayor calado. Eso es una cosa absurda aprendida que ha calado hondo culturalmente, y es muy importante que haya artistas y que haya momentos en el desarrollo cultural, en este caso de la cultura popular de un país, que rompan de base ese tipo de preconcepción. En el anglosajón pasa mucho, es tan sano que de repente aparezcan elementos disonantes y que rompan clichés…

…Desprenderse de lo mal aprendido y cuanto antes, mejor.
Es superimportante, estamos hablando además de expresiones artísticas, aunque sean pequeñas, y ahí no puedes aplicar dogma porque no sirve para esto, no sirve para nada, pero para esto menos.

La Casa Azul viene de Barcelona, ¿cómo vives la avanzada de la música catalana, en catalán, con tanta variedad y enlazando éxitos comerciales también?
En esto también tiendo a ser escéptico, ni creo que antes estuviera la cosa tan mal ni ahora, de repente, haya como una especie de florecimiento. La efervescencia de la escena siempre está ahí, el tema de la lengua es una cosa muy positiva y muy revitalizante de la escena catalana: que te puedas expresar en una lengua y no sea sinónimo de estar haciendo un tipo de música u otro. Esto pasaba mucho, pasó aquí durante una época que cantar en inglés significaba hacer un tipo de música. Tú canta lo que quieras y haz la música que quieras, pero las dos cosas no tienen por qué estar ligadas; y esto en Cataluña pasaba un poco y es muy gratificante escuchar grupos en catalán góticos, folk, pop, rockistas, de todo tipo. Que eso es algo que siempre ha costado mucho y normalmente la lengua catalana se acostumbraba a asociar a un tipo de género, también a un entorno político y no es nada sano, porque incluso quita valor a los grupos que sí, que además quieren reivindicar un tema político; porque si solamente hay grupos que están usando la lengua materna para reivindicar cosas entonces quita valor a la reivindicación en sí. La escena, por fin, está supernormalizada en esto. Es que, sabes, nunca le he dado nada de importancia a la lengua.

Cierto, desde los 80 hasta ahora, por citar algunos: Lax’n’Busto, Manel, Quimi Portet… También Sergio Dalma canta en catalán en su último disco ‘Senza una donna’.
Bueno, hay grandes pioneros. Ahora que hablas de esto, cuando piensas en los años 60 solo se ha hablado de la Nova Cançó y todo esto, pero había muchas cosas, mucho más populares a ese nivel: de ye-yé, de cosas más despreocupadas que se estaban haciendo en catalán y que siempre se les quitó valor por no representar una idea clara de lo que era la lengua catalana, y eso siempre ha sido un error, yo creo. Esta especie de eliminación de lo que se suponía superficial, populista, popular, que no contaba nada, y es un error. Hay grandes discos desde jazz hasta cosas más ye-yé y un poco más recoletas increíbles cantadas en catalán y en los años 60.

Te has acercado a estilos más populares como la rumba en la BSO de «Yo, también» (2009), ganando el Goya a la Mejor Canción Original. Y en tu proyección internacional en Japón te sitúas en un género popular allí como el Shibuya-kei.
Ya sabes que esto de los géneros a veces son etiquetas. Yo no soy de los que rechazan las etiquetas porque creo que una de las cosas para las que más o menos sirven, es para analizar la historia de la música popular y hacer un compartimento, para más o menos hacer un poco de árbol de cómo evoluciona la música popular. En este caso, el Shibuya-kei, tal y como lo entienden allí, implica toda esta especie de grupos haciendo música pop mezclando muchas cosas sin demasiados prejuicios, que fue una escena efervescente y muy prolífica, sobre todo centrada en Tokio, en el barrio de Shibuya, pero el movimiento era mucho más grande porque había grupos de Kyoto y otros sitios desde mediados de los 90 hasta inicios de siglo, donde la gran cabeza visible a nivel mundial fueron Pizzicato Five. Pero hay una estela de grupos increíble, a mí eso me inspiró muchísimo porque me veía más relacionado con eso que con muchas otras cosas que estaban sucediendo a mi alrededor. Básicamente por esta falta de prejuicio total, que es algo muy asiático, porque allí realmente sale de forma muy natural, tú eres capaz de ir a un concierto de un grupo rockabilly muy purista y, de repente, como artista invitado salen dos tíos haciendo cositas con las Nintendos, soniditos como antiguos en una canción del grupo rockabilly. Y esta cosa desubicante es muy dificil entenderla en Europa y en Estados Unidos, en lo anglosajón. Y ahí es muy natural, esta falta de prejuicio general aplicada al arte es maravillosa, es como romper muchas cosas y en eso yo me siento muy identificado.

De las candidaturas que optan a presidir la SGAE, quiero destacar la que habla de «refundación», de «regenerar». Quizá estas sean las palabras clave que todos los candidatos tienen en mente. ¿Cuál es tu opinión?
A ver, yo creo que hay dos discursos. Hay un gran discurso acerca de los derechos de autor que no tiene nada que ver con la gestión que se ha hecho en este país o en cualquier otro, sino que es una discusión en un punto más elevado que es definir el derecho de autor y hay opiniones de todo tipo: si tiene sentido o no hoy en día, si tiene sentido tal y como se definió hace años y cómo se debe gestionar eso. Pero es una discusión muy elevada y requiere un debate profundo a nivel social. Como mínimo, independientemente de las opiniones, es algo que está ahí, y eso no tiene nada que ver con la gestión que se ha hecho en este país, yo creo, de la Sociedad de Autores. Por un lado yo comprendo profundamente que se luchó mucho desde los autores, hubo muchos años de lucha para conseguir ciertas cosas que han sido muy importantes con el paso del tiempo, porque uno jamás se va a poder ganar la vida vendiendo discos aunque sea el número uno de ventas durante muchos meses. Bueno, el derecho de autor es algo que de alguna manera vuelve a tomar cierto sentido para devolver algo, para tener algo de lo que se genera alrededor de la música, y es muy importante cuidar muchísimo la imagen real del trabajo del músico de base. Lo que no puede ser es que el músico de base se vea perjudicado porque haya habido una mala gestión durante años, o porque no haya una buena comunicación de lo que es la gestión de una sociedad de autores. No puede ser que un músico que hace canciones y que vive de forma modesta, que es el caso de casi todos, tenga que esconder una carpeta que tenga de SGAE de las minucias de réditos que le acaban de llegar de lo que sea. Eso no puede ser. Esa persona no tiene que pagar por eso, y no puede ser una lacra social en ese sentido. Entonces, cualquier tipo de refundación o de reorientación de esto me parece esencial.

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