El corte final, de Paraíso

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DISCOS

«Una frescura primigenia, un espíritu ultrapop desenfadado y un descaro melódico que iluminó nuestra música un año entero e, irremediablemente, se perdió»

 

Paraíso
El corte final
Munster Records, 2020

 

Texto: CÉSAR PRIETO.

 

Aunque corría desaforadamente en grabaciones pirata, e incluso su entonces joven batería, Paco Díez, había colgado en su página todo lo que el grupo alguna vez grabó —conciertos, el primer ensayo del “Para ti”—, estas canciones se han hecho esperar más cuarenta años. Por lo menos en el formato para el que estaban destinadas: un elepé de vinilo, físico y redondo.

Situémonos en 1979. Tras la disgregación de Kaka de Luxe y los tanteos de sus componentes para ir creando y repartiéndose en grupos por afinidades estéticas, hacia principio de ese año ya existe Paraíso, que se ha gestado con una veloz entrada y salida de diversos componentes —incluso Carlos Berlanga llegó a acudir a un par de ensayos—, aspecto que será el hábitat natural del grupo durante su corta existencia, de la que lo mínimo que se puede decir es que nunca llegó a tener una formación estable.

Las compañías, por aquel entonces, andaban locas buscando grupos de nueva ola, por si las moscas. Tenía entonces un público muy escaso, pero no fuera a ser que en nada empezaran a vender discos. Así que Zafiro —que ya tenía a Tebeo y Tacones, de los que hoy nadie se acuerda y que no iban más allá de ser meros imitadores de Tequila— prueba con Paraíso. Por probar, estoy seguro de que les daba igual uno que otro. Llega toda la troupe, que deja claro que ellos no son rockeros a lo Chapa y, ya en el 80, días después del homenaje a Canito, se meten en el estudio para grabar las maquetas que darían lugar a un elepé.

El 15 de abril se presenta en la sala El Sol la que era indudable que podía funcionar como single, “Para ti”. La puesta en sociedad es la de las grandes estrellas: seiscientos periodistas de toda la península son invitados para asistir al estreno del fenómeno, pero el sello no pone un duro para sonorizar la sala y el grupo ha de tocar con el equipo del local de ensayo. Las canciones ni se distinguen unas de otras —hubo otros conciertos sublimes, todo hay que decirlo—. El sello, visto el fracaso del intento, anula el disco proyectado y cualquier otro, pero no les dan la carta de libertad, no fueran a tener éxito en otra compañía. Milagrosamente alguien se queda con una copia de la cinta de esas maquetas: iba a ser utilizada para grabar encima.

Han pasado más de cuarenta años y, por fin, Munster tiene la prestancia de recuperarlas. Quince canciones, y una extra en el cedé que acompaña al vinilo, que recogen un batiburrillo de influencias estéticas, deudoras seguramente de que todos los que iban entrando en el grupo, dejaban cierta impronta en la composiciones de su periodo, y luego abandonaban. Y el primero, como hemos dicho, Carlos Berlanga, que diseña “No te equivoques”: aunque el grupo la toca acelerada, aún se huelen en ella el aire sofisticado, el aroma a bossa del futuro pegamoide. De este primer repertorio también destaca el saltarín ska a lo The Specials que es “Rock para Vitorichi”’, dedicada a Victoria Abril, que obsesionaba al Zurdo desde que actuó como protagonista en la olvidada película “Mater amatísima”.

También de sus primeros tiempos vienen las dos versiones, la del “Mongoloid” de Devo y “Tío, ¿me puedes prestar?” —seguramente la más actual y la más rancia—, una letra que habla de crisis económica en una adaptación de “Brother, Can You Spare A Dime?” —es la que viene como extra—, un viejo clásico de los años 30 que han cantado desde Bing Crosby a Tom Waits. La solución de Paraíso da al tema un extraño aire costumbrista y apocalíptico.

Completaban las canciones de sus inicios, “Jet action”, un sarcasmo contra las actitudes elitistas, “Vacaciones en la morgue”, aquí el sarcasmo va contra la uniformidad estival y “¿Qué es lo que me pasa, baby?”’, sobre la muerte de la novia de Syd Vicious.

Hay otra tanda de canciones, compuestas con el grupo ya bien encarrilado. La introducción del “Monday, monday” sirve para abrir “Se una chica de hoy”, una sátira sobre el punk en la que una alusión a Ramoncín —«ya lo van a disecar», dice la letra— les llevó a algún conflicto con el vallecano. También recogieron “Lipstick”, un galáctico retrato femenino de esos que tan bien le quedaban al grupo.

De las canciones que el grupo compuso ya en sus postrimerías, una de las más emocionantes es “(Y al final) Carolina”, respuesta del Zurdo al “Caroline says” de Lou Reed. La elegante guitarra de Antonio Zancajo introduce esa tipología femenina de extraña sensibilidad que tanto gustaba al Zurdo. También de regusto femenino es “No quiero mirar (otra vez atrás)”con un bajo de pegada y dedicada a Ana Curra, antes incluso de que existiesen los Pegamoides.

¿Qué hubiera supuesto este elepé en el año 80? Es imposible saberlo; pero seguramente, editado con medios, sería hoy día el más claro ejemplo de que hubo una frescura primigenia, un espíritu ultrapop desenfadado —no solo ellos, también las Chinas o los Bólidos— y un descaro melódico que iluminó nuestra música un año entero e irremediablemente se perdió. Cuarenta años.

Anterior crítica de discos: Land of no junction, de Aoife Nessa Frances.

 

 

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