Diez canciones esenciales de Gabinete Caligari

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Gabienete Caligari rozaron las dos décadas como banda, y en ocho discos de estudio (al margen de epés y directos) hicieron historia. Carlos H. Vázquez repasa su legado en diez composiciones imprescindibles.

 

Selección y texto: CARLOS H. VÁZQUEZ.

 

Al contrario que con otras bandas, a los Gabinete se les reivindica como a un grupo muerto. Sus canciones son siempre una apuesta segura, pero nadie piensa demasiado en una reunión de sus componentes: Jaime Urrutia (voz), Edi Clavo (batería) y Ferni Presas (bajo). Es como si bastara con su legado. La disolución de Gabinete Caligari, a finales de los 90, no dejó esperanzas, pero, ¿quién no pagaría por verlos otra vez juntos? Siempre hay que volver a los clásicos.

 

1. ‘Golpes’ (“Parálisis Permanente / Gabinete Caligari”, Tic Tac, 1982).
El génesis de la banda está aquí, en un epé de cuatro cortes compartido con los Parálisis Permanente de Eduardo Benavente, Ana Curra y compañía. La influencia clara del after punk por ambas partes y la amistad entre ellos propició un apoyo común para este lanzamiento conjunto. Jaime Urrutia tocó la guitarra en los dos temas de Parálisis también: ‘Autosuficiencia’ y ‘Tengo un pasajero’. ‘Golpes’, por el lado de Gabinete, venía de los ensayos del piso de la calle de Don Ramón de la Cruz. Allí pasaba las tardes Eduardo Benavente, viendo cómo ensayaban los que para él iban a ser los próximos Killing Joke. Después, cuando decidieron grabarla, lo hicieron en ocho horas, en los estudios Doublewtronics, junto con ‘Sombras negras’ (Gabinete Caligari) y la parte ya mencionada de Parálisis Permanente, contando con la producción de Eduardo. El presupuesto que hubo para la grabación fueron 25.000 pesetas reunidas entre amigos y familiares, y la tirada de 1.000 copias se agotó enseguida (la reedición de DRO, que era de 6.000, también). El siguiente single en publicarse con el nombre de Gabinete Caligari iba a ser “Olor a carne quemada”, continuación de la temática oscura pero con el añadido de la estética nazi.

 

 

2. Que Dios reparta suerte (“Que Dios reparta suerte”, DRO / Tres Cipreses, 1983).
Ferni Presas dice que este disco, “Que Dios reparta suerte”, es un puente entre los primeros singles y los discos de larga duración que iban a llegar después. Incluso estéticamente, pues estaban influenciados por la imagen rocker de Alberto García—Alix (autor de la foto de la portada), Antonio El Gorila (Bartrina, de Malevaje) y Ulises Montero. En lo que al sonido se refiere, pasaron del after punk a grupos de rock americano como The Smithereens, pero también por la música folclórica española que se habían traído de la convivencia en la mili. Ese poso cultural acabó por “españolizar” la silla eléctrica y la sustituyó por los toros, presente en ‘Sangre española’ (homenaje al torero Juan Belmonte) y en ‘Que Dios reparta suerte’, donde la fiesta nacional empapa el cancionero con saxos, castañuelas y pasodobles. La canción por la que les llamaron “mataperros”.

 

 

3. ‘Cuatro rosas’ (“Cuatro rosas”, DRO / Tres Cipreses, 1984).
Si alguien quiere iniciarse en su discografía, lo mejor es empezar por ‘Cuatro rosas’. Es reconocible por los acordes del principio, como todas las canciones inolvidables (que no son pocas) que marcaron una etapa, en este caso del rock español de los 80 y de la propia carrera del grupo. Jaime, Edi y Ferni pensaban que si no funcionaba este disco se iban a tener que retirar debido a la escasez de capital. En parte, se entiende el riesgo: seguía siendo notable la herencia del rock siniestro (‘Tango’), pero poco quedaba del término “rock torero” —dicen que acuñado por Francisco Umbral o por Patricia Godes, no queda claro— de ‘Que Dios reparta suerte’, el primer álbum. En ‘Cuatro rosas’ destaca, entre otras cosas, la línea rítmica de Ferni con el bajo y la batería de Edi, junto con el clavicordio de Teresa Verdera. Sin menospreciar la letra (con la voz de Jaime, tan cavernosa como poética) y el saxo de Ulises Montero, clave de lo que iba a ser el trío en los siguientes álbumes. Una bonita canción sobre alcohol (bourbon) y el amor en memoria de Janis Joplin. Además, se puede bailar con ella por ser pariente lejana del tango (de eso tiene buena “culpa” Antonio Bartrina). ¿Qué más se le puede pedir a una canción de pop?

 

 

4. ‘Canción del pollino’ (“Al calor del amor en un bar”, DRO / Tres Cipreses, 1986).
La canción de verbena (en el buen sentido) volvía a ser imprescindible con “Al calor del amor en un bar” y el single que da título al álbum. Ser hortera es de valientes. El folclore de ‘Al calor del amor en un bar’, de todos modos, ha estado muy magnificado; lo hay, pero no tanto como para estar más cerca de ‘Que Dios reparta suerte’, saltándose ‘Cuatro rosas’. No en vano, el alcohol es la principal causa y, a la vez, solución de todos los problemas (Homer Simpson dixit) en este nuevo repertorio. Un ejemplo es ‘Canción del pollino’, donde se encuentra la caricatura del español medio que no sabe, no contesta, y acepta la incultura como bandera. Más de un millón con hijos que “seguirán al frente de las estadísticas que denominan a nuestra tropa la más inculta de Europa”, como dice la letra. El tema, por cierto, es el único que no firma Ferni. El bajista formó parte del proceso de composición, desde luego, pero no le gustaba el título y cedió los derechos “graciosamente”.

 

 

5. ‘La fuerza de la costumbre’ (“Camino Soria”, EMI, 1987).
La primera persona en las letras compuestas por Urrutia, tanto en grupo como en solitario, son patrimonio de la lingüística nacional. Se toma esta clase de temas muy en serio y no se esconde. Lejos de eso, acaba terminando una declaración de principios que había empezado siendo una confesión. En ‘La fuerza de la costumbre’ no hay trampa ni cartón, como en la totalidad del propio “Camino Soria”, un trabajo que nació por el desengaño amoroso (‘Camino Soria’) y por la despedida de un amigo (‘Tócala, Uli’), abriendo el pecho de Urrutia para que, por primera vez, pudiera posicionarse como el núcleo principal de la composición. Millones de ventas por un puñado de canciones que vivían en el rock pero que, a final de cuentas, cojeaba del mismo pie que el resto de las vidas mortales. Se echa de menos, desde hace bastantes años, un nuevo disco de Jaime, pero es una lástima que no se prodigue tanto por este lado de la frontera. El buen hombre no pierde la costumbre.

 

 

6. ‘La culpa fue del cha-cha-cha’ (“Privado”, EMI, 1989).
En lo que a ventas y popularidad se refiere, llegaron a lo más alto con ‘Privado’, el álbum que seguía alimentando el éxito de ‘Camino Soria’. Repitieron productor (Jesus N. Gómez), presentaron en octubre del 89, subieron los cachés y llegó el concierto en Las Ventas, también en octubre, pero de 1990. En el coso madrileño recibieron el doble disco de platino de manos de Rafael Gil (director de EMI) y del periodista de la Cadena SER Rafael Revert. Todo el mundo había conocido ‘La culpa fue del cha-cha-cha’, en parte, gracias a la famosa imitación de Millán Salcedo (Martes y 13) en la nochevieja de 1990. Aquel tema fue el principio del fin y durante años no hubo karaoke o verbena que la pusiera. ¡Hasta el mismísimo Manolo Escobar llegó a grabar una versión! Un single, cuando está en casa de tantos oídos, corre el peligro de tapar al resto de canciones del elepé. Y este las tenía enormes: ‘Mi buena estrella’, el propio tema que da título al disco (‘Privado’), la versión de ‘She smiled sweetly’ de los Stones (‘Ella es dulce’), ‘Sólo se vive una vez’, ‘Palabra de honor’, ‘Profesional’, ‘Tomando el airecico’… Pero España había sucumbido ante el arte torero del hit y las camisas de “lolailo”. Demasiado tarde para cortarse la coleta.

 

 

7. ‘Queridos camaradas’ (“Cien mil vueltas”, EMI, 1991).
“Cien mil vueltas” fue un disco dignísimo que tuvo mala suerte. Se grabó en entre Madrid (Kirios) y Londres (Metrópolis) con la producción de Phil Manzanera (Roxy Music), una recomendación, por cierto, de Héroes del Silencio. Pero las prisas estropearon los planes. Recién llegados de la gira de “Privado”, los Gabinete debían ponerse a hacer otro disco, pero los gustos de Edi, Jaime y Ferni ya no eran los mismos. “Edi dijo que pasaba de hacer horteradas, porque a él le gustaban Led Zeppelin”, contaba Jaime Urrutia. El disco incluyó ‘El extranjero’, ‘Lo mejor de ti’, ‘Como un animal’, ‘Balada del señor Dudas’ (en honor a la parsimonia del teclista Esteban Hirschfeld), la propia ‘Cien mil vueltas’ o ‘Queridos camaradas’, una canción de aire balcánico a medio camino entre el rock oscuro, lo barroco y la marcha militar cuya letra podría aplicarse a la actualidad política. Pese a la apuesta de EMI, este trabajo no funcionó, algo que siguen preguntándose los tres componentes. Edi cree que uno de los motivos tuvo que ver con el público y el cansancio de ver sus caras en la televisión. “Lo que cuatro años antes era moderno, ya no lo es. Y el que se compraba tus discos antes, ahora se los compra de otro que le mola más”. Gabinete Caligari había llegado al tope. Queridos camaradas… ¿Por qué surgió la deslealtad?

 

 

8. ‘Delirios de grandeza’ (“Grandes éxitos”, EMI, 1993).
El intento de EMI para levantar las ventas del grupo se llamó “Grandes éxitos”, sin más. En la portada, la referencia taurina en una caja de puros. Buen diseño y título sencillo, pero inoportuno momento de lanzamiento y escasa promoción por parte de la discográfica mientras el grupo se empezaba a deshacer, empezando por Pito Cubillas (mánager) y terminando por los contratos. Incluso la sugerencia de un cambio de sello fue un error. Javier del Moral, la persona que los había fichado para EMI, se fue a Polygram, donde entró el grupo también, aunque duraron poco, detenidos en seco a punto de ser empujados por la cuesta hacia bajo del olvido. 
Escuchada con el tiempo, ‘Delirios de grandeza’ podía haber entrado en el primer disco en solitario de Jaime (“Patente de corso”, Discos Radiactivos Organizados, 2002). Urrutia, sin ir más lejos, pensaba que ‘Delirios de grandeza’ era el siguiente paso del conjunto de no haber sido por la separación, antes de la llegada de los dosmiles. Grabaron el tema sin productor externo, solo con el ingeniero de sonido Keith Bessey, a quien conocieron en las sesiones de ‘Cien mil vueltas’. De aquel encuentro, el resultado: una canción puramente Gabinete Caligari que, una vez más, se guardó su grandeza para la cara B, simbólica al otro lado del play.

 

 

9. ‘Mi montaña’ (“Gabinetíssimo”, Mercury, 1995).
Pese a todo, “Cien mil vueltas” había traído una bajada de cifras en las ventas del grupo y “Gabinetíssimo”, la siguiente entrega, no iba a ser la excepción. Es su disco olvidado y, generalizando, el más infravalorado. A decir verdad, salvo algunos momentos, se nota que están cansados de ellos mismos, de tocar y de la madre que le parió a la música (en aquellos días). Pero todavía tenían los orgullos bien colocados, como se ve en ‘Mi montaña’, uno de los motivos más interesantes para seguir escarbando en los últimos rescoldos de la vida discográfica del trío. La canción puede recordar a los buenos Gabinete del principio y, como metáfora de la situación, ‘Mi montaña’ hablaba de la soledad que daba la Sierra de Guadarrama en el frío invierno de 1994, donde se recluyeron los tres, en el chalet de Jaime en Miraflores de la Sierra. Allí grabaron en un cuatro pistas una maqueta con tres canciones más, aparte de ‘Mi montaña’, que suponía la esperanza, y era también la favorita de Edi y Ferni, pero fue “otra gran canción perdida y frustrada durante aquel esfuerzo infecundo”, como recordaba Edi refiriéndose a la tormentosa grabación del elepé, en los Gallery Studios de Phil Manzanera en Londres y con Esteban Hirschfeld en la producción, cosa que no fue bien recibida por el bajista y el batería.

 

 

10. ‘Underground’ (“¡Subid la música!”, Get, 1998).
Si el público se había cansado de ellos, la industria, que para colmo se encontraba en plena transición, también los había dejado atrás. En realidad, la mitad final de los años noventa fueron la tumba de muchos de los grupos del rock nacional de la década anterior: Radio Futura, Loquillo y Los Trogloditas, Héroes del Silencio… Los Gabinete, que ya era una banda muerta en vida, acabó dando con sus huesos en Get, el sello de Telecinco (en un descampado y con módulos de obra por oficinas). A pesar de ello, Jaime, Edi y Ferni no eran ajenos a lo que sucedía en la música. Murieron matando, vaya. De ahí ‘Underground’, un tema doo-wop con crítica para los grupos indies de la época: “Tengo un póster en mi habitación de un conjunto muy molón underground”. Bajo tierra resistieron, como canta Urrutia en la canción, y no sólo por ‘Underground’, que además contaba con la colaboración de Ariel Rot, sino por ‘Layla’, ‘La pipa de la paz’ (con la guitarra Rickenbacker de doce cuerdas de Álvaro Urquijo), ‘En paro’ o ‘Nadie me va a añorar’, con Andrés Calamaro. Si esta es la despedida, ojalá todas fueran así.

 

 

Bola extra: ‘Arizona’ (“Héroes de los 80”, DRO, 1990).
Urrutia, Clavo y Presas tiene un buen puñado de rarezas y caras B. La instrumental ‘Arizona’ es uno de los casos más interesantes. Hay que partir de la intención inicial del tema, que no era sino componer una sintonía para Gonzalo Garrido, locutor de “Dominó”, en Onda 2 FM de Radio España. Además, ‘Arizona’ pudo haber terminado en su primer trabajo de larga duración. Jaime Stinus (Orquesta Mondragón) llegó a grabar este y algunos temas más entre el 3 y 4 de mayo de 1983, poco antes de la muerte del que, en principio, iba a ser el productor del futuro primer largo (Eduardo Benavente). Pero el resultado con Stinus no fue del gusto de la banda y entre los dos Jaimes hubo un, como lo llamó Edi, “pique de guitarristas”. Esta rareza instrumental apareció en el recopilatorio “Héroes de los 80”, editado por DRO en 1990, pero en una versión de directo grabada en el Colegio Mayor Universitario Elías Ahuja, como el ‘Brand new Cadillac’ de Vince Tylor que también tocaron y registraron en este compilado que incluía ‘Golpes’, ‘Cómo perdimos Berlín’, ‘Olor a carne quemada’, ‘Golgota (Entre dos ladrones)’, ‘Gasolina con ricino’, ‘Me tengo que concentrar’, ‘Obediencia, ‘La vida es cruel’ y ‘Sombras negras’. De cualquier manera, ‘Arizona’ es más una joya oculta que una canción esencial de Gabinete Caligari, pero la rareza en sí y la intención con la que se hizo merece que abra un recopilatorio, un concierto o una noche de farra. Además, escuchar este tema es acordarse de Los Coronas. Y eso nunca es malo.

 

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