Derby Motoreta’s Burrito Kachimba, una banda sonora y una forma de encarar la vida

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«Para nosotros lo quinqui es sacarle la navajilla a la vida, antes de que ella nos la saque ella a nosotros»

 

Acaba de ver la luz el disco físico de la banda sonora de Las leyes de la frontera, la última película de Daniel Monzón, nominada a los Goya y a los premios Gaudí. Reconocido director de nuestro cine que encontró en Derby Motoreta’s Burrito Kachimba el grupo y la identidad perfectos para musicalizar esta historia enraizada en el género quinqui. Scott, el guitarrista, habla con Sara Morales sobre la aventura del grupo por el séptimo arte.

 

Texto: SARA MORALES.

 

No hay fin. Para los Derby Motoreta’s Burrito Cachimba ni existen los límites artísticos, aun estando perfectamente definidos, ni encuentran motivos para negarse a los retos. Hace ya dos años -se dice pronto- Daniel Monzón, director de cintas de referencia como Celda 211 o El niño, se puso en contacto con ellos porque quería contar con una banda de rock que pusiera música a su nueva producción, Las leyes de la frontera, adaptación de la novela homónima de Javier Cercas, ambientada en la Gerona de finales de los setenta. La historia narra las peripecias de una pandilla de jóvenes delincuentes que se ven inmersos en una meteórica carrera de hurtos, robos y atracos en la que, el bien y el mal, la justicia y la injusticia, la moral, la ética y la ausencia de ambas, se contradicen al mismo tiempo que van de la mano. Y a esa atmósfera quinqui, género histórico –y querido– de nuestro cine, solo una banda podía ponerle sonido: Derby Motoreta’s Burrito Cachimba. El grupo sevillano no solo encabeza, desde el inicio de su carrera en 2017, el rock andaluz contemporáneo con influencias tan variadas como el flamenco, la psicodelia, el progresivo y el stoner rock; es que, además, ha creado un estilo propio que ellos mismos han bautizado como kinkidelia (sí, con “k”).

Desde que les conocimos e integramos en nuestros planes nos han llevado a comprender que existe un sonido para expresar esa forma de enfrentarse a la vida, de valorarla, de arriesgar y exprimirla al límite. De musicalizar la rutina de barrio, el costumbrismo callejero, los peligros, el desafío, la picaresca, el trapicheo y, al mismo tiempo, la amistad, la camaradería y la lealtad. Lo están demostrando con sus discos, el segundo y más reciente, Hilo negro (2021), sigue gritando a pleno pulmón; de hecho, andan de gira con él por España estos meses, tras triunfar en Estados Unidos, Chile, Argentina y México. Y lo han demostrado también con la composición de la música original de Las leyes de la frontera, cuyo disco físico ha visto la luz estos días y su presentación en sociedad es lo que les ha traído de nuevo por Madrid.

 

El quinquillismo corre por las venas

«Desde nuestros inicios estamos orientados al mundo quinqui, a ese imaginario, a ese concepto; es parte de nuestro ADN. De hecho, cuando lanzamos nuestro primer single, “El salto del gitano” (2018), para el videoclip utilizamos una película del género, Navajeros (1980), y sustituimos nuestras cabezas por las cabezas de los actores», cuenta Scott Gringo, guitarrista de la banda. «Para nosotros no es un concepto despectivo, los quinquis de finales de los 70 eran como una versión nueva de los antiguos bandoleros, como Curro Jiménez. Para nosotros representa una manera de vivir más allá de la sociedad, una manera de ser libre, gente que vivía al borde de la legalidad y al borde de todo. Para nosotros lo quinqui es sacarle la navajilla a la vida, antes de que ella nos la saque ella a nosotros». Ahí está. Lo suyo, lo de los Motoreta, va más allá de un sonido y una forma de hacer música, los suyo es una actitud; eso sí, una actitud con sonido propio.

 

Derby Motoreta’s Burrito Cachimba junto a Daniel Monzón.

«Las leyes de la frontera es la película que ha hecho llorar a los Motoreta»

 

Y así debió verlo también el director Daniel Monzón, pues fue él mismo quien se puso en contacto con el grupo para ponerles una estimulante propuesta sobre la mesa. Scott lo recuerda así: «Nos llegó un correo que nos decía que Daniel Monzón quería hacer una videoconferencia con nosotros (era la época severa del Covid) y nos quedamos flipando, claro. Ya le conocíamos por sus películas, como para no conocerlo, es uno de los mejores directores del cine español. Por eso, cuando se puso en contacto con nosotros para contarnos su idea no tuvimos la menor duda. En un principio la colaboración solo iba a ser para la canción principal, y homónima, de la película; pero, a la semana, nos pidió otra videoconferencia para proponernos componer la banda sonora completa». Todo un reto para la banda, sin duda. Una aventura a la que se lanzaron sin pestañear, a sabiendas de que componer un disco propio, y a lo que ellos están acostumbrados, no tiene nada que ver con componer la música de un largometraje. «El proceso es muy diferente, para crear la música de una película debes estar sujeto a los momentos de intensidad, de dramatismo, de epicismo y de sensibilidad que va narrando la propia historia y, a partir de ahí, acompañarla o enfatizarla».

 

Mucho más que una canción

Cuenta Scott que la canción que da nombre a la película, en realidad, ya la tenían en la nevera desde los tiempos en que andaban dando forma a su segundo disco, Hilo negro. Pero fue a partir de que Monzón les atrapara con su idea, cuando comenzó a tomar su sentido definitivo: «Para crear “Las leyes de la frontera” nos permitimos viajar al pasado y tomar referencias de ahí. Nos poníamos mucho Los Chichos, Las Grecas, nos empapamos de cómo sonaban esos timbales, las guitarras y la batería en aquella época y en aquellas bandas. Intentamos replicar ese sonido, pero adaptándolo a la modernidad. Ese tema nació desde el riff y a base de construirlo desde una estructura clásica, con una rueda de acordes muy clásica y un estribillo también muy clásico».

Aunque todavía no lo supieran dieron en el clavo porque, precisamente, ese tema iba a poner sonido a otra época, a esa Gerona del 78, como decíamos, en la que está ambientado el thriller, con todo el añadido detrás del concepto quinqui: «Tenía que sonar a pasado, que pareciera una canción propia de esa época; de manera que cuando el protagonista de la película se la pone en su cuarto, o cuando suena en el radiocasete del coche, empastara bien con la atmósfera, el ambiente y la estética que se ve». La cinta, brillante -como lo que suele venir de las manos y el coco de Monzón-, consigue que te adentres en la historia; la música, aunque llegara después a manos de los Motoreta, consigue que el espectador la llegue a sentir. «Daniel Monzón logra que seas uno más de la pandilla protagonista y que empatices con cada uno de ellos. Yo no había leído el libro en el que se basa la película, no conocía el desenlace; pero cuando pega el volantazo final y da ese giro narrativo en la historia, te pilla desprevenido, te impacta. Cuando vinimos a Madrid a ver el primer pase, en febrero de 2020, a una sala pequeñita donde estábamos unos cuantos del equipo (éramos un grupo reducido, pues era la época de restricciones), terminamos todos llorando y abrazándonos. Y le dije a Daniel: “Las leyes de la frontera” es la película que ha hecho llorar a los Motoreta», cuenta Scott, al tiempo que confiesa ser adepto al cine Kubrick y haberse quedado impresionado y fascinado cuando, con 17 años, su profesor de filosofía en el instituto les puso en clase La naranja mecánica.

 

El verdadero sueño cumplido

Al final, Las leyes de la frontera llegó hasta los premios Goya de este año. Nominada a varias candidaturas, terminó haciéndose con la estatuílla al “Mejor guión adaptado”, “Mejor actor revelación”, para Chechu Salgado en su papel de Zarco, “Mejor dirección artística”, “Mejor vestuario” y “Mejor maquillaje y peluquería”. «Daniel Monzón es alucinante, es una de las personas más bellas que hemos conocido nunca y, como profesional, es brillante. Sabe reunir a la gente adecuada para que la idea, la película, vaya a buen puerto, tiene una gran capacidad para saber rodearse de gente excepcional», afirma Scott.

 

«Uno de nuestros hitos como banda, ha sido conseguir estar en un disco con Las Grecas y los Smash»

 

Sin embargo, respecto al periplo del grupo por la alfombra roja y la noche de los Goya, a Scott se le escapan las sonrisas y reconoce que «sí, fue divertido; aunque la gala es larga y se hace pesada. Nosotros nos lo tomamos como una nueva experiencia que disfrutar y para pasárnoslo bien; además, tenemos una amiga estilista que nos buscó unos trajes y nos vistió para ir bien guapetones» [Risas]. Acaba de decir en alto lo que pensamos muchos, pero también afirma de viva voz lo siguiente: «El mayor premio que nos llevamos de todo esto es haber conocido a Daniel Monzón, a todo el equipo, y haber podido trabajar, mano a mano con ellos».

«Eso, Scott, y también aparecer en un disco junto a nombres como Las Grecas y Smash, ¿no?», le pregunto pinchando. Pues en la banda sonora de la película, además de la música incidental creada por el grupo ex profeso, y de la canción principal, también suena el “Te estoy amando locamente”, de Las Grecas, o “Alameda’s blues”, de Smash, entre otros temas de raíz icónicos. «Esto es precisamente uno de nuestros hitos conseguidos como banda, estar en un disco con Las Grecas y los Smash. Tú imagínate, para nosotros es increíble. Jamás imaginamos que en un álbum sonaría una canción nuestra y después una de los Smash. Maravilloso. Ellos, ya antes de que se uniera a la banda Manuel Molina, era un grupo de rock psicodélico fundamental que, en la época, cualquiera podría pensar que se trataba de una banda inglesa o americana. Y la primera experimentación que se hace de rock andaluz, la hacen los Smash con Manuel Molina, un gitano que entra a cantar con ese duende y la guitarra de palo, mezclada con las guitaras eléctricas. Dando vida, entre todos, a seis canciones que conforman la Biblia del sonido que nos gusta, son los pilares de lo que hacemos nosotros». Smash, pioneros del rock andaluz, sin duda; pero Derby Motoreta’s Burrito Cachimba, los dignos sucesores del género en el siglo veintiuno. Del rock andaluz hablamos, sí; pero también del quinqui. O kinki, como les gusta a ellos.

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