Dani Flaco: «Deberíamos grabar los discos al terminar las giras, porque es cuando los sabemos cantar»

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«Este disco es el que mejor he tocado y cantado de todos porque me sé todos los rincones de las canciones»

  

Abrigado por múltiples compañeros de profesión que le admiran, entre ellos Manolo García o Javier Ruibal, Dani Flaco publicó hace unos meses su octavo trabajo, Al alimón. Un cancionista, como él mismo se llama, sobrado de un talento incuestionable. Con él habla en esta entrevista con África Egido.

 

Texto: ÁFRICA EGIDO.
Fotos: MARTA PICH.

 

Dani Flaco lleva catorce años desempeñando su oficio de cancionista, como él prefiere denominarlo. Ahora, meses después de su debut literario con el poemario Uni-versos silvestres, el músico de Hospitalet ha reunido a un grupo de artistas, referentes y amigos, para confeccionar un álbum de duetos: Al alimón.

Santi Balmes, Pedro Guerra, Manolo García, Ismael Serrano, Andrés Suárez o Marc Ros son algunas de las voces que han regalado una nueva vida a once temas inspirados por el amor y el desamor. Nos reunimos con el compositor para recorrer con él los rincones de sus canciones y desnudar —más si cabe— su poesía.

 

Has tenido un 2019 intenso: nuevo disco, tu primer libro y paternidad. ¿Cómo enfrentas 2020 tras tanta productividad?
A nivel de creación va a estar complicado superarlo [ríe]. En 2020 pretendo tocar mucho. La gira me apetece mucho, y también disfrutar de mi hijo, que es otra etapa. A nivel de creación voy haciendo, pero tengo que encontrar mi lugar para crear. Antes, en cualquier momento podía coger la guitarra y desaparecer o ponerme a escribir. Ahora no es tan fácil. Tengo la suerte de que mi hijo se calma con la guitarra y con el ukelele.

 

¿Ahora tocas el ukelele? ¿Es que lo estás usando para componer?
No, no, estoy aprendiendo a tocarlo, pero me apetece tocar más gracias a que se lo toco a mi hijo.

 

De joven tocabas también la tuba. ¿La tienes desterrada?
Sí, la tocaba muy de joven, pero ya no sé si ni los años que hará, cerca de veinte, que no toco la tuba.

 

Tocar diferentes instrumentos abre la mente para componer. ¿Nunca te ha apetecido retomarlo?
La tuba no. Tengo un piano eléctrico en casa, pero soy bastante perezoso. Como sé solfeo, sé dónde están las notas, sé los acordes, pero a nivel de técnica me cuesta más ponerme, y si tienes otro instrumento que te resulta más agradecido, como la guitarra… Con el piano primero tengo que aprender para luego componer, y me da un poco de pereza, porque ahora no tengo tiempo para nada.

 

¿No compones nunca al piano?
No… El piano ahora es una mesa [ríe].

 

Has sacado disco cada dos o tres años. ¿Este álbum con tus viejos temas responde a un periodo de esterilidad creativa?
Es cierto que últimamente soy un poco menos prolífico. Ya he sacado muchos discos. El primero es de 2006 y este es el octavo.

 

Ocho discos en catorce años. Desde luego, ibas a buen ritmo.
Sí, es mucho. En este tiempo me he centrado en el libro. Ha sido una época muy prolífica a nivel de creación. Este disco se me ocurrió porque en la música tienes que ir cambiando, evolucionando, probando cosas.

 

En tu discografía no abundaban las colaboraciones. Apenas habías incluido un par de invitados en todos estos años.
Sí, dos. Pedro Javier Hermosilla, en el primero, y César en “Actores secundarios” de Versos y madera en 2014, que la hicimos a medias. Esa canción la tenía empezada y la terminamos un día en su casa, así que era algo natural que la cantase él. Yo soy más de colaboraciones en directo, cuando veo a alguien en la sala que hace canciones lo saco a cantar.

 

Es curioso que no hayas tenido más colaboraciones. Venimos de unos años en que la colaboración se ha convertido en un género y un reclamo publicitario del que se ha abusado.
Yo vivo un poco ajeno a la industria musical, bueno, vivo un poco ajeno al mundo en general [ríe], porque soy bastante anárquico. Llevo autoeditándome muchos años, con lo cual, no he estado al tanto de que se estaban editando duetos. Fue una cosa que se me ocurrió y dije: no lo he hecho y me apetece, como un reto. En mi caso era un súper reto, porque no tenía una discográfica o una multinacional que dijese: «Vamos a hablar con perico de los palotes para que cante contigo».

 

Has dicho en alguna ocasión que nunca has pedido un favor a nadie, y ahora era un buen momento para hacerlo.
Eso es cierto, yo tenía todas las balas en el tambor del revólver. Jamás le había pedido un favor a nadie en la música. De todos, el único que había cantado conmigo era Pedro Guerra, hace un par de años en el Café Berlín. Y luego Andrés [Suárez], pero porque somos muy amigos.

 

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Eres el tercer artista que en pocas semanas me dice ser muy amigo de Andrés, parece que os cautiva a muchos.
Es que es muy buen tío. Andrés y yo somos de la misma generación de músicos o de cancionistas, que tampoco me gusta decir cantautor, y nos conocemos desde hace muchos años.

 

Sin embargo, creo que el primero que se unió a esta aventura fue Ricardo Ruipérez, de M Clan.
Sí, me lo encontré en Galileo y me preguntó que en qué andaba. Le conté que iba a preparar este disco, y me dijo directamente: «Cuenta con nosotros». Yo ya tenía la idea de hacer el disco, pero ni había empezado.

 

M Clan interpreta “La última vez”, un tema que sintoniza bien con la cadencia americana que tenéis ambos. Lo sorprendente es la colaboración de Las Migas, que proceden de un género tan distinto y, sin embargo, su participación en “Y ya” suena tan natural como emocionante.
En esa canción hubo tal magia en el estudio que les escribí una letra para el siguiente disco mientras grababa. El momento del disco fue cuando vinieron Las Migas a grabar. De hecho, estoy escribiéndoles letras para el próximo disco. ¡Fue espectacular! El mérito es sobre todo suyo, porque fue la única canción que dije: «La vais a grabar vosotras, la vais a producir, entre comillas, la vais a arreglar vosotras». Ellas vinieron, Santos y Fluren les dieron dos o tres directrices y el resto lo hicieron ellas.

 

Esa es la magia de la música, que ese clima que describes se ha quedado plasmado en el disco.
Sí, sí, recuerdo ese día. Cuando se fueron nos quedamos escuchando la toma, flipados. Recuerdo cuando me llegó la mezcla a casa una noche, escuché la canción mezclada a las cuatro de la mañana. Fue brutal, no daba crédito.

 

«Lo justo sería que todos tuviésemos la posibilidad de que se nos escuchase, y que la gente tuviese la posibilidad de escuchar a todo el mundo»

 

Me has hablado de Manolo García. ¿Cómo contactaste con él? No parece una empresa fácil…
Sí, es difícil. Lo que fue complicado es que respondiese al teléfono, porque pasa de él absolutamente [ríe]. Nos habíamos conocido con una historia un poco estrambótica por la radio. Yo estaba haciendo una entrevista en Radio 4, y él entró por teléfono, lo tenía pactado con la entrevistadora.

 

¿Entró para darte una sorpresa?
Sí, fue hace unos siete años. Decía que un día iba conduciendo y me había escuchado en la radio y dijo: «¡Ah, pues este tío mola!». Con eso yo tenía ya para vivir, eso ya me daba para mi ego [ríe].

 

¿Cara a cara no llegáis a coincidir?
Sí, luego pasaron los años y un día me lo encontré en la puerta de una radio en Madrid. Él no me conocía físicamente, me presenté y empezamos a hablar. Él estaba de promo con la gira del último disco. Me fui en la furgoneta atravesando Madrid con Manolo García, hablando y hablando. A raíz de ahí, fui a verle a un concierto, creo que en Jaén. Me dedicó el concierto. Dije: «¡Joder, qué bonito todo!».

 

¿Cómo te sentiste cuando aceptó participar?
Estuve un shock un día entero, porque para mí… [piensa]. Mi primer disco fue Como la cabeza al sombrero, y mi primer concierto fue de El Último de la Fila en el año 90 en el Estadio Olímpico. Cuando tenía 13 años, solo podían entrar en mi habitación sin llamar Manolo García, Quimi Portet, Mark Knopfler y… Maribel Verdú [suelta una carcajada]. Pero sí, Manolo fue mi primer ídolo musical.

 

Supongo que no es casualidad que le hayas dado una canción cuyo título son las dos palabras que te definen: “Versos y madera”.
El día que me lo encontré en Madrid, él me habló de otra canción del disco en catalán. Le podía haber dado esa, porque él habla en catalán, y hubiese sido hasta más noticia, pero yo sabía que armónicamente esa canción la había hecho por el poso de El Último de la Fila.

 

 

¿Cómo te enfrentaste a dar un nuevo enfoque a las canciones? Había temas, como “A ras de suelo”, ahora con Álvaro Urquijo, que ya tenía dos versiones previas.
Mark Knopfler decía que él seguía cantando “Romeo and Juliet” porque le seguía encontrando cosas cada vez que la cantaba. A mí me pasa con “A ras de suelo” y con “Salida de emergencia”, que estilísticamente está muy fuera ya de lo que hago, pero me sigue emocionando cantarlas. Con “A ras de suelo” tenía una cuenta pendiente. En la versión de Secreto de sumario —el disco en el que salió— no me gusta cómo la canté, porque venía de una época de defender mucho mi xarneguismo y cantaba mucho “A ra’ de suelo”… y lo hice fatal. En el directo me quedé afónico la misma semana de tanto ensayo, y tampoco me convenció. Por fin la he cantado como quería.

 

No solo hay cambios en tu manera de cantar, también las canciones tienen nuevos arreglos que son una maravilla.
Sí [se queda pensativo]. Deberíamos grabar los discos al terminar las giras, porque es cuando lo sabes cantar. Este disco es el que mejor he tocado y cantado de todos porque me sé todos los rincones de las canciones. A la hora de buscarle una cara nueva a los temas, quería también cambios en la producción, por eso me fui con Santos y Fluren, porque son productores de indie y me iban a dar una visión totalmente diferente que no tenga que ver con el pop-rock o el folk.

 

¿Es por eso que abandonaste ese tándem que tenías con Fernando Polaino?
Claro, tenía que salir de ahí y ver qué me proponían. En todos los discos, la última palabra la he tenido yo, aunque me parecía muy bien todo lo que me proponían.

 

Los teclados tienen mucho más protagonismo que en las versiones originales. ¿Ha sido cosa suya?
En los discos anteriores, las canciones estaban muy basadas en mi guitarra acústica, y a partir de ahí se iba construyendo. Ahora el origen era la canción. Fluren toca muy bien el teclado, y para él, todas las canciones eran nuevas. Eso es maravilloso a la hora de crear, porque tienes todo el abanico para ti. Él encontraba un piano, que igual no habríamos encontrado nosotros, porque la teníamos ya muy viciada. O proponía quitar pianos, como en “A ras de suelo”, y no pasa nada.

 

En “Fiesta de pijamas”, el dueto con Santi Balmes, parece que habéis subido la «ganancia» de la emocionalidad del disco.
Sí, es una cuestión de intensidad cuando estás grabando. En esa canción, Ricky Falkner decía: «Estaría tocando todo el rato esta rueda de acordes, cuando llega ese momento de éxtasis». Estábamos tocando Ricky con el bajo, Moreno con la batería, Fluren con el piano y yo con la guitarra, y nos íbamos para arriba, para arriba, para arriba… Si a eso le sumas que metimos unos violines, luego Santi vino y cantamos los dos a la vez, metí algún coro… Todo hace que vaya subiendo y luego baje con esa forma tan increíble de cantar que tiene él, con guitarra y voz al final, que a mí se me caen los calzoncillos cuando la escucho [ríe].

 

 

Se han quedado fuera algunos de tus éxitos, como “Corazón en bancarrota”. ¿No cuadraban con nadie?
Sí, pero es una canción muy de directo, muy desbarrada. Se me hacía raro volver a grabarla en un disco, creo que la versión de “Corazón en bancarrota” es la que está en el disco en directo. No creo que nos fuese a salir con más emoción que esa, con la gente cantando. Bueno, estuvo en las quinielas.

 

Con Javier Krahe tuviste una buena amistad y hace seis años publicaste una versión de “Nos ocupamos del mar”. Supongo que ha sido la gran ausencia de este disco.
Sí, él habría cantado “Nos ocupamos del mar”. En el disco en directo se lo propuse, pero al final no lo hice. Un disco en directo autoproducido es un estrés. Suponía traer a Krahe varios días a Barcelona, tenía que estar con él y no podía. Ocuparme de él no, porque no he conocido persona más independiente que él, pero sí tenía que estar pendiente de que viniese a los ensayos, si le iba bien el tono, si cantaba con in ears… Cosas que me complicaban la vida mucho. Me he arrepentido toda la vida. En este disco hubiese estado seguro.

 

La colaboración con Rebeca Jiménez en “Cincinnati” creo que era una cuenta pendiente.
Desde que Rebeca y yo nos conocemos hace muchos años, siempre decíamos: «Tenemos que cantar juntos». Yo había cantado en algún concierto suyo, pero nunca nos cuadraba la fecha cuando yo hacía un Galileo o una sala Sol. Siempre decía que teníamos que cantar “Cincinnati”. Cuando la llamé, le dije: «Vas a cantar «Cincinati» conmigo, ¡por fin!». Y no me equivoqué.

 

Has rescatado dos canciones que solo tenías registradas en directo: “No me olvides” y “De quicio”. ¿Merecían su versión de estudio?
Sí, además “De quicio” solo existía a guitarra y voz. Era la canción que cerraba el disco y decidí grabarla así. Al final la he cantado con Javier Ruibal, el que se ha llevado el Goya [ríe].

 

Llama la atención que existan casos como el de Ruibal. Ha tenido que ser el cine quien le dé a un gran músico lo que la industria musical no le ha dado. ¿Tan desagradecida es la música?
No sé si es desagradecida. Creo que el problema es la industria de música comercial. No soy talibán con los estilos musicales y me parece muy bien la música comercial. El problema es que según qué medios de comunicación solo hacen caso a esa música, y parece que es la única que existe, que son los únicos creadores que hay en este país. Y hay un submundo debajo de eso, y muchos submundos más que parece que no existen. En el caso de Ruibal, es insultante el talento que tiene. ¡Es una barbaridad! Y que la gente no sepa que existe… Yo quiero saber que existen todos los artistas y luego elegir, saber que existe un tipo que se llama Ruibal que tiene una canción, “Tu divo favorito”, que es una barbaridad. Como Ruibal hay chorroscientosmil. Lo justo sería que todos tuviésemos la posibilidad de que se nos escuchase, y que la gente tuviese la posibilidad de escuchar a todo el mundo.

 

Te he escuchado decir que vives ajeno al oleaje musical industrial. ¿Crees que estamos dominados por oleajes y que ya no nacen canciones que dejen poso?
Lo que ocurre son dos cosas. Nosotros nos vamos haciendo mayores…

 

¿Nosotros?
Sí, tú también [ríe]. Y estamos en otro momento emocional. Yo tengo una estabilidad emocional y sentimental ahora, dentro de que estoy como un cencerro, que no tenía con 19 ó 20 años. Ahí tú escuchabas una canción…

 

…de angustia vital…
Sí, y se te quedaba ya impregnada para siempre porque la escuchabas en el walkman durante horas todo el rato tirando para atrás. Ahora nos pilla en otro momento sin tiempo para escuchar tanta música. El otro día, de camino a Murcia, volví a escuchar “Sargento de hierro” de Morgan, que la había escuchado muchas veces. Si esa canción la escucho con 18 años, la habría estado escuchando de forma obsesiva durante días. Ahora no tengo tiempo de escucharla de forma obsesiva. ¿Qué pasará? Que dentro de 5 años se me habrá olvidado que existe esa canción, y no la estarán poniendo en la radio, que ese es el otro problema: ¿por qué no salen esas canciones? Porque los que hacen esas canciones no suenan en la radio.

 

Manolo te dijo: «Tú haces música popular como yo». Parece que es esa música la que ahora tiene menos cabida en los medios.
Esa música no tiene ahora mucho hueco, a no ser que seas alguien conocido. Pero es muy difícil hacerse un hueco en la radio porque están programando otros estilos. Me parece muy bien que suenen, el día es muy largo. Paso mucho tiempo viajando y me gusta escuchar la radio para ver qué tal la salud de las canciones. Pero bueno, está montado así. En mi mundo ideal debería sonar mucha más gente en la radio: Ruibal, Las Migas, Ismael Serrano y otros tantos que no escucho.

 

Hablas de Ismael Serrano, y parece que los cantautores son otros de los desaparecidos en los «top de tendencias».
Sí, pero al final yo tampoco soy cantautor. Ismael Serrano sonó con “Papá cuéntame otra vez” y ¿se murió la industria? ¿Tuvieron que cerrar las radios? ¡No! Las Migas tienen en su repertorio canciones que pueden sonar en la radio sin problemas. No creo que la gente quite la radio cuando escuche algunas canciones.

 

En un poema de tu libro dices…
¡Esos no me los sé! [ríe].

 

Yo te lo recuerdo. Dices: «Guardo secretos que no me confieso ni a mí mismo por el pánico a conocerme mejor». ¿Te descubres cosas a ti mismo cuando acabas una canción?
Me ocurre y me ha ocurrido sobre todo con el libro. He hablado de cosas de las que no sabía ni la opinión que tenía sobre ellas. Ha sido muy interesante. Me apetecía hacer el libro, pero como soy un vago, escribir tantos poemas me parecía una empresa inalcanzable a nivel de inspiración. Es curioso, llevo editándome los discos muchos años, y el primer libro lo saco con una multinacional. Es el mundo al revés. Es como lo de Ruibal, al final en vez de darle un Odeón le dan un Goya, un poco surrealista.

 

¿Disfrutaste escribiéndolo?
Fue muy interesante escribirlo. También encontré una fórmula que con las canciones no lo he hecho, que es escribir todos los días.

 

«En mi mundo ideal debería sonar mucha más gente en la radio, Ruibal, Las Migas, Ismael Serrano y otros tantos que no escucho en la radio»

 

Mark Knopfler decía que la música es un vehículo para la poesía, ¿por eso te decantaste por los poemas, porque era lo más afín a tu forma de crear?
Cuando llegué a la reunión, puesto que soy un vago, dije: «¿Por qué no hacemos un cancionero con algunas cosas inéditas?» [ríe]. Me dijeron: «No, algo de cero». Yo admiro mucho a los novelistas, y me veía incapaz de hacer eso, aunque me gusta mucho leer. Para hacerlo diferente a las canciones y no caer en «pues ahora voy a musicar el libro», lo hice en verso libre.

 

Cuando publicaste Versos y madera contabas que te daba cierto pudor mostrar las canciones. ¿No hay más desnudez con la poesía?
Creo que cuando escribes tienes que hacerlo como si no tuvieses familia. En mi caso, llevo muchos años escribiendo y saben que cuando escribo hay veces que me desnudo más, otras me desnudo menos. La gente no sabe si estás escribiendo sobre una historia que te ha ocurrido a ti, sobre un sentimiento que tienes, sobre algo que te ha inspirado un libro… Si mi trabajo fuera salir en bolas, saldría en bolas. Al principio te daría un poco de cosa, pero luego te vas acostumbrando.

 

Siempre has dicho que para componer música buscabas la noche. ¿Qué encuentras en ella?
La soledad. Hay gente que escribe en muchos lugares, en bares… pero yo me distraigo. Necesito estar muy concentrado, necesito mucho silencio, mucha soledad, no tomar nada. Hay gente a la que le va bien tomarse un porro o un cubata. Yo necesito estar con mi cabeza trabajando al cien por cien.

 

Escribes en otro poema que «cualquier tiempo pisado fue anterior», e insistes en que no sirve mirar al pasado. Sin embargo, en tus canciones sí acostumbras echar la vista atrás. ¿Es inevitable para crear?
Sí, y más en una situación como la mía de estabilidad. Para componer es mejor la inestabilidad, es cierto, pero no quiere decir que con estabilidad no puedas componer. Tienes que estar mucho más atento a estímulos externos y luego pasarlo por el filtro de tus vivencias o tu memoria emocional. Lo que no hago nunca es grabar una canción que no me emocione. Me resulta mucho más fácil hacer una canción para quien sea.

 

¿Compones para alguien más que para Las Migas?
Alguna vez lo he hecho.

 

¿No te tienta quedarte con la canción si te gusta?
No, lo fundamental para que no te ocurra eso es saber que la música la van a poner ellas. Es interesante, porque es escribir letras de palos musicales que no he hecho nunca, bulería…

 

¿Y si de pronto aparece un gran verso?
Yo confío en que me saldrá otro después.

 

No pareces tener la inseguridad que acompaña a muchos artistas. ¿Cuál es tu secreto?
¿Sabes por qué es? Porque me ha dado mucha seguridad el libro. Era un reto tan complicado escribir tanto… Con lo que más sufro en un disco es con las letras. Cuando fui capaz de hacer el libro, supe que si me pongo a escribir al final me sale. No todo me convence, pero sé que al final encuentro. Hubo una época en que llevaba un año sin componer, y me dije: «Esta semana voy a hacer una canción cada día, sea como sea». Al tercer día hice “De quicio”. Las otras dos ahí se pudrirán.

 

¿Así de rápido puedes encender la tecla creativa?
Bueno… me costó un año [ríe].

 

Pero en cuanto te comprometiste contigo a hacerlo, el grifo se abrió.
Sí, porque supongo que se va generando un caldo de cultivo. Empecé a escribir canciones por necesidad, porque necesitaba expresarme de alguna forma. Supongo que no soy capaz de expresar mis sentimientos o mis emociones de otra forma, o sí, pero no me quedo satisfecho, y empecé a escribir. No empecé como Serrat, para tocarle el culo a las chicas [ríe]. Voy sintiendo emociones dentro cuando voy leyendo, viendo películas, viviendo. Ahí va creciendo el tallo hasta que al final sale la flor y, de repente, en este momento surge: tengo ganas de escribir canciones, me lo noto dentro, no me ha salido el verso por el que empezar, pero si me pongo, al final saldrá. “De quicio” casi la vomité. Recuerdo que en el estribillo no me daba el boli para escribir, ¡escribe, que se te olvida! ¡Me ponía hasta nervioso!

 

Dices en otro de tus versos que «no se puede guardar para después la alegría, porque cuando el dolor llega viene con un camión de mudanzas para quedarse en ti mucho tiempo». ¿El dolor es la constante y la felicidad lo efímero?
Eso tiene que ver con que en este país tenemos muy impregnada la mentalidad judeocristiana del sufrimiento. A cualquier pena le damos un peso increíble y no somos capaces de disfrutar tanto de los momentos de felicidad, o vivir dentro de una línea de estabilidad que no sea estar mirando todo el rato las penas o las preocupaciones. Si hablamos del amor, de la pérdida de una relación, muchas veces dura más el duelo que la fase de enamoramiento del principio. ¡No, tío, estira esa fase de enamoramiento y no te regodees en el dolor! No te pongas el “Así estoy yo sin ti” de Sabina, porque vas a hacer más largo el proceso, intenta salir de ahí. En este país tenemos esa religión del sufrimiento. Yo no soy católico, pero me veo reflejado en esa cultura. Cuando estaba jodido decía: «Voy a estar más jodido, me voy a tomar tres copas a ver si con la cabeza del revés estoy más jodido todavía».

 

Nos cargaríamos la mitad de las canciones de la historia de la música si eliminamos el dolor…
Pero es por esa epidemia. Es una especie de terapia. Cuando estoy en una situación así, ¿qué busco? La complicidad de alguien que ha escrito o canta una canción que está poniendo palabras a mis sentimientos o que está pasando lo mismo que yo, porque así no me siento tan solo.

 

Saltemos entonces del dolor a las alegrías. Estás ahora en medio de tu gira. ¿Habrá alguna de esas colaboraciones del disco en tus conciertos?
En la medida de lo posible. Todos estamos de gira. Rebeca y Andrés estuvieron en Madrid, pero el resto estaban todos tocando.

 

¿Trabajas ya en canciones nuevas?
Voy haciendo, pero con mucha calma. Voy grabando y guardando cosas que tengo que ordenar. Me agobiaría mucho ponerme fecha ahora. El siguiente disco saldrá cuando tenga canciones que me emocionen.

 

¿Ya hay alguna que lo haga?
Sí, tengo una preciosa terminada ya.

 

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