Cómics: “Mezek”

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«Un tebeo muy setentero, de aquel tiempo de antihéroes en el que se dudaba del sentido de la vida, de la necesidad de la guerra, de la trascendencia del sexo y del amor, sin dejar de encontrar algo bello e irresistible en todo eso y en muchas cosas más»

Yann & André Juillard
“Mezek”
NORMA EDITORIAL

 

 

Texto: DARÍO VICO.

 
Creo que la mía fue la última generación de niños que leyó habitualmente y disfrutando como los enanos que éramos tebeos de aventuras, ya fuera de los veteranos títulos españoles que aún se mantenían en el quiosco o en las viejas tiendas de cambio –“Capitán Trueno”, el “Jabato” y en mucha menor medida “Hazañas bélicas” y demás títulos de la autarquía con aspiraciones épicas–, la primera oleada de la línea clara francófona –los «Tintines», héroes deportivos como «Vaillant» y «Castel», el recientemente recuperado «Alix»– que devoraron los críos algo más pijillos, porque eran tebeos de tapa dura y caros, o incluso los viejos héroes del cómic primigenio estadounidense, como el “Príncipe Valiente” o “Flash Gordon”, que se vendían por tomos y eran casi inasequibles.

Lo cierto es que “La guerra de las galaxias” aún no se había estrenado, cambiando el concepto de cine comercial de arriba abajo, los dibujos animados que pasaban con cuentagotas en la tele seguían atados al esquema del viejo «cartoon» o el serial japo (ahí quien lo cambiaría todo sería “Mazinger Z”) y pasar una tarde leyendo un buena historia con viñetas llenas de acción y héroes en apuros era un verdadero placer que nada tenía que ver con la nostalgia. Luego, el exceso de oferta en cine y televisión acabó con todo eso; el humor gráfico aún perduró unos años como opción de ocio entre la chavalería, pero los tebeos de aventuras se quedaron para nostálgicos y coleccionistas.

El otro día, por circunstancias de la vida, estaba en una tienda de cómics y descubrí “Mezek”, una historieta con formato clásico «línea clara» –grande y de tapa dura con una portada preciosa, una historia completa en 72 páginas de los veteranos Yann y Juillard– y como no tenía pasta, tuve que leérmelo de una sentada, a toda mecha, porque empecé a ojearlo y no podía irme sin acabarlo; me sentí como aquel chaval atrapado entre grises y viviendo contra reloj una historia fascinante encerrada en aquellas páginas de colores pastel; la historia de unos pilotos de caza mercenarios reclutados por el recién fundado estado de Israel poco después de acabar la segunda guerra mundial para defender sus cielos a bordo de los Mezek checos, unos engendros casi más mortales para sus pilotos que para los enemigos, que combatieron en aquellos primeros años dejando tras ellos un rastro de heroísmo sin reconocer, admiración y leyenda perdida entre las nubes y el desierto.

La historia es realmente fantástica, muy bien trazada y, cierto, afirman algunas críticas que muy predecible, pero en el sentido que cualquier buen relato de aventuras lo es. Dibujante y guionista se han documentado a fondo, pero eso no ha devenido en uno de esos catálogos cargados de datos y detalles gráficos que dejan satisfechos a los historiadores y aburren a los lectores. Los personajes resultan creíbles, la adrenalina que segregas mueve las hélices de los aviones cada vez que empieza la acción y te sientes como un adolescente un poco avergonzado cuando reconoces que la escenas de sexo –que las hay, y muy buenas– te provocan una erección… ¡en plena tienda de cómics!

Más allá de lo estilístico, “Mezek” es un tebeo muy setentero, de aquel tiempo de antihéroes en el que se dudaba del sentido de la vida, de la necesidad de la guerra, de la trascendencia del sexo y del amor, sin dejar de encontrar algo bello e irresistible en todo eso y en muchas cosas más. Bjorn, el mercenario sueco que esconde un misterioso secreto y vive buscando cada día que lo derriben para morir con él, es el último de una lista de tipos que cuando éramos críos nos hizo preguntarnos muchas cosas, pero no anclarnos en ninguna respuesta. Un precioso tebeo, una pequeña gran historia, una muesca más en ese proceso de eterna transición de la época de los últimos tebeos y los primeros periódicos que en el fondo para muchos de nosotros fue algo más emocional que social.

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