Cine: «Sin tregua», de David Ayer

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«La improvisación de la puesta en escena pone en marcha los mecanismos de un simulacro hiperbolizado con el que filmar la calle en directo. Se podría decir que ‘Sin tregua’ cumple la finalidad máxima que se exige a un producto de su naturaleza»

«Sin tregua»
(«End of watch», David Ayer, 2012)

 

 

Texto: CÉSAR USTARROZ.

 

 

 

Se desvanecen los últimos años del siglo pasado. Espinillas en el semblante y callos en la mano. Moneda de cinco duros flameando en el bolsillo. La rajita del arcade en la cabeza desde que sales de casa de tu abuela. Desenfundas la pistola amarrada a la manguera. Apuntas y crees que tienes madera de madero. A ese caco que me mira mal le voy a disparar en los huevos.

Según destreza y grado de dificultad, el coito con los universos virtuales se podía extender unos minutos más. Hasta que el «game over» te mandaba a paseo. Te dabas el piro cagándote en ese ciudadano que se interpuso accidentalmente entre el malhechor y tu última bala.

Gracias a Dios –y a la pírrica paga– las posibilidades de inmersión en avatares fantásticos se acababan al abandonar el salón de juegos del barrio. No había prolongación salvo en la imaginación de cada uno.

Esta no es la infancia de un mosso d´esquadra. Es un ayer compartido, sustituido por la hiperrealidad del FPS («first person shooter» o videojuegos de disparos en primera persona), la realidad aumentada de diferentes periféricos 3D y la tienda de caza y pesca de la esquina (último paso de la transculturalidad para vengarse de antiguos compañeros de instituto).

El trasvase de elementos gramaticales propios del mundo del videojuego al cine y viceversa, responde a la rica intermedialidad como categoría absoluta que prescribe sinergias entre ambas industrias. Las perspectivas o puntos de vista subjetivos nos convierten en uno más de los personajes. Vivimos la historia desde dentro. En estas proposiciones se plantean dos opciones básicas. Tan pronto nos sentimos llamados al deber de combatir el mal como a defender el infierno patrio a capa y pistola láser. Como con la asignatura de ética en el cole, se deja a libre elección.

El género policíaco no podía permanecer impasible a los modelos de construcción cinematográfica que pivotan en torno al «fake» o falso documental rodado con cámaras digitales de forma amateur. Si en «Yo, un negro» («Moi un noir», Jean Rouch, 1958), el genial documentalista francés reconstruyese la “realidad” desde la “realidad” dando un giro revolucionario al documental interactivo, asistimos a la expandida tendencia que se apropia de un “modo de hacer” cine prácticamente exclusivo del circuito independiente. La construcción de la ficción desde la ficción posibilita una nueva relación con la realidad representada, redefinida por la simulada traslación del punto de vista del director a los personajes.

En estas líneas de acción se mueve «Sin tregua», del director norteamericano David Ayer. La responsabilidad técnica, estética y ética recae en los propios actantes. El proceso de identificación eclosiona cuando decimos ver a través de los ojos de Brian Taylor (Jake Gyllenhaal) y Mike Zavala (Michael Peña), pareja de policías que resuelve registrar a modo de diario hasta el último suspiro de su actividad vital y profesional en la ciudad de Los Ángeles.

La improvisación de la puesta en escena pone en marcha los mecanismos de un simulacro hiperbolizado con el que filmar la calle en directo. Se podría decir que «Sin tregua» cumple la finalidad máxima que se exige a un producto de su naturaleza. Consigue desplegar con éxito los instrumentos con los que elevar el contenido dramático del discurso aun cuando este transite por medianías. A saber: inestabilidad de los encuadres, el gran angular de la cámara oculta, los planos-secuencia cámara en mano o coche-patrulla en mano, los desenfoques, la iluminación natural, planos extremadamente cortos, montaje frenético… El reality show está servido. Dejemos a los polis rodar su propia película y disfrutemos de porrazos, tiroteos, trivialidades, tacos, pedos, eructos y tufo a Barón Dandy.

¿Metacine, pedorreta hanekiana, o simple diversión?

Anterior entrega de Cine: “César debe morir”, de Paolo & Vittorio Taviani.

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