Cinco discos para descubrir a Wilco

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Fernando Ballesteros acepta el reto de ejercer de oráculo para introducirnos en la carrera de Wilco. Aquí selecciona cinco discos para descubrir lo mejor de la banda de Jeff Tweedy.

 

 

Selección y texto: FERNANDO BALLESTEROS.

 

Wilco han vuelto a triunfar en nuestros escenarios. Esta vez fue en Vitoria, donde demostraron que siguen siendo una máquina infalible en directo. En materia discográfica la cosa tiene más altos y bajos, al menos en los últimos tiempos. No obstante, la suya es una carrera apabullante, a la que siempre merece la pena volver.

Me piden que elija cinco discos del grupo y, por un momento, tengo la tentación de quedarme con sus cinco primeras referencias. Tras un debate interno, lo descarto. Pero la elección no anda demasiado lejos. Y es que tras A ghost is born cuesta mucho encontrar obras maestras como las que parieron en sus primeros pasos y en aquellos tiempos convulsos en los que Jeff Tweedy se empeñó en cambiar las reglas de este invento que tanto nos gusta.

 

1. Being there (Reprise Records, 1996).

En Being there Wilco encontraron la forma de dar salida a toda la música que había forjado el carácter de sus miembros desde antes incluso de Uncle Tupelo. Y si AM parece una continuación natural de su anterior banda, su siguiente paso sí que señala hacia el futuro, es decir, a la intención de explorar nuevos caminos e intentar grabar siempre un disco que no se parezca al anterior.

Inscrito en la rivalidad Tweedy-Farrar de aquellos años, estamos ante un auténtico golpe encima de la mesa de Jeff. Todo en Being there destila grandeza. La puesta de largo con «Missunderstood» es sublime y enseña una cara distinta que no le hace ascos a lo experimental. El folk está presente en el generoso pero nunca excesivo minutaje de la obra: «Far, far away» es sombría y subyuga, y «Monday» nos lleva a un mundo stoniano de riff rockero de rompe y rasga, que aparecerá más veces en estos surcos.

Jay Bennet aporta muchísimo al disco de un grupo que atravesaba un indudable estado de gracia. La suma de talentos arroja un resultado satisfactorio y Being there es un sobresaliente tratado sobre todo lo que significa estar en un grupo de rock and roll. Como hilo conceptual se planta, por méritos propios, en el cajón de grupos sobresalientes.

Es verdad que Yankee Hotel Foxtrot es casi unánimemente señalado como el punto de partida del afán rupturista de Wilco, pero no es menos cierto que en su segundo álbum ya atesoraban de forma latente buena parte de aquel espíritu.

 

 

2. Summerteeth (Reprise Records, 1999).

El tercer elepé de la banda de Chicago es, sencillamente, un conjunto de canciones a las que es imposible resistirse. ¿Demasiado sencilla la definición para hacernos una idea? Puede ser, pero es que el pop a veces es muy sencillo, y de pop va sobrado Summerteeth. De pop con mayúsculas.

«A shot in the arm», «Via Chicago», «I´m always in love»… a los Wilco de 1999 se les caían las canciones de los bolsillos. Más cercanos a los Beatles que nunca, lo suyo era una factoría de melodías resplandecientes y estribillos perfectos que redondeaban canciones como soles. A estas alturas de la película, ya habían dado varios pasos adelante. Su crecimiento les situaba muy por delante de aquellos con los que, en algún momento, pudieron llegar a compartir la etiqueta alt country.

La historia va a reconocer otros discos de Tweedy y compañía como obras con peso en la historia del rock de su tiempo. Sin embargo, es muy difícil que ninguna de ellas se imponga a Summerteeth si de lo que se trata es de comparar, libra por libra, la calidad de sus composiciones.

 

 

3. Yankee Hotel Foxtrot (Nonesuch Records, 2002).

El periodo en el que se gestó este disco fue muy complicado para Wilco. Jeff dependía de los analgésicos para superar sus migrañas y las relaciones en el seno del grupo eran muy difíciles ya. Tanto, que desembocarían en las salidas de Ken Coomer y de Jay Bennet. Sin restarle importancia a la marcha del batería, llama la atención el adiós de Bennet, un genio multiinstrumentista que, codo a codo con Tweedy, había llevado a los chicos a un nuevo nivel.

El final del matrimonio artístico coincide con la llegada de Jim O’Rourke, al que muchos le reconocieron la nueva pátina alternativa del grupo. Pero la salida a la venta de este cuarto álbum tiene su historia. A la gente de Reprise no le gustó el trabajo. Cuando los ejecutivos de la subsidiaria de Warner escucharon el álbum, decidieron no publicarlo.

Tweedy no cedió. Menudo es él. Y con la carta de libertad salió de gira y colgaron aquellos once títulos en la red de forma gratuita. Con el disco al alcance de cualquier fan, muchas escuderías se interesaron por ellos. Al final decidieron fichar por Nonesuch que, por cierto, pertenecía también a Warner que, por consiguiente, terminó pagando dos veces por la misma grabación. Poético y maravilloso.

En cuanto a las canciones, la ruptura no es total: en “Kamera” y “War on war” bordan el pop de altura. El violín de “Jesus etc” conquista con una melodía irresistible que convierten la canción en lo más popular de su repertorio y la nostalgia disfrazada de alegría de “Heavy Metal drummer” confiere al lote de un potencial comercial que no fueron capaces de apreciar en Reprise.

Hay experimentación, sí, pero en “Yankee Hotel Foxtrot”, que vendió más que los tres anteriores discos del grupo juntos, habitan canciones que han resistido la prueba de ser interpretadas con una simple guitarra en un escenario. No era tan fiero el león alternativo como algunos quisieron verlo. “Poor places”, “Reservations” o “Ashes of american flags” son títulos de una emotividad e inspiración que están incluso por encima de todo lo que rodeó a un grupo que, llegados a este punto era “el grupo”.

 

 

4. A ghost is born (Nonesuch Records, 2004).

A la hora de darle continuidad a Yankee, Tweedy vuelve a fulminar etiquetas y se saca de la manga un trabajo complejo, rico en medios tiempos y poseedor de arreglos que llevan las canciones a un nivel sobresaliente.

Jim O’Rourke se ocupa de las mezclas. El estado de Jeff, sus problemas y todas las tensiones que refleja en el folio como narrador marcan de nuevo un disco subrayado por la reflexión en el plano lírico. Las guitarras cuando estallan lo hacen de verdad, y nos hacen recordar a Crazy Horse, no hay que esperar mucho para comprobarlo. De hecho, ahí está la tormenta de “At least that´s what you said” como claro ejemplo.

“Hell is chrome” arranca briosa, para ceder el testigo a un aire Lennon que volveremos a encontrar más adelante. Los cuatro de Liverpool y su huella también se dejan escuchar en la magnífica “Hummingbird”. “Theologians” lo promete todo desde el segundo uno y, qué narices, termina dándolo. Para ponerle nervio a los pasajes más tranquilos de “Muzzle of bees” o “Handshake drugs”, se sacan de la manga “I´m a wheel”, seguramente el tema más rockero del conjunto.

Cuando se trata de redondear buen pop, aprueban con nota, pero son los minutos de la larguísima “Spiders (Kidsmoke)” los que terminan convirtiéndose en la piedra filosofal del disco. Su ritmo kraut, la repetición y el ambiente que va creando hasta explotar en su estribillo sin letra hacen que no extrañe que en directo fuera un punto difícil de igualar en intensidad. Los que estuvieron en Aqualung en 2005 juran, y no se cansan de hacerlo, que aquella noche se vivió algo mágico durante la interpretación de este número.

Y había más, mucho más, en un disco que, como si quisiera quitarle hierro al asunto, termina en clave más ligera con “The late greats”, un tema que suena a Tom Petty de principio a fin. Tweedy seguía en la cima. 

 

 

5. Wilco (the album) (Nonesuch Records, 2004).

El séptimo disco, el homónimo Wilco, no está a la altura de sus grandes obras, no. Es posible que también palidezca ante The whole love, su asalto de 2011 y, posiblemente su último gran disco. Sin embargo, hoy se cuela en esta lista por distintas razones. La principal es que es un muy buen trabajo y que, entre otras cosas, el tiempo le ha hecho más justicia que a, por ejemplo, «Sky blue sky». 

Es «Wilco (the album)» uno de esos elepés que están orientados a las canciones, sin darle más vueltas, y eso, a la postre, se termina agradeciendo. Se respira en él, una intención poco disimulada de hacer balance de los logros cosechados en años anteriores y de dejar claro que, después de varias giras y grabaciones con cambios consolidados, son unos nuevos Wilco que miran también al futuro. 

Y las canciones. Habíamos hablado de las canciones. Resulta que «I´ll fight» es una maravilla y que aquí hay historias de amor que se rompen, como la de «One wing»; experimentos que remiten al kraut del grupo que grabó unos años antes, «A ghost is born», y canciones que, cuando se trata de bordar el pop, brillan con luz propia. 

«You and I» cantada con Feist es una concesión al folk pop más suave pero inspirado, y «Your never know» nos recuerda que en la familia Tweedy, cuando se mira a los cuatro de Liverpool, Harrison termina siendo el preferido en la mayoría de las ocasiones. Un disco, en definitiva, de canciones que llegan para quedarse y que nos dejan un mensaje: en 2009 Wilco ya no estaban aquí para cambiar la historia del rock ni tensar su alma, sino para deleitarnos. Solamente. 

Anterior entrega: Cinco discos para descubrir a Rory Gallagher.

 

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