¿Chispa o calambre?, de Parade

Autor:

DISCOS

«Introduce más humor que en sus discos anteriores»

 

Parade
¿Chispa o calambre?
Jabalina Música, 2021

 

Texto: CÉSAR PRIETO.

 

Antonio Galvañ –en su versión artística Parade– suele sorprendernos en cada uno de sus discos. En primer lugar, porque siempre hay entre los cortes algunas hermosísimas canciones, pero sobre todo porque, dentro de una ambientación que desde sus inicios es fija –el mundo de la ciencia ficción, del horror, del fantástico–, existen pequeñas reinvenciones. En este caso, introduce más humor que en sus discos anteriores.

Tras los dos años largos de espera que han transcurrido desde La deriva sentimental, nos ofrece ahora siete canciones en un conjunto de curioso título: ¿Chispa o calambre?, como una parodia a lo mad doctor de lo que acostumbran a decir los chicos en las películas norteamericanas localizadas en la noche de difuntos. Como el disco, le da unas vueltas a la cultura popular, que no se centra solo en estos géneros considerados menores, sino que puede desarrollarse en puro costumbrismo. Pero como lo extraño domina sobre lo rutinario, en “Avecrem”, lo fantástico es visto como cotidiano. En este caso hay trampa, la canción es de Alfonso Melero –de Terry IV o Meteoro– y la hizo para las Astrogirls. Grupos que merecieron mejor suerte.

Aunque también es costumbrista y suya “Mi jefe es el mal”. Adopta aquí un «yo poético femenino” para hacer una narración –las canciones de Parade viven en pequeños cuentos– en la que una secretaria descubre que su superior es un illuminati, rosacruz, miembro del Priorato de Sion y de miles de agrupaciones secretas que trabajan para la conspiración y la inyección con microchips que llevará a la dominación mundial.

El tema se desarrolla en “Nano robots”, que Parade jura tener acabada antes de que todos los conspiparanoicos nos desvelaran qué hay dentro de las vacunas. En todo caso, Parade actúa con condicionantes antiguos: fiesta como la de la primigenia nueva ola norteamericana, a lo Devo o B’52, y coros a lo doo-woop. De la misma época del doo-woop es el twist, que recoge en “Plot twist”, que más que twist es música de cabaret, que transcurre en hoteles, desde Psicosis hasta El sexto sentido.

Puramente fantástica es “Cuando luchan los kaiju”. Ahí está su mundo más típico, el de la serie B, la cultura oriental y las películas de bajo presupuesto. Kaiju es palabra japonesa que significa criatura monstruosa, y la producción se resuelve en aire nervioso y cinematográfico, que parte de la habitación del pánico y de trallazos a lo The Cramps o Sigue Sigue Sputnik. Su mundo más personal se encuentra en “No quiero estudiar”, la rebeldía adolescente por la que ha pasado él y por la que han pasado cientos de músicos: el dejar la escuela para dedicarse a la música. La paradoja es que Galvañ, ahora mismo, es maestro.

Son, en conjunto, siete canciones que saben a poco, que son necesarias. Cierto es que en el último año han aparecido muchos discos que se cimientan en el ambiente de la pandemia, te revelan rasgos íntimos; así que es un buen refresco el mundo de Parade, que se cimienta en velocidad, sintes de los primeros tiempos y cultura popular. En definitiva, en lo que también es el pop. En definitiva, en la diversión.

Anterior crítica de discos: Home video, de Lucy Dacus.

Artículos relacionados