Chico Ocaña: Alegría y surrealismo a raudales para tiempos difíciles

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«Sabía que mi obra, mi forma de ser, mi manera de interpretar iba a estar siempre ahí, debido a ese bagaje de los años que llevo. No tenía miedo a enfrentarme al futuro, y decidí llamarme Chico Ocaña porque no quería darle más medallas a nadie»

Chico Ocaña, el diablo gaditano (aunque sevillano de adopción), tras el abrupto final de Mártires del Compás, comienza andadura solista con el disco «Canciones de mesa camilla», en el que sigue con su visión de la vida mientras desarrolla ese peculiar estilo por él patentado que responde por flamencobilly.

 

Texto: JUAN PUCHADES.
Foto: XAVI MORÓN.

 

Chico Ocaña, en «Canciones de mesa camilla» (EMI), sigue como siempre, constatando que no sólo es un letrista sensacional, sino uno de esos genios que exporta Sevilla al mundo como si tal cosa, con tal naturalidad que nos quedamos asombrados con tanto arte surrealista, profundo y divertido a la vez, con el que disecciona la actualidad y la pone a nuestro alcance. Su voz es la de siempre, y su talento continúa incólume y fresco. Conversamos por teléfono, él está en Sevilla, en días de lluvia, «Quitando los pulpos de la pared». ¿Cómo? «Las ranas, la humedad de la pared». Ah, qué cosas pasan en Sevilla.

Resulta chocante la imagen de la portada (un enfermo en una camilla) y el título del disco («Canciones de mesa camilla»), has jugado con las palabras y la imagen.
Sí, el título tiene un doble sentido, el de la familiaridad de cómo empezaron las canciones, y después el dibujo de la portada, que es de Carlos Pacheco. Como él conoce mi obra, mi ironía y mi surrealismo, lo ha hecho así. Hay canciones en las que hay otro tipo de camilla que no es la familiar, porque hay familiares muy directos que se van en una mesa camilla distinta, en la carretera.

¿Al principio las canciones, como dices, nacieron alrededor de una mesa camilla?
Empezaron como empezó el flamencobilly, en casa con dos guitarras y en plan familiar, pero con las connotaciones de que había canciones que ya estaban, digamos, creciendo porque habían sucedido una serie de cosas en mi vida, que se fueron una serie de personas muy queridas para mí de una manera trágica. Por eso hay una canción que se llama ‘CCC’, que significa, cáncer, carretera y corazón, que fueron los tres elementos que me apartaron de esas personas.

Fíjate que tenía prevista una pregunta sobre ese título, porque no lo entendía.
Pues es eso, y ese es el resultado de la portada. Luego ha estado la versión libre de Carlos Pacheco, que toma ese sentido después de escuchar las canciones. A mí me pareció muy acertada.

¿Cuáles crees que son los cambios más notables que hay entre este disco, el primero que grabas en solitario, y los de Mártires del Compás?
No hay ningún cambio, porque el creador sigue siendo el mismo, lo veo como un trayecto que no conoce el letrero de la meta. Empecé en esto hace veinte años, ha habido varias formaciones que, por causas que no vienen la caso, se han quedado en el olvido, como Caraoscura, y ahora esta en la que he estado veinte años, pero el creador de esos formatos ha sido servidor, y no hay cambio, simplemente ha evolucionado, los años pasan y he vivido una serie de sucesos que se plasman en este disco. Sucesos que en mi obra siempre son muy reales y muy vigentes, porque reflejan cosas que veo y vivo.

¿Si Mártires del Compás era tu proyecto, por qué se acaba y comienzas a grabar con tu nombre?
Bueno, Mártires fue un proyecto que después de muchas luchas y de sacar al mundo seis discos y muchos viajes, como las buenas relaciones, como los amores, al final, terminan difuminados, porque la cosa ya no es como se empieza. El amor es bonito cuando empieza, pero feo cuando termina. Y en este caso las cosas terminan no de la manera que yo esperaba, hubo una serie de sucesos que adelantaron la ruptura, de la cual no me arrepiento, pues sabía que mi obra, mi forma de ser, mi manera de interpretar iba a estar siempre ahí, debido a ese bagaje de los años que llevo. No tenía miedo a enfrentarme al futuro, y decidí llamarme Chico Ocaña porque no quería darle más medallas a nadie, quería hacer un disco intimista, que no está reñido con la alegría, quería hacer un disco abierto a ese proceso de ruptura y a un nuevo horizonte con esos sucesos que he vivido.

En bastantes de las fotos de promoción que ha enviado EMI, apareces rodeado de un grupo… ¿Es generosidad, timidez o la costumbre?
No, el grupo es mi nueva banda y tiene que estar ahí, no es por estar solo o acompañado, uno solo no es nada, en música sin alguien no eres nada. Lo que pasa que en vez de poner el nombre de Mártires, que me parecía mover un poco la mierda, quería darle un sentido al personaje, puesto que el personaje era el inventor y el creador y en las anteriores formaciones lo que hice fue no sólo compartir mi vida, sino mis derechos de autor y equipararlos a ellos conmigo desde el primer momento. Como soy mellizo, desde chico estoy acostumbrado a compartir, en mi vocabulario «mío» no existe, puesto que no era «mi pelota», era «nuestra pelota», no tenía a «mi madre», era «nuestra madre», no tenía a «mi hermano», era «nuestro hermano», no tenía «mi sueño», era «nuestro sueño». Siempre he compartido. Y en este trabajo no quería compartir el derecho de autor, quería coger el toro por los cuernos, he hecho desde la música hasta las letras, he decidido quién quería que estuviese, cómo hacerlo y por qué.

¿Con quién has grabado el disco, quiénes conforman esta nueva banda?
La banda es una gente nueva, de Cataluña, a la vera de Manresa. El disco se grabó en Manresa y es gente que conocí porque colaboré en su disco, se llamaban Los Remendaos, son hijos de padres andaluces y ellos hacía un poco de rumba catalana aflamencada, con aires andaluces. Con su proyecto no tuvieron mucha suerte, conocí al que cantaba, Antonio, y le propuse empezar a montar unas canciones en plan acústico con otro guitarrista que era de Écija, que es un investigador de flamenco, Xevi López. Y bueno, los conozco de esta manera y les propongo hacer unas canciones en plan acústico; hacemos siete canciones. Yo no sé tocar ningún instrumento, ni siquiera se afinar una guitarra, cuando creo lo hago con la melodía y la tonalidad, las canciones empiezan en mi mente, las voy almacenando y sale la canción casi al completo, poco varía al escuchar la versión del comienzo, la del alma, con la voz, y eso hace que le sea más fácil a estos dos chavales sentirlas con las orientaciones que les voy dando, siempre con la idea de no caer en decir las cosas que ya había hecho, sino en mantener el estilo falmencobilly pero con una nueva orientación menos amplificada y que la cuerda cobrara más importancia. Cuando termina ese formato, se busca al resto de la banda, un bajista, que a la vez es primo de Antonio El Remendao, y el percusionista Johnny, que a la vez es hermano del bajista y primo de Antonio. Eso hace que la banda sean dos hermanos y un primo, más uno de Écija y yo, de Sevilla.

¿Lo habéis producido vosotros mismo?
Sí, la producción es íntegramente mía.

Tus letras siempre han destacado mucho, eres un gran observador de la realidad y, además, sabes sacarle punta, ¿te salen de manera natural o tienen mucho esfuerzo detrás hasta dar con la palabra exacta?
No, para nada. Yo soy muy observador, he trabajado mucho en vídeo y en cine y eso me ha dado una gran facilidad para plasmar. Porque mis canciones, más que una sensación emocional al principio, lo que dan son situaciones con imágenes o secuencias, no salen por abrir la venta y ver la Luna, sino por el hecho de salir a la calle e impregnarme de lo que veo. A mí me gusta ser siempre actual, hablo de una acción real y contundentemente diaria, no hablo nunca de lo que pasó, sino de lo que está pasando. Eso hace que mis canciones parezcan un periódico cantado de las cosas que vivo, que veo o que oigo, siempre a través de la vista para llegar al sentimiento después.

¿Y luego no te lleva mucho tiempo limarlas, ajustarlas, pulirlas?
No, no, salen naturalmente, te lo puedo asegurar.

Pues la sensación es la contraria, porque tus letras tienen hallazgos fantásticos, estos días me tiene encantado lo de «cuando el amor es de verdad se abre como un garaje de par en par».
Pero es que es así, yo veo esa imagen. Más que la sensación de la frustración o el placer, es así, puede ser esa sensación, cuando tú abres o cierras un garaje, que es una metáfora, pero lo que queda es lo que tú ves. Eo es lo que me interesa cuando alguien me habla de mi obra, que sé que, en definitiva, tú o el que oiga va a ver eso, que esa sensación la voy a transmitir. Igual que digo «Los aviones no tienen espejos retrovisores», como algo absurdo, que no sirve para nada, que vete a saber si los llevan o no, pero, en cualquier caso, es algo inútil.

O esa imagen fantástica del piso de los treinta metros, en la que dices que vas a tener que poner el techo de velcro para quererla, y que no os moleste ni el perro, ni el gato, ni la maceta…
¡Hombre! ¡Imagínate! Esa canción me salió de tirón el día que oí a la Ministra hablar de los pisos de treinta metros. Por suerte o por desgracia, nací en un pueblo, en una familia bastante humilde y vivíamos en una casa en la que el cuarto que compartía con mi hermano el mellizo tenía menos de treinta menos, entonces me gustaban los animales y a mi madre le gustaban las macetas, y se me vino al coco, joder, «¡si yo hubiera vivido en la situación que dice esa mujer, hoy tendría que poner el techo de velcro para cuando viniera ella, porque no iba a haber espacio para las relaciones!». Entonces se me ocurrió lo del veclro para que el espacio para los senitmientos pudiera palparse.

También, en ese papel de periodista que ejerces, y de analista de la actualidad que va dejando sentencias, cantas que el mundo está roto.
Sí.

Bien roto, además.
Bien roto, y no hay pegamento para este terremoto que nos ha caído encima, del consumo, la soledad… A mí me gustan las personas, confío mucho en las personas, pero entiendo que somos las propias personas… El humano tiene el peligro de desaparecer, porque se devora a sí mismo, y eso hace que las sensaciones de que uno podía cambiar algo se vayan quedando un poco congeladas, como esa persona que compra el pescado congelado para poder comerlo en cualquier momento. Es esa sensación de orfandad, de ruptura en la que estamos, de que se va a romper todo, pero de verdad.

Por contraste, todas estas cosas, que reflejan la dureza y la locura de los tiempos que vivimos, nos las cuentas con alegría, incluso con humor.
Siempre pienso que para que la gente lo entienda mejor, hay que hacerlo desde una perspectiva alegre. Algunos me tachan de que en este disco estoy muy blando y digo que no es una cuestión de blando, es cuestión de los hechos acaecidos, de los momentos y de lo que he vivido. Claro que me he hecho blando, porque me he abierto, antes mi temática también era social, pero exteriorizándola y en este disco es desde dentro, abriéndome yo antes, para que la gente viera que también soy persona, que también sufro vivo, sueño y lloro.

Siguiendo con los contrastes, hablas de Marbella, pero a ritmo de sevillana.
Bueno, sí, también es un trabajo de estudio de lo que uno lee. Yo soy un enamorado de los viajeros románticos, he estado estudiando de dónde viene y adónde va el flamenco. Y esta letra, aunque la escribí yo, es de un viajero romántico inglés que viene a Andalucía, se llamaba John Ford, como el cineasta, y hace un viaje a Granada y desde allí hace rutas por Andalucía, y hay un momento que llega a Marbella y escucha esa coplilla que dice «Marbella la bella, quien entra con capa sale sin ella».

Una coplilla muy actual, muy certera.
Claro, es lo que quería demostrar, que no ha cambiado nada. Lo que han cambiado son las formas, pero el individuo sigue siendo el mismo. Por decirlo de alguna manera, cambia el plano, pero no la actitud o la moral. El hombre sigue siendo un sinvergüenza, ratero y poco honrado, pero con uno mismo. Lo fácil es ver en el ojo ajeno, pero creo que hay que ver en el ojo de uno mismo, y a partir de esa lectura llegar a esas conclusiones, a esas reflexiones, pero por principios. No soy ni moralista, ni salvador, ni pretendo ser un hacha de guerra, pero es que esa es la realidad.

¿Tienes pensado recuperar en directo temas de Mártires del Compás?
No, ahora mismo no, este nuevo espectáculo, que dura cerca de dos horas, lo hago todo con canciones nuevas, hay trece canciones en el disco, pero en el escenario llevo unas veinte, porque hay algunas que no están en el disco, pero que irán en el próximo trabajo. Seguramente haré cosas de Mártires, porque son mis canciones, y yo a mis niños no los abandono. Pero no quiero mezclar a estos chavales nuevos con las frustraciones de un proyecto acabado de una manera injusta para mí. Quería que fuera nueva compañía, nuevo manager, nueva banda, nuevo espíritu.

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