Cecilia, siempre Cecilia

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“Le gustaba mucho cambiar sus letras, por eso se han podido hacer tantos discos póstumos”

 

El gran concierto de homenaje a Cecilia que tendrá lugar en Madrid el 9 de noviembre, vuelve a poner de actualidad a la cantautora fallecida en 1976. De ella conversamos con su hermana, Teresa Sobredo. Por Juan Puchades.

 

Texto: JUAN PUCHADES.

 

El próximo 9 de noviembre, bajo el nombre de “Mi querida Cecilia”, se celebrará en Madrid un homenaje a Cecilia, excelente motivo para recordar a quien fue (es) una de nuestras más grandes autoras de canciones. Este concierto, idea del periodista musical Santi Alcanda, quiere reunir fondos para los niños con autismo, y contará con, entre otros, Alondra Bentley, Amaral, Ana Belén, Coque Malla, Javier Álvarez, Jorge Marazu, José Mercé, Mäbu, Marilia, Miguel Ríos, Mikel Erentxun, Morgan, Pasión Vega, Rebeca Jiménez, Sole Giménez, Víctor Manuel, Virginia Maestro y Zenet. Todos ellos interpretarán canciones de Cecilia, una idea que, nos comenta su hermana Teresa, “Está muy bonita por varias razones: porque a ella le encantaban los niños, y luego a nosotros, a los hermanos y los parientes, nos ha gustado mucho la idea de que sea para los niños autistas, los niños que tienen el TEA. Y está fenomenal que lo hagan para ella, me parece que le encantaría”. Añade Teresa que no ha sido sencillo dar forma al concierto: “Ha sido muy complejo, no creas que ha sido nada fácil, porque al principio no se avenían nada los artistas, y de repente ya se empezaron todos a poner en fila. Como participan veintinueve o treinta, algunos tienen que hacer dúos”. Precisamente, los dúos y las canciones que cada uno interpretará, forman parte de las sorpresas que conocerá el público asistente la noche del 9 de noviembre en el Palacio de Congresos Campo de las Naciones de Madrid.

 

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Es imposible dejar pasar la oportunidad de charlar con Teresa Sobredo sobre Cecilia (de nombre real Evangelina Sobredo), para intentar aproximarnos un poco más a aquella compositora excepcional que escribía con lenguaje cuidado hasta el extremo, fruto de una vasta cultura y de una infancia marcada por los viajes familiares, pues el padre era diplomático: “En la familia tuvimos vocación internacional e intelectual, sobre todo intelectual por mi padre y mi abuelo. Siempre hemos sido muy de leer y de tener libros. En casa lo normal era leer mucho. Yo de joven leía a Dostoiesky y a Tolstoi, y mi hermano Jorge también. Todos hemos leído muchísimo. A Dickens, en inglés. Vivimos en muchos países y eso nos abría muchísimo. Y date cuenta que íbamos a los colegios locales. Mi padre nunca nos tuvo internados en colegios específicos o especiales o caros, no, eso no, los ocho hermanos, que le seguíamos hasta que pudimos, fuimos siempre a colegios de cada lugar”.

 

¿En qué países estuvo Cecilia antes de instalarse en España?
Eva [Cecilia] nació en El Pardo, de ahí fue a Inglaterra, de Inglaterra a Filadelfia (Estados Unidos), de Filadelfia a Portugal, de ahí a Jordania, que es donde termina el bachillerato, en Jordania se libera más y ya viaja a Madrid a estudiar Derecho.

 

Culturas muy contrastadas, y más en aquellos años. Pienso en el Portugal de aquel tiempo, y en Estados Unidos, o Jordania.
Sí, pero ha sido una suerte vivir en tantos países y tener una formación, yo he sido la que más sufrió el cambio de colegios: estuve en siete. Y no por ser mala estudiante, sino que me tocó porque era la más pequeña, y me tocó seguir más a mis padres. Eva estaba en el medio, mis otros hermanos, que eran más mayores, cuando llegaron a Lisboa, fueron desde ahí a la Universidad.

 

Algunas canciones de Cecilia tienen una mirada social, pero siempre poética; y cuando trataba las relaciones sentimentales tampoco lo hacía desde un plano convencional. Siempre fue muy original.
Porque leyó mucho, leyó muchísimo, y era creadora. Se juntan dos factores: que ha leído muchísimo y que eso es capital. Y además de ser una buena lectora, era una persona muy conceptualista, eso lo recuerdo muy bien: cuando me daba clases de matemáticas, eran las mejores que me daban, me decía, “No, no, Teresa, no te vayas por las ramas, aquí el concepto es lo válido, déjate de historias, esto no es literatura, hay que ir al grano”. Explicaba mejor las matemáticas que un hermano mío que era ingeniero naval, pero porque le gustaban los niños, eso también es verdad.

 

¿Recuerdas cuándo compuso su primera canción?
No, eso sí que no, porque yo entraba y salía, iba al colegio, y estaba muy imbuida en mi rollo del colegio, pero recuerdo pasar y verla componer las canciones, a veces sola, y repetirlas, y repetirlas muchas veces. Otras veces estaba con amigos y un amigo le decía: “Oye, pues si pones ahí un ritmo de bossa nova te queda más bonito”. Eso sí que lo vi. Y ella ponía el ritmo de bossa nova, la letra la hacía ella. El otro le daba una idea y ella le decía, a lo mejor: “Pues mira, la canción la firmo contigo, que me has dado una idea muy buena”. Era muy generosa, y a lo mejor veía que una persona estaba mal económicamente y ayudaba para que tuviera una canción a su nombre. Pero lo hacía ella, porque tenía talento.

 

Ese detalle de la bossa nova me recuerda la canción ‘Nuestro cuarto’.
Claro, es que es esa canción. Vi cómo la compuso, la hizo así. Eso lo hacía mucho, porque ella tampoco le daba mucha importancia a lo que hacía. Era lo bueno, es la genialidad de los genios, que no le dan importancia: lo hacen y punto. Es una cosa más. Por el mundo intelectual conozco muchos profesores, y veo que son geniales y no dan importancia ninguna a lo que hacen, es decir, son uno más. Esa parte la tenía Eva, de hacer esa creación artística tan genial y de hacer esa ensalada intelectual, ¡y luego esas canciones! Siempre conceptualistas, si te fijas, igual a como me daba a mí las clases de matemáticas. ‘Dama, dama’, ahí está la concepción: una señora, no se va por las ramas, de entrada a cabo todo va casado, con mucha lógica.

 

 

¿Escribía primero las letras?
En conjunto. Eso sí lo he visto. Además una vez lo comentamos, y lo dijo en varias entrevistas, para ella lo más importante es que la letra case con la música, y la única forma de hacerlo es que vas escribiendo la letra, vas componiendo la música, y la música tiene que casar perfectamente con la letra, y eso se ve en las cintas caseras que hay de ella, que dice “La válida” [refiriéndose a una toma]. Le gustaba mucho cambiar sus letras, por eso se han podido hacer tantos discos póstumos.

 

Te refieres a los discos con grabaciones inéditas que ha ido publicando el sello Rama Lama.
Sí, en “Todo Cecilia” [2016] hemos sacado canciones que estaban inéditas, hay un ‘Desde que tú te has ido’ no desde la perspectiva de la mujer, sino de la perspectiva del hombre. Supo adaptar sus canciones, cambiarlas, hacerlas distintas, y lo comentaba: en una de esas cintas dice “Y voy a cantar ahora ‘Andar’ con un ritmo más lento”. Cuando compones tienes que dar muchas vueltas, y ella se dio cuenta de eso. Tenía esa genialidad y se daba cuenta de que para que las cosas salieran muy bien, tenía que darle muchas vueltas.

 

En ocasiones fue la censura la que le obligó a dar muchas vueltas a algunas letras.
Eso tenía mucha gracia, porque ella se lo tomaba con mucha risa. Me decía, “Ahora no me han pasado ‘Un millón de muertos’, pues pongo ‘Un millón de sueños’”. Y un millón de sueños es mucho peor que un millón de muertos, porque lo de los muertos lo captas rápido, pero lo de los sueños es muy mordaz, porque es decir no mato a las personas, les quito sus sueños, que es mucho peor. Es decir, que le quito la ilusión a las personas, las privo de su ilusión, y con ello estás diciendo no solo que las privas de la ilusión, sino que las privas de su libertad. Pero los tíos que estaban en la censura eran muy poco inteligentes, y ella hilaba fino.

 

Sí, y afortunadamente están las versiones alternativas de algunas canciones que ha editado Rama Lama.
Todo eso ha sido gracias a que se conservaron las cintas, y en el estudio de Félix Arribas, Duplimatic, hicieron un gran trabajo. Porque fue muy complicado, no fue nada fácil, porque entregar las cintas… ¿a quién se las entregas? Con Félix Arribas no había ningún problema, pero a mí me ha pasado de ir a un estudio y me decían: “Vete a tomar un café y luego vienes por las cintas”. Esas cintas no son un bien mío, es un bien de mis hermanos, de mi madre. Puedo equivocarme en las ediciones mías, las de mi autoría, pero no en algo que me están legando unos hermanos y una madre, ¡no, por Dios! ¡Hay que ser muy serio!

 

Además, el legado de Cecilia.
Claro, es el legado de ella. Asumí esa responsabilidad muy empujada por mi madre, y me daba mucha cuenta de lo que tenía entre manos.

 

¿Sabes cuál de sus canciones era su favorita?
La oí decir que su favorita era ‘Llora’, pero, fíjate, creo que es un poco como me ha pasado a mí cuando he empezado a escribir, cuando terminaba de escribir algo, hablaba con mi madre y me preguntaba qué es lo que más me gustaba de lo que escribía para el doctorado: “Pues me gusta más este apartado sobre el autor, o este apartado sobre sus obras”, pero porque es lo último, es la novedad. Creo que la novedad es lo que más te gusta, porque dices ¡qué bien lo he hecho!

 

 

Y ahora, mójate tú, ¿cuál es tu favorita?
Mi favorita, según los momentos. Me gusta mucho ‘Mi piano’, porque musicalmente es un minueto, y está muy bien armonizada, eso lo dijo ella en una entrevista. Luego, me encanta la letra y la música del soneto que hace a Valle Inclán, y las canciones de Valle Inclán, las que tiene letra de Valle Inclán, no la de ‘Doña Estefaldina’, sino las últimas que aparecen, ‘Rosa en Job’ y ‘Resol de verbena’, sobre todo ‘Resol de verbena’, que tiene una letra no difícil, ¡complicadísima!, y cómo ha encajado ella esa composición musical. La melodía es absolutamente increíble, qué bien casada está toda. Eso fue muy difícil, porque teníamos varias grabaciones, una mejor, otra peor, y fue Jesús, como si fuera un manuscrito, que lo fue uniendo aquí y aquí, algo imposible, es un genio de la informática, y lo hizo muy bien, menos mal que eso no se ha perdido: es un tesoro. A los hermanos, y a mi madre, nos ha costado dinero, pero para mí es el disco que más oigo, porque es el disco que es más de Cecilia.

 

Para muchos, de los cuatro discos publicados en vida, el más especial es el segundo, “Cecilia 2”, quizá el menos conocido para el gran público. Pero sobre todo los críticos lo consideramos el gran disco de Cecilia, aunque quizá sea el más oscuro. ¿Sabes qué opinaba ella de ese disco?
A ella le gustaba ese disco porque era más suyo. A ver, cuando empiezas en alguna actividad, y sobre todo en la creativa, y está mucha gente encima de ti al final terminas fatal, llega un momento que tienes que coger el pasaporte y decir: “Yo me lanzo al vacío y a ver qué pasa”. Creo que ese “Cecilia 2” que pasó tan desapercibido, quizá es más suyo, en creación como persona y en vida, es decir, que lo saca la discográfica y ella aún vive.

 

 

¿Era tan tímida como parecía?
No, era educada, que es otra cosa. Date cuenta que habíamos ido a colegios ingleses, y en esos colegios una de las cosas que te enseñan es a no gritar, te enseñan mucho que no se puede lazar la voz, es un pleno machaque a no copiar, porque al que copie se le expulsa del colegio, y también a ser muy discreto. Para mí Eva no era tímida, yo era mucho más tímida que ella, cuando comparo lo que hizo para homologar su título inglés de bachillerato en España, bueno, yo me muero del miedo.

 

¿Qué hizo?
Había una chica de su misma edad que, igual que ella, había hecho el bachillerato en Jordania, era palestina pero con nacionalidad española y le habían homologado el título de bachillerato, y pasó a la Universidad, hacía filología. Eva lo sabía porque vivía en Jordania y teníamos relación con ella, que su familia serían de los pocos españoles con nacionalidad palestina que había en esa época. Ella se enteró, porque iba un curso por delante, y cuando llegó a Madrid le dijeron que no le iban a poder homologar, por todos esos rollos que había entonces, que no les gustaba mucho que un español, con apellido español, estudiara fuera. Pues ni corta ni perezosa, se fue al ministerio de Educación y Ciencia, habló con la persona competente y dijo: “Quiero que me homologuen el título, porque ustedes se lo han homologado a esta chica, y tal”. Le sacan el expediente y le dicen: “Sí, señorita, tiene usted razón. A usted también hay que homologárselo”. Fíjate, para esa época, que era mucho más gris, que nadie se atrevía a hacer algo así, hace falta tener un par de narices. Eso no lo hace un tímido.

 

Te lo preguntaba porque su apariencia era de timidez.
La apariencia era porque no se lanzaba. A mi juicio, más que tímida, era muy observadora. Pero tímida no era, me acuerdo de una vez que fuimos al cine, yo no tenía la edad para entrar y estaba como le pasa a los niños: “Qué rabia, ellos se van y yo no”, que en una familia numerosa pasa eso mucho. Ella, como era mi madrina y me vio triste, me dijo: “Tú también vienes al cine”. Y le dije: “Pero si no tengo DNI”. “No te preocupes, un gorrito, te peino, te pongo tacones”, yo tenía 11 o 12 años, y di el pego, iba con ella y otra hermana, me parece que Dolores, e iba muerta de miedo: cómo ahora me digan que presente el carnet, ¡se me caen los tacones y el gorro!

 

Pero, ¿diste el pego?
¡Di el pego y no pasó nada! Es decir, ella no era tan tímida, era bastante lanzada. A mí ni se me ocurre una cosa así.

 

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