Camilo Sesto: La fragilidad de una leyenda

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«Se aventuró con valentía en el proyecto de Jesucristo Superstar, musical que lo elevó a la categoría de mito»

 

Óscar García Blesa, director del documental Camilo sinfónico, reflexiona sobre la carrera de Camilo Sesto y sobre cómo acabó desvirtuándose su leyenda.

 

 

Texto: ÓSCAR GARCÍA BLESA.
Foto: PATRICIA J. GARCINUÑO.

 

La última vez que me despedí de Camilo lo abracé de manera delicada. Muy alto y delgadísimo, su cuerpo era frágil, como de porcelana. Cariñoso y atento, recibía los abrazos como un escudo protector, una suerte de cobijo para una figura cansada. Hoy (por ayer), Camilo se rompió definitivamente. Icono indiscutible de la canción melódica española, falleció a los 72 años en el Hospital Universitario de Pozuelo de Alarcón, en Madrid, por un fallo renal.

La muerte del cantante, nacido como Camilo Blanes en Alcoy en 1946, se anunció a través de un comunicado en su cuenta oficial en Twitter: «Lamentamos mucho comunicaros que nuestro gran y querido artista Camilo Sesto nos acaba de dejar. Descanse en paz». Sus logros, ventas millonarias y su colosal triunfo en España y Latinoamérica ya han sido extensamente documentados. Sirva como titular que resulta imposible comprender la historia de la música pop en español sin dedicar un extenso capítulo a Camilo Sesto.

Poco reconocido en vida, autor de la mayoría de las canciones que grabó y músico extraordinario, probablemente reciba tras su fallecimiento un aluvión de condolencias. Nacido en un país acostumbrado a maltratar al triunfador, Camilo Sesto tuvo un reconocimiento mucho mas efusivo en América, donde su figura es leyenda, que en España. Vivió un periodo triunfal durante la década de los setenta, donde coleccionó números uno, canciones que todavía hoy son recordadas por varias generaciones y se aventuró con valentía en el proyecto de Jesucristo Superstar, musical que lo elevó a la categoría de mito.

Su vida cambió en 1983 tras el nacimiento de su hijo Camilo Míchel, y por el que decidió retirarse voluntariamente de los escenarios. Después de algunos años al cuidado de su hijo, retomó sus directos a principios de los noventa, pero ya no fue lo mismo. La falta de interés de los medios (y el público) por los artistas melódicos tradicionales lo apartaron de los espacios dedicados a los artistas de éxito y, necesitado de promoción, lo arrinconaron en lugares casposos donde su figura fue aniquilada. Se acercó a personajes dañinos para su imagen como Mariñas, Alfonso Arús o Javier Cárdenas, quienes dilapidaron la figura de cantante de éxito fraguada durante los años setenta. Camilo, a ojos de una nueva generación, se convirtió en un personaje grotesco entre la fauna de la recién creada telebasura, un golpe mortal a su carrera del que apenas se pudo recuperar.

 

En 2018 pasé algunas semanas cerca de Camilo con motivo del documental Camilo sinfónico que tuve el privilegio de dirigir. Durante aquellas jornadas hablamos de música, algo que le abría los ojos y disfrutaba enormemente. Le gustaba hablar de guitarras, de la forma de componer la canción perfecta, de melodía y armonía, de musas y de inspiración. Por encima de todo, Camilo Sesto era un músico. Un compositor excepcional que amaba la música por encima de todas las cosas. Descanse en paz.

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