Así soy yo, de Cathy Claret

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DISCOS

«En el disco se percibe actitud y personalidad. Como siempre, Cathy hace lo que nadie más hace»

 

Cathy Claret
Así soy yo
RESPECT RECORDS, 2022

 

Texto: CÉSAR PRIETO.

 

Hubo, hace mucho tiempo, a finales de los años ochenta, una niña que componía canciones maravillosas. Le salían del alma y lo hacía para que sus penas callasen. Tuvo la inmensa suerte de que un productor de moda en aquel entonces las escuchase y se desviviese por buscarla, cosa que no era fácil. Aparecieron, cuando lo consiguió, un par de elepés bellísimos a su nombre, un cruce mágico entre la tradición pop francesa, donde había nacido, y la rumba, tan cara a la Barcelona en la que residía, con la salvedad de que el grupo que la acompañaba era de Sevilla y se llamaba Pata Negra. Ella se llamaba Cathy Claret.

Frente a las presiones de la discográfica para hacer de ella una estrella, Cathy priorizó su libertad y fue sacando discos cuando podía, sin más afán que el de dar a luz las canciones que iban componiendo. Periodos activos y periodos de parón que fueron conformando una carrera espléndida, contra viento y marea, y plagada de impresionantes canciones cuyo último estandarte es este, su disco más básico.

Respetada y tenida por una de ellos por los gitanos con los que ha convivido siempre, la chica del viento —así aparece en una de sus canciones— se ha ido hasta un par de barrios de Barcelona que atesoran tradición de música calé —La Mina y San Roque— para grabar en estudios de amigos. Su actitud es muy clara: si necesito coros, me asomo a la ventana y llamo a algunos de los chavales que están por la calle, nos llegó a decir. Así que en el disco se percibe actitud y personalidad. Como siempre, Cathy hace lo que nadie más hace, por lo menos nadie entre los cantantes profesionales, segmento de la industria del que siempre ha huido. A pesar de ser una artista enorme, es también humilde.

Ahí tenemos “Agua, Coca-Cola, fregasuelos verde” que goza de una instrumentación mínima, unas guitarras flamencas, apenas unas palmas, pero llena todo el espacio en el que Cathy rapea, se alía con un mundo joven, explota el jaleo. Nunca había sido tan flamenca como en este disco.

Un disco en que, como siempre, las letras destacan la validez y la independencia que busca una mujer segura de sí misma. Ocurre en “Así soy yo”, con una versión acústica y otra más eléctrica y, quizá, en “Alegría de vivir”, en que un piano casi jazzístico, junto a guitarras calmadas, dibujan un decorado de paisajes serenos. Paisajes que dibujan su disco más acústico. Si alguna vez Cathy ha trabajado con experimentos electrónicos, aquí todo se construye con los mínimos elementos, que no dejan de potenciar la canción. Por otra parte, es su disco más romaní, como se observa en la sustancia que esconde “Baby blue”.

Otro aspecto novedoso son las versiones. Cathy no suele trabajar con ellas, pero en este disco se apropia de tres. Una es “Alegría de vivir”, que ya hemos reseñado y pertenece al añorado Ray Heredia; otra es el “Sunny” de Bobby Hebb. Siempre ha bebido del sonido más periférico, pero aquí accedemos a su voz más íntima y susurrante. También —parecía compuesta para ella— asume el “Porque te vas” de Jeanette y sostiene a la canción de forma perfecta. También hay espacio para cantar en francés en “Come ci comme ça”, en que —incluso en otra lengua— tiene el apoyo instrumental y de la voz que lo acerca a lo caló en un mensaje positivo. En “Las dudas” ya no aparece nada de su iluminación pop francesa, y el caladero de músicos impulsa unos coros flamencos y unos vientos celestiales.

Hay una canción que ya había sido publicada, “Rayo”, con la guitarra de Raimundo Amador. Fue presentada hace unos años y, poco a poco, va empapándote, como todo el disco y como toda la obra de Cathy, que seguirá incólume en su voluntad y aferrada a la belleza. Es una verdadera lástima que solo sea posible conseguir el disco en formato físico en Japón, donde la adoran y siguen dándole oportunidades, y que una de nuestras mejores cantautoras no encuentre espacio en su país. Pero esto daría, seguramente, para un ensayo bastante pesimista. Seamos optimistas y quedémonos con su disco, lleno de sublimes alegrías.

Anterior crítica de discos: Melodía durmiente, de Félix Arias.

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