“Aquí hay dragones”, de Birkins

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DISCOS

“Recluyen su sonido en una cierta oscuridad —más denso, más triste—, frente a la apertura luminosa que significaron las canciones de sus dos primeros discos”

 

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Birkins
“Aquí hay dragones”
EL GENIO EQUIVOCADO

 

Texto: CÉSAR PRIETO.

 

Para su cuarto disco, Birkins han decidido reinventarse. Desde varios puntos de vista —dejando de lado la pérdida del “The” anterior—, el primero, el del idioma. Representantes de esa tradición hispana que canta en francés —Souvenir, Les Très Bien Ensemble—, en su tercer elepé arrinconan un tanto la lengua del país vecino para acogerse al castellano. En segundo lugar recluyen su sonido en una cierta oscuridad —más denso, más triste—, frente a la apertura luminosa que significaron las canciones de sus dos primeros discos.

Ambas renovadas opciones se muestran bien patentes en la que abre el conjunto, ‘Chantal (o cómo dar de lado a una canción)’. El oyente tiene que sacudir la cabeza en las primeras notas de esta oda a un Pigmalión de la música para darse cuenta de que no esté escuchando una canción perdida de Décima Víctima. La misma austeridad, la misma voz grave de Carlos Entrena que poco a poco va tomando cuerpo en un estribillo más ligero.

No quiere esto decir que el pop simple y cuidado en su orfebrería no aparezca. ‘Fundido a negro’ es un ejercicio clásico con impresionante final orquestal y ‘Esquinas de juventud’ es enérgica en sus guitarrazos y atesora un aire a Dinarama con una melodía suelta y envolvente. ‘La noria esquiva’ incluso posee un absoluto valor plástico, pero en todas ellas los arreglos parecen balancearse cuando pueden hacia atmósferas lúgubres, cuando no son la piedra angular de la canción, ahí está la alusión sonora a lo tribal de ‘Semiótica del silencio’ en la que usan la electrónica para crear ambientes angustiosos.

La parte francesa se aparta un tanto de este modelo. Suelen ser más melancólicas y trágicas, como ‘Shhh’ o ‘La cure’, a rebosar de una tensión estática que se resuelve al final en el volcánico estallido de las guitarras. Dejo para el final, en estos abordajes electrónicos que poco a poco van dominando todo, la que cierra el disco: ‘El viaje final de Georgiana Hougton’ una artista canaria que decía pintar guiada por los espíritus—, en la que el grupo deja en la voz de Cristina Santana un primoroso bolero galáctico a lo Bowie. En definitiva, se adentran por ese territorio inexplorado que como en los mapas es fuente de leyendas. Y salen si no como héroes, si como vencedores.

Anterior crítica de discos: “La mirada de los peces”, de Sergio del Molino.    

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