Extravagante: Salvador Dalí

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«El espectacular despliegue de producción no escatimó en medios: orquesta sinfónica, coros de polifonía, un pequeño grupo de especialistas en efectos electrónicos e incluso cinco músicos de rock»

Salvador Dalí
«Etre Dieu/Ópera-poema»
DCD, 1985


Una sección de VICENTE FABUEL.


Chocando frontalmente con todo aquello que se le presuponía a un intelectual de izquierdas en los españoles años 70, pocos hechos tan reveladores de la intrincada personalidad de Manuel Vázquez Montalbán (Barcelona, 1939 – Bangkok, 2003), que ésta su colaboración literaria en la prácticamente desconocida ópera que con Salvador Dalí (Figueras, 1904-1989) grabara en París en el año 1974. Ocho años tras su desaparición, entre las muchas y sorprendentes facetas que el prolífico escritor llegó a desarrollar, pocas tan chocantes como esta ya mítica “Etre Dieu / Ópera-poema”. Un insensato choque de trenes ya que, dicho claramente, era entonces Dalí –recuérdese, años de la agonía final de Franco– poco menos que un apestado político. Atrás quedaba ya muy lejos su participación estelar junto a Lorca y Buñuel en la Santísima Trinidad de la cultura española de la primera mitad del siglo XX. En su descargo no ayudó mucho su vuelta a España en 1948, sus amistosas visitas al Pardo y la construcción de ese su personaje álter ego histrión y mundano que acabaría devorando al artista, si es que se considera, claro, que el Dalí artista es únicamente el pintor y no esa mutación de pincel y bufón posterior que hacía spots en TVE y pagaba la factura de los restaurantes estampando su firma en un servilleta de papel.

El temerario proyecto había comenzado en 1972, producto de una malévola idea urdida en las catacumbas de la «gauche divine» catalana. Dalí y los productores Alain Milhaud y Oriol Regás (Bocaccio Records) acordaron abordar un viejo proyecto del pintor, una ópera en seis partes de expresivo y paranoico título: “Ser Dios”, y que con libreto de Vázquez Montalbán y música original de Igor Wakhevitch se lograría grabar en París dos años más tarde. El espectacular despliegue de producción no escatimó en medios: orquesta sinfónica, coros de polifonía, un pequeño grupo de especialistas en efectos electrónicos e incluso cinco músicos de rock, ya que al genio de Cadaqués no le había pasado desapercibido cómo las más rutilantes estrellas del rock lucían valores por él tan queridos como el glamour, el narcisismo y la arrogancia. Y aunque Dalí era capaz de hacer cualquier cosa, la estrella no se atrevió a cantar –bueno, lo haría un poco sobre el  clásico ‘Singin in the rain’ y algunas cancioncillas populares catalanas–, centrándose en sus parlamentos con elucubraciones sobre la creación, la suya, como una forma de divinidad. En estos diálogos le ayudaron importantes actores franceses, a la cabeza de los cuales estaban damas tan exquisitas como Delphine Seyring o Catherine Allegret. Quien sí cantaba era Eva Brenner, la soprano con voz de castrato que logró un hit en las listas de pop de 1976 con ‘Les matins sur la Riviére’.

Hasta aquí, el proyecto, y después, tras la difícil tarea de ordenar coherentemente más de 90 kilos de cintas originales y de haber logrado completar únicamente la versión francesa, la terrible constatación de que un Dalí desbocado era incapaz de someterse al libreto pactado de inicio. Sus salidas de tono llegaban a incluir parlamentos propios atacando con saña las reivindicaciones más urgentes del momento: la democracia, el divorcio o el aborto, todo ello, téngase en cuenta, en un texto firmado por Vázquez Montalbán. Ese camino de atracción fatal iniciado por el escritor intentando acercarse al monstruo, quizás incluso intentando una cierta forma de reconducción –Dalí era “divine” pero no era de “gauche”– acabaría finalmente con la huida del escritor y un desinterés total hacia el resultado final. Tampoco el pintor se jugó la vida en el proyecto, tanto su propia desidia como la proverbial tacañería que le hizo célebre hizo que el proyecto quedara olvidado y arrinconado por espacio de 15 años. Nada explica mejor esto último que una propia nota manuscrita reproducida en el libreto que acompaña al disco, y en la que el pintor se justifica ante el productor Regás: “… en aixó en tens prou i de sobres, ia em lu que te donat tema per 5 cançons pop i possibilitats visuals per vendre. El poeta –en referencia a Vázquez Montalbán– pot inflaru em textes del llibre”. Como acostumbraba, el genio de Cadaqués se salió con la suya, esas cinco canciones sirvieron para hacer un long-play triple que en origen se editó en 1985 en una edición limitada de 500 copias cuya mareante cotización en subastas (alrededor de 4.000 euros) es la que procede en todo lo concerniente al planeta Dalí.

Cuando en 1989 muere el artista, la catalana Distribucions d’Art Surrealista compra los derechos y reedita la caja que algunos mortales hemos podido tocar con esos 3 LPs (o 3 CDs) que recogen los gloriosos restos del naufragio de aquel imposible proyecto de ópera vanguardista y electrónica hecha al dictado del Divino. El box incluía una espectacular lámina del pintor, “Autorretrato”, un precioso collage de Mao, Marilyn Monroe y el propio Dalí pintado ex profeso en 1972 para ilustrar la ópera y que, incomprensiblemente, tampoco sirvió para popularizar la obra. Verdadero disco extravagante de un artista que por tantas y tantas razones parecía haber inventado el término y al tiempo, carísimo objeto de deseo que se sale de los márgenes transitados por los vinilos más caros del rock, cuesta poco definir este “Etre Dieu” como uno de los estupendos fracasos más espectaculares de nuestra historia musical reciente.

[Versión puesta al día del texto publicado originalmente en EFE EME 54, de diciembre de 2003.]

Anterior entrega de Extravagante: Yoko Ono.

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