20 años de Efe Eme: gratitud para Diego A. Manrique

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“Veinte años más tarde, si seguimos en ello es gracias a Diego, que nadie lo dude”

 

En el vigésimo aniversario de nuestra revista, Juan Puchades pone en valor el sólido trabajo que apuntaló su antecesor en el cargo: el primer director y fundador de EFE EME, Diego A. Manrique.

 

Texto: JUAN PUCHADES.

 

En ocasiones han sido lectores. Otras, músicos, de relumbrón o no. La frase suele ser parecida: “Gracias por haber hecho tanto por la música española, ¡¿qué sería del rock español sin EFE EME?!”. Y uno, porque no son horas, porque no sabe cómo responder a los halagos, por exceso de copas o por timidez, suele asentir, agradecer y poco más. Porque tampoco hay mucho que aportar. Pero sí, sí hay más. Sobre todo porque siempre he pensado que esa gratitud, que en realidad es para con EFE EME, no la merezco yo, sino la persona que más firmemente apoyó esta revista. Un señor con nombre y apellido: Diego A. Manrique.

Me explico. Vale que estuve una barbaridad de años al frente del invento (como ahora lo está Arancha Moreno), pero quien lo impulsó fue Diego. Durante mucho tiempo se negó a dirigir una revista musical y, con su humor burgalés, siempre respondía “no” a cada uno de mis intentos para que se pusiera a ello. Pero en 1998 entendió que era el momento, que “ahora o nunca”, que se daba la alucinante paradoja de que el rock español (sobre todo hablábamos de rock, pero no solo, y hay que recordarlo: entendíamos la música popular como un todo, sin exclusión de géneros, ese fue y es uno de los fundamentos de EFE EME) ocupaba los primeros puestos de ventas pero la prensa especializada lo ignoraba con cierta suficiencia (no había nacido la edición local de “Rolling Stone”, que en algunos momentos siguió nuestros pasos, pero esa es otra historia). Entendiendo que aquello pertenecía al intratable, por poco “cool”, cajón del “mainstream” y, como mucho, las únicas músicas locales que merecían ser atendidas eran el indie, el garaje, el rock furioso, el rock duro o el heavy, cada género con su revista-compartimento, todo lo demás no interesaba (incluyendo a los proscritos sonidos latinos, a los que también queríamos aproximarnos). Directamente se ignoraba.

Y Diego A. Manrique supo interpretar lo que estaba sucediendo y la necesidad de impulsar un proyecto como EFE EME, que nacía con vocación de adentrarse en “terra incognita” para la prensa especializada y que, suponíamos, sería bastante resbaladiza comercialmente, por aquello de que los puentes hacía mucho que se habían roto: a un lado la crítica, sus manías y sus devotos, al otro los gustos del gran público (acostumbrado a no reconocerse en la prensa musical escrita). Tanto se implicó que diseñó las líneas maestras, perfiló las secciones iniciales y se comprometió, él, que siempre se había negado a dirigir una revista (y había recibido propuestas de todo tipo a lo largo de los años, no solo las mías), a pilotar la nave durante los seis primeros meses. El tiempo que estimó necesario para darle aire.

 

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Portada del número 1 de «Efe Eme».

 

Noticia mayor: por primera vez (y única), el mejor periodista de la historia de la música en nuestro país, iba a dirigir una revista. Y puedo dar fe de que se volcó en ello: se ponía firme con los encargos, viajaba a Valencia para los cierres, editaba textos como si la vida le fuera en ello, visitaba a quien hiciera falta para presentar y tratar de apuntalar el proyecto. Para mí, testigo directo y privilegiado, verlo trabajar y tratarlo constantemente fue una experiencia sin igual. Transcurridos esos seis meses iniciales Diego decidió que cumplía su promesa y dejaba la dirección —en rigor había sido un esfuerzo tremendo, pues no había abandonado ninguna de sus ocupaciones habituales—, pero lejos de desentenderse, permaneció atento a todo lo relativo a EFE EME, día a día, intentando que el traspaso no fuera un caos y ayudándome a sacar adelante lo que, a todas luces, me venía grande (mi vocación era la de editor de EFE EME, no la de director: Diego fue el culpable de esto último), descolgando el teléfono a cualquier hora, con el fax (luego el mail) abierto para que nada fallara, vigilando, sugiriendo, aconsejando, apuntando, resolviendo, animando.

Por ello, si a alguien hay que agradecerle que a lo largo de estos veinte años EFE EME haya podido ser una pieza más o menos esencial para difundir la música española, es a Diego. Quizá él prefiera hacer como que no, pero en el mango de su machete afilado a lo largo de décadas debe figurar una muesca destacada por haber puesto en marcha EFE EME. Y siempre ha estado ahí detrás, en los buenos y en los malos tiempos (que han sido casi siempre). Si alguien cree tener una deuda con EFE EME, la tiene con Diego. A veces distante con los músicos locales, lo es porque entiende que así es nuestro trabajo, que para hacerlo bien debemos mantener la distancia. Algo que en estos tiempos de crítica tan descafeinada como cordial y de amiguismo en redes sociales quizá no se comprenda, pero esa era la esencia del periodismo musical, única forma de ser independiente y opinar en libertad.

Así que no olvidemos que Diego A. Manrique, hace veinte años, impulsó una publicación que contra la corriente apostó por la música de nuestro país, la más próxima, como única vía para reivindicar y hacer avanzar nuestra propia cultura sonora, en dos vertientes: la histórica (tan olvidada entonces y ahora) y la actual (tan ignorada por entonces). Veinte años más tarde, si seguimos en ello es gracias a Diego, que nadie lo dude.

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