10 joyas escondidas de Nacho Vegas

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Sergio Almendros escarba en el cancionero de Nacho Vegas para rescatar joyas menos reconocidas, algunas perdidas entre sus numerosos epés, otras presentes en sus discos colaborativos y algunas más de su discografía más «oficial» que quizás pasaron injustamente desapercibidas.

 

Texto: SERGIO ALMENDROS.
Foto: ASÍS AYERBE.

 

Nacho Vegas pasó por varios grupos del indie más auténtico en los años noventa, se convirtió después en un artista de culto y maldito, llevando este personaje casi hasta el extremo para reconvertirse a continuación en una especie de cantautor político, con algunos de los dejes de los cantantes de la Transición pero con el desencanto del siglo XXI, para resurgir cual Áve Fénix con el inmenso disco Violética, donde había espacio para todas las aristas mostradas hasta el momento, continuando, por ahora, con un disco más concreto, preciso y modesto como Mundos inamovibles derrumbándose, con el que ha estrenado nueva banda y encara un nuevo rumbo.

Este fugaz repaso a su carrera viene a cuento (o no) para contextualizar a un artista que, si bien no ha tenido nunca himnos populares, siendo posiblemente su nombre y personaje más reconocidos a nivel masivo que su propio legado musical, sí ha dejado un puñado de temas que por calidad y repercusión han podido protagonizar páginas inolvidables de la música patria como “El hombre que casi conoció a Michi Panero”, “La gran broma final”, “Ocho y medio” o “El Ángel Simón”. Sin embargo, con las próximas líneas queremos escarbar un poco más en su cancionero para rescatar joyas menos reconocidas, algunas perdidas entre sus numerosos epés, otras presentes en sus discos colaborativos y algunas más de su discografía más «oficial» que quizás pasaron injustamente desapercibidas.

 

“El camino” (2001)

Nacho Vegas descorchó su carrera en solitario con el soberbio Actos inexplicables, un álbum maduro, oscuro y con aroma a clásico. “El camino” era uno de los temas que mejor podían representar el conjunto de la colección, una composición con evidente inspiración de Nick Drake y, sobre todo, Leonard Cohen, tanto en la sencillez instrumental como en las imágenes de la letra, con continuas referencias al destino y a los obstáculos de la vida: «Y yo escogí la enfermedad y escogí el frío pero no equivocaré, no equivocaré el camino».

“Etcétera” (2003)

El segundo disco en solitario de Nacho Vegas, Cajas de música difíciles de parar, era un auténtico tour de force a través de un extenso catálogo de canciones largas, intensas y casi siempre dramáticas. Los desamores, las frustraciones, las drogas y los miedos inundaban todo el doble elepé, siendo este en buena parte el culpable de la fama de cantautor maldito y atormentado que tardaría años en quitarse (y que por algunos puntos hoy incluso le sigue acompañando). Uno de los cantos más desolados y casi terroríficos era “Etcétera”, donde que se incluían frases como «Nadie a quien amar es nadie a quien dañar, etcétera. Morirme de sed mas por una vez nadie muere a mi lado».


“Perdimos el control” (2006)

Para mí la obra magna de Nacho Vegas fue su tercer disco, Desaparezca aquí, un trabajo en el que se no faltaba la habitual oscuridad pero en el que se aumentaba la dosis de drama de forma más concreta y, fundamentalmente, con un puñado de las mejores canciones de toda su carrera. Porque además de las fundamentales “El hombre que casi conoció a Michi Panero”, “Ocho y medio” o “Nuevos planes, idénticas estrategias”, en él se contenían joyas como “Ella me confundió con otra persona”, “Cerca del cielo”, “La noche más larga del año” o “Perdimos el control”, en la que bajo un hasta ahora casi inédito torrente de decibelios y energía daba luz a una historia de perdedores, de almas sin rumbo y de trágicos finales. Como siempre es habitual en sus canciones, la letra del tema dejaba imágenes tan contundentes como la de «Y nos creímos ángeles y hasta ella quiso volar, y lo hizo tras dejarme aquel mensaje aún por contestar: ¿Dónde estás, corazón? ¿te has cansado de mí? Yo estoy en el balcón y ¿sabes? voy a saltar. Se rio ja ja ja y después se cortó».

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“La fin” (2006)

Posiblemente en la cúspide compositiva de su trayectoria, en un momento de inspiración máxima y continua, se juntó a Enrique Bunbury en una dupla en principio contra natura pero que dio como resultado el notable El tiempo de las cerezas. Entre las canciones de Nacho Vegas, que realmente eran en general superiores a las de su parteneire, una de las más especiales era “La fin”, un tema en el que musicalmente podía degustarse la humedad del norte, el olor a taberna y el dolor de la distancia. Además del habitual desamor y la pertinente soledad, en la canción, igual que a lo largo de varios pasajes del disco, se hacía una especial y bella referencia al oficio de compositor: «Y hoy cuando intento escribir nuevos versos de frente me encuentro tan solo con desilusiones y ahora sé con certeza que no escribiré más canciones».

“Me he perdido” (2007)

Su siguiente paso fue un nuevo trabajo de colaboración, esta vez con Christina Rosenvinge y esta vez en forma de epé, Verano fatal. La pareja, por entonces tanto musical como sentimental, dio altavoz a su romance en un juego de espejos y guiños, por momentos muy interesante, pero en otras ocasiones poco más que curioso. La gran joya era “Me he perdido”, un tema que musicalmente era puro Nacho Vegas y que líricamente se colocó como parte de lo más destacado de su obra. Con su habitual escritura-río, es decir, una canción larga , de extensa letra y con escasa presencia de estribillos o puentes, entre sus versos quedaba reflejado el inicio de su relación, una relación que no podía ser más que tormentosa e intensa, como ellos mismos. La novedad en esta ocasión era la presencia del humor para dar aire a este drama, la presencia de cierta ironía e incluso sorna: «El cristo en la pared se encogió de hombros / Te adiviné en tu balcón silbando una larguísima canción, pensando ¿es esto lo correcto o no?, así que hice chas y aparecí a tu lado».

“Crujidos” (2008)

Su próximo disco en solitario era quizás el más esperado de toda su carrera, después de la fama adquirida con sus últimos trabajos y el gran momento en el que se encontraba. Así, en El manifiesto desastre se apreciaba a un Nacho Vegas intentando quitarse el sambenito de tipo atormentado y triste e incluso musicalmente dando aire en varias canciones a nuevas intenciones e incluso a variados estilos. Con la relación con Christina Rosenvinge rota, en el álbum había varios temas que hablaban del romance ya desde las ruinas, a veces de forma más tensa, como en “Mondúber”, y otras de modo más liviano, como en “Crujidos”, uno de los cortes en los que mejor se aprecia ese intento por quitarse trascendencia, como reza el verso «Pero no es dramático, esto no es tan trágico, te diré mil cosas por las que llorar”, refrendando esta pretensión con un punteo de guitarra juguetón e incluso palmas en ciertos pasajes del tema.

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“Las inmensas preguntas” (2009)

Nacho Vegas desde siempre ha gustado de rellenar los espacios temporales entre sus discos con numerosos epés, muchos de los cuales contenían temas que no tenían nada que envidiar a los presentes en sus hermanos mayores. En esta época de gracia para el asturiano el epé de turno, El género bobono escapaba de esta inspiración. Sus cinco canciones rayaban a gran altura, pero personalmente siento cierta debilidad por “Las inmensas preguntas”; con el habitual acompañamiento musical de un sencillo rasgueo de guitarra, Nacho Vegas volvía a tirar del humor para plasmar una nueva historia de desamor, de desamor incluso con él mismo: «Cuando me quiero explicar mis demonios se ponen groseros, me insultan y entonces me entran las dudas y le echo la culpa a mi género, y a correr. Y si surgen preguntas pues dejo que surjan en su esplendor y estupidez. Viví, sufrí y amé, vale, ¿y ahora qué?».

“Taberneros” (2011)

Quizás el disco La zona sucia fuera con el que Nacho Vegas perdiera parte de su «mojo», de esa inspiración que hacía que se le cayeran gemas musicales con una facilidad casi insultante. Ojo que me encanta el álbum y lo tengo entre mis predilectos, pero le adivino menos genialidad, esa genialidad que ahora aparece de forma más esporádica y que tenía en “Taberneros” buena parte de ese acopio. Era esta una canción de aroma tradicional, que aunaba ademanes de folclore clásico y de lírica propia, una deliciosa tonada de amor con posode canción tradicional en la que se enmarcaban versos tan bellos y definitivos como estos: «Si hoy amaneces y los pies te están doliendo es porque estuviste toda la noche caminando por mis sueños».

“La vida manca” (2014)

Las muecas de muchos de sus seguidores más arraigados se hicieron más evidentes conforme la vena política de Nacho Vegas iba inundando sus canciones. La senda marcada por “Cómo hacer crak” se vio refrendada en el disco Resituación, un trabajo lleno de crítica social y política. Si bien es cierto que musicalmente hacía ya tiempo que Vegas había encontrado un punto lo suficientemente alejado del tipo “triste y aburrido” de sus primeros discos, la cierta livianeza que había encontrado en sus textos para quitar carga dramática volvía a desaparecer ahora para dar guerra en otra batalla y hablar de los dramas colectivos por encima de los personales. El relato que cerraba el disco a golpe de mandolina era de lo más resultón de un proyecto con el que el norteño perdió mucho y lo que ganó no fue demasiado, tanto musical como popularmente, aunque bien podía remitirse al momento de este corte en el que cantaba «ahora no sé si esto lo soñé o fue del todo real. Hay quien me llama tímido hay quien me dice imbécil social».

“A ver la ballena” (2018)

Afortunadamente, las dudas sobre el devenir del bueno de Nacho Vegas quedaron resueltas con un disco de la envergadura de Violética, una obra ambiciosa y sobresaliente en la que el autor daba buena cuenta de todos los frentes abiertos en sus casi 20 años de carrera, con hueco para los dramas existenciales, para las declaraciones de amor, para las denuncias políticas, para las llamadas a la rebelión y para las críticas sociales, como en la extraordinaria historia que cerraba el álbum. Alternando bellos coros con recitados apocalípticos, “A ver la ballena” mezclaba realidad y ficción en un relato en clave periodística que Vegas utilizaba para atizar al capitalismo, a las modas, al consumismo exacerbado, al aborregamiento masivo, a los medios de comunicación y a cualquiera que pasase por delante.

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