“Pet Shop Boys. Plural”, de Francisco J. Barbero

Autor:

LIBROS

“El dúo avanza a base de inteligencia, emocional y cerebral, aquella que les hace recrear géneros considerados populares, vulgares y horteras para llegar a la más alta excelencia que puede conseguir el pop”

 

pet-shop-boys-01-09-16

 

Francisco J. Barbero
“Pet Shop Boys. Plural”
MILENIO

 

Texto: CÉSAR PRIETO.

 

Que los Pet Shop Boys están en el Olimpo es ya evidente. De hecho, es el único grupo de los ochenta que ha seguido una carrera continúa, sin crisis ni cambios en su formación; sin duda debido a que son un dúo, pero también a que la entente entre Neil Tennant y Chris Lowe funciona a la perfección. A ellos se dedica este extenso volumen en que quedan registradas cada una de las etapas, las vicisitudes, los achaques, decenas de anécdotas. Todo. Incluso se nos informa de dónde transcurren sus vacaciones. Más aún, en un párrafo queda registrado el combate de boxeo al que asistió Lowe en las navidades de 1997, y que lo hizo junto a su hermana. Ahí es nada, la erudición ante todo.

Por supuesto, la obra sigue un estricto devenir cronológico y se inicia con las infancias de ambos: la de Neil en familia católica, con sus primeros grupos, sus estudios y su trabajo en la revista “Smash Hits”, que le permite captar al detalle el proceso de promoción musical, y la de Chris, dentro de unos parámetros en los que no destaca por nada especial, hasta el feliz encuentro que propicia el azar: a las once de la mañana del día 19 de agosto de 1981 uno acudía a comprar un cable y el otro una aguja para su tocadiscos. La sencillez que les da prestancia intelectual: en su época de mayor éxito Neil vive de alquiler con su hermana y su único vicio es hacer fitness los sábados por la mañana.

A partir de este momento, el grueso del texto avanza por cada circunstancia de la vida del dúo registrando prácticamente cada detalle en un impresionante trabajo de documentación que si se ve lastrado por algo es por cierta falta de calidez en el tono, demasiado aséptico quizás –excepto en los episodios con Bobby Orlando–, sin buscar ese punto de equilibrio entre el escalpelo y la emoción, no estaría de más que salpicasen a veces unas gotas de sana implicación y que hubiese más retazos de época. Otro punto a su favor: si Francisco Barbero, el autor, ha de defenestrar un disco, lo hace sin problemas.

Desarrollo metódico, pues. Cada producción del dúo es analizada hasta sus mínimas conexiones, cada canción se exprime hasta el máximo: la instrumentación, las influencias, la letra, las portadas, casi cada plano de cada vídeo; pero también trata con profusión milimétrica las giras, cada escenario por la que pasan es anotado, cada minuto de los espectáculos, los cambios de canciones entre una ciudad y otra, el atrezzo, la posición de cada uno. Si algo hay que valorar de la obra es su ingente labor de recopilación de datos.

Entre todo este desmesurado caudal quedan claras un par de cosas. La primera, que la labor del dúo se sostiene en el cambio, en la pluralidad, tal como indica el subtítulo, en utilizar todos los registros posibles; la segunda que el trabajo de Tennant y Lowe avanza a base de inteligencia, emocional y cerebral, aquella que les hace recrear géneros considerados populares, vulgares y horteras para llegar directamente a la más alta excelencia que puede conseguir el pop: la de ser un perfecto ensamblaje de emoción. Mensajes subrepticios para cambiar la vida mientras bailas.

Anterior crítica de libros: “Chiripitifláutico ¡…es don José!”, de Cruz Delgado Sánchez y Jorge San Román.

Artículos relacionados