Músicos en la sombra: Anye Bao, el batería rockero de Antonio Vega, Estopa y Raimundo Amador

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“Cuando empecé a tocar con Raimundo, a los dos nos encantaba el rock, y fuimos los primeros que empezamos a tocar cosas flamencas con una sonoridad rock: con un bajo eléctrico, con una guitarra eléctrica y con una batería”

 

Anye Bao es uno de los baterías históricos del rock español. Ha tocado con casi todo el mundo: Luz, Mikel Erentxun, Antonio Vega, Raimundo Amador, Estopa… incluso fue el batería de Héroes del Silencio durante una gira.

 

Una sección de ARANCHA MORENO.
Foto de inicio: ARANCHA MORENO.

 

Bibliotecas musicales, grabaciones y directos: a todo eso se ha enfrentado Anye Bao en dos días, sin importar los ratos libres y afrontando que trabaja intensamente también el fin de semana. Así es la vida de un músico que ha sido batería de Luz Casal, Mikel Erentxun, Heróes del Silencio, Raimundo Amador, Ketama, Rosana, Rosario Flores, Estopa… Y el batería que acompañó a Antonio Vega, el batería del “Básico”, de sus discos y de muchos de sus directos. Se atreve con todo, intenta no parar nunca y asegura que afronta todos los géneros desde su alma de rock y flamenco. Decidimos acompañarle una noche cualquiera, en la que toca con Pastora Soler, y demuestra lo que muchos ya hemos comprobado en directo: Anye Bao es energía en estado puro, expresividad, entrega. Antes de subir a tocar, nos acompaña por los pasillos del teatro y atravesamos el escenario a oscuras, vacío y preparado para el concierto. Nos lleva a los camerinos, nos presenta a la banda y nos deja acompañarle a través de sus recuerdos hasta que el momento de inicio del show.

 

Bibliotecas musicales, directos, grabaciones… Todo en apenas dos días. ¿Así de intensa es tu vida a diario, o son rachas de trabajo?
Va por rachas, de repente estás muy tranquilo y de repente todos quieren trabajar el mismo día. De todas maneras, yo nunca digo que no a nada y me meto en unos berenjenales… Ayer mismo hice tres grabaciones, una cosa para el culto de los gitanos, otra cosa para una biblioteca, otra para un grupo… Pero a mí me encanta. Yo trabajo en lo que salga.

 

Tengo curiosidad, ¿de dónde viene tu nombre, “Anye”?
Yo me llamo Miguel Ángel, pero cuando nací mi madre me llamó Anye, mi madre lo escribió así. Creo que es por mi hermano mayor, Pepe, nos llevamos un año nada más y de pequeño él me llamaba Anye. Todo el mundo lo pronuncia como “Angie”, no sé si es por la canción de los Rolling [risas]… Cuando me llega algo como “Miguel Ángel” es del banco [risas].

 

Tu hermano Pepe es bajista de O’Funkillo, y hay más músicos en tu familia. ¿Cuándo empezaste con la batería?
En mi familia somos muchos músicos, mi madre, mis tíos, mi abuelo tocaba… En casa siempre había mucha música, mi madre tocaba música sudamericana, ensayaban en casa, con orquestas grandes o con guitarristas. En casa todo el mundo tocaba la guitarra, lo único que quedaba era la batería y con ella empecé, primero tocando una cajita, lo que fuera. En mi familia hay gente que se dedica a la música clásica y gente más callejera, como nosotros.

 

Así que aprendiste de forma autodidacta.
Autodidacta total. Luego tuve que estudiar un poquito, ya de mayor. En esa época no había internet, no teníamos nada. Fui al conservatorio pero lo dejé porque no me gustaba, me ponían a tocar la flauta y yo quería tocar el tambor. Todo lo sacábamos de oído, nos comprábamos un disco y lo machacábamos. De mayor me tuve que poner las pilas con la lectura, también a mis hijos les inculqué eso, que todos leyeran.

 

Sois una saga familiar de músicos, y tu hijo sigue tus pasos. Tanto que una vez se subió a tocar la batería con Antonio Vega. ¿Cómo fue? ¿A qué edad empezó?
Empezó muy pronto, él no decía papá, decía “tu-tu-tá”. Cuando subió con Antonio tendría como ocho años. Él se ha criado más con Raimundo, a Antonio le conocía pero no tanto, pero ese día estaba conmigo y me dijo, “papá, yo quiero tocar”. Se lo dije a Antonio de broma, y él dijo: “Pues que toque”. ¡Y salió a tocar! Es un bicho, las generaciones van a más, tienen un nivel impresionante.

 

¿Cuándo pasó de un aprendizaje a una profesión?
Tendría 18 años. Cuando salí de la mili, en vez de volverme a Barcelona, donde vivía, me quedé en Madrid, y a los dos meses me llamó Luz Casal, que se había quedado sin batería… ¡Yo no sabía quién era Luz! Me cogieron y empecé a tocar. En aquella época hacía cien galas cobrando lo de ahora.

 

Estamos a primeros de los noventa, cuando Luz Casal publicó “A contraluz”. Viviste con ella las grandes giras de la época.
Exactamente, después de Luz hice Mikel Erentxun, La Unión, Raimundo, Héroes del Silencio, Rosana, Ketama, la Niña Pastori, Antonio Vega…

 

Hay pocos baterías que tengan un currículum tan impresionante como el tuyo, y sean tan versátiles.
A mí me gusta la música. ¡Hoy vamos a tocar copla! Siempre he sido un batería de rock, lo que me da subidón es el rock, puedo tocar una bulería o una seguidilla y siempre lo voy a tocar rockero. En aquella época Luz era más rock, y yo realmente venía de escuchar a Led Zeppelin, los Who… Cuando empecé a tocar con Raimundo, a los dos nos encantaba el rock, y fuimos los primeros que empezamos a tocar cosas flamencas con una sonoridad rock: con un bajo eléctrico, con una guitarra eléctrica y con una batería. Antes no pasaba eso, Camarón hizo “La leyenda del tiempo” y metía una batería, pero tampoco era rock.

 

En aquel momento, Raimundo Amador acababa de dejar Pata Negra.
Sí, y nos conocimos los dos tocando con Luz Casal, Raimundo era el guitarrista de Luz. Nos hicimos grandes amigos, y empezamos a hacer bulerías por ritmo de rock, a tocar esa música con esa instrumentación.

 

Así que te adentraste en el flamenco, pero desde el rock.
Claro, de todas maneras yo me he criado con los gitanos. Somos de Málaga y allí hay mucho soniquete, no es una cosa que haya descubierto después, pero he aprovechado para tocar eso a lo que nunca le había prestado atención. Yo flipaba más con Jimi Hendrix, y luego cogimos a Jimi Hendrix y lo metimos por bulerías… Era la única manera de tener un poquito de originalidad, siempre escuchamos música británica, americana, y la única manera que tienes es mezclarla con el flamenco.

 

De hecho, cuando estabas con Raimundo colaborasteis con B.B. King, fuisteis sus teloneros.
Hicimos con él el disco en directo “Noches de flamenco y blues”, fue genial. Nosotros tocábamos como teloneros de B.B. King, y cuando íbamos a verle nos daba propinas, nos daba 20 dólares, como si llegasen los sobrinos, estaba sembrado.

 

“Mucha gente toca igual, tienen el mismo sonido, si les gusta un batería se ponen hasta el mismo timbal y el mismo plato, y yo eso no lo he hecho en la vida, siempre me he guiado por mi intuición. Si hay un plato que está roto pero suena muy bien, me encanta”

 

También formaste parte de los directos de “Avalancha”, la gira con la que se despidieron Héroes del Silencio en los noventa.
Sí, el batería se puso malito y me llamaron de un día para otro para ir a tocar a Francia. Flipé, dije que sí, hicimos el concierto y me contrataron para hacer una gira grandísima, de seis o siete meses por América. Cuando iba a los conciertos y veía que llenaban estadios y que iban en limusina, flipaba. Fui con ellos por Estados Unidos, tocamos mucho tiempo en México y Sudamérica. Se veía que ellos tenían ahí sus rollos, pero me trataron muy bien. Luego se recuperó Pedro, el batería, y yo volvía aquí, para hacer el disco con B. B. King. me tenía que venir para hacer el disco con B.B.King.

 

Cuánto cambio, eres muy camaleónico.
Lo más bonito de la música es saber acompañar. Tú puedes hacer solos, pero eso no es música, la música se hace con la gente, y más mi instrumento. Yo he aprendido de todos los artistas también, he grabado cosas hasta con María Dolores Pradera. Y he aprendido con esas cosas, a tocar muy flojito, o aprenderme un repertorio que nunca había tocado, y esa es una manera genial de estudiar.

 

¿Y de quitarte prejuicios?
No he tenido. Cuando no sé cómo abordar algo, saco el flamenco y ya soy un poco diferente. Veo mucha gente que toca igual, tienen el mismo sonido, si les gusta un batería se ponen hasta el mismo timbal y el mismo plato, y yo eso no lo he hecho en la vida, siempre me he guiado por mi intuición. Si hay un plato que está roto pero suena muy bien, me encanta.

 

Ser original.
Eso es, tienes que ser un poco original. Cuando me llamaron para probar con Ketama, todos los baterías querían tocar con ellos, y yo no tocaba latino especialmente, era más rockero, pero a lo mejor era diferente a los demás. Todos tocaban como Pedro Barceló, que marcó una manera de tocar. Me encanta escucharle, pero yo no podría tocar igual. Aunque sea más malo, es mejor si eres original. Aunque me gusta aprender de los demás, nunca puedes imitarlo pero te dan ideas. También me gusta mucho tocar las baterías de los otros, llegar a otros sonidos, intentar sacarle partido.

 

Durante muchos años acompañaste también a Antonio Vega. ¿Cuándo entraste a formar parte de su banda?
Yo conocí a Antonio en Suiza, él iba con una guitarra tocando de telonero de Luz Casal, él tocaba solo la guitarra. Me enamoré totalmente de él y me hice supercolega. Cuando volvimos a España me dijo que me llamaría y me llamó. Entré con él en “Anatomía de una ola”.

 

Y le acompañaste en casi toda su trayectoria.
Sí, girando, grabando… Antonio siempre me decía que no había conocido tantos baterías hasta que me conoció a mí, porque yo le mandaba un montón de sustitutos [risas].

 

(Quedan cinco minutos para que empiece el concierto y tenemos que parar la charla. Le dejo al pie de escenario y nos reencontramos después del concierto, en la grada).

 

Me hablabas de tu trabajo con Antonio Vega.
Sí, tengo temas que hicimos los dos a medias. Hicimos uno para Raimundo Amador, se llamaba “Sal de najas”. Con Antonio he aprendido un montón, era un maestro, y muy amigo. Éramos vecinos, estaba tomándome el Colacao con magdalenas y de repente aparecía Antonio en casa, y nos tirábamos tocando hasta las seis de la mañana. Lo de Antonio es una pena, pero yo me llevo las alegrías.

 

En la última etapa ya no estuviste como batería, fue Toni Jurado.
Claro, a Toni le metí yo también, lo que pasa es que le pegó a su manager, y a Antonio le encantó y me dijo que se quedaba con él [risas]. Además Toni toca muy bien, es gloria.

 

¿Seguís haciéndole homenajes a Antonio?
Sí, el otro día hicimos uno en la sierra de Madrid. A nosotros nos da un poco de fatiga, no queremos hacer los homenajes con ánimo de lucro, pero es mantenerle vivo a él, y a la gente le encanta. El otro día querían cobrar taquilla, pero dijimos que no.

 

Yo te he visto tocando con él, y como te ha pasado esta noche, eras pura energía en el escenario.
Yo me lo paso bien. Hay gente que es expresiva y otros que no, a mí me da mucha fatiga verme luego, pero no me doy cuenta, me pongo muy ciego con la música, me encanta. Una vez, tocando con una big band se me subió el gemelo, ¡imagínate el dolor! Cuando pude bajarme, me vino un tío y me dijo: “¡Cómo lo vives!”.

 

Desde hace más de una década eres el batería de Estopa, ¿cómo es trabajar con ellos?
Genial, es un rollo de familia. En el primer disco estaba Sergio Castillo a la batería, pero yo colaboré con los cajones, haciendo las palmas… Y luego me llamaron. Llevamos casi doce años currando muy bien, yo me pongo heavy con ellos, doble bombo tocando rumbas. Ellos confían en los músicos, y aunque ganan mucho dinero no les ha pasado como a otros artistas, que ya no hacen las cosas tanto por la música, sino por dinero. Estopa nos valoran mucho y nos han cuidado muy bien.

 

¿Y en qué momento estás ahora?
Acabamos de venir de Europa, con Estopa un año tocamos aquí y otro año tocamos fuera, desaparecemos del mapa. Hemos estado en París, Bruselas, Rotterdam… Y ahora Sudamérica. Hemos ido a Argentina, luego nos vamos a México y Colombia.

 

Y al margen de esos proyectos, también tienes bandas de versiones, como Jennifer Protampax, con Mac Hernández y Rafa Kas.
Eso es genial, lo tenemos desde hace un montón. Pero Rafa se ha ido con mi hermano Pepe, con los O’Funkillo, y ya no nos hace ni caso [risas]. El otro día fuimos a tocar a un sitio, con gente inglesa… El más joven tenía 70 años y estaban escuchando a Frank Sinatra. Nosotros estábamos apurados… Y los abuelos acabaron saltando, ¡entraron en trance! Lo pasamos muy bien.

 

Veo que no te gusta parar de tocar donde sea.
Intento no parar, hay músicos que están esperando a que les llame el artista y no hacen nada. Yo hago un montón de cosas: produzco cosas, hago música para publicidad, me llaman mucho para hacer master class. Intento hacer muchas cosas: rock, flamenco, jazz… Un día ganas cincuenta, otro trscientos, y otros pierdo, pero intento no quedarme en casa.

 

¿Y algún proyecto propio?
Sí, estoy terminado mi disco. El disco es instrumental, aunque hay algunos cantes flamencos, que los utilizo como otro instrumento más. Hay bulerías heavy metal, lo que me sale, no sé cómo explicarlo. Está casi terminado, faltan cosillas. ¡Los discos hay que abandonarlos! Me ha hecho la producción Ludovico Vagnone, está bien alguien que te pueda guiar. Lo haré para divertirme, para tocar. No hay que parar.

Anterior entrega de Músicos en la sombra: Luca Frasca, de Ariel Rot a Mick Taylor y Mastretta.

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