Las mejores portadas del rock: Gorillaz, «Demon days»

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“Se había hecho muy difícil trabajar con Gorillaz. Se habían convertido en otra banda moderna que vendía millones. Se les había subido la fama a la cabeza”

 

Gorillaz fue el grupo ficticio que inventaron Damon Albarn (de Blur) y el dibujante Jamie Hewlett. La portada de «Demon days» es todo un icono del rock del siglo XXI.

 

Una sección de XAVIER VALIÑO.

 

 

Diseñador: Jamie Hewlett.
Fecha de edición: 23 de mayo de 2005.
Discográfica: Parlophone.
Productores: Gorillaz, Danger Mouse, Jason Cox y James Dring.

No fue la primera banda manufacturada de la historia ni será la última. The Monkeys, Banana Splits o Josie & the Pussycats les precedieron y otros como Deathlok vinieron detrás. Tampoco la primera que se representaba con dibujos animados: Alvin & The Chipmunks o The Archies se les adelantaron, e incluso The Beatles o The Jackson Five tuvieron su serie de animación en televisión. Pero no hay duda de que Gorillaz ha sido el montaje más conseguido de la historia del pop.

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Lo mejor de crear un grupo de la nada es tener total libertad para hacer con él lo que te venga en gana. Seguramente eso fue lo que a Jamie Hewlett le tuvo que atraer más de esta aventura. Ahí había un universo entero por idear, unos personajes por definir, unos rostros a los que dar apariencia y unas posibilidades ilimitadas que ya se aventuraban: portadas, anuncios, pósters, documentales, visuales para conciertos, deuvedés, libros, vídeos, reproducciones en miniatura de los personajes y hasta la posibilidad de una serie de televisión o de una película. Todo lo que se le pudiese ocurrir, una auténtica golosina.

Damon Albarn, cansado de las limitaciones de Blur, empezó a experimentar con otros proyectos a finales de los años noventa. Descubrió la música de Malí y pasó temporadas en el país, creó un sello (Honest Jon’s), montó sus propios festivales itinerantes, grabó en solitario, compuso bandas sonoras e inició colaboraciones con otros músicos al margen del corsé que le imponía el grupo que le había dado a conocer, creando nuevas bandas como The Good, the Bad and the Queen o Rocket Juice and the Moon.

Si la particular batalla con Oasis que los medios de comunicación británicos se inventaron a mediados de los noventa se saldó con el triunfo momentáneo de Blur en singles (‘Country house’ se aupó al número uno dejando detrás a ‘Roll with it’), sin embargo el grupo de los hermanos Gallagher fue proclamado vencedor en la guerra global al vender más discos. Hoy está claro que Damon Albarn, mucho más inquieto y creativo, debe ser considerado el triunfador desde el punto de vista musical.

 

Otra de las personas que conoció estando en Blur sería la más decisiva en su trabajo posterior. En 1990 Damon Albarn entró en contacto con James Hewlett cuando Graham Coxon (guitarrista de Blur) le pidió a este que entrevistase a su nuevo grupo, Blur. La entrevista se publicó en la revista «Deadline», y Hewlett se llevó de aquella charla la impresión de que Albarn era un completo “gilipollas”. A pesar de formar parte del entorno del grupo desde entonces, no se llevaba especialmente bien con ellos, sobre todo a partir del momento en que Hewlett inició una relación con la antigua novia de Graham Coxon, Jane Olliver.

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En aquellas fechas, el artista acaba de graduarse en la Escuela de Arte de Worthing y trabaja intensamente en «Tank girl», el cómic que tenía como protagonista a una adolescente punk anárquica que vivía en un tanque y que salía con un canguro mutante. Tanta repercusión tuvo que acabó convirtiéndose en una película un tanto decepcionante salida de la factoría de Hollywood, con Ice-T y Lori Petty en los papeles principales. Tras el estreno de la misma y su frustración con el film, el autor del personaje dibujó una única y última tira del cómic y lo abandonó para siempre. Ese fue el momento en el que se dijo que intentaría no dejar nunca más que sus personajes cayeran en otras manos.

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A principios de los noventa, Hewlett diseñaba también portadas para artistas como Cud, Mindless Self Indulgence o Senseless Things. En esa época destaca sobre todo el cómic que ilustraba la letra de la canción emblema del pop británico de los 90, ‘Common people’ de Pulp, encargo de su compañía discográfica en Francia y que acompañó a algunas copias del single en aquel país. De su trabajo de aquellos años, Hewlett recuperaría posteriormente al líder de Senseless Things, Cass Browne, que se convertiría en el escritor de los diálogos y la historia de su siguiente proyecto, Gorillaz.

Cuando la revista Deadline cerró, Hewlett empezó a trabajar para televisión y publicidad. Justo por entonces, en 1997, se mudó a un apartamento de Londres que compartió durante ocho meses con, precisamente, aquel líder de Blur con el que no congeniaba demasiado bien, Damon Albarn, una vez rota su relación con Jane Olliver y después de que Albarn hiciera lo propio con Justine Frischmann de Elastica.

Según sus propias palabras, su idea para formar Gorillaz surgió una noche que ambos estaban viendo la cadena televisiva MTV, por aquel entonces dedicada exclusivamente a programar vídeos musicales. “Si pasas mucho tiempo viendo la MTV, se acaba convirtiendo en un infierno: no hay nada de sustancia ahí. Todo se centra en la cultura de la celebridad, sin ningún contenido. Así que pensamos en crear un grupo ficticio, con falsos famosos a los que les quitaríamos el elemento de celebridad, algo que fuese una crítica de todo aquello. Estar en un grupo es como un caricatura, así que lo mejor era… ¡convertirse en una caricatura y aceptarlo!”

Lo primero fue redactar un manifiesto, en una simple hoja de papel, que luego perdieron y del que ninguno recordaría después qué es lo que habían escrito exactamente. En varias veladas con su compañero de piso fueron desarrollando la idea de un grupo de pop virtual, llamado en un principio Gorilla, en el que ambos podrían poner en práctica todo lo que se les antojase, tanto desde el punto de vista musical como del diseño.

Para darle un sonido a la banda, Albarn contactó entonces con los productores Del tha Funkee Homosapien y Dan the Automator, con los que había trabajado en la canción ‘Time keeps on slipping’ en el debut homónimo de Deltron 3030. Poco a poco fueron construyendo un sonido que recogía elementos de múltiples estilos como electrónica, rock, pop, dub o hip-hop. El vocalista de Blur sería su único miembro permanente y trabajaría con un montón de colaboradores. Así, a lo largo de los años ha contado con Lou Reed, Neneh Cherry, De La Soul, Ike Turner, Shaun Ryder (Happy Mondays), Mos Def, Dennis Hooper, Ibrahím Ferrer, Bobby Womack, Mark E. Smith (The Fall), Roots Manuva o Mick Jones y Paul Simonon (The Clash).

Hewlett, por su parte, empezó a definir los integrantes de la nueva entidad. Según ha confesado, su principal fuente de inspiración fue el estudio japonés de animación Ghibli, responsable de películas como El castillo en el cielo o El viaje de Chihiro. Para Gorillaz pensó en cuatro componentes: el líder sería Murdoc, su cínico bajista y programador de la caja de ritmos: 2D se convertiría en su cantante y teclista; la guitarrista, teclista y vocalista ocasional se encarnaría en la pequeña japonesa Noodle; y su baterista y percusionista estaría encarnado por Russel Hobbs, un grandullón gurú del hip hop proveniente de Nueva York.

Cuando se editó su epé de debut en el año 2000, «Tomorrow comes today», ya estaba todo ideado, aunque todavía quedaba campo suficiente para ir redondeando su aventura en un futuro, si es que así se decidía. De hecho, en la portada del epé los personajes aparecían aún dibujados únicamente con sus siluetas en sombras. No obstante, en aquel primer lanzamiento el libreto promocional que lo acompañaba ya recogía todos los antecedentes de la completa historia de ficción detrás del grupo escrita por Cass Browne.

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El disco de debut de la banda apareció al año siguiente, con un excelente libreto en el que los cuatro componentes de Gorillaz aparecían rodeados de sus amigos y conocidos en una serie de situaciones y escenarios diferentes. Para su portada, Hewlett había pensado en un dibujo en el que los cuatro aparecían subidos a un «geep» descapotable de color kaki, a medio camino entre un vehículo militar y un quad. Alguien en la compañía discográfica le aseguró que no iba a funcionar, así que precisamente esa afirmación fue la que le decidió a utilizar lo que había pensado: era su criatura y, además, quería probarle que se equivocaba. Su éxito desbordó todas las previsiones, incluyendo las de sus propios responsables que tuvieron que plantearse si darle continuidad o no.

Por esas fechas, Albarn recordó un viaje en tren que había hecho junto a su pareja Suzi Winstanley y su hija de seis años de edad, entre Pekín y Mongolia. Aquella experiencia la describió como una travesía por una “extraña, silenciosa y olvidada parte de China. Todo lo que la vista alcanzaba a contemplar era, básicamente, árboles muertos. Zonas polvorientas convirtiéndose rápidamente en desierto. Hay pequeñas ciudades satélite en el medio de estos semidesiertos totalmente abandonadas a su suerte. Y esta enorme zona es del tamaño de Europa. Luego te despiertas por la mañana con esta pesadilla en tu cabeza, y es que probablemente hace millones de años aquello era cielo azul y arena hermosa, con un aspecto fantástico. Eso es justo lo que va nos va a suceder a nosotros en nuestra vida”.

Con esta imagen en mente se propuso grabar un disco que representase un viaje a través de la noche en el que cada canción hablase del enfrentamiento con un «demonio personal». Por lo tanto, los dos títulos que había barajado para darle continuidad a su primer álbum, «We are happy landfill» y «Reject false icons», fueron descartados, adoptándose en su lugar el de «Demon days» («Días demoníacos»). Conviene reparar en que cambiándole una única vocal al título, «Damon days» (Los días de Damon), su autor, Damon Albarn, podría estarse refiriendo precisamente a aquellos días que pasó en China y donde nació el segundo disco de Gorillaz.

Las letras del álbum, introspectivas, se cuestionaban lo que sucedía en su agitada vida y, también, el estado del mundo de una forma algo más abstracta, con referencias a la desensibilización de los niños, la guerra de Iraq, el daño ecológico a la tierra o el embrutecimiento de la cultura de masas en general, que conduce a la veneración de falsos iconos, idea que estaba asimismo en la génesis del grupo.

Hewlett estaba entusiasmado con la idea de un segundo álbum de Gorillaz. Quería repetir el proceso de su debut, pero mejorándolo. Si todo el mundo pensaba que Gorillaz era un montaje, entonces su idea era precisamente hacer lo que menos se esperaba de él: retomarlo de nuevo y mejorar el concepto. Estaba seguro de que, si lo volvía a conseguir, ya no parecería tal montaje y entonces habría conseguido demostrar lo que se habían propuesto en un principio. Con esa idea empezó a trabajar con nueve colaboradores en sus estudios llamados Zombie Flesh Eaters, una casa londinense convertida en su centro de operaciones, y en el que tanto él como Albarn tenían su propio piso.

Era consciente de que el grupo era ya conocido mundialmente tras haber vendido varios millones de copias de su debut. Por lo tanto, la entidad de las personas detrás de Gorillaz también era conocida por una amplia mayoría. Todo se había vuelto más complicado, como suele suceder con las grandes estrellas. El diseñador resumió la nueva situación muy gráficamente: “Se había hecho muy difícil trabajar con Gorillaz. Se habían convertido en otra banda moderna que vendía millones. Se les había subido la fama a la cabeza”.

En ello encontró precisamente la inspiración para su nueva cubierta. Los cuatro personajes ya no comparten un destino común, como en su álbum de debut, sino que aparecen retratados por separado, como queriendo indicar que, si fuesen seres humanos, el éxito los habría distanciado. El modelo evidente fue la portada del álbum de The Beatles «Let it be», que Blur (el grupo que dio a conocer a Damon Albarn) habían imitado ya en su disco de grandes éxitos «The best of», editado cinco años antes.

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El libreto de «Demon days» se componía enteramente de ilustraciones para cada una de las canciones, en lugar del habitual libreto con las letras de los temas. Además, se dispuso de tal manera que era técnicamente posible elegir, doblándolo de la manera correcta, la ilustración –y la canción– que aparecía en su portada. También se publicó una edición limitada del álbum con una cubierta especial plegada en cuatro secciones, una por cada personaje del grupo, que permitía a su propietario elegir qué miembro de la banda ficticia colocaba en su parte frontal. Por último, la compañía Kidrobot lanzó una serie de figuras con la reproducción a escala de cada uno de los cuatro integrantes de Gorillaz, coincidiendo con el lanzamiento del álbum.

«Demon days» sirve como compendio de la increíble historia de Gorillaz y el excelente trabajo durante más de diez años de Jamie Hewlett. Su colaboración con Albarn fundiendo música y diseño puede considerarse la más exitosa de la pasada década. Por desgracia, con el tiempo ambos acabaron distanciándose. Según reconoció Albarn el año pasado, la principal razón fue que en su tercer álbum, «Plastic beach», “había un cruce de intereses y propósitos, y la parte visual no casaba muy bien con la música. Yo sentía que habíamos hecho un gran disco, así que salí igualmente de gira a pesar de ello”. Aunque parece que en los últimos meses han buscado reconciliar sus posturas, por ahora nadie cree en un nuevo álbum de su criatura.

Con esta aventura, Albarn vendió millones de discos, algo por lo que a finales de los noventa nadie apostaba, y menos al margen de Blur, y Hewlett consiguió ser el Diseñador del Año en 2006 en su país, el Reino Unido, gracias a «Demon days». Tras explotar el concepto con todos los productos que en su día había imaginado, incluso se puso en marcha el proyecto de la película de Gorillaz, aunque, como defendía el creador que había dado vida a sus personajes, siempre que Hollywood quedase lo más lejos posible. Siendo así, no es extraño, pues, que hasta ahora no se haya rodado.

Anterior entrega de Las mejores portadas del rock: Faces, “Ooh la la”.

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