Aerosmith en Madrid: Rock eternamente joven

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“La banda está en plena forma y esto no puede ser una despedida”

 

Tras veinte años desde su anterior concierto en la capital, Aerosmith pasaron por Madrid para celebrar su larga carrera de rock and roll. Allí estuvo David Pérez.

Aerosmith
Auditorio Miguel Ríos de Rivas Vaciamadrid
29 de junio de 2017

 

Texto y Fotos: DAVID PÉREZ.

 

Los chicos malos de Bostón, tras casi medio siglo de excesos y rock and roll a la altura de muy pocos, amenazan con ‘Aero-Verdici Baby Tour’, supuesta gira de despedida que no podemos perdernos bajo ningún concepto.

El Auditorio Miguel Ríos de Rivas Vaciamadrid, bajo un sol veraniego que esquiva nubes a su antojo, comienza a jugar con el viento para paliar el cosquilleo expectante de las grandes ocasiones, mientras una infinita caravana de ojos abiertos como platos y sonrisas nerviosas, puebla poco a poco gradas y pista. Más de 30.000 personas venidas de todos los rincones de España (hace 7 años que no nos visitan Aerosmith y 20 de su anterior concierto en la capital), gente de todas las edades, padres de familia que han pasado de generación a generación la pasión por una de las pocas bandas inmortales que miran a los ojos a los Stones.  

Calientan motores los suecos Eclipse, demostrando rápidamente que con rock and roll actitud y hard rock en vena no hay ventolera que pueda con la música. Conectan desde el principio con un público hambriento de leyenda y tocan techo con ‘Stand on your feet’, ‘Wake me up’ y el celebrado final de ‘I don’t wanna say I’m sorry’. El relevo lo toma Alter Bridge, que con sus afiladas guitarras (Tremonti al mando) y la potente voz del magnético Myles Kennedy (vocalista también de la banda de Slash), hace las delicias de los cientos de fans que visten camisetas del grupo de Florida. Insuperable el inicio con ‘Come to life’, ‘Farther than the sun’ y la adictiva y abrasiva ‘Adicted to pain’.

Llegó la hora de quemar manecillas de reloj y dejar que hable la música. Suena ‘Carmina Burana’ y las pantallas gigantes proyectan imágenes históricas de la banda, pequeña pausa y nos atropellan con una explosiva ‘Let the music do the talking’ que nos levanta un palmo del suelo. Steven Tyler sale a mil revoluciones (huracán de 69 años) y no bajará el pie del acelerador hasta marcharse del escenario. Eterna juventud y protagonismo compartido con Joe Perry, incombustible dupla perfecta que define en pocos segundos lo que es ser una auténtica rock star. Nos frotamos los ojos y maúllan los gatos en ‘Nine lives’, seguida de un ‘Love in a elevator’ en el que nos quedaríamos atrapados para siempre. El auditorio está patas arriba y todos cantamos al unísono ‘Living on the edge’, con Perry como incombustible guitar hero.

 

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“Tyler sigue caminando por el lado salvaje, se mueve como nadie sobre las tablas, fusión perfecta de Iggy Pop y Mick Jagger”

 

La banda está en plena forma y esto no puede ser una despedida. Tyler sigue caminando por el lado salvaje, se mueve como nadie sobre las tablas, fusión perfecta de Iggy Pop y Mick Jagger. Afronta a tumba abierta cada tema, corretea, se revuelca por el escenario, aúlla y se desgañita como si fuera su última interpretación. Así, ardemos en el frío y nos araña por dentro con una frenética ‘Rag doll’ y una apabullante ‘Falling in love (is hard on the knees)’, en la que cae Madrid y nosotros de cabeza. Brad Whitford sigue siendo mucho más que el escudero perfecto de Perry, y el bajo del elegante Tom Hamilton junto a la potencia de Joey Krammer a las baquetas, marcan el latido imparable de la banda.

Las raíces blues no se pierden y lo demuestran con dos covers de Fleetwood Mac que cortan la respiración, ‘Stop messin’ around’ y ‘Oh well’, con Perry al micrófono y Tyler escupiendo fuego por armónica, para justo después regalarnos otro momento histórico con una majestuosa ‘Remember (walking in the sand)’ de The Shangri-Las, que no tocan en directo desde hace más de quince años. Ya no sentimos el viento, solo la música, y nos cae un clásico tras otro. Flotamos en una ‘Sweet emotion’ en la que los focos son para Tom Hamilton y su bajo, mecen la luna en el esperado armagedón y renacer emocional de ‘I don’t want to miss a thing’, al que le sigue el ‘Come together’ de los Beatles (con Perry y Tyler a un palmo compartiendo micrófono y coreada por todos), la potente ‘Eat the rich’ en la que Krammer revienta la batería, o el salto pasional de morir para olvidar con ‘Cryin’, seguida de una ‘Dude (looks like a lady)’ que aún resuena en nuestros oídos.

Para los bises aparece un piano de cola blanco y Tyler borda el inicio de ‘Angel’ fundiéndola con ‘Dream on’, con la icónica imagen imborrable de Joe Perry sobre el piano exprimiendo sus seis cuerdas.

Sí, nos faltan algunos temas de los 70 y esto se acaba, pero el show es inmejorable. La conexión es total y rematan con el ‘Mother Popcorn’ de James Brown y una festiva ‘Walk this way’ a la que nos aferramos con todas las fuerzas que nos quedan para no dejarla escapar. Después de esto toca la odisea de volver a Madrid (huelga de metro y una pésima previsión de la organización/ayuntamiento en la gestión de los autobuses), pero poco importa el frío inhumano de una madrugada laberíntica o los quinientos kilómetros para volver a casa, si la música habla tan claro y brilla tan fuerte, todo tiene sentido o da igual que no lo tenga.

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