La emancipación de Lukas Nelson

Autor:

COWBOY DE CIUDAD

«Este disco es un ejercicio de libertad madura, un retrato sonoro que no elude las cicatrices, ni el legado, ni el amor, ni el miedo a que todo eso acabe»

 

Con motivo del primer disco en solitario de Lukas Nelson, American romance, Javier Márquez Sánchez se embarca en un viaje por su figura y obra, atestada de colaboraciones con Neil Young, Lady Gaga y su papel al frente de Promise of the Real.

 

Texto: JAVIER MÁRQUEZ SÁNCHEZ.
Foto: MATTHEW BERINATO.

 

Hay discos que no entran a la primera, ni quieren hacerlo. No buscan sonar en la radio, ni viralizar un estribillo en TikTok. Son, más bien, diarios íntimos hechos de madera, polvo y recuerdos, escritos con una voz que no grita pero tampoco calla. American romance, el nuevo disco de Lukas Nelson, pertenece a esa estirpe cada vez más rara: la de los trabajos concebidos con paciencia, grabados desde la serenidad y publicados como quien lanza una carta embotellada al mar. Sin urgencia, pero con la certeza de que alguien, en algún lugar, entenderá lo que se quiere decir.

A sus 36 años, y tras una década larga al frente de Promise of the Real, Lukas firma aquí su primer disco en solitario. No porque antes no tuviera voz propia, sino porque ahora esa voz ya no necesita empujarse contra el ruido del mundo. American romance es un ejercicio de libertad madura, un retrato sonoro que no elude las cicatrices, ni el legado, ni el amor, ni el miedo a que todo eso acabe. Es, en resumen, un disco de verdad.

 

Un apellido, una mochila y una guitarra
Hijo de ese rostro del Monte Rushmore de la música country que es Willie Nelson, Lukas nació en Austin (Texas) en 1988, y se crio —literalmente— en la carretera. Su infancia transcurrió en buses de gira, camerinos llenos de guitarras, noches de conciertos eternos y desayunos con figuras como Johnny Cash o Kris Kristofferson como tíos adoptivos. Pero lo más sorprendente de todo eso es que no parece haberle vuelto cínico. Lukas siempre habló del linaje con respeto, sin esa rebeldía impostada que suele acompañar a los “hijos de”.

Estudió en Hawái, aprendió a tocar la guitarra estudiando vídeos de Stevie Ray Vaughan y Jimi Hendrix, y encontró en Neil Young no solo a un referente, sino a un futuro jefe. En 2008 fundó Promise of the Real, su banda de toda la vida, con la que ha grabado discos intensos, eclécticos y vibrantes, y ha acompañado a Neil Young en giras memorables. La relación con Young fue más que una colaboración: fue una escuela espiritual. De ahí salieron The monsanto years, Earth, The visitor y sobre todo una forma de entender la música como un acto político sin necesidad de panfletos.

 

«Solo un tipo que ha vivido lo suficiente como para saber que a veces la mayor revolución es cantar despacio»

 

Pero también hubo luz propia. Discos como Turn off the news (Build a garden) o A few stars apart demostraban que Lukas no era solo un intérprete sólido, sino un compositor de finísima sensibilidad. En paralelo, firmó junto a Bradley Cooper y Lady Gaga varias canciones para la película A star is born (2018), poniendo su voz —literalmente— en boca del protagonista. Ese fue el momento en que el gran público se fijó en él. Pero él no se desvió.

 

El momento de mirar hacia dentro
Tras la publicación de Sticks and stones en 2023, un álbum más festivo, casi bailable, Lukas decidió parar. Necesitaba silencio, introspección. Hacía tiempo que arrastraba ciertas sombras —la bebida, la autoexigencia, el peso del apellido— y supo que no podía seguir corriendo sin rumbo. El resultado de esa pausa no es un disco de ruptura, sino de emancipación. Porque American romance no dice «esto no soy», sino «esto soy ahora».

El productor elegido es nada menos que Shooter Jennings, hijo de Waylon Jennings, cómplice perfecto para quien sabe lo que implica tener sangre real (realeza de Texas nada menos) corriendo por las venas. Entre ambos construyen un disco sereno, atemporal, lleno de espacios. Aquí no hay muros de sonido ni experimentos innecesarios. Solo canciones. Doce. Cada una distinta, cada una necesaria. Y también un puñado de buenos colaboradores, como Sierra Ferrell y Stephen Wilson Jr, Anderson East, Eleanor Whitmore o el bajista de Promise of the Real Corey McCormick, entre otros.

“Ain’t done”, que abre el disco, ya marca el tono: una mezcla de folk introspectivo y soft rock setentero con alma de mantra. Es una canción sobre seguir adelante cuando uno ya pensaba que no podía. Sobre no rendirse, pero sin épica. Con una guitarra discreta, un ritmo sobrio y la voz de Lukas en primer plano.

“You Were It” emociona aún más al descubrir que fue escrita por Lukas con apenas once años. Una canción de amor preadolescente convertida ahora en testimonio de persistencia emocional. “Outsmarted”, por su parte, combina country clásico con un tono casi irónico en esta oda al amor.

Temas como “Monjtana”, “All God did” o “Friend in the end” (a dúo con Sierra Ferrell) muestran su maestría melódica, pero también la limpieza con la que está dispuesto a narrar su historia. Son canciones que podrían haber estado en un disco de Jackson Browne, de John Prine, incluso de George Harrison. Porque ese es otro gran acierto: el disco suena americano, sí, pero también universal.

Jennings se limita a hacer lo justo: no encorseta, no engalana. Deja que las canciones respiren, que la voz tiemble, que la guitarra suene humana. Y eso permite a Lukas ser, de una vez, solo Lukas. Sin la banda. Sin el padre. Sin escudos.

 

Una América íntima
Pese a su título, American romance no es un álbum patriótico, sino afectivo. No habla de un país geográfico, sino de uno emocional. De los rincones del alma donde aún puede surgir algo parecido al amor, aunque sea a ras de tierra. La América que dibuja Lukas Nelson es una de corazones cansados pero nobles, de bares pequeños con luces de neón, de pastores de mirada sucia y cowboys con guitarra.
Es un disco que conecta con la tradición, claro, pero no la repite. La mira con cariño y con distancia. Con la lucidez de quien sabe que no hay vuelta atrás, y por eso se canta de frente, no de rodillas.

Lukas Nelson no ha roto con su herencia. La ha transformado en una plataforma desde la que despegar. Y American romance es, sin duda, su vuelo más alto. Un disco que no cambiará el mundo, pero que puede cambiar tu día. Un disco que no pide nada más que ser escuchado con atención. Y, si puede ser, con un poco de silencio alrededor.

Porque no hay prisa en estas canciones. Ni trampa. Solo un tipo que ha vivido lo suficiente como para saber que a veces la mayor revolución es cantar despacio.

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