COWBOY DE CIUDAD

«Sus problemas con las drogas y el alcohol, su carácter violento y sus problemas con la ley hicieron que su trabajo musical quedara en buena medida eclipsado»
Sobre la azarosa vida del músico de Ohio, sus problemas con la ley y una carrera de treinta discos con altibajos constantes, reflexiona Javier Márquez Sánchez.
Texto: JAVIER MÁRQUEZ SÁNCHEZ.
Foto: LEGACY RECORDINGS.
Aunque era considerado un boxeador de segunda, en 1940 Johnny Paycheck tuvo la oportunidad de enfrentarse nada menos que a Joe Louis por el título de los Pesos Pesados. El campeón de Alabama solo tardó dos asaltos en mandarlo a la habitación del sueño, saldando así el único intento de Paychek por ganar un campeonato mundial como boxeador profesional. Una derrota amarga como broche de una oportunidad única. No es de extrañar que, 25 años después, otro tipo decidiese escoger su nombre para afrontar una carrera artística en la que iba a besar la lona una y otra vez.
Porque el de Johnny Paycheck (el músico, no el boxeador) fue uno de esos casos en los que la etiqueta outlaw describía algo más que su sonido e independencia musical. De hecho, sus problemas con las drogas y el alcohol, su carácter violento —mató a un hombre— y sus problemas con la ley —la prisión era su segundo hogar—, hicieron que su trabajo musical quedara en buena medida eclipsado, algo que trataron de redimir en lo posible camaradas como Willie Nelson, Waylon Jennings o George Jones.
Tenía solo seis años cuando empezó a tocar la guitarra en Greenfield (Ohio), donde nació en mayo de 1938 con el nombre de Donald Eugene Lytle. Con el tiempo se revelaría como un músico versátil, tocando no solo la guitarra sino también el bajo y el pedal steel. Con la misma precocidad comenzó a labrarse una vida vagabunda, cuando decidió abandonar su casa a los quince años para recorrer el país, guitarra en ristre, graduándose en todas las materias vitales en los peores garitos a lo largo del camino. Como otros en su papel —por ejemplo, Billy Joe Shaver—, acabó alistándose en la Marina. Y como el de Corsicana, pasó más tiempo en el calabozo que desfilando, sobre todo después de abrirle el cráneo a un oficial durante una pelea.
Su afición por la música le llevó hasta Nashville a mediados de los sesenta, donde se desempeñó sobre todo como compositor. Así logró sus primeros éxitos, como “Apartment #9”, que compuso junto a Bobby Austin y que en 1966 se convirtió en la primera composición en recibir el galardón Canción del Año en los premios de la Academia de la Música Country, además de convertirse en uno de los temas más icónicos de la carrera de Tammy Wynette. Al año siguiente, Ray Price llevó su “Touch my heart” a lo más alto de las listas.
Para completar el sueldo, Paycheck empezó a trabajar como músico de sesión y cantante de armonías para gente como Faron Young, Porter Wagoner, Ray Price y, sobre todo, George Jones, en cuya banda, además de tocar la steel y el bajo, se labró una gran reputación como segunda voz (Acabarían siendo buenos amigos y grabando juntos el álbum de 1980 Double trouble). Fue en esta época, a mediados de los sesenta, cuando se cambió el nombre por el de aquel boxeador que retó a Joe Louis, y comenzó a grabar discos de honky tonk para el sello Hilltop (con el mismo éxito que el Paycheck original en su carrera pugilística). En realidad, eran trabajos interesantes, con canciones que dibujaban personajes desesperados o arrasados por el desamor —muy en la línea de Kristofferson—, pero no recibieron atención del público, tal vez porque llegaban demasiado pronto.
Por una razón u otra, Paycheck comenzó a perder las ganas y la confianza, y acabó largándose a Los Ángeles donde malvivía cantando a cambio de cuatro copas en los tugurios menos recomendables de la ciudad. Fue en uno de ellos donde le escuchó cantar el productor Billy Sherrill, en 1971, y quedó desolado al observar cómo alguien con tanto talento parecía estar buscando la autodestrucción. Sherrill se propuso limpiar a Paycheck de sus adicciones y le ofreció como aliciente un contrato en Epic. Eso sí, a cambio, el artista iba a tener que aceptar las engoladas producciones de Sherrill, adicto a las orquestaciones y los coros.
Johnny bajó el ritmo de consumos varios y el productor cumplió, consiguiendo que “She’s all I got” llegara al segundo puesto de las listas de country. En los años siguientes lograría una docena de éxitos, siempre en el top 10, hasta que en 1977 llegó “Take this job and shove it” (que en una libre traducción podríamos definir como “Coge este trabajo y métetelo donde te quepa”), que ofreció a Paycheck su único número uno, tras convertirse en todo un himno de la clase trabajadora que alcanzó repercusión internacional.
Por entonces, el artista se hacía llamar John Austin Paycheck. El nombre solo había sido uno de los cambios que había llevado a cabo para aprovechar el tirón del movimiento Outlaw y mimetizarse con sus apóstoles. Al contrario que otros coetáneos, lo suyo, desde luego, no fue mera pose. Tanto su música como su vida, con una permanente actitud desafiante, se ajustaban a la concepción que la prensa y el público tenían de los renegados de Nashville. Como era condición, se dejó barba, pelo largo y comenzó a entrar y salir de calabozos de todo Tennessee: problemas fiscales, falsificación de cheques, demandas de paternidad…
Que en la portada de su disco de 1976, 11 months and 29 days apareciese fotografiado tras las rejas de una celda era una buena muestra de humor negro. Pero a Epic dejó de hacerle gracia la broma cuando los escándalos empezaron a ser más serios, como sus correrías con los Ángeles del Infierno —era buen amigo de uno de sus célebres líderes, Ralph “Sonny” Barger—; cuando se enzarzó en una pelea en un avión y acabó lesionando a miembros de la tripulación, o cuando en 1982 fue arrestado por la presunta violación de una niña de 12 años (proceso del que salió absuelto por ser una denuncia falsa de un tipo al que debía dinero). El despido del sello fue inmediato.
Durante los tres años siguiente intentó encontrar su espacio en otro sello, y hasta Neil Young trató de ayudarlo llevándolo de gira como telonero, pero el intento de recuperación quedó frustrado cuando en 1985, durante una pelea en un bar de Ohio, le metió una bala en la cabeza a un tipo. Johnny Paycheck volvía así a prisión a pasar su temporada más larga, hasta que su sentencia fue conmutada en 1991 y pudo salir en libertad.
Doblegado y redimido como tanto le gusta a Hollywood para sus finales, pasó sus últimos años dando charlas antidrogas a los jóvenes y grabando para un pequeño sello, hasta que, en 2003, la combinación de diabetes, asma y un enfisema puso el último verso a su canción. Aunque grabó una treintena de álbumes (entre ellos, seis de oro, dos de platino y un doble platino), las salvajes anécdotas de su vida ocultaron la riqueza de su obra musical (como los varios millones de dólares que, según estimaban algunos amigos, habría llegado a pulirse en drogas a lo largo de su vida).



















