Band on the run, la odisea nigeriana de Paul McCartney

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«Los asesinatos y robos eran constantes, Paul y Linda lo comprobaron en sus propias carnes cuando cinco hombres salieron de un coche y les amenazaron con un cuchillo»

 

Band on the run es el álbum más laureado de Wings, sin embargo, su grabación en Nigeria puso a Paul McCartney en numerosos aprietos. Sobre ello profundiza María Canet.

 

Texto: MARIA CANET.




 

Un estudio inacabado, una banda en descomposición, lluvias monzónicas, un atraco a mano armada, colapso físico y una epidemia de cólera. Esta sucesión de catastróficas desdichas no fue el argumento de ninguna novela una película de aventuras, sino los obstáculos que Paul McCartney tuvo que sortear durante la grabación de Band on the run (Apple Records/EMI,1973), el disco que grabó junto a Wings (o, mejor dicho, lo que quedaba de la banda) en Nigeria. Aunque por momentos se convirtió en una suerte de Ulises del rock, enfrentándose a numerosos retos, el de Liverpool supo aprovechar su particular odisea para alumbrar un álbum vibrante impregnado de adrenalina que acabó por ser el más laureado de su etapa con Wings.

En 1973, Paul McCartney tenía 30 años y era un implicado padre de familia numerosa. Habían pasado tres años de la disolución de los Beatles. Una ruptura traumática que ni él mismo (ni el público) había terminado de superar; el mundo, como después de Cristo, parecía haber entrado en una nueva era más hostil: «sabía cómo era estar en los Beatles, pero no lo que era estar en una banda después de los Beatles», reconocía el exbeatle en una entrevista con Dermot O’Leary, para la BBC, en 2014. Paul buscó refugio en su granja de Escocia, arropado por Linda, su mujer, sus tres hijos y sus animales. Allí, aún con la herida abierta y blindado por la coraza de un aislamiento voluntario, concibió sus primeros trabajos en solitario: McCartney (Apple Records/Emi, 1970), que contó con la única colaboración de su mujer, Linda McCartney, y Ram (Apple Records/EMI, 1971), donde se atrevió a incorporar al batería Denny Seiwell. Pero Paul era un animal de banda; no tardó en buscar una nueva manada a la que liderar. Seiwell y el guitarrista Denny Laine (ex Moody Blues) fueron los primeros fichajes que Paul y Linda hicieron para su nuevo proyecto, Wings, una nueva formación que debutó con el elepé Wild life (Apple Records/EMI, 1971).

En 1972 se sumó al grupo Henry McCullough, exguitarrista de Joe Cocker, para emprender una improvisada gira donde tocaron sin previo aviso en campus de diferentes universidades británicas: «tocábamos varias veces las mismas canciones, o incluso versiones de clásicos como “Lucille” de Little Richard», narraba el propio Paul en la citada entrevista con Dermot O’Leary. Tras la censura por parte de la BBC del tema “Give Ireland back to the irish”, que McCartney lanzó como protesta ante la brutal actuación de los soldados británicos en los sucesos del “Domingo sangriento” en Irlanda del Norte, el 30 de enero de 1972, Wings volvieron a la carretera. Recorrieron Europa en un colorido autobús de dos pisos con el Wings Over Europe Tour, donde recalaron en pequeños locales. En ninguna de las dos giras interpretaron canciones de los Beatles. McCartney había recuperado su espíritu adolescente; volvía a revolcarse en el barro del rock and roll con unos amigos.

La presión crecía, puesto ninguno de sus trabajos cumplía las expectativas; el listón de sus composiciones en los Beatles estaba demasiado alto y sus antiguos compañeros de banda ya saboreaban las mieles del éxito por su cuenta: Harrison con All things must pass (Apple Records, 1970) y Lennon con Imagine (Apple Records, 1971). Ni siquiera “My love”, primer gran éxito de Wings perteneciente a su segundo disco, Red rose speedway (Apple Records/EMI, 1973), se aproximaba a la brillantez de “Hey Jude” o “Eleanor Rigby”. Solo “Live and let die”, la vibrante composición que había realizado para la banda sonora de la película de la saga James Bond del mismo nombre (Guy Hamilton, 1973), encargo de su amigo y productor George Martin, le aproximó al éxito de antaño. Paul había recuperado las ganas, una banda, pero le faltaba reencontrarse consigo mismo, con el genio. Sentía la necesidad de alejarse del Reino Unido, donde la sombra de los Beatles era alargada, y poner tierra de por medio.

Sin saber lo que el destino le deparaba, como Ulises a punto de emprender su largo viaje, el compositor pidió el listado de estudios que EMI poseía en todo el mundo bajo pretexto de cambiar de aires y empaparse de una nueva energía. Tras descartar opciones como China o Brasil, África fue el destino escogido: «queríamos ir a un lugar diferente. Nos influiría la música y el ambiente, y estaba muy lejos de todo lo que habíamos hecho hasta entonces», declaró Denny Lane a la revista Billboard en 2023. Las tres semanas que Paul McCartney pasó en Lagos, Nigeria, entre agosto y septiembre de 1973, distaron mucho de ser esa experiencia vacacional que Paul y Linda McCartney anhelaban. «La idea de ir a Lagos era inicialmente para divertirnos, porque allí haría sol y calor. Pensábamos que era un lugar exótico y que pasaríamos el día en la playa y grabaríamos de noche» declaró el ex Beatle a Keith Badman, autor del libro The Beatles off the record (Omnibuss Press, 2008).

La noche antes de la partida, Denny Seiwell y Henry McCuullough comunicaron al músico su decisión de no volar a Nigeria y abandonar la banda. Los Wings aterrizaron en Lagos convertidos en un trío (Paul, Linda y Denny Lane) junto al habitual ingeniero de sonido de los fab four, Geoff Emerick: «Lo lógico hubiese sido no ir, pero pensé “voy a hacer un álbum en el que desearían haber participado”» comentaba Paul entre risas en la entrevista de O’Leary. Estas bajas le hicieron reestructurar la formación: «no soy un gran batería, pero soy un batería correcto. Así que, lo que hice fue grabar baterías sencillas que cumplieron su función. Linda tocó el piano y el melotrón, y Denny Laine añadió algunas partes extra de guitarra y entre todos conseguimos que el sonido fuera un poco más completo», explicaba ante las cámaras de la BBC. Si, antes de empezar, ya amenazaba tormenta, lo que se encontraron al llegar a Lagos fue, literalmente, las lluvias del monzón y un estudio sin terminar: «cuando llegamos, descubrí que el estudio estaba en un estado lamentable. Faltaban equipos básicos, la mesa de mezclas estaba defectuosa y no había aire acondicionado; en medio de la humedad tropical, las máquinas de cinta se sobrecalentaban y fallaban constantemente. Había tensión en el ambiente: cortes de electricidad, problemas políticos, y la sensación de que éramos vigilados todo el tiempo. Paul estaba decidido a grabar allí, pero para mí era un desafío técnico diario», rememoró Emerick en sus memorias, Here, there and everywhere: My life recording the music of the Beatles (Gotham Books 2006). El estudio del antiguo batería de Cream, Ginger Baker, que por aquella época vivía en Lago, les permitió sortear algunas de esas dificultades técnicas; el propio Baker grabó la percusión de “Picasso’s Lasts Words (drink to me)” con una lata.

La tensa situación política y social del país, donde desde 1966 imperaba la dictadura militar de Yakubu Gobowon, fue otro de los desafíos a los que tuvieron que hacer frente. Los asesinatos y robos eran constantes, Paul y Linda lo comprobaron en sus propias carnes la noche del 17 de septiembre cuando regresaban a la villa donde se alojaban tras una jornada en el estudio. Cinco hombres salieron de un coche y les amenazaron con un cuchillo. El matrimonio no tuvo más remedio que entregarles dinero, las cámaras de fotos y las cintas con las maquetas del elepé: «Linda estuvo genial porque empezó a gritar “¡dejadle en paz, es un músico!” como si eso fuera a ayudar», rememoraba ante el productor Rick Rubin para la miniserie documental McCartney 3,2,1 (2021). La pérdida de aquellas demos obligó al músico a regrabarlas de memoria, para no olvidarse de ellas. «Cuando Paul volvió contando que les habían robado las demos, pensé que tendríamos que parar las sesiones. Pero él simplemente dijo que recordaba las canciones y que las reharíamos. Fue increíble su determinación», recordaba Emerick.

McCartney también tuvo que hacer frente a críticas de compañeros de profesión. El músico Fela Kuti le acusó de apropiación cultural: «lo primero que vi en el periódico cuando llegué fueron unas declaraciones suyas diciendo que yo iba a robar la música del hombre negro. Conseguí su número de teléfono, le llamé y le insistí para que viniera al estudio y viera que no era verdad. Al final vino con sus treinta y dos mujeres y llenó el estudio de marihuana. Acabamos siendo muy buenos amigos y me dio la razón en que no estábamos robándoles nada», declaró Sir Paul en una entrevista realizada por el escritor, cómico y músico Marc Maron en 2018. Aunque McCartney llegó a barajar la idea de «hacer una canción con un toque africano y recurrir a percusionistas locales» el resultado se aleja de la sonoridad africana salvo algún guiño meramente anecdótico en “Jet” o “Mamunia”; la mayoría del cancionero había sido concebido y ensayado en Escocia, lejos de cualquier conexión africana.

Nigeria no influyó en la música, pero sí le regaló a McCartney una buena historia que dio lugar a “Picasso’s last words (drink to me)”. Desde Lagos, McCartney y los Wings viajaron a Jamaica para visitar a Dustin Hoffman y Steve McQueen, que se encontraban en la isla rodando la película Papillon (Franklin J. Schaffner, 1973). Hoffman le confesó a McCartney que admiraba su capacidad para componer sobre cualquier tema y le lanzó un reto: componer una canción a partir de un artículo de prensa donde se recogían las últimas palabras de Picasso (el pintor había fallecido el 8 de abril de 1973), donde aparecían sus últimas palabras: «drink to me, drink to my health, you know I can’t drink anymore» («brindad por mí, brindad por mi salud, sabéis que ya no puedo beber más»). Paul recogió el guante e improvisó un tema de poso country con la guitarra que acabaría por figurar en el álbum.

La tensión continua acabó por afectar al músico que, durante una de las sesiones de grabación, se desplomó. La propia Linda pensó que estaba muerto: «en segundos, Paul quedó blanco como la nieve, explicándonos con voz ronca que no podía recuperar el aliento. Decidimos salir a que tomara el aire, pero fuera se sintió peor y se desplomó ante nuestros pies. Linda empezó a gritar como una histérica, convencida de que estaba sufriendo un ataque al corazón. El diagnóstico del médico fue un broncoespasmo por fumar demasiado», rememoró Emerick en sus memorias. «Fue uno de los momentos más aterradores de mi vida. El clima, la tensión de grabar un disco que tenía que ser un éxito y estar en esa parte del mundo tan incivilizada acabaron por afectarme», reconoció el propio McCartney ante Badman. Un brote de cólera obligó al grupo a abandonar Lagos de forma precipitada, por lo que las últimas sesiones de grabación se desarrollaron en Londres, concretamente en los estudios AIR de George Martin. Allí incorporaron la memorable sección orquestal de “Band on the run” bajo la supervisión de Tony Visconti (productor de T-Rex o David Bowie), que le ayudó a recuperar la grandilocuencia de su etapa beatle.

En Nigeria, Paul McCartney se puso el traje de Ulises para vivir su odisea particular. El destino quiso que sorteara todas esas dificultades que, de algún modo, viven en un álbum memorable: «el hecho de que estuviéramos en un lugar extraño, en esas extrañas circunstancias, nos hizo trabajar para incorporar todo eso al álbum», apuntó para la BBC. A diferencia del héroe griego, su meta no era volver a Ítaca, sino a sí mismo.

—El año pasado, coincidiendo con la edición conmemorativa del 50 aniversario de Band on the run, en Efe Eme publicamos una entrevista con Paul McCartney recordando aquel álbum y su grabación. Puedes leerla clicando aquí.

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