COWBOY DE CIUDAD

«Ha decidido revisar su ADN musical, recuperar la fuerza del honky tonk, del country sin adornos, pero filtrado a través de todas las experiencias acumuladas en la última década»
Javier Márquez Sánchez disecciona el nuevo disco de la cantante de country estadounidense, Hard headed woman. Un trabajo muy personal que continúa posicionándola entre los grandes nombres del género.
Texto: JAVIER MÁRQUEZ SÁNCHEZ.
Margo Price (Aledo, Illinois, 1983) se ha ganado un lugar de referencia en el country alternativo no solo por la calidad de su voz y de sus canciones, sino por la actitud con la que ha afrontado cada etapa de su carrera. Desde que irrumpió en 2016 con Midwest farmer’s daughter, aquella carta de presentación que la situó de inmediato como una heredera natural de la tradición outlaw, ha mantenido una línea de coherencia que la ha convertido en una figura clave para entender el presente y el futuro del género.
Price nunca ha sido una artista dócil ni complaciente. Sus discos, sus declaraciones y hasta sus memorias, publicadas en 2022 (Maybe ee’ll make it), confirman que lo suyo es la lucha constante, tanto personal como artística. No es casualidad que, en un universo todavía dominado por hombres blancos y conservadores, su figura destaque como una voz feminista, combativa, capaz de combinar la vulnerabilidad autobiográfica con la determinación de quien sabe que no hay éxito sin resistencia. Si a todo esto le sumamos una voz curtida en la carretera y un olfato innato para la melodía honky tonk, el resultado es un catálogo cada vez más rico que ha crecido disco tras disco: de los sonidos más clásicos de su debut a la expansión de horizontes de All american made (2017); de la contundencia de That’s how rumors get started (2020) a la experimentación psicodélica y expansiva de Strays (2023). Ahora, en 2025, acaba de publicar Hard headed woman, y demuestra que sigue teniendo mucho que decir.
El título del disco ya es toda una declaración de intenciones. «Mujer cabezota» es, en boca de Price, un estandarte y un aviso. La obstinación, en este caso, no es un defecto, sino una virtud necesaria para sobrevivir en un entorno hostil, tanto a nivel personal como en la propia industria. Grabado en el legendario RCA Studio A de Nashville bajo la producción de Matt Ross-Spang, un viejo aliado desde los primeros tiempos, este trabajo supone un regreso a las raíces, pero no un simple ejercicio de nostalgia. Lo que encontramos aquí es a una artista que ha decidido revisar su ADN musical, recuperar la fuerza del honky tonk, del country sin adornos, pero filtrado a través de todas las experiencias acumuladas en la última década. Es, en ese sentido, un disco circular: vuelve donde empezó, pero con la sabiduría de haber recorrido caminos sinuosos.
Hard headed woman contiene doce cortes, diez de ellos firmados por la propia Price —muchos en colaboración con su marido Jeremy Ivey y otros con nombres de peso como Rodney Crowell—, además de dos versiones que rinden homenaje a su herencia musical: “Kissing you goodbye”, de Waylon Jennings, que se convierte en un cierre perfecto con la participación de la propia mujer de Jenning, la no menos legendaria Jessi Colter; y “Pray for the rain”, del escritor Steven Knudson.
Desde el arranque, la intención queda clara. “Prelude” funciona como una pequeña obertura, apenas un minuto de tensión instrumental, antes de que estalle “Don’t let the bastards get you down”, una pieza que no solo es de las más potentes del disco sino uno de los manifiestos más contundentes de toda su carrera. Inspirada por la célebre frase que Kris Kristofferson le susurró a Sinéad O’Connor cuando fue abucheada tras su denuncia contra la pederastia en la Iglesia Católica –y que convirtió en canción–, la composición se ha convertido en un himno de resistencia. Con un estribillo incendiario y un ritmo que invita a la celebración colectiva, es la perfecta carta de presentación de lo que vendrá después: un disco que no se arruga, que no baja la voz, que se reivindica a sí mismo como arma política y emocional.
A partir de ahí, el álbum se despliega como una colección de historias donde conviven la euforia del bar de carretera, la melancolía de los amores que se enfrían y la denuncia social más directa. “Red eye flight” mantiene la energía, con guitarras encendidas y un espíritu fiestero que parece invocar a los fantasmas de los honky tonks clásicos. En contraste, “Close to you” ofrece un respiro de intimidad, casi un susurro que recuerda que la fuerza también se mide en la capacidad de mostrarse vulnerable. Uno de los grandes momentos emocionales llega con “Love me like you used to do”, un dueto junto a Tyler Childers que parece destinado a convertirse en clásico instantáneo. Con la química vocal entre ambos como principal motor, la canción revisita el tópico de los amores que necesitan un segundo aire, pero lo hace con tanta elegancia que consigue trascender el cliché. La colaboración con Childers, otro de los nombres imprescindibles del country alternativo actual, confirma además la pertenencia de Price a esa comunidad creativa que está redefiniendo las coordenadas del género desde los márgenes.
Otro de los puntos álgidos es “Don’t wake me up”, una de esas piezas en las que Margo Price demuestra su versatilidad. Escrita y cantada junto a Jesse Welles, tiene un aire casi onírico, con un pulso más pausado y una atmósfera hipnótica que recuerda a algunas de las incursiones más arriesgadas de Strays, pero integrada esta vez en un conjunto más compacto y tradicional. Esa capacidad para moverse entre lo clásico y lo experimental sin perder coherencia es lo que ha convertido a Price en una artista difícil de encasillar. Por momentos, parece hablar directamente con las grandes clásicas, como Loretta Lynn o Dolly Parton; en otros, se alinea con los outsiders de hoy, desde Sturgill Simpson hasta Brandi Carlile.
El tramo final del disco refuerza el espíritu outlaw que lo atraviesa. “Hard headed woman”, la canción que le da título, es un resumen perfecto: desafiante, orgullosa, con un tono combativo que sintetiza la filosofía de Price. Y “Kissing you goodbye”, firmada por Waylon Jennings, es mucho más que un guiño. Es la manera de situarse en la tradición, de reconocer el legado mientras se escribe el propio capítulo. Como ya apuntamos, Jessi Colter, viuda de Jennings y leyenda por derecho propio, aporta una carga simbólica que convierte el tema en un homenaje multigeneracional.
En última instancia, Hard headed woman confirma a Margo Price como una de las artistas imprescindibles del country contemporáneo. No porque imite el pasado ni porque se deje arrastrar por modas, sino porque ha encontrado un espacio propio donde tradición y presente conviven sin fricciones. A diferencia de tantos artistas que se limitan a repetir fórmulas probadas, Price ha arriesgado, ha explorado y, después de todo ese viaje, ha decidido regresar al corazón del género con la seguridad de quien sabe que no tiene nada que demostrar. Su cabezonería —esa misma que titula el disco— es, paradójicamente, lo que le permite seguir avanzando. La de Margo Price es la historia de una mujer que ha resistido pérdidas personales, batallas profesionales y prejuicios de género, y que ha sabido transformar todo eso en canciones que suenan verdaderas. Si el country nació para contar historias de lucha y supervivencia, Hard headed woman es, hoy, uno de sus relatos más genuinos.
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