Ray Manzarek contra Oliver Stone. Cómo se gestó una película infame sobre los Doors

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La realidad y la ficción tienden en su mezcla a producir en el espectador errores inconscientes. La realidad y el rigor documental debieran ser los primeros mandamientos de todo biopic musical o de cualquier género si el contenido atiende a lo histórico. Oliver Stone no atinó en absoluto en una película tan deshonesta como criticable por las voces de quienes fueron los biografiados de la misma. Sobre ello indaga Manolo Tarancón.

 

Texto: MANOLO TARANCÓN.
Foto: Cartel de la película.

 

Vaya por delante que admiro la mayor parte de la filmografía de Oliver Stone. No es óbice para poner en entredicho alguno de sus títulos. Siendo claro: la película dedicada a los Doors me pareció desacertada. Infame. Puede que haya cierto prejuicio por la influencia negativa que me genera todo biopic musical, repleto de estereotipos donde aparece el fundido a negro justo en el momento que más interesa, esa parte del proceso que lleva a un grupo o artista a trascender, el por qué y el cómo.

Se tiende a incidir en los inicios para, de golpe y sin avisar, correr el telón con él o los protagonistas ya sobre un buen escenario y una platea a rebosar de público. También echo en falta el rigor en la documentación, que debiera ser pilar básico de toda producción de ficción histórica. Como prueba reciente, mi decepción al salir de la sala de cine al ver la película dedicada a los primeros años de Bob Dylan. Quienes nos consideramos freaks o hemos leído y estudiado a conciencia la evolución de un músico o banda, pedimos a gritos que se ahonde un poco más, que para eso estamos ante superproducciones con millones de dólares detrás. Al fin y al cabo, lo  importante es una historia bien contada. Quizá el error se encuentre en plantear ese tipo de films para el público general más que para fanáticos. Lo que ocurre es que quien visiona, y es poco conocedor de cuanto se pretende contar, sale con ideas erróneas con respecto a la realidad. Buscar un punto intermedio no debiera ser tan complicado, o sí, porque no busca el experto el cien por cien del dato exacto, pero sí al menos que no se escape de la realidad a las claras, confundiendo, como decía, al desconocedor del artista o grupo en cuestión. La película de los Doors rebosa planos maravillosos metaforizando la corrección neuronal provocada por el consumo de ácido, tan en boga en la época, pero en lo que se refiere al mojo de la cuestión, la historia de la banda, deja bastante que desear.

Me centro en la secuencia en la que los Doors al completo germinan en el local de ensayo el hito “Light my fire”. Y lo hago porque, pensando en si no soy demasiado duro en mis conclusiones, doy con un vídeo donde el auténtico Ray Manzarek explica en profundidad la génesis de la canción y con una entrevista concedida en 2007 a Popular 1. En ambas piezas se acredita lo poco que tenían que ver los Doors con lo que Stone llevó a la pantalla, confirmando mi tesis. Lo más importante que podemos extraer es cómo el teclista remarca la maravillosa mezcla de estilos y las diferentes influencias de cada uno de los miembros, que será vital en su corta carrera de apenas cuatro años.

Es cierto que es el guitarrista Robbie Krieger quien llega con la idea de la canción y traslada los acordes a Manzarek, variando de La menor a Fa sostenido menor. «Sonaba a una canción folk y Densmore [batería] dijo no, no, no, hagamos algo jazz y algo latino». Manzarek prueba en ese momento sobre el piano una variación tocando notas a modo de golpes secos. Inmediatamente aparece el sonido de lo que será el estribillo vocal y, en ese momento, Morrison aporta el segundo verso de la canción: «Inténtalo ahora, solo podemos perder / nuestro amor se convertirá en una pira funeraria», que le da al tema un aire de réquiem que marcará el resto de la canción, mientras Manzarek sigue probando cosas. En la película, todos menos Krieger y él salen del local para que el teclista pueda desarrollar una introducción. La crea, sí, pero nada acredita que se quedaran solos. ¿No será que al director le sirve la pausa callejera para justificar un monólogo disparatado de Morrison?

En el vídeo citado, Manzarek da en la clave de lo que fueron los Doors, donde todos aportan y se involucran en la música y las canciones llenos de versatilidad y tan distintos los unos de los otros en cuanto a formación musical: el flamenco de Robby Krieger, el jazz de Densmore, la influencia latina del sur de California y las maravillosas letras poéticas de Morrison. La formación clásica del propio Manzarek al que le vienen a la cabeza las cadencias de los temas de John Coltrane, uno de sus artistas favoritos, volviendo a lo que será la variación en forma de base definitiva de la canción, alterando el patrón rítmico del 3×4 al 4×4 típico del rock, cambiando parte de los acordes iniciales aportados por Krieger y pasando del La menor inicial al Si menor.

Prueban durante diez minutos y Densmore aporta uno de los riffs claves en el que todos le siguen y, en un momento de caos, Morrison plantea una mezcla de ese riff con la introducción creada por Manzarek. Y con el torbellino de todo ello, la canción acaba imponiéndose y se convertirá en uno de los himnos incontestables de la música popular internacional. Un gran ejemplo de creatividad coral en el que todos aportan su visión a partir de una idea primigenia. Así trabajaban los Doors en el local de ensayo. Es por todo esto por lo que la secuencia de la película se convierte en un disparate sin sentido y un insulto a los fans, eludiendo el punto de realidad de lo que fue la creación de un tema tan importante. Ya que se quiere plasmar en secuencia audiovisual, qué menos que hacerlo bien.

Vayamos ahora con las palabras del teclista sobre el propio film. A pesar de que Stone se puso en contacto con Manzarek y Krieger para documentarse, el teclista siempre estuvo en contra del largometraje, como explica en una entrevista publicada en Popular 1 en su número de mayo de 2007. «Sí, estuvo varios meses hablando con todos nosotros, pudimos conocernos bien. No tengo nada malo que decir de esa película como historia de ficción, como fantasía hollywoodiense. Pero si Oliver Stone pretende decirme que ese soy yo y la banda en la que estuve, lo único que tengo que decirle es que su film no refleja en modo alguno la realidad».

Y en esta reflexión extensa sentencia al director: «Mira, empezando con que Oliver Stone se pasó todo el tiempo en el que preparaba la película con nosotros esnifando cocaína y bebiendo tequila. Estaba espídico. ¿Cómo va a entender la filosofía de los sesenta alguien que se comporta así? Yo le decía: deja de beber y de ingerir las sustancias equivocadas, y entenderás cómo eran los sesenta [Risas] Siéntate, relájate, fúmate un porro, toma algo de LSD, y entenderás a los Doors. Porque en esa década nadie se metía coca, ni abusábamos tanto de la bebida, era todo más psicodélico, más relajante. ¿Y qué hay en esa película? Eso es una locura, es una película sobre un cantante junkie psicótico, ese no era Jim. Entiendo que la audiencia joven de los noventa quería ese retrato de The Doors, toda esa locura salvaje sin sentido, pero esos no éramos nosotros. Es decir, nadie se ríe en esa película, nadie dice nada interesante. Somos nosotros, pero nosotros no nos pasábamos el día drogados o borrachos diciendo incoherencias… Si Jim hubiese sido como ese actor en la película [Val Kilmer] ¿Cuándo hubiese tenido tiempo para escribir todas esas letras? ¿Cuándo habría ensayado, grabado los discos, preparado los shows? ¿Alguien puede creer que una banda como The Doors pudo salir adelante estando colgados todo el día? Por Dios… en los sesenta nos reíamos, nos divertíamos, no era todo exceso y muerte. Cualquiera de los que conocimos a Jim te hablaría de que era un hombre con un gran sentido del humor y del compañerismo, y eso no se plasma en la película, sino que se opta por hacer un retrato exageradamente sórdido de él».

Nada más que decir. El propio protagonista habla por sí solo.

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