Cracker brand (1992): el renacimiento de David Lowery

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TREINTA ANIVERSARIO

«Un disco sólido y en el que era fácil encontrar rock and roll, algún pellizco psicodélico y, por supuesto, algo de ese espíritu punk que siempre ha tenido Lowery»

 

Hasta el debut discográfico de Cracker se remonta esta vez Fernando Ballesteros. Un álbum que nació en tiempos de transición entre la anterior banda de David Lowery, Camper Van Bethoven, y este nuevo proyecto con el que terminó bordando los parámetros del rock que siempre había frecuentado.

 

Cracker
Cracker brand
VIRGIN, 1992

 

Texto: FERNANDO BALLESTEROS.

 

En el principio de Cracker, desde el minuto uno, estaba David Lowery, claro; él es el alma del grupo. Pero aquel no era, ni mucho menos, su bautismo en la industria. De hecho, en la década anterior, la de los ochenta, ya había redondeado una obra destacable al frente de Camper Van Bethoven. Con ellos se acercó a sonidos más experimentales y lejanos del clasicismo que estaban por venir. No había emergido aún la marca que habría de marcar al mundo de la música unos años después, pero podemos decir que en discos como su debut, Telephone free landslide victory, escuchábamos algo que bien podríamos haber llamado rock alternativo.

Eso sí, la ruptura formal entre Camper Van Bethoven y Cracker todavía no era total y algunos de los rasgos que disfrutamos en Cracker brand, el disco que aquí nos ocupa, ya estaban presentes en Key lime pie, el último álbum de aquella primera etapa de los Camper, que desembocó en una separación tras la que nació Cracker. Fue el momento en el que David decidió unir fuerzas con su colega Johnny Hickman, gran guitarrista, especialmente dotado para la composición, y pareja creativa ideal para el capo.  Juntos demuestran ya en este debut que lo suyo era hacer canciones redondas, con fuerza; a falta de más concreción, eran una banda de rock que se llevaba las influencias más campestres a su terreno, las bañaban con su personalidad y le devolvían al oyente temas sobresalientes y directos. Sí, porque aquel primer disco, el de la lata de sardinas en su portada, estaba repleto de ellos.

 

El mundo necesitaba una canción como “Teen angst”

Cracker brand se abre con un mensaje claro: eran mucho más que la nueva aventura de Lowery. Y esa llamada de atención la desempeñaron con “Teen angst (what the world needs now)”, todo un himno —se suele abusar de la palabra, pero en este caso no me queda más remedio—. Uno de esos temas en los que no esperas un estribillo arrebatador, ni un momento mágico que enganche y tire de ti, ni un solo espectacular que haga que la canción siga creciendo, porque todo eso está ocurriendo ya desde el primer segundo. Miren, no está entre mis planes largarme a una isla desierta, pero, en el caso de verme forzado a hacerlo y si llegado el momento alguien me obliga a llevarme allí, digamos, cien canciones —que también sería mala leche—  esta iría seguro en la lista; entre otras cosas porque tras tantos años, y con los miles y miles de temas escuchados, siempre me acuerdo de este para cualquier selección. Pasa el tiempo y ahí está, mejorando un ratito de mi vida de vez en cuando.

David y Johnny, acompañados en los comienzos por el bajista Davey Faragher, el batería Phil Jones y apoyados por una nómina de grandes músicos que aportaron en el estudio su granito de arena, vieron cómo ese certero disparo inicial les granjeó cierta notoriedad; de hecho, llegó a colocarse en el número uno de la, así llamada, lista de canciones de rock moderno en Estados Unidos. Aquella obra, sin embargo, estaba muy lejos de ser, como ocurre en tantas ocasiones, solo un single perfecto, una buena canción y el resto relleno. Se trataba, en esta ocasión, de un disco sólido, sin apenas fisuras y en el que era fácil encontrar rock and roll, algún que otro pellizco psicodélico y, por supuesto, algo de ese espíritu punk que siempre ha tenido Lowery.

No hay más canciones con la inmediatez y el potencial de “Teen angst”, pero es imposible resistirse a la elegancia y tradición de “Happy birthday to me” y esa melodía que remite a grandes nombres; tanto que, por momentos, el fraseo llega a tener ecos dylanianos. Pero es que también tienen la habilidad para sacarnos a bailar en “This is Cracker soul” o para dejar bien clara su maestría en el manejo del medio tiempo, con esa absoluta maravilla que es “Can I take muy gun up to heaven”.

“I see the light” es de lo más emocionante del álbum y sus coros góspel, simplemente, una maravilla.  Y qué espléndidas suenan las guitarras acústicas en “St. Cajetan” o el Rock Americano, así, con mayúsculas, de “Someday” y “Mr. Wrong”. Y es que, con Cracker, pasa eso; se quedan lejos las pequeñas etiquetas y te quedas en lo básico, en las palabras sagradas que a ellos no les quedan grandes, porque cuando se trata de acelerar algo las pulsaciones ganan con “Satisfy you” y, cuando toca emocionar bajando el ritmo, te llevan a la gloria con “Another song about the rain”.

 

Buen recibimiento y muchas expectativas

El 10 de marzo de 1992 se ponía en circulación este disco que los californianos habían grabado en casa durante los últimos meses del año anterior. Y la recepción fue bastante buena en Estados Unidos. El éxito, eso sí, moderado: unas doscientas mil copias, en un momento en el que todos estaban pendientes de quién iba a dar el próximo pelotazo; y los señores de Virgin, su sello, supongo que no serían una excepción. En todo caso, sin grandes cifras, el mainstream les había puesto ojitos, así que había expectación por saber cuáles serían sus siguientes pasos.

Los chicos de Lowery no tardaron mucho en responder. En 1993 se editaba Kerosene hat. Si su debut era brillante, su segundo disco subía una pizca el listón y canciones como “Low” o “Get off this” podrían haber tenido muchísimo más recorrido y un reconocimiento mayoritario. Aquel pudo ser su momento, pero no fue así y nunca tuvo lugar el gran salto. Instalados entre los preferidos de los amantes del género, siguieron grabando buenos discos como The golden age (1996) y Gentleman’s blues (1998). Se hablaba maravillas de sus directos aunque, por aquí, muchos teníamos que leerlo en la prensa especializada y esperar hasta la llegada del nuevo siglo para comprobarlo en primera persona. De aquellos tiempos son elepés sensiblemente inferiores a los de sus comienzos, pero cuando hay tanto talento, como en este caso, puede ocurrir que un grupo se saque de la chistera otra soberbia colección de canciones cuando menos te lo esperas. Cracker lo hicieron con el último disco que llegó a nuestras manos, aquel magnífico Berkeley to Bakersfield, de 2014.

Por el camino, David también reactivó a Camper Van Bethoven y puso de manifiesto la vigencia de su propuesta. Y lo que, durante todos estos años, ha quedado claro es que una noche con Cracker delante, subidos a un escenario, siempre te va a suponer una experiencia inolvidable. El año pasado, sin ir más lejos, volvieron a girar por España y, como siempre, con David y Johnny acompañados por una formación de lujo, nos dieron lo que buscábamos. Hay una selecta representación de artistas que siempre lo hacen.

Viene ahora a mi cabeza el recuerdo de una noche viendo a Dan Baird. Diría que han pasado veinte años, pero tengo fresco el concierto y un momento, hacia la mitad del mismo, en el que un amigo se me acercó para, llevado por la euforia justificada por una actuación mágica, recordarme que estamos acostumbrados a ver, y hasta a disfrutar, a mucho sucedáneo; pero que, de repente, una noche aparece ahí en el escenario la verdad del rock and roll. No sé definirlo, no tiene nada que ver con estilos, ni con la mayor o menor destreza técnica, pero ocurre. Lo sabes cuando lo estás viviendo, me pasa con el ex líder de los Georgia Satélites o con Long Ryders, Dream Syndicate  y unos cuantos más. La lista, demos gracias al Dios de la música, o a quien haya que dárselas, aún es larga y en ella están Cracker. Ellos son también puro y genuino rock and roll, y eso se tiene o no se tiene.

Vamos, que si la de 2021 no fue su última gira, que es algo que llegué a leer por ahí, la próxima vez que surja la oportunidad, les recomiendo que vayan a verlos. Mientras tanto, seguiremos pinchando cualquiera de sus discos y, entre ellos, Cracker brand me parece una muy buena elección.

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