Servando Carballar: «Me prometí que nunca volvería a tener una productora ni una compañía de discos»

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«No dejábamos indiferente a nadie: o nos amaban con locura o nos odiaban»

 

Histórico fundador de Aviador Dro y Sus Obreros Especializados, Servando Carballar fundó DRO en 1982. Con motivo del disco de homenaje a Aviador Dro, el recién publicado Replicantes 2.0., Carlos H. Vázquez habla con Servando sobre los orígenes de aquella compañía independiente que tenía en su catálogo a Loquillo, Gabinete Caligari y Siniestro Total.

 

Texto: CARLOS H. VÁZQUEZ.
Fotos: ANA RAMÍREZ DE ARELLANO / ARCHIVO.

 

Suena tan Aviador Dro lo de «nueva normalidad» que no sería de extrañar que terminara como título de una canción ad hoc. César Strawberry (Def Con Dos) recordaba que los primeros que vieron venir esto de salir a la calle con ropa de protección fueron Aviador Dro. Y no fue lo único que vaticinaron.

La figura de Servando Carballar se divide en dos: Biovac N en Aviador Dro y Sus Obreros Especializados y Servi en la industria discográfica española (y también en la del cómic). La excusa de la siguiente entrevista es la publicación de Replicantes 2.0 (Warner/DRO, 2020), vinilo de edición limitada para el Record Store Day con el que se homenajea a Aviador Dro con versiones de, entre otros, los filipinos Manila Magic (“Amor industrial”) o Bretón Armada (Luis Prosper y Big Toxic), que se encargan de “La ciudad en movimiento”. Pero el lema de la campaña del RSD («Salvemos las tiendas de discos») no solo implica el lanzamiento de reediciones o rarezas discográficas, sino también una causa de fondo.

 

Si Dios existiera, ¿por qué habría que abolirlo, como dijo Mijaíl Bakunin?
Si Dios existiera, sería un extraterrestre todopoderoso tipo Galactus. Viendo cómo ha organizado las cosas, habría que estar en su contra y derribarlo por cualquier medio posible, que es lo que decimos nosotros en nuestro Manifiesto de destino contra Dios. Pero, afortunadamente, yo creo que eso no va a pasar, porque somos más bien ateos en conclusión. Y en el caso de que eso fuera más o menos cierto, creo que habría que planteárselo como una reclamación a las altas esferas: «¿Qué habéis montado aquí?».

 

¿Cómo se le declara la guerra a Dios?
Con el conocimiento. Porque él declara la guerra a los humanos —por lo menos, el dios monoteísta judeocristiano— cuando Eva se come la manzana y proporciona el árbol del conocimiento, del bien y del mal. Supongo que con inteligencia, conocimiento, cultura y conciencia es como se debate a la superstición y en definitiva a la religión, al sentimiento religioso, que para nosotros es una cuestión absolutamente de superstición y tiene todas las connotaciones negativas posibles.

 

¿Por qué crees que la religión y la superstición tienen connotaciones negativas?
Porque es un sistema de opresión de una serie de personas que montan un sistema para aprovecharse de la debilidad de otros y, en base a eso, establecen una serie de medidas, reglas morales totalmente planteadas para favorecer a un estamento determinado. Y en ese caldo de cultivo se aprovecha el temor del ser humano a la muerte, al pecado, a la culpabilidad… como una debilidad de las clases bajas.

 

¿Significa esto que las clases bajas son más ignorantes o tienden a la ignorancia?
La ignorancia es felicidad, en cierta medida. Evidentemente, tienes menos acceso a la información, pero esto está cambiando gracias a Internet, a los movimientos ciudadanos… Llevamos una Biblioteca de Alejandría en nuestra mano, con acceso a todo lo escrito, aunque con ciertas restricciones gubernativas en determinados puntos del planeta. Pero eso es lo peor que le podría pasar realmente a un sistema. Lo estamos viendo con la pandemia. Este sistema ultracapitalista en el que vivimos es tremendamente frágil. Los resultados están a la vista: esa filosofía del individualismo a ultranza, el liberalismo económico y todo este tipo de cosas son una patraña para que los ricos sean cada vez más ricos y los pobres cada vez más pobres y más ignorantes. Eso es lo que se intenta. Otra cosa es que, a pura fuerza bruta, somos tanta gente que es más difícil de controlar ese 1984 (George Orwell) o ese [Un] mundo feliz de Aldous Huxley. No es tan sencillo, es mucho más complejo, y tiene muchas más capas que lo que uno pueda escribir en una novela. Hay muy distintos tipos de enfrentamientos, dependiendo de la geografía, de la filosofía, de la gente, de la población… No es lo mismo encerrar a todo el mundo en sus casas en China que en Madrid. En una pandemia como esta, la gente más rica se ha enriquecido. Esto quiere decir algo, ¿no? La gente lo puede interpretar, pero aquí hay algo que está mal.

 

¿No te parece que el concepto «nueva normalidad» suena a título de canción de Aviador Dro?
Pues sí. De hecho, estamos trabajando en algo parecido. Todas estas situaciones son como muy de ciencia ficción, y aunque hemos tenido repetidas advertencias de todo ello, se han hecho oídos escasos. Nos preocupaba un poco hacer las cosas en caliente. Esto de «Todos unidos contra el virus» o «Vamos a luchar juntos» no es nuestra filosofía; preferimos sacar conclusiones y un aprendizaje de todo esto, y a lo mejor elaborar distintas propuestas o elaborar un mensaje un poco más complejo que «Vamos todos en comandita».

 

Y en comandita fueron al Ateneo Libertario Prosperidad a por vosotros los Guerrilleros de Cristo Rey y los de Fuerza Nueva. La historia cuenta que Miguel Bosé os defendió con un bate de béisbol, gritando: «¡Que vengan esos hijos de puta, que les vamos a dar!». ¿Es verdad?
Es absolutamente cierto. Miguel, en aquella época, lo que estaba cantando era “Linda”, y yo fui el primer sorprendido. Había visto previamente en la televisión lo que estaba haciendo y no era, obviamente, santo de mi devoción, y luego me lo encuentro allí, totalmente combativo y radicalmente dispuesto a enfrentarse a esta gente. Se ganó mi respeto absoluto. Cada uno tiene sus personajes y sus historias montadas, pero esto es rigurosamente cierto. Cuando Fuerza Nueva amenazó con venir al Ateneo Libertario a montar la de dios, uno de los primeros —si no el primero— que estaba en la puerta con un bate de béisbol era Miguel Bosé.

 

«Héroes del Silencio y The Smiths son dos grupos que no supe reconocer»

 

Estudiabais en el Instituto Santa Marta, «el más rojo de Madrid», dices.
Ya había surgido el punk, que era algo confuso en aquella época, porque Sid Vicious salía con la camiseta nazi y a nosotros no acababan de ubicarnos. En el paso previo, cuando esto sucedía y, efectivamente, había muchos enfrentamientos políticos, la gente era de las Juventudes Comunistas… o de Los Guerrilleros de Cristo Rey o de Fuerza Nueva, y estaba muy polarizado el tema. Nosotros escuchábamos a los Sex Pistols y éramos básicamente anarquistas, que yo creo que no es ni ser de derechas ni de izquierdas. Preconizábamos un poco lo que creo que ha pasado después; ahora mismo vivimos en el mundo de las revoluciones hackers, de Wikileaks… Toda una serie de acciones que dentro de que son libertarias, digamos, tienen más una conciencia ciudadana global que la pintada de un símbolo marxista o capitalista. Las naciones ya no tienen sentido, porque el poder lo tienen las grandes empresas o los grandes poderes financieros. Las naciones son algo para que la gente apoye a su equipo de fútbol y saquen las banderas. Creo que siempre hemos sido políticamente muy escépticos y el tiempo nos sigue dando la razón.

 

¿Crees que La Movida y todo lo que ha significado ha sido el resultado de cuarenta años de franquismo?
Evidentemente tiene su impulso ahí. Yo tengo cincuenta y ocho años y recuerdo la plaza de Oriente llena hasta los topes de gente con el brazo en alto. Hablamos de los años sesenta, mucha de esa gente sigue viva. Quizás no tanto gobernante, pero han convivido con nosotros. [Manuel] Fraga en su momento, [José María] Aznar… gente que tranquilamente podrían estar con el brazo en alto en aquella explanada. Creo que se nos olvida que de aquello salió esa explosión [La Movida], que tuvo un periodo de tiempo relativamente corto, dos o tres años, aunque tenía una intensidad tremenda. Sin la represión de la dictadura, [La Movida] no hubiese sido por lo menos tan expansiva.

 

¿Cómo era el ambiente del concierto en el Teatro Alfil, en 1979? Franco había muerto cuatro años atrás…
Pues, en cierta medida, ese momento era casi de más libertad que la que hay ahora mismo: esta especie de autocensura que se está haciendo por el «buenismo», lo de tirar las estatuas de Colón… Todo ese desmantelamiento de la historia y del conocimiento profundo de los hechos no puede conducir a nada bueno. No tiene ningún sentido. Es un «talibanismo» de izquierdas, si quieres, un «talibanismo» progresista falso. Creo que en aquella época la sensación de libertad y de expresión era mayor. Ahora mismo hay chavales que rapean contra los Borbones y los meten en la cárcel. ¿Estamos realmente en una democracia o estamos en un momento de libertad individual tan grande? Creo que no, que nos han puesto unas vallas determinadas que a lo mejor son más transparentes y te dejan ver un poco más el campo o el paisaje, pero la realidad es que estamos en el mismo sistema de siempre.

 

¿Y cómo es eso de cantar “Anarquía en el planeta” mientras entra la Guardia Civil en la sala y detiene a todo bicho viviente? Fue en el Simposium Tecnológico, el 9 de marzo de 1981, días después del Golpe de Estado del 23 de febrero.
No nos lo pensábamos, la verdad. Éramos muy punks. Lo que nos parecía superdivertido es que a la gente le irritara en un sentido o en otro. No dejábamos indiferente a nadie: o nos amaban con locura o nos odiaban. Y eso, hasta cierto punto, nos sigue pasando, lo que nos confirma que hemos sido más o menos relevantes, con lo cual no podemos aspirar a mucho más. Llevamos cuarenta años haciendo lo que nos gusta, diciendo las cosas que queremos decir… A veces pueden ser incluso contradictorias, pero yo creo que a veces somos contradictorios con nosotros mismos. Esa clase de honestidad es la que hemos presentado. Tenemos seguidores, podemos hacer conciertos en España, en Alemania o en México con mucho público… Viene gente joven a nuestros conciertos, nos hacen un disco de homenaje con gente que respetamos muchísimo, como la gente de Manila Magic, Bretón Armada… No pedimos más.

 

¿Cuál es el germen del disco Replicantes 2.0?
Es el segundo. El primer homenaje se lanzó en 1998, con el vigésimo aniversario. Pero el origen está en Ford Proco, nuestros aliados en México y nuestros webmasters durante muchos años. Ellos han buscado desde México que se hiciera esto, y estamos encantados. De hecho, llevamos dos o tres años colaborando con ellos para nuestro próximo álbum de estudio, que se ha ido retrasando, y esto del COVID-19 no ha ayudado. Ford Proco han preparado todo, han contactado a la gente… Nosotros hablamos con Warner/DRO y estaban dispuestos a lanzarlo. Y tan felices.

 

Sobre lanzamientos, acabo de recordar algo que quiero que me confirmes. Casi finales de los ochenta. Ya habías montado la Fábrica Magnética y el locutor de Zaragoza [Julián Torres] Cachi te sugirió que ficharais a un grupo que, entonces, solo tenía alguna maqueta: Héroes del Silencio. ¿Por qué no los fichaste?
No me gustaban nada. Tampoco me gustaba cómo cantaba Bunbury, me parecía que era como Rafael y no conseguía quitarme de la cabeza esa similitud. Los temas [de las maquetas] me parecían un poco como los Alphaville españoles. Y las letras tampoco me parecían la bomba. Total, que no les encontré el punto. También me había pasado con The Smiths, aunque a estos no tuve la oportunidad de ficharlos. Me pasaron una maqueta y no conseguía que me gustaran. Héroes del Silencio y The Smiths son dos grupos que no supe reconocer, pero luego fueron un éxito. Mi porcentaje de aciertos generalmente ha sido bastante bueno, dado que, en cierta medida, ser A&R o director artístico nos deja de ser como apostar en el hipódromo. Hay un conjunto de elementos y de piezas que pueden caber en un mercado de música independiente.

 

¿Te arrepientes de no haber fichado a Héroes del Silencio?
No, porque hemos tenido grandes grupos en nuestra escudería. Obviamente, no lo vas a hacer todo bien, vas a tener tus errores y tus fallos, pero económicamente fue un error, porque estos chicos [Héroes del Silencio] triunfaron. Tampoco tenían “Entre dos tierras” en esa maqueta, porque todavía estaban empezando. No los llegué a ver en directo, que hubiese sido interesante, porque solíamos fichar a la gente después de haberlos visto en directo, que es un componente fundamental en la ecuación.

 

Pero partamos desde el principio: DRO. ¿No se hacían contratos en DRO porque todo era de palabra?
No teníamos contrato ni con Loquillo ni con Siniestro Total ni con Gabinete Caligari. Era todo verbal, porque cuando arrancamos en 1981 yo no sabía lo que era un contrato o una letra de cambio. Tenía diecinueve años. Cuando vimos la película 24 hours party people, sobre la génesis de Factory, decíamos: «Esto es como lo de DRO». Pero ellos eran mayores y nosotros éramos un grupo de chavales de instituto o de universidad. Nos juntábamos a hacer algo que nos gustaba y las multinacionales en aquel momento pasaban. No existía la posibilidad de que Sony fuera a fichar a Los Nikis o a Glutamato Ye-Yé. Ni se acercaban por allí, porque era el momento en el que Camilo Sesto o Los Pecos eran número uno. Sí, Mariskal Romero decía que el rock era lo más auténtico que había, pero despotricaba de todos nosotros, con lo cual éramos completamente marginales. Fuimos aprendiendo sobre la marcha, y cuando ya llevábamos varios años trabajando y empezábamos a tener grupos muy vendedores, las multinacionales fueron a por ellos de una manera lógica. Recuerdo una conversación con Loquillo, que presumía de ser muy rojo y decía que las multinacionales eran un asco. Estaba muy posicionado, porque iban a ser independientes a muerte toda la vida. Pero las circunstancias cambian y llega un momento en el que a lo mejor un cheque tiene una importancia que tú no habías sabido reconocer en su momento y el impacto que iba a tener en tu vida. La gente se amolda a eso, pero entonces no te lo planteabas.

 

«No teníamos contrato ni con Loquillo ni con Siniestro Total ni con Gabinete Caligari. Era todo verbal»

 

¿Qué supuso para vosotros la huelga de las multinacionales cuando dejaron de enviarles, se supone, discos a las radios?
Como te digo, todo esto fue evolucionando y llegó un momento que gracias a nuestra perseverancia e insistencia, y a algunos grupos más, aquello empezaba a funcionar. Básicamente a base de programas de red independiente, de pubs, pequeñas salas de conciertos en los pueblos… el boca a boca. Se hizo una cosa muy sólida. De repente, grupos como Siniestro Total, Los Nikis o Gabinete Caligari empiezan a vender decenas de miles de discos. Nosotros ya teníamos forjada una pequeña infraestructura en una alianza con 10/Diez Management, la agencia de Pito Cubillas, Santi Cano. Nuestro paso importante fue distribuirnos nosotros mismos. Creo que ahí está la clave del éxito posterior, porque no caímos en la tentación de que nos distribuyera una multinacional. Tuvimos ofertas de las multinacionales para distribuirnos y absorbernos o pasarnos a su catálogo, pero supimos decir que no. Y eso coincidió más o menos en el tiempo con que las multinacionales, por una serie de temas de derechos y de pagos, estaban enfrentadas con la radio comercial, con Los 40 Principales en concreto. Les cortaron el suministro de determinados éxitos internacionales y justo en ese momento nosotros estábamos a tope en Radio 3, en Onda Madrid… [Rafael] Revert, con el que habíamos tenido algún enfrentamiento verbal, a través de manifiestos y cosas de ese tipo, dijo: «Oye, chico, ¿por qué no venís por aquí y hablamos?». Nos planteó una trama: «A mí me gusta lo que hacéis y podemos convertir esto en un éxito». Allí no se hablaba de payola, se hablaba de publicidad, de editoriales… Ellos decían que no estaban a la venta. Tú no ibas allí con Gabinete Caligari y preguntabas cuánto te iba a costar ser número uno. El proceso era otro: nosotros nos reuníamos con ellos y nos decían si con esas bandas podían hacer un éxito. Entonces se llegaba a un acuerdo. Entendía que había un compromiso musical, es decir: ellos tenían una interpretación musical de esa banda y nos planteaban un negocio que favorecía al artista y nos favorecía a nosotros como campaña. Nos parecía bastante lícito. A lo mejor en las fronteras de lo lícito, pero era lícito. De esa manera se forjó una alianza durante varios años por la que nosotros éramos capaces de sonar en la radio independiente y en Radio 3 a tope y al mismo tiempo tener números uno en Los 40 Principales sin pagar nada. Efectivamente, dábamos regalos, hacíamos publicidad en la revista El Gran Musical… Acuerdos que entendíamos que eran totalmente lícitos, de empresa a empresa. No considerábamos que eso era en ningún momento vender el alma del artista o vender el alma de la compañía. De hecho, lo que hizo realmente fue consolidar la compañía, consolidar a esas bandas y subirlas un nivel más, hasta que ya fueron realmente exitosas.

 

¿Crees que Rafael Revert, antes de la huelga, tenía las puertas cerradas a las discográficas independientes?
Nosotros pensábamos que sí, pero él nos dijo que no. Es que ni nos acercábamos a Los 40 Principales. Nosotros habíamos sonado allí con “La chica plexiglás” y la experiencia que habíamos tenido en las entrevistas eran bastante malas. La gente no nos tomaba en serio. Los discjockeys de Los 40 Principales estaban a por uvas, eran de otro rollo completamente diferente. Ni nos molestábamos en ir. Fueron ellos los que nos llamaron a raíz del manifiesto del maxi Programa en espiral en el que les atacábamos. Revert me llamó por teléfono y me dijo: «Esto no es así. Nosotros, si queréis, estamos dispuestos a ayudaros». Tendría sus intereses o lo que fuera, pero la historia es así. Nosotros nos sentamos con ellos y nos convencieron. Y, en general, yo creo que para ese momento salió bien.

 

¿En qué momento se rompió la alianza con Revert?
Desde luego no en mi época en DRO. A finales de los ochenta había tenido algún problema con el corazón y estaba un poco más fuera. Casi toda la relación era a partir de la editorial de Fernando Salaverri.

 

¿Vortex?
Participaban en Vortex, y la cosa había crecido mucho. Pasábamos de ser una compañía de diez personas a una de sesenta. En los últimos años que estuve en DRO facturamos quinientos millones de pesetas vendiendo discos independientes y sin éxitos internacionales. Una machada absoluta. Y claro, empezaron a moverse intereses. Ya no es que fueran a por el grupo, sino que iban a por la compañía y a por sus ejecutivos. Este fue un poco el comienzo del deterioro de nuestra relación como equipo de trabajo. En esa ruptura interna que acaba conmigo y con Marta [Cervera] saliendo de DRO, hubo probablemente una participación activa también de las radios, aunque no me consta.

 

Cuentas en Pequeño circo: Historia oral del indie en España, de Nando Cruz, que tus socios en DRO trabajaban en otra dirección: en la fusión con Grabaciones Accidentales, en la fusión con Twins… y que el objetivo final era vender el conglomerado a una gran empresa y forrarse. «Recuerdo cómo hacían listas del yate que se iban a comprar. Eso lo he visto con mis ojos. Estuve muy desencantado y los dos últimos años ya no estuve muy encima de mi trabajo», dices textualmente.
Mi tiempo en DRO son ocho años. La fundamos con diecinueve y ahora estamos hablando de la época en que teníamos veintiséis o veintisiete. Evidentemente, no éramos las mismas personas: teníamos novia, piso, un plan de vida… Ya no estábamos a pasarlo bien, sino a desarrollar un plan de vida para el futuro. Aunque yo era el socio mayoritario de dieciséis, éramos muchísimos para ponerse de acuerdo en nada. Miguel Ángel Gómez llevaba la parte financiera y yo la parte artística y creativa. Hubo un desequilibrio en la parte que pagaba los sueldos a los demás, que adquiría una mayor importancia o una mayor prepotencia. Creo que este hombre [Miguel Ángel Gómez] estuvo muy influido por esas amistades que surgen cuando empiezas a mover dinero. En un momento debió de surgir algún plan para vender esta especie de conglomerado a Virgin, aunque luego fue mucho peor vendida a Warner en la segunda operación. Paralelamente, hubo un movimiento interno en el que los socios que tenían eso en mente intentaron comprar las acciones de los socios minoritarios, o de los que tenían pocas acciones, para echarlos. Era algo que yo no quería que pasara. Abogaba por desmontar ciertas zonas. El riesgo era altísimo siempre, porque nosotros no teníamos un Michael Jackson. Si por cualquier circunstancia Loquillo, Gabinete y Siniestro Total no sacaban disco ese año… nosotros teníamos sesenta personas trabajando y los gastos mensuales de la compañía eran de quince millones de pesetas. Y el único que había firmado avales para todo esto era yo. Era un gigante con pies de barro. Habíamos empezado exactamente con doscientas mil pesetas, que era lo que habíamos cobrado de autores por “La chica de plexiglás”.

 

«La Fábrica Magnética me costó cuatro o cinco años de no querer escuchar música»

 

Después de tu etapa con DRO, inviertes el dinero en Arte 9 (que luego sería Generación X) y montas La Fábrica Magnética. ¿Por qué vuelves a montar un sello?
Porque quería recuperar un poco esa sensación. Fue un error; La Fábrica Magnética se fue a pique precisamente por ese sentimiento nostálgico de querer tener una compañía pequeña donde yo podía controlar todo lo que pasaba. En lugar de dieciséis socios, íbamos a ser Marta y yo, más lo que nosotros queremos. Tendríamos nuestro propio estudio de grabación, que es una de las cosas que yo defendía… incluso hablábamos de tener tiendas de discos y de cómics. Pero nos salió mal. Primero, porque teníamos ya una distorsión del negocio producida por el tamaño del que veníamos. Montamos esa compañía más pequeña, pero realmente era demasiado grande. Se hizo con unos parámetros erróneos, en una de las primeras crisis económicas, que además coincide con los cambios de formatos, la aparición del cedé… Se desvirtúa mucho todo y no conseguimos controlar esa nueva compañía. Se nos fue de las manos y perdimos muchísimo dinero, prácticamente todo lo que habíamos ganado. Nos arruinamos.

 

Y tengo entendido que os hipotecasteis.
Sí. Cuando salimos de DRO, habíamos conseguido pagar nuestra casa. Con veintiséis o veintisiete años estábamos más felices que unas codornices. Pero la tuvimos que volver a hipotecar, pagar deudas durante diez años… Fue una ruina.

 

¿Qué sucedió con Los Deltonos?
La maqueta de Los Deltonos incluía una carta en la que decían que nadie les hacía caso, que estaban haciendo blues y eso no era comercial, pero que les encantaría trabajar con una compañía. La maqueta me pareció una pasada y Hendrik [Röver] como guitarrista es un fuera de serie total, buenísimo. Me puse en contacto con ellos y él me lanzó a [Juan] Bosco, su manager, que es una mala persona. He conocido cientos de personas en el negocio durante todos estos años y a lo mejor hay dos o tres de los que podría decir «este tipo es un cabrón», pues Juan Bosco sería uno de ellos. Éste se las ingenió para llevarse a Los Deltonos a su terreno y pergeñó toda esa operación de llevárselos a DRO. Incluso con un disco del que nosotros ya habíamos pagado las maquetas.

 

¿También se hacían acuerdos verbales con La Fábrica Magnética?
No. En La Fábrica Magnética ya había contratos, que es por lo que peleamos con Los Deltonos. Pero parece que nosotros no teníamos ningún derecho a nada pese a tener un contrato vigente firmado por Los Deltonos para otros dos discos. Éramos los malos de la película: los malos para la prensa, los malos para los grupos, los malos para todo… ¡Éramos malísimos! ¿Cómo no dejábamos que Los Deltonos se fueran a DRO a tiempos mejores? Pues nos jodieron.

 

Según tus declaraciones en El País, el sello «tenía contrato con el grupo para tres discos más y quisimos negociar la espantada pidiéndoles cinco millones de pesetas a cambio de la carta de libertad, pues estaban incumpliendo su contrato». Bosco, entiendo, no accedió.
Nunca llegamos ni a hablar con DRO ni a hablar con Los Deltonos, solo con Juan Bosco. No llegué a ver a Hendrik Röver en todo este proceso. Para mí, eso era incomprensible. Un grupo al que le acabo de pagar la maqueta de su disco, va con ella a DRO para presentársela a ellos con mi dinero invertido en esa maqueta y les dicen que sí, que se la sacan. Y firman un contrato como si el nuestro no existiera.

 

El disco en cuestión es Bien, mejor y lo retiró la policía.
Efectivamente. Fue la primera vez que un disco, por razones contractuales, se retiró de las tiendas. Nosotros habíamos pedido que el disco se retirase, porque nuestro contrato tenía validez y se lo habían saltado a la torera. Además, DRO tenía que pagar los daños y perjuicios que eso nos había costado. Pero el juez dictaminó que los culpables eran Los Deltonos.

 

¿Merece la pena haber pasado por todo esto?
La Fábrica Magnética me costó cuatro o cinco años de no querer escuchar música. De hecho, yo vuelvo a la música con Krypton en el 97 (había hecho un parón hasta de Aviador Dro de dos o tres años). Pero es que hubo un tiempo en el que no podía escuchar un disco. Me había quedado completamente traumatizado. Gracias a Ismael Contreras, uno de los aviadores actuales, socio en Generación X y compañero de equipo de fútbol, que en ese momento era un chaval de quince años que tenía un programa de radio en Rivas, donde vivo, terminamos montando Krypton unos años más tarde. A través de eso volví a conectar con la música. A Ismael Contreras le debo yo el regreso a la música.

 

¿Montarías ahora mismo otro sello?
Me prometí que nunca volvería a tener una productora ni una compañía de discos. Ahora me he pasado a los juegos de mesa.

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