
«Necesitaba regresar al rock para sacar todo lo que tenía acumulado dentro»
Con su nuevo disco recién publicado, rodeado de amigos, y con el as en la manga de un segundo volumen, Loquillo se sienta a charlar con Javier Escorzo sobre la vida, la muerte y las canciones. Sobre poesía y rock. Sobre el camino recorrido y a recorrer.
Texto: JAVIER ESCORZO.
Fotos: JAUME DE LA IGUANA.
En los últimos tiempos, la vida le ha asestado varios golpes a Loquillo. Él, que desde hace años ya se sabía fajador, no le da demasiada importancia al asunto y lo asume con la naturalidad del que se ha doctorado en levantarse después de cada caída. La banda sonora de esta nueva remontada se titula Corazones legendarios y reúne buena parte de su arsenal de hits, interpretados con otros artistas con los que ha tenido relación. Es su particular manera de desquitarse, porque sabe que la música sana, y, si es con amigos, más.
Solías decir que tenías la sensación de que eras un tipo esquivo y no muy querido, pero en este disco te has dado un baño de amor y de cariño, ¿no?
Sí, y lo necesitaba. Después de estos cinco últimos años, que han sido tan explosivos y tan bestias en mi vida, después de la gira de Transgresiones y la intensidad que hubo en esos conciertos, necesitaba volver al rock español y soltarme. Este era un proyecto que estaba ahí y que se hizo en muy pocos meses porque hubo que decir basta. De hecho, esta es la primera parte, este es el disco de los solistas, pero, después, vendrá el de las bandas. Me he divertido mucho haciendo de director y buscando a los actores perfectos para cada papel. Este es el concepto fundamental.
¿Te ha resultado sencillo encontrar a los actores adecuados?
Había personajes que estaban clarísimos. Kutxi en “Buscadores” era algo clarísimo, o J haciendo su versión de “El Ritmo de garage”, sin avisar a nadie, con Jaime Stinus; eso fue una vacilada y me dio la idea para hacer otro disco con bandas. Otros que estaban clarísimos eran Leiva y Rubén (Pozo), que habían grabado una versión de “Rock’n’roll star” hace años ; Dani Martín, que había grabado “Feo, fuerte y formal” con El Canto del Loc; Iván Ferreiro, que había hecho el “Cadillac”… Hay muchos amigos, compañeros de profesión que he ido conociendo a lo largo de mi vida, gente que me ha hecho muchos favores, artistas a los que admiro y que para mí son fundamentales… También ha habido gente que ha llamado para decir que quería estar. Esto ha pasado. Este disco es un regalo que me da la vida, lo tengo muy claro. Y estoy muy contento de ver la reacción de los compañeros. Ayer me llamó Nacho Vegas, que estaba superagradecido. «Me veo entre todos estos artistas y alucino», me dice. Hombre, es que él también es uno de los grandes.
Se te ve muy satisfecho.
Es que lo estoy. Ha sido todo muy emocionante. Este no es el típico disco que encarga una compañía, este lo he preparado yo. He sido yo el que ha organizado y ha dirigido todo, y me siento muy contento. No solamente por el resultado, que es un cañonazo, sino también por la producción de Josu García, que es excepcional, y también por el trabajo de Laurent (Castagnet), de Alfonso (Alcalá), de Igor (Paskual)… Una banda así no la tiene nadie, ya lo sabes. Son versátiles, pueden estar en un teatro haciendo poesía contemporánea y pueden hacer el rock más salvaje. Eso les hace distintos y, por otro lado, crea una envidia muy sana entre mis compañeros de profesión (risas).
Dices que este proyecto lo habéis hecho muy rápidamente. ¿De cuánto tiempo estamos hablando? ¿Cuándo se te ocurre la idea de este disco?
A principios del año pasado. Yo trabajo con dos o tres años de antelación, y esto era una necesidad básica. Hacer un espectáculo de poesía contemporánea de dieciséis personajes requiere mucha intensidad. No es interpretar, hay que meterse dentro. Es un ejercicio de actor y así me lo tomo en el escenario. Eso ha pasado factura. Y factura física. Por otro lado, era un momento vital muy bestia. Veníamos de hacer una gira de 40º aniversario, íbamos a lanzar El último clásico y llegó la pandemia, que nos jodió toda la gira y nos trajo la ruina. Fue muy duro de soportar. Todo lo que vino con el COVID, la gira que hicimos sin vacunas, el remontar, el abrir la primera arena de Europa en el Wizink, el abrirlo otra vez para el público en general —que fue un acto de justicia poética—, el comernos giras con la gente sentada… De 2020 a 2023 fue apabullante. En 2024 quise volver a la poesía, contra viento y marea, y eso me causó un desgaste físico tremendo. Necesitaba regresar al rock para sacar todo lo que tenía acumulado dentro. La poesía es contención, y eso hace mella. Este era un disco necesario para mi cabeza y para todos. Teníamos ganas de soltarnos y de sacarnos todos esos años, que han sido muy duros. Pero, también, con mucho orgullo, porque nosotros lo hemos hecho y no hemos esperado en casa, hemos ido a por ello. Ahora lo que quiero es reencontrarme con el público. Es lo que más necesito.
Lo malo de tener tantos proyectos como tienes tú es que, a veces, unos solapan a otros; me da la impresión de que el disco Europa se ha quedado un poco eclipsado, como en tierra de nadie.
Europa era un proyecto que tenía que haber salido mucho antes y que estuve a punto de tirar para atrás.

«Me he divertido mucho haciendo de director y buscando a los actores perfectos para cada papel»
¿Por qué?
Porque era un proyecto que tenía muchos años y que se iba grabando poco a poco. Desgraciadamente, en España, exceptuando el caso de Miguel Poveda, los proyectos de poesía importan una mierda. Es así. Terminé un disco en el que llevaba cinco años trabajando y me di cuenta de que ya no se vendían discos (risas). Aún así, fuimos número 2 de ventas, a muy pocos de Lady Gaga, o sea que cuidado. Pero son proyectos muy difíciles de llevar a cabo. Todas las actuaciones que hicimos fueron con empresarios privados y autoproducidos. Me niego a recibir subvenciones del Ministerio de Cultura, del Instituto Cervantes, de la Fundación Autor, porque no les interesa en absoluto. Tampoco buscamos subvenciones ni en comunidades autónomas ni en televisiones autonómicas. Cuando juegas así, evidentemente, juegas contra el mundo. Pero creo que el disco de Julio Martínez Mesanza va a crear un poso, como sucedió con el de Luis Alberto de Cuenca; se elevará por encima de sí mismo porque es una de mis grandes obras, eso lo tengo muy claro. Es un disco muy audaz, porque reúne el mundo del cómic, el mundo de la poesía, la literatura medieval… Todo eso junto es impresionante.
Dices que este Corazones legendarios tendrá una segunda parte. ¿Se ha quedado mucha gente fuera?
No, porque los cantantes solistas estaban claros. Clarísimos. En principio iba a ser hasta aquí, pero hay muchas bandas que me han llamado y no han entrado, precisamente, porque son bandas. Cuando escuché lo de J, se me ocurrió: que las bandas hagan sus versiones y yo me adapto a ellas. Me parece mucho más interesante musicalmente. Y más divertido. Me lo voy a pasar que te cargas. No puedo decir nombres, pero te aseguro que existe el mismo mix sorprendente que hay en este disco.
Mirando los colaboradores se puede establecer una especie de genealogía de la música popular española. Están los pioneros, como Miguel Ríos y Raphael; está la gente que empezó contigo, como Alaska y Los Secretos; está la gente que llegó después de ti, como Bunbury y Coque Malla; y está la gente que llegó mucho después de ti, como Nat Simons y las Hinds.
Sí. Y hay una cosa fundamental: es gente que ha tenido relación conmigo. La única persona con la que apenas había tratado es Raphael. Habíamos coincidido cuando los dos estábamos en Hispavox, pero tuve la intuición de proponérselo y aceptó. Sabino (Méndez) me decía el otro día: «No me lo puedo creer, quién me iba a decir a mí que iba a componer una canción que iban a cantar Raphael y Loquillo». Está alucinado. Pero es lógico. Raphael había sacado un disco de homenaje a la canción francesa, que es una de sus influencias, y también mía. Tiene una coherencia absoluta. Y el resultado también. Tuvo el problema de salud y esperamos a que se pusiera bien para grabarla. El disco no se acabó hasta que él puso la voz.
Hablando de Raphael, tú siempre has reivindicado el papel de los que estaban antes que tú.
Sí. En España sabemos enterrar muy bien. Casi siempre, las nuevas generaciones han despreciado lo anterior a ellas. Lo hizo el indie despreciando a la generación de los ochenta. Fue un grave error, un tremendo error. Ahora muchos se arrepienten de eso. Yo he crecido con esa cultura. Lo he dicho muchas veces, la hija de los vecinos que teníamos en casa de mis padres era Salomé. Mi madre y mi tía eran fans de Manolo Escobar, que visitaba mi barrio cada dos por tres porque tenía gente conocida ahí cuando empezaba; me firmó un autógrafo cuando yo era muy pequeño, que mi madre me llevaba en brazos. Mi padre trabajaba con el hermano del cantante de Los Sirex. Mi madre era fan del Dúo Dinámico, tengo todos sus singles de colorines. Mi padre era cantante de tangos, y de ahí vienen una de las mejores cosas que me han dicho nunca. Uno de Los Fabulosos Cadillacs, una noche en Buenos Aires, me soltó: «Vos sos un cantante de tango haciendo rock and roll». Y, posiblemente, tenga razón. Pero sí, siempre he respetado a los que estaban antes que yo.
Al hilo de lo que decías del indie, Los Planetas y Nacho Vegas formaban parte de esa generación que, en un principio, renegó de los artistas que veníais de los ochenta. Parece que con el tiempo han ido reconociendo el valor que teníais.
Recuerdo cuando toqué en una fiesta de Rockdelux, hace muchos años, que me vino J y me dijo que había crecido con “El ritmo del garage”. Y a Jorge Ilegal le dijo lo mismo con un disco suyo. Además, no olvidemos que Los Planetas cantan en castellano. Empezaron cantando en castellano, por lo que siguieron una trayectoria de rock en castellano. Los que cantaban en inglés es otro tema. Ya sabes lo que pensamos todos de eso (risas).

«En España sabemos enterrar muy bien. Casi siempre, las nuevas generaciones han despreciado lo anterior a ellas y es un error»
No vamos a hablar de todos los colaboradores, pero quiero detenerme en dos. El primero, Miguel Poveda. Hasta ahora nunca te habías acercado al flamenco. ¿Cómo decides esta colaboración con él? Que, por cierto, también grabó en un disco suyo una versión de “No volveré a ser joven”.
A Miguel lo conozco desde que empezaba. Había una sala en Barcelona que se llamaba Muntaner, ya no existe. Allí produje Saldría a pasear todas las noches, una obra de teatro de Bernardo Atxaga que interpretaba Susana Koska. Al mismo tiempo se presentaba allí Miguel Poveda, y coincidimos. Recuerdo que le regalé el disco. Él tenía entonces un mánager que era muy amigo mío. Después vino la sorpresa, porque en su disco también cantó la versión de “No volveré a ser joven”. Nos admiramos mutuamente. Miguel es un tío excepcional y lo que está haciendo con Lorca es tremendo, no solo a nivel de cuidar su memoria histórica, sino también por atreverse a hacer cosas que ahora son casi imposibles, porque llevar la poesía a un teatro hoy en día no es un suicidio, pero poco falta.
Otra colaboración que ya has mencionado, la de Raphael. A pesar de que dices que apenas habíais coincidido, creo que tenéis muchísimo en común, en el sentido que los dos sois artistas muy de raza, es muy difícil separar vuestra vida de vuestra obra.
Sí. Y aparte… Hay dos artistas que me fascinan. Bueno, tres, pero uno está por llegar. Un artista como Raphael, que hace El doctor Jekyll y Mr. Hyde en teatro, es acojonante. Pero también tienes a Shuarma, que ha hecho El principito. Cuidado. Y tienes a un tercero que está por llegar, que es Coque Malla. Coque lo tiene todo para hacer teatro y para hacer espectáculos teatrales. Me gustan mucho ese tipo de artistas que se atreven y que cambian continuamente. En el caso de Enrique (Bunbury) hay muchas similitudes, también; él investiga la tradición hispanoamericana y yo la tradición europea, pero hay muchos puntos en común. Me gustan ese tipo de artistas que no se conforman, que hacen lo que yo le llamo el “estilo Cassavetes”: hacer proyectos populares para poder pagarte proyectos más al margen. A veces sale bien y a veces te arruinas, pero es que es así. Si no, el personaje de rock acabaría siendo una especie de grupo tributo a sí mismo, y ya tengo demasiados grupos tributo en toda España como para convertirme yo en otro más.
La canción que cantas con Raphael, “Voluntad de bien”, le va como anillo al dedo, y más en el momento en el que está, con ese tono crepuscular: «Dejadme morir, morirme de pie, aún oigo el tambor de mi corazón, dejadme ir con él…».
Es una canción totalmente crepuscular. Además, yo también salía de una crisis cardíaca muy grave y la canción refleja aquello. Es como “No volveré a ser joven”; son canciones que hay que cantar a partir de una edad, que es cuando se entienden bien. Volveré al teatro dentro de unos años y todavía me quedarán mejor esas canciones, estoy convencido.
«Antes que el público, antes que nada, soy yo el que me pongo a prueba»
Hablando de los problemas de salud que has tenido: en otras épocas decías que eras consciente de tener una naturaleza fuerte, que te ha permitido aguantar mucha tralla, en todos los sentidos.
Sí.
Ahora que has tenido varios problemas de salud, ¿cómo te cambia eso, como persona y como artista?
En primer lugar, le doy gracias a Elvis (risas). No quiero actuar como un victimista, no lo aguanto, pero es importante trasladar la importancia de la salud y de cuidarse a partir de cierta edad, porque es real. Es importante enfrentarse como se está enfrentando Jorge (Martínez, de Ilegales) y mirar las cosas a la cara. La muerte forma parte de la vida, y las enfermedades, también. En 2021, me dijeron que me iban a operar del cuello y que me iban a tocar las cuerdas vocales, y yo dije que no me operaba. Punto. Ahí se acabó el tema. Afortunadamente, se ha resuelto y los nódulos no han sido malignos. Ahora viene una arritmia severa y me caigo fulminado, como le ha pasado a 30.000 personas este año en España. Y uno se cae y se levanta. No hay que hacer un drama de ello. Ahora hablo mucho con Jorge, estamos en contacto continuo, dándonos ánimos mutuamente porque es un momento necesario para él, que es un tío como yo, de sangre, de piel, audaz y temerario. Hay que estar a su lado. Esto es la vida.
El título del disco está tomado de Lou Reed, y dentro de la carpeta del vinilo se incluye otra frase suya: «Tienes que luchar para hacer lo correcto. Tienes que pelear por tu legendario amor». Es evidente que has sido muy trabajador en tu carrera, siempre has estado grabando discos, girando… No has parado nunca. ¿Pero realmente has tenido que luchar para hacerlo, como dice la frase? Porque da la impresión de que tienes la necesidad de hacerlo.
Yo lo llevo todo a un límite. Antes que el público, antes que nada, soy yo el que me pongo a prueba. Nadie iba a pensar que yo iba a llenar, en el 95, el Palau de la Música con poesía contemporánea, y mucho menos que iba a llenar el Liceo de Barcelona. Empecé en un cabaret a veinte pasos del Liceo, y cuando salía de cantar para los marines americanos, pasaba por delante del Liceo y veía a toda la burguesía catalana entrando ahí. Esto no deja de ser un acto de fe de clase obrera. Son pruebas que uno se pone a sí mismo. Y hago caso a lo que me dijo Johnny Hallyday: «No dejes nunca de sorprenderte». Sería muy fácil hacer una gira cada tres años de un nuevo disco y con todos mis hits, pero necesito pruebas continuamente porque, si no, me aburro. Y me echarían de casa, que ya me han echado varias veces (risas).
Sigo con las enfermedades. Con todo lo que has vivido estos años, cuando te pasó lo de las cuerdas vocales, por ejemplo, ¿te has llegado a imaginar fuera de la música? ¿Te imaginas tu vida sin hacer lo que haces?
No. (Rotundo). Moriría. Quítame el aire que respiro y muero. Es así de fácil. No hay nada más que decir. Entonces, los artistas de raza… Hasta que dure. No hay más. No me imagino de otra manera. Es como el disco de Jorge (Ilegales), La lucha por la vida, que es también el título una obra de Pío Baroja. Jorge es un personaje de Pío Baroja. Para mí es un ejemplo. Yo no me he quejado nunca de nada. Primero por mis padres, por lo que sufrieron; mi padre en la guerra civil y mi madre en la posguerra. Y, después, por la compañera que tengo, que ha tenido enfermedades muy graves, se ha sobrepuesto y sigue ahí. Más ejemplo que ese… Aparte, soy hijo único. He tenido que estar en las enfermedades de mis padres, de mi tía, y he vivido todo el proceso de la vida y la muerte en muchas ocasiones. Entonces, de repente te toca a ti. Posiblemente esté más preparado, aunque nunca se está preparado para eso. Pero sí que uno acepta el destino que le toca. Yo creo en el destino, no creo en las casualidades.



















