Todas las guerras empiezan en verano, de Diana Aller

Autor:

LIBROS

«Una novela inscrita en un marco costumbrista, que habla de las decisiones que tomamos y de cómo afectan al destino, de nuestros errores y nuestros aciertos»

 

Diana Aller
Todas las guerras empiezan en verano
ALTAMAREA, 2025

 

Texto: CÉSAR PRIETO.

 

Si algo no se puede decir de Diana Aller es que se haya estado quietecita, porque ha hecho de todo. Ha estado en grupos —Meteosat, con un disco esplendoroso— y perpetrado fanzines —Yo-yó, más esplendoroso todavía—. Ha escrito guiones para televisión y artículos para El País o El Mundo, ha estudiado Filosofía en Madrid y en Bolonia, tiene blogs y podcast, ha pinchado discos en festivales exitosos y ha publicado dos novelas, Coños como el de Marta y La hija del reparador de calderas.

Ahora va con la tercera, Todas las guerras empiezan en verano, que no es más que las experiencias de Mencía, una joven madrileña que un buen día, siguiendo el consejo de su psicóloga y después de consumir DMT y vivir una experiencia absolutamente delirante, decide escribirle una carta a su yo del pasado. Lo más curioso es que esta le contesta desde 1999, en los primeros tiempos de internet.

En primera instancia, se trata de una novela de ciencia ficción, lo que ocurre es que la trama tiene mucho más de ficción que de ciencia, sobre la que se pasa muy por encima y con vaguedades. La ficción, en cambio, es paradójicamente más honda. Mencía vive con una madre atenta a todas las historias extrañas sobre alimentación que exponen por la radio y una hermana con la que siempre está de pinchazos verbales. Tiene un trabajo deplorable en una oficina decrépita y un montón de amigos adorables con los que cervecea por Lavapiés en medio de conversaciones filosóficas.

Una de esas tardes, el tema versa sobre viajes en el tiempo. Un par de días después —el libro está escrito en forma de diario, aunque el narrador es externo—, recibe un mensaje de su yo del pasado que le pie información. No puede ser otra cosa que una broma de su hermana Susana, que es la única que puede interpretar ciertas alusiones que ha vertido en la primera carta. Pero no ha sido Susana, y los diversos mensajes que recibe van constituyendo un misterio que Mencía se empeña en resolver.

Mientras, va teniendo relaciones sexuales esporádicas y deprimentes, vuelve a acostarse con su exnovio y tiene que organizar la despedida de soltera de una prima de catadura más bien vulgar. No es más que la vida que sale adelante como puede, presa del descontrol y la improvisación más que de otra cosa, una especie de Historias del Kronen de treintañeros.

Mientras la vida empuja a Mencía, ella trata de pararla un momento para recrear todas las circunstancias bajo las que escribió el mensaje a su yo del pasado, ingesta de droga incluida y repetición del ceremonial, que va encarando un final que enfoca el futuro. En el fondo, es una novela —con su trama de ciencia ficción— inscrita en un marco costumbrista, que habla de las decisiones que tomamos y de cómo afectan al destino, de nuestros errores y nuestros aciertos y de cómo, mal que bien, vamos sobreviviendo a todo lo que la vida nos va poniendo delante.

Anterior crítica de libros: Conversaciones con Maryní Callejo. La primera productora del pop español, de Esther Zecco.

Artículos relacionados