
«Un disco bonito incluso cuando es agresivo, constantemente romántico y complejo»
Se cumplen veinticinco años de la edición de Machina / The machines of God, el que durante años fue el último álbum de los Smashing Pumpkins, un trabajo incomprendido y parcialmente indescifrable que merece ser celebrado. Quizá, su próxima reedición el 22 de agosto provoque una merecida reevaluación a la que Juanjo Ordás hace su aportación.
Texto: JUANJO ORDÁS.
Existe una hipótesis respecto al auge y caída de las estrellas pop. Primeramente, artista, prensa y público crean un hype. Después, cuando la estrella alcanza el éxito, se procede a una maniobra de destrucción en la que las tres partes vuelven a colaborar para que la estrella caiga. En el año 2000, daba la sensación de que la caída de los Smashing Pumpkins era incipiente y que hasta sus propios fans eran conscientes de ello. Fue el año en que se editó Machina / The machines of God, quinto disco de la banda —sin contar remedos—, absolutamente memorable, pero acogido con una tibieza que subrayaba la hipótesis expuesta.
Con Mellon collie and the infinite sadness (1996) habían subido muy alto para después reinventarse con un Adore (1998) que, aunque les evitó comparaciones con su anterior trabajo, también descolocó a parte de sus seguidores, especialmente a los menos dedicados. Billy Corgan, líder indiscutible, mataba vidas felinas dando saltos mortales por los resbaladizos tejados de la industria y el fandom mientras se aferraba a una inestable banda —o concepto de banda— que se descomponía poco a poco. Para cuando Machina / The machines of God se puso a la venta, el retorno del batería Jimmy Chamberlain había sido eclipsado por la expulsión de la bajista D’arcy Wretzky, sustituida por una Melissa Auf der Maur que, junto al perenne guitarrista James Iha, flanquearía en el escenario a Corgan una vez se echaran a la carretera.
Mientras, los fans se las veían con un disco de múltiples lecturas. Por un lado, como disco ordinario podría parecer largo, ¿pero que eran setenta y tres minutos comparados con los otros setenta y tres de Adore? ¿Y con las dos horas de Mellon collie and the infinite sadness? El fan de Smashing Pumpkins estaba acostumbrado a los minutajes exigentes y Machina / The machines of God ni siquiera era denso, o al menos no más allá de “Glass and the lost children” y “Blue skies bring tears”. De hecho, contaba canciones muy pop como “Try, try, try”, “Stand inside your love”, “The imploding voice”, “Wound” y “Age of innocence”, incluso cuando la velocidad punta se hibridaba con la comercialidad en “The everlasting gaze”, primer single y perfecto ejemplo de la brillante producción de Corgan y Flood, especialmente cuando en el estribillo se amalgaman indesenredables teclados y guitarras con la voz abriéndose paso.
En todas las canciones es evidente la existencia de un fondo hacia el que avanzar desde el pie del escenario, siendo otro buen ejemplo de ello “The sacred and the profane”, que encierra diversas y hermosas texturas. Y es que, Machina / The machines of God es un disco bonito incluso cuando es agresivo, constantemente romántico y complejo. Cada canción vivía por sí misma, pero el libreto, lleno de ilustraciones y motivos alquímicos, indicaba que existía un nexo entre todas y que muy seguramente nos encontramos ante un disco conceptual de hermético guion. Hay amor, desamor, reflexiones sobre el éxito y todavía más alquimia, pero hilar todo resultaba imposible, lo que en absoluto influía en la experiencia de su escucha.
Con el lanzamiento del álbum los acontecimientos se precipitan. Se anuncia que la gira de presentación será la última de la banda y con ella en marcha se libera en internet un disco gratuito titulado Machina II / The friends and enemies of modern music, complementado por tres epés que proporcionan al público canciones absolutamente inéditas (“Whyte spider”, “Dross”, “Glass theme”, “Slow dawn”) junto a revisiones de temas propios de la era pero ya publicados (“Blue skies bring tears”, “Speed kills”, “Here’s to the atom bomb”). Lo más curioso es que entre las novedades se encuentran canciones nunca publicadas pertenecientes a la creación de Adore, aunque vueltas a grabar (“Saturnine”, “Cash car star” y “Let me give the world to you”). ¿Existía un vínculo entre Adore y Machina / The machines of God? ¿O simplemente Corgan estaba rescatando canciones prometedoras no utilizadas previamente como tantos artistas hacen? Tomado como un todo, el alto nivel compositivo de Machina II / The friends and enemies of modern music era irrebatible y, aunque en algunos momentos adolecía de buen sonido, dejando ver su condición de bootleg oficial, lo que parecía indicar es que Machina / The machines of God iba a haber sido un proyecto más amplio.
Mientras tanto, los conciertos se sucedían con la banda sonando muy bien. Pero no se conforman con ello y en Europa golpean el tablero desplazando las fichas: Suman teclados y piano —este último a manos del legendario Mike Garson— y reestructuran los shows. Ahora se inician con un set acústico de cinco canciones, antes de pasar a una descarga eléctrica que incorpora temas de Machina II / The friends and enemies of modern. Aunque suenan hits inevitables —“Bullet with butterfly wings”, “Disarm”, “Tonight, tonight”, “Today”— se trata de un espectáculo dirigido a los fans hardcore que el público casual no acaba de entender.
El primer final de Smashing Pumpkins resulta controvertido, porque ni Machina / The machines of God se ha celebrado como el gran disco que era, lógicamente Machina II / The friends and enemies of modern music solo llega a los acérrimos y los shows no son justamente apreciados. Pero los últimos estertores ordeñan un poco más esta etapa. El recopilatorio funerario Rotten apples incluyó en su edición limitada el álbum de rarezas Judas O, con la demo inédita “Winterlong” perteneciente a esta última era, al igual que una versión en vivo de “Rock on”, de David Essex, única contribución de Auf der Maur a la discografía de la banda.
En 2007, tras siete años muertos, Smashing Pumpkins resucitan con Corgan y Chamberlain como únicos miembros originales. El batería marchará de nuevo y se sucederán discos con Corgan al frente —algunos muy reivindicables, por cierto—; pero será un segundo retorno de Chamberlain, junto a James Iha en 2018, lo que volverá a dar un lustre a la marca. Al menos en directo, porque en lo que se refiere a álbumes el ahora trío se ha dedicado a desconcertar al público con discos en las antípodas de lo que podría esperarse de ellos, salvo por el relativamente reciente Aghori mhori mei (2024).
En cualquier caso, las canciones de Machina / The machines of God que Smashing Pumpkins han interpretado en la última década y pico han sido muy pocas, con solamente “The everlasting gaze” como constante segura. ¿Podrá la reedición estival provocar una nueva apreciación del disco? El relanzamiento incluirá, según se dice, hasta ochenta canciones de las cuales cuarenta y ocho darán forma a la versión definitiva con orden y lógica. Por fin, podremos conocer la narrativa y sabremos hasta qué punto acertaron los esforzados fans que han intentado descifrar el relato a lo largo de los años. Confirmaremos si, como se sospecha, Machina / The machines of God siempre fue la historia de un rockstar llamado Glass, inspirado por dios, con el corazón roto y una novia a la carrera.
Por lo pronto, Corgan parece dispuesto a recordar al mundo que el disco existe. No solo ha trabajado en su reedición durante años, sino que este pasado junio dejó a los Smashing Pumpkins descansando y se lanzó a la carretera respaldado por una banda nueva llamada The Machines of God. Con ella ha interpretado, en recintos reducidos, un repertorio basado en Aghori mhori mei, Mellon Collie and the infinite sadness y, por supuesto, Machina / The machines of God y su hermano, cuya reedición agosteña coincidirá con los Smashing Pumpkins comiendo carretera de nuevo.



















