Qué largo es el verano, de Linda Mirada

Autor:

DISCOS

«Larga ha sido la espera, pero ha merecido la pena porque Linda Mirada nos ha vuelto a enamorar con su pop de club de baile o de atardecer en la playa»

 

Linda Mirada
Qué largo es el verano
LOVEMONK DISCOS BUENOS, 2025

 

Texto: CÉSAR PRIETO.

 

Estábamos esperando esto desde hace tres lustros. Linda Mirada —Ana Naranjo— nació en San José, capital de Costa Rica, aunque desde hace veinte años reside en Madrid. Tras trabajar en algunos sellos como Mushroom Pillow o Nuevos Medios, editó un par de elepés con muy buena acogida. El último, en 2012, así que sus seguidores, que la daban por perdida, tienen motivos de alegría a destajo.

Este Qué largo es el verano surgió hace ya unos años, cuando Ana se propuso grabar un single en italiano, que aún no ha surgido. Pero lo que sí surgió es la plasmación de muchas ideas que la cantante tenía, volcadas en el proyecto de un elepé que algo italiano tiene, ese espíritu de italodisco de los primeros ochenta, la década mágica para Ana. Hay una canción, eso sí, que se aparta del plan, “Bajo un mismo techo”, cuyos arreglos están cuidados con el más fino espíritu del pop rock, una voz templada y la conformidad tras el desgaste del amor. Los coros son el colchón de la cruel apisonadora de la realidad. «¿Quién pagará el alquiler?», se pregunta la letra.

Las seis restantes sí que viven en el reino de la electrónica. En “Obstáculo”, la desgana se sustituye por la indiferencia. Se les ve felices, pero uno de ellos solo tiene la espera y el otro muerde con la infidelidad, y todo ello se suaviza con un ritmo de pop electrónico que también abraza la manera hispana. Un pop que siempre es, a la vez, inocente y melancólico, como el que hicieron los grupos independientes de los noventa, de aquel que ya no se hace. O no tan independiente, que OBK triunfaban en esos mismos años. Quizá, en este ámbito, “Morena del apóstol” tiene texturas de club nocturno, para bailar cuando llega la madrugada. Sofisticada y seductora, tiene también algo de cinematográfico.

Hay también cortes más reposados. “Starlink” es una balada llena de groove, dub y soul futurista que refleja una simple noche en la que siempre alguien puede aparecer, y “Autoficción” es el reencuentro con un antiguo amor, de esas canciones que piden un baile lento, la melancolía del tiempo, el peso del mundo y la linda mirada baja. Todo apunta a una época en la que el pop era electrónico y sencillo, poco valorado, pero lleno de enormes melodías.

Igual que “Bajo el mismo techo”, “Si la brisa es buena” se aparta un tanto de la decoración del disco. La letra refleja la visión costumbrista de cualquier noche en «los sitios de moda», con fuerte carga de vientos y estribillos que la acercan a texturas funkys al mismo tiempo que a Objetivo Birmania, el grupo, no la película.

Larga ha sido la espera, pero ha merecido la pena porque Linda Mirada nos ha vuelto a enamorar con su pop de club de baile o de atardecer en la playa, primavera adelante y combinados, pero siempre sensible y elegante. Ese single en italiano seguro que también llegará.

Anterior crítica de disco: Rainy sunday afternoon, de The Divine Comedy.

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