Me gustó más el disco, de Los Mejillones Tigre

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DISCOS

«Han sacado el disco más jovial de los últimos años»

 

Los Mejillones Tigre
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BOOMERANG DISCOS, 2025

 

Texto: CÉSAR PRIETO.

 

Los Mejillones Tigre —desde su nombre que homenajea, aun siendo jienenses, un plato de la gastronomía gallega— son el grupo más divertido de nuestro país. Y, consecuencia lógica, han sacado el disco más jovial de los últimos años. Pero, cuidado, jovial no quiere decir pachanguero. Los Mejillones Tigre utilizan la pachanga en su beneficio, para recoger una serie de ritmos bien jugosos y montar un repertorio lleno de sabor y buen gusto. Recogen cumbias, doo-woop, calypso, bugalú o beat sesentero para modelar excelentes canciones, de esas que hacen mover el cuerpo; sin ínfulas, pero con elegancia. Buena muestra es “Cumbiando el espacio”, la canción que abre el disco. Como Los Pasos en “Voces de otros mundos”, ruidos galácticos y pop dan entrada a una cumbia con todo el sabor andino y llena de groove y de lisergia intergaláctica. No se sabe si admirar más en ellos la desfachatez o lo bien construidas que están las canciones. El pop, para ellos, es juego y fantasía, pero en ningún caso temas facilitos.

Todo está cubierto de una sutil ironía. En “Vente conmigo (el regreso del vampiro)”, los coros se montan como si los Beach Boys se pusiesen burlones, aunque es una muestra de beat hispano, con una línea de bajo vitaminada y teclados que encantarán a los mods. “En la playa” lleva el sarcasmo a la categoría de canción del verano irreverente, con un estribillo enormemente explosivo. Es el “Mari Pili” o el “Aquí no hay playa” del nuevo milenio.

Hay, ya lo hemos dicho, una parte sesentera a más no poder. Entran en ella “Tiene que ser”, con un aire más soul para un tema tan banal como una cola de espera. Es igual, con talento se le puede sacar jugo a cualquier cosa. También entra “Ahí está la puerta”, que calca perfectamente la instrumentación de los sesenta. Si todavía hubiera películas de José Luis López Vázquez sería su banda sonora con total seguridad. “Luna azul” aborda también esta época, pero de manera más ligera y sentimental.

Después está la parte tropical. “Mirando al cielo” es pura Fania —o puro Santana salsero—, llena de wah-wahs y con esa cadencia de salsa lenta que tiene, por ejemplo, Cheo Feliciano en “El ratón”. En “Bugalú”, a pesar del nombre, no recoge esa potencia explosiva de La Lupe, sino que más bien tiene el tono de Los 3 Sudamericanos, lo cual tampoco está mal. Por cierto, el piano es espléndido, igual que ocurre en “Desde abajo”, un divertido calypso. Los arreglos y la resolución, de diez.

Un par de canciones se apartan de estos dos entramados. “A mi ritmo se baila” es también puro soul, más cercano al latin jazz o al blaxploitation —las partes instrumentales son intensísimas y hay una flauta a lo Jethro Tull — y “Mejor que tú” bebe de Los Pasos —y en las voces recuerda a The Who—, que si hay algún grupo de referencia en su faceta sixtie es este. La letra, como todas irónica y enfocando todo lo que no les gusta de la vida moderna, versa sobre ese estúpido prurito de haber descubierto cosas que pasan después al gran público. La frase demoledora: «era mejor la maqueta».

Los Mejillones Tigre son necesarios. Con sus Farfisas, sus secciones rítmicas impecables, su grabación analógica —y se nota— en un Studer de 24 pistas, su portada psicodélica que recuerda el Forever changes de Love o la última etapa de Los Brincos. Es su mejor disco de tres que tienen y estamos babeando por que sigan en este camino de garaje tropical en el cual todo se embrida para crear, que es lo que hace falta, enormes canciones.

Anterior crítica de disco: Squeeze me, de Sophia Kennedy.

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