LIBROS
«Para el seguidor del periodo o de los grupos de Alaska es esencial, para el simple lector también porque descubrirá cómo a partir de la nada se puede dar forma a la estética que comparte todo un país»

Rafa Cervera
Alaska y otras historias de la movida
LUNWERG, 2025
Texto: CÉSAR PRIETO.
A principios de los años ochenta, el joven Rafa Cervera, que acababa de idear su fanzine Estricnina, necesitaba material para desplegar contenido. Por supuesto, al fanzine iba a hablar de todo aquello que él que quería expandir, su música, su fuente de emociones. Necesitaba hablar de Radio Futura, de Derribos Arias, de Alaska y los Pegamoides, así que se preparó y acudió a entrevistarlos. Y no solo eso, convivió un tiempo con ellos, acudió a los mismos lugares, conversó sin grabadoras en medio.
Veinte años después, quiso recordar esos momentos y hablar de unos personajes que, de no ser por él, hubieran quedado perdidos en un magma confuso, una acumulación de gentes de todas las calañas que los bisoños agruparon bajo el nombre de movida. Han pasado otra vez veinte años, más, y el libro —agotado un par de años después de su salida—, vuelve a estar en las librerías, con el añadido de un prólogo de Elena Cabrera y un epílogo que expone la cuestión textual. Los cambios en el cuerpo del texto son mínimos y afectan únicamente a precisiones estilísticas de estilo.
Como su título indica, Alaska —Olvido Gara— va a ser la protagonista de estas páginas, pero si por algo se caracteriza la cantante mexicana es por fagocitar todo lo que a su alrededor resulta afín con su carácter emocional y después dejarse envolver por ello, así que para explicar a Alaska es necesario introducir a su gente. Y la primera su madre, que recorre transversalmente todo el relato y que es garante de su felicidad en México, hasta que a los diez años su padre, un exiliado a causa de la guerra, decide volver a una España que ella, en un primer momento, observa fea y hostil.
Poco a poco hace algún amigo, poco a poco se va adaptando y a los doce años todo ha cambiado. Descubre el glam rock y el Rastro, se introduce en el mundo de los fanzines hasta que recala en el colectivo La Cochu. Todo se acelera: la formación de Kaka de Luxe, el continuo tour por las casas de sus componentes para que surgieran ideas y la disolución. No han pasado ni dos años, y más que disolución es explosión, de ahí surgirá la plana mayor de la nueva ola; entre ellos, Alaska y los Pegamoides.
Si el libro era un fresco de lo que ocurrió en esos años, a partir de este momento lo es mucho más, se abre a Madrid. Va apareciendo Casa Costus, Almodóvar, Ana Curra y Eduardo Benavente. Los últimos en entrar en la pandilla son Pito y Ana Díaz, que se convertirán en managers. Todo está plagado de anécdotas, de felicidad, pero también de crisis, de peleas con la compañía, del malestar de Carlos Berlanga. Hasta que llega “Bailando” y la fama se dispara. Alaska ya pertenece a todos los públicos.
Mientras tanto se están formando Parálisis Permanente y Dinarama, que en un principio no cuenta con Alaska, que sin ningún proyecto se instala en un retiro espiritual que irá arrastrando al resto del grupo. Ello, y la intensidad de sus amores, a veces internos, a veces externos, conformarán las canciones de Dinarama —la conexión de las letras y lo que apuntan que bulle en sus corazones es evidente— que ahora ya tiene a Alaska como artista invitada. Es la época también de fiestas y desmelene, de drogas y de conocer una España en los conciertos en provincias que estaba a años luz de lo que ellos representaban.
El recorrido concluye en 1985, por varias razones. Esa burbuja que se había creado, aislada del mundo menos cuando tenían que actuar en pueblos, empieza a ser atacada por poderes que se sentían molestos. Las querellas contra Carlos Tena o Paloma Chamorro son bien conocidas, en el momento en que la movida ya es una etiqueta que se conoce en toda España y, además, la segunda mitad de la década supone un cambió de contexto y estética. Todo lo que Alaska y su grupo de amigos pretendía construir ya estaba completo.
Con todo ello, se concluye que el libro de Rafa Cervera no es un libro sobre música, aunque la música está muy presente. Es una narración, con su estructura de novela, sus tiempos y espacios, su narrador —que no escritor— y sus pequeños fragmentos de ensayo. Eso es lo que la hace tan actual y tan atrayente, aparte de que los personajes lo son ya de por sí. Para el seguidor del periodo o de los grupos de Alaska es esencial, para el simple lector también porque descubrirá cómo a partir de la nada se puede dar forma a la estética que comparte todo un país, extendida como mancha de aceite.
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Anterior crítica de libros: Malditos, heterodoxos y alucinados, de Javier Memba.



















