Ven a morir a casa, de Escuelas Pías

Autor:

DISCOS

«Pasajes a lo Lovecraft, dramas familiares y entidades sobrenaturales, todo apuntalado por guitarras de rock y muchos pasajes instrumentales»

 

Escuelas Pías
Ven a morir a casa
EL GENIO EQUIVOCADO, 2025

 

Texto: CÉSAR PRIETO.

 

Van a asistir ustedes a una película de terror sin ninguna imagen gráfica, hecha plástica únicamente por la música. Pongan en el reproductor el cuarto álbum de estudio de los sevillanos Escuelas Pías, y verán lo que es bueno. Hay ahí pasajes a lo Lovecraft, dramas familiares y entidades sobrenaturales, todo apuntalado por guitarras de rock y muchos pasajes instrumentales.

Es el cuarto elepé de Christian Bohórquez y Davis Rodríguez, y en él llevan la experimentación a su nivel máximo. Cada tema funciona como un pasaje de un film inventado, en el que tres personajes están atrapados en la mente de un ser superior —o primigenio— que manipula su realidad y su memoria. En realidad, la génesis del disco parte de una anécdota que tiene visos de leyenda urbana, ya que lo explican con cierta ambigüedad. El grupo recibe un mensaje anónimo en el que le solicitan componer la música para una película. Llevaba un archivo con el film, que vieron y les fascinó. Al empezar a trabajar en la música, todos los archivos desaparecieron. Si no es cierto, e ben trovato. La realidad y la ficción basculan hacia lo desconocido.

Realmente, el disco consta de ocho composiciones e instrumentales intercalados —el score de la película— que tienen un prólogo y una primera canción de amor al cine, “Niña de videoclub”, de querencia por las imágenes, por una escena determinada, un arrebato en el que la electrónica de fondo juega con texturas que se quieren más humanas. «Si es tan malo, ¿por qué quiero más?», dice la niña de la letra. Antes de ella, el introito cuenta con “Autobuses circulares” y “Principio y fin”. La primera con lentitud y voz templada; la segunda, con una electrónica que se desata en algo de Bowie y algo de los nuevos románticos, synth pop en que los sintetizadores se combinan a la perfección con las guitarras.https://www.youtube.com/watch?v=E2V3pQ997fo&list=RDE2V3pQ997fo&start_radio=1

Las instrumentales adoptan todas las texturas. “La puerta” es afín a las películas de ansiedad pavorosa, “Inferno” se mueve entre el gregoriano, lo galáctico y Giorgio Moroder, y “Popular” es afín al pop electrónico más selecto de los ochenta. Hay más, “Feria de los horrores” tiene compases de valsecito luminoso, que poco a poco se va desacelerando y volviéndose tétricos, y “La la la” cuenta con una melodía infantil que consigue provocar un sentimiento angustioso. Por el contrario, “Atrapados” es música industrial, repetitiva, en bucle, y “Los lamentos” es densa, con un fondo de quejidos profundos que son casi angustiosos.

Poco a poco, el disco va entrando en estos trances. En “Cosa-casa”, hay «ritos satánicos» que se solventan en casa y en “Sin escapatoria” notamos un trasfondo religioso que alumbra el corte final: “Monstruos en la oscuridad”. Un abandono, un adiós que entra en el mundo de los monstruos, con notas que dicen, simplemente, que alguien se ha ido.

Hay referencias musicales también, claro. John Carpenter, Tangerine Dream, Ennio Morricone o Angelo Baladamenti, todo muy cinematográfico; pero todos estos guiños pasan por un filtro que los convierte en pop lírico y evanescente, con luces y sombras y palabras cargadas de imágenes sobrenaturales. Con ellas, el oyente puede imaginar la película que le llegó al grupo. Seguro que el oyente está deseando verla.

Anterior crítica de disco: Songs for other people’s weddings, de Jens Lekman.

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