Allbarone, de Baxter Dury

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DISCOS

«Bien se puede pensar que Dury ha firmado su mejor trabajo en esta su novena entrega. Nada habitual a esas alturas»

 

Baxter Dury
Allbarone
HEAVENLY / PIAS, 2025

 

Texto: XAVIER VALIÑO.

 

Discos oscuros con líneas de bajo sensuales, coros que ocupaban la mitad de las canciones y Baxter Dury canturreando lacónicamente con un marcado acento cockney sobre lo que encuentra en los márgenes de la vida nocturna urbana. Este era el sonido habitual de Dury antes de que el productor estrella Paul Epworth (Florence + The Machine, Adele, Paul McCartney, Coldplay, U2…) le propusiera colaborar con él.

La oferta surgió espontáneamente, tras el concierto de Dury en Glastonbury del año pasado. En esa charla informal, Epworth convenció a Dury para incluir influencias electrónicas en su música. Tras ello, en breves sesiones en Londres, el productor creó ritmos y melodías a las que Dury les puso luego los textos. Con este enfoque más refinado, Dury suena ahora más ligero, bailable y contemporáneo.

El cambio se hace más evidente en las canciones electro-pop como “Schadenfreude” y “Allbarone”, ambas con un papel destacado de Jennifer Clarke, alias Jgrrey, quien proporciona la mayoría de las —cínicas— voces femeninas. En el tema principal, con el nombre de una reconocida cadena de vinotecas, la inexpresividad de Dury se sitúa repentinamente en un club, como un existencialista pisando una pista de baile abarrotada. El paisaje sonoro es más electrónico con el uso ocasional de un vocoder (“Hapsburg”) y en temas funk disco como “Alpha dog” el ritmo resulta más vivaz que en otros trabajos.

El trabajo en conjunto funciona y, aunque probablemente dejará fríos a los fans de Charli XCX, que, parece ser, fue la cantante que ambos propusieron entre otras referencias, resulta ser un álbum refrescante y muy entretenido de Baxter Dury. Eso sí, no radicalmente diferente, ya que su voz se mantiene prácticamente inalterada. Por ejemplo, “Highlight return of the sharp heads” bien podría haber estado en uno de sus discos anteriores, con ese contraste entre los coros femeninos y la introspección insolente que también se mantiene en “Hapsburg”. Tras el cierre, con esa melancólica y distorsionada “Mr W4” —puede que su momento más redondo—, bien se puede pensar que Dury ha firmado su mejor trabajo en esta su novena entrega. Nada habitual a esas alturas, por cierto.

Anterior crítica de disco: Qué largo es el verano, de Linda Mirada.

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